Reyna Yacnara Barreto Batista: “Me están arrebatando cuatro años de mi juventud por gusto”

“Activismo y género en Cuba” es un espacio de reflexión que pretende potenciar diálogos entre las mujeres cubanas desde los diferentes trayectos y vivencias que nos constituyen; articular las memorias de luchas, organización y (re)existencia de mujeres diversas dentro del orden político cubano; y poner en común nuestras metodologías de activismo, experiencias y heridas para discutir y visibilizar los entramados de violencia de género que atraviesan el proyecto nacionalista de la Revolución cubana.

Las Damas de Blanco surgen en 2003 como una articulación civil de madres y familiares de presos políticos cubanos, a raíz de la ola represiva conocida como la Primavera Negra. La ONG Cubalex entrevistó entre 2019 y 2020 a varias mujeres que han integrado la organización a lo largo de estos años.

Por la importancia que revisten, en un nuevo contexto de encarcelamientos masivos por motivos políticos, ponemos esta serie de testimonios, frutos del trabajo de Cubalex, a disposición de los lectores de ‘Hypermedia Magazine’.





Entrevista a la opositora Reyna Yacnara Barreto Batista.
Un video de Neife Rigau y Henry Constantín Ferreiro.


Reyna Yacnara Barreto Batista es una de las miles de jóvenes que marchó pacíficamente, en Camagüey, el 11 de julio, por una vida mejor. Luego se vio envuelta en un incidente violento. Nos cuenta su experiencia después de más de 3 meses de aquellos sucesos. Una experiencia que aún no deja de ser traumática porque ha sido recientemente condenada a cuatro años de “trabajo correccional con internamiento”.

Cuéntanos, ¿cómo fue esa tarde del 11 de julio para ti?

Yo iba para la casa de unos amigos y cuando llego al puente de Martí siento ruidos, estruendos, a la gente. Personas mayores que me dicen que las personas se van a tirar a la calle a una manifestación: “Todo va a ser pacífico, por la corriente, no hay medicinas para la juventud; también estamos cansados de tanto tiempo de la pandemia, que en vez de mejorar, lo único que hace es empeorar y que todo el mundo está loco”. Y yo digo: “Bueno, pues me sumo, una más”. 

Alguien dice: “Vamos para Matadero”. Yo sigo para Matadero. Cuando llegamos, un grupo grande de personas ya iban camino al Casino Campestre. En el Casino Campestre, cuando llego, ya hay una gran multitud tanto de personas del pueblo como de oficiales vestidos de civil. En ese momento no recuerdo a nadie vestido de policía. Todos estaban vestidos de civil, con cuadros de Fidel, diciendo “Arriba Fidel”, y no sé qué. Y el barrio, el pueblo, lo único que pedía era que no se acercaran hacia nosotros, que nosotros estábamos pidiendo paz. En ese momento nadie quería problemas. Cuando los vimos agresivos, alguien gritó: “Vamos a seguir caminando”.

Caminamos por muchísimas calles de Camagüey. En ese momento nos dimos cuenta de que había muchísimos grupos de personas en diferentes lugares de Camagüey, pero nunca nos encontramos con todos. 

Fuimos a dar a la calle Avellaneda. […] Cuando llegamos […], todos los policías ya estaban hechos un cordón. No fue que llegaron, ya ellos estaban hecho un cordón, estaban preparados […] porque cumplían órdenes, porque decían que nosotros queríamos tomar la unidad policial, la Primera Unidad. Eso nunca pasó, eso nunca iba a pasar. Pero bueno, eran supuestamente las órdenes que a ellos les habían dado. En ese momento todo estaba en paz, todo estaba tranquilo. El pueblo decía: “Esto es pacífico”. 

[…] no nos entendieron porque ellos tenían ya sus órdenes dadas. En este momento, un señor mayor grita “Patria y Vida”.Uno de ellos se acerca junto con todos los otros, le da un piñazo en la cara y lo desmaya. 

¿Uno de los policías? ¿No eran de las tropas especiales? 

Eran policías uniformados de policía. 

Eso es bueno saberlo para el futuro. Un policía de la Primera Unidad de la PNR en Avellaneda fue el que golpeó a un señor de… ¿Cuántos años tendría?

Sesenta años tendría el señor mayor. El señor cae al piso y uno de los muchachos que sale en uno de los videos se acerca y se tira en el piso con él, como a cubrirlo.

¿Alguien había agredido hasta ese momento a un policía? ¿Los habían ofendido?

No, hasta ese momento no había pasado nada. “Patria y Vida”, “Libertad”; de hecho, hasta el Himno Nacional se cantó, se entonó. 

Yo estaba en el medio, […] delante. No me di cuenta en el momento que se formó porque todo fue muy rápido. En una de esas uno de los oficiales me da un piñazo. Cuando pasa eso, el oficial se va a reforzar a los otros […] que estaban en la otra esquina de la calle. Yo voy a decirle: “Oye, me diste un piñazo. ¿Cómo me vas a dar un piñazo? ¿Tú no me ves?

