En Cuba, donde un régimen totalitario tiene el control absoluto de la información, muchas presiones al sistema se están replanteando en el espacio público. Y, tanto en las redes sociales como en el espacio físico, la dictadura se beneficia.
En estos tiempos de aislamiento social, mi obra se articula en ese tejido de educación cívica a partir de la resistencia, la rebeldía y el sacrificio.
Sin miramientos al contexto de la pandemia, aumentan los abusos y la represión hacia los activistas de la sociedad civil en este conflicto de no poder usar (por ser políticamente incorrecto) el espacio público como forma de protesta o espacio vivo del performance, ni el espacio virtual de las redes sociales (también perseguido y sancionado por el régimen, por ser una buena plataforma de impacto y de trabajo).
Pero la “reclusión” es también un espacio de reflexión y meditación, en especial para retomar prácticas que abandonaste por la dinámica del artivismo, como el dibujo o la escritura, o para cerrar proyectos in progress, algo que se agradece porque oxigena el cerebro.
En mi caso, las redes sociales son una plataforma que he utilizado constantemente, incluso antes de que fueran más accesibles. Amo las redes, porque ayudan a romper con el espíritu acrítico del gremio del arte. A través de las redes mi obra llega y funciona para el camionero, el carretillero o el padre que perdió a su hija en un derrumbe.
El impedimento de la acción pública como proceso físico muta mi obra, la cual siempre ha sido mutante a consecuencia de la escasez de materiales, la falta de reconocimiento y la censura. No hago más esculturas ni expongo mis dibujos a causa de la censura en Cuba, la cual me impulsa a hacer, con mucho placer, una obra líquida: volátil.
El contexto local ya era de una bancarrota cultural notable, y una crisis política que transformó a la cultura en un mecanismo de represión y de propaganda política burda y mediocre. En el contexto de la COVID-19, se agudiza la prostitución cultural del régimen con el exterior, justificando la represión, suspendiendo eventos “conflictivos” y, sobre todo, sobredimensionando su propaganda con el altruismo y el internacionalismo.
En el contexto internacional, creo que la cultura será un instrumento de los gobiernos para mantener cierto caos en las mentes de los ciudadanos. Probablemente no se promuevan nuevos proyectos, sino que se intentará sostener las acciones más legitimadas, lo cual generará resistencia y una nueva etapa para los ideales emergentes y de resistencia cultural.
Galería
Manifiesto de cuarentena – Luis Manuel Otero Alcántara.
Pandemia y chirimoyas
Ahora es mejor morir de COVID-19 que de cualquier otra enfermedad. Al menos te hace ser una persona de tu tiempo.