¿Quién quiere vivir en guerra?

Para mí, periodista independiente cubana, las elecciones de noviembre en Estados Unidos significan solo una cosa: la posibilidad de que el conflicto entre los gobiernos de ambos países perdure o se resuelva. Yo soy del bando que aboga por su resolución y por continuar con la política reconciliadora del expresidente demócrata Barack Obama.  

A mí ningún político me parece confiable, siempre observo el poder desde la sospecha. El poder que se ejerce en Cuba, en Estados Unidos o en cualquier parte. Yo hago periodismo. Mi trabajo consiste en buscar la verdad y participar en su construcción con opiniones honestas e informadas.

Si rechazo al presidente republicano Donald Trump no es porque simpatice con su rival Joe Biden. Casi ningún político llega lejos sin hacer concesiones por el camino, y esas concesiones nunca favorecen a la mayoría.

No creo que los intereses que movieron la política de Obama con respecto a Cuba sean menos turbios que los que han movido la de Trump durante su actual mandato. Sería ingenua si creyera que a los demócratas americanos les importa genuinamente el bienestar del pueblo cubano.

Pero si hay que elegir entre la violencia y el diálogo, elijo siempre el diálogo. Las principales víctimas de la violencia nunca han sido quienes deciden las políticas desde sus posiciones privilegiadas, sino la gente común. Si quiero que Biden gane es porque no quiero que las familias cubanas, las que sufren las consecuencias de una economía golpeada por el embargo estadounidense y por la ineficiencia de quienes la gestionan, sigan siendo sacrificadas en nombre de supuestos ideales de justicia.

¿Hasta cuándo los cuerpos de millones de personas van a seguir funcionando como el territorio de disputa de dos gobiernos? Y, lo más importante: ¿hasta cuándo en Cuba estaremos tan pendientes de lo que suceda en Estados Unidos?

Yo estoy segura de que la instauración de una república democrática en Cuba depende en gran medida de que se normalicen las relaciones con Estados Unidos. El mejor aliado de un régimen totalitario es su enemigo. Sin dudas, la confrontación le ha resultado muy útil a la élite política de la isla para justificar las violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Pero no deja de parecerme lamentable que el destino de una nación dependa tanto de las elecciones presidenciales de otra nación.

Toda la atención que prestamos a lo que ocurre a 90 millas de aquí, habla no solo de la importancia geopolítica de Estados Unidos, sino también de nuestra falta de soberanía. Hay mucho que pudiera cambiarse en Cuba y que no depende de Trump o Biden. Si el gobierno cubano promoviera el empoderamiento ciudadano en lugar de la centralización del poder en las rígidas estructuras del Estado, si los ciudadanos conquistáramos los derechos civiles y políticos que nos han sido arrebatados durante décadas, si dejáramos de vernos entre nosotros como enemigos, quizás no escucháramos a tanta gente decir que en Cuba no hay futuro.

Pero necesitamos primero recuperar la esperanza, y la última vez que yo sentí un clima de esperanza en el país, fue cuando vino Obama. La visita de Obama significó la oportunidad de fundar la base de toda esperanza: la paz. De las guerras, sean militares, políticas o económicas, la gente solo huye.




Trump: ¿Elecciones, para qué? - Ted A. Henken

Trump: ¿Elecciones, para qué?

Ted A. Henken

Tengo la esperanza de que Biden y Harris salgan victoriosos. Pero a juzgar por sus declaraciones recientes, no estoy seguro de que Trump acepte los resultados. En realidad, temo a una crisis constitucional en mi país. Si el 3 de noviembre Biden no gana por un margen sustancial, quizás el escenario más probable es que Trump se autodeclare triunfador.