Y cuando voy, que ni siquiera me dio tiempo a decirle nada, salió a la defensiva y me da una patada en el muslo izquierdo. Una patada con una bota, un hombre robusto. A mí, a una niña, toda flaquita. En ese momento, cuando él me da la patada, se esconde tras otros oficiales. Él no siguió dándome golpes. En ese momento, el mismo pueblo me coge y me hala, y dice: “Oye, no, a las mujeres no. ¿Cómo tú vas a dar golpes? Esto es pacífico”.

A partir de eso decidimos irnos. Y entonces fue cuando varias personas ya se fueron para el puente de Triana. 

¿Cómo fue la detención? 

Yo no estaba en la casa. Yo estaba en el consultorio, cerca de mi casa. 

¿Qué día fue?

El 19 de julio, ocho días después de la revuelta. Ya estaba para ponerme la segunda dosis de la vacuna y ellos fueron a buscarme en un motor. Dos oficiales vestidos de civil fueron a buscarme en un motor. Mi mamá me llama y me dice: “Hay un problema, te están buscando”.

Yo los estaba esperando, por algún motivo. Yo sabía que ellos me iban a venir a buscar, simplemente porque el video se hizo viral. O porque yo le respondí el golpe. Si yo no le hubiera respondido el golpe no hubiera pasado nada. 

Ellos fueron, me buscaron, no me dejaron ponerme la dosis. Llegué a la Tercera Unidad. Me dijeron que ese mismo día me iban a poner la dosis, […] que no se podía romper el ciclo. Ese día me engañaron, no me vacunaron. Al otro día me volvieron a engañar, tampoco me vacunaron. Y al tercer día fue lo mismo. 

Ya yo me sentía muy mal, tenía fiebre, no me llevaban al policlínico, a la enfermería de allí. Tuve que tocar candados, me tuve que acostar en el piso antes de declarar. Yo decía: “No voy a declarar hasta que no me lleven al hospital, yo me siento muy mal”. Cuando dije: “No tengo olfato”, todos se asustaron y me trataron como una apestada. Todos: “Ay, no, aléjate de mí. Ay, no, que no se siente aquí, que no toque aquí”. Y cada vez que pasaba por algún lado lo rociaban todo. 

Para hacerme el kit rápido del COVID tuvo que venir una doctora de un hospital porque ellos no tenían cómo […]. Eso fue aproximadamente a las 4 de la tarde. Cuando la doctora llegó, me hizo el kit rápido. Di positivo, me metieron en el soleador aislada de todo el mundo […].[A las] 6 de la tarde me sacaron del soleador. Yo me estaba volviendo loca allá adentro, sentada. Todo estaba muy sucio. Todo era un maltrato. No te dan ni agua ni nada, porque como tenías COVID pues ni siquiera te podían dar agua

Yo todo el tiempo preguntaba: “¿Cuándo me van a trasladar al hospital?”. 

Yo tenía miedo. Tanta pandemia, tanto COVID… Estaba muy asustada. Me dijeron: “Estamos esperando una ambulancia que te venga a buscar y te vamos a trasladar a un hospital”. 

Jamás fue así. [A las] 6 de la tarde llegó un camión, que le dicen camión celda, que está dividido, [donde] trasladan a los presos. Me montaron ahí, eso fue a las 11 de la noche. Desde las 4 de la tarde resulté positiva y a las 11 de la noche fue que me trasladaron para el Hospital Amalia.

Estuve tres días más detenida en la sala, que es la sala de los presos, de las personas detenidas que están en el hospital. 

Antes de caer ahí, en la parte del Amalia, que estabas con COVID y con toda esa tensión, ¿cómo fueron esos tres días en la UPICO? Es la Unidad Técnica de Investigaciones Criminales y Operaciones, un nombre largo para una larga lista de atropellos. Ahí estuvimos también los tres periodistas de La Hora de Cuba. ¿Cómo fueron esos tres días?

Esos tres días fueron fatales. Primeramente, por la tensión, la comida.

¿Cuántos interrogatorios? 

Aproximadamente me sacaron a interrogarme siete veces en tres días.

O sea, más de dos veces al día.

Sí, me sacaban a toda hora, lo mismo a las 6 de la mañana que a las 4 de la mañana. Creo que fue el segundo día que me sacaron como a las 4 de la mañana. Y me dejaban horas y horas y horas, sentada en un lugar sin nadie interrogándome ni nada, simplemente me dejaban ahí y me dormía y cuando me dormía me decían: “Hey, de pie”. En los cubículos en que […] te meten para interrogarte. [E]llos estaban haciendo papeleo o estaban haciendo algo más y me dejaban ahí sola. Y entonces, cuando un oficial abría la puerta