La presidencia de los Estados Unidos de América ya la había ganado un Obama. No una, sino varias veces. Recordar, por ejemplo, a Kennedy, a Carter, y, por supuesto, a Clinton, a quien la intelectual norteamericana Toni Morrison incluso llamó “nuestro primer presidente negro”.
La presidencia de los Estados Unidos de América ya la había ganado un Trump. No una, sino varias veces. Recordar, por ejemplo, a los Bush padre e hijo, a Nixon con la X impresa como una esvástica en la prensa cubana, y, por supuesto, a Reagan, a quien los cubano-americanos de izquierda todavía llaman “fascista”, por haber hecho colapsar al comunismo global.
Con perdón de Hillary Clinton y Joe Biden, la elección del presidente norteamericano en el 2020 es solo una segunda vuelta entre Obama y Trump.
En esa guerrita incivil entre razas septentrionales, los cubanos somos los más sureños del Sur: la nodriza violada, el cimarrón linchado, el huérfano hasta de nombre. Hace ya demasiadas décadas que perdimos a nuestra fabulosa finca de copos de azúcar, tan amargada como el algodón. Gone with the Revolution.
A pesar de todo, cada cubano debe saber votar. Y votar bien. Por lo tanto, hay que mantener a Donald Trump en la Casa Blanca por otros cuatro años.
No por Cuba, sino por la Casa Blanca en sí. No por la dictadura cubana, sino por la democracia norteamericana per se.
Hay que detener a las masas analfabetas, sean quienes sean, por el bien de las propias masas analfabetas. Antes de que sea demasiado tarde para salvarlas.
La propiedad privada es tan sagrada como la vida humana: la propiedad privada humaniza.
Por lo demás: ¡abajo el nacionalismo a distancia! Votar es un acto de presencia, no de nostalgia en futuro. Votar es la mejor manera no de decir, sino de vivir. Votar es naturalizarnos en nuestro destino manifiesto de post-cubanos. Hay que ser absolutamente norteamericanos: il nʼy a pas de hors-USA.
Es, también, una mera cuestión de costumbres conservadoras: reelegir al presidente no es ningún crimen. Mientras más misógino, xenófobo y racista lo pinten en la prensa plana, planísima, pues mejor.
Recordemos que la misoginia, la xenofobia y el racismo por sí mismos tampoco son crímenes, solo sentimientos resentidos de ciertos seres humanos. Más criminales son muchas veces los antimisóginos, antixenófobos y antirracistas.
La izquierda intolerante, como la caída del castrismo, bien puede esperar. Votemos, y luego veremos. Total, si los cubanos llevamos 61 años viendo, y nunca hemos visto nada.
Trump está dando un golpe de Estado en cámara lenta
Existe una tercera posibilidad, además de Trump y Biden. Me parece muy posible que Trump se niegue a salir de la presidencia aun si Biden fuera elegido legalmente. De ser así, las consecuencias podrían ser inmensas, realmente atroces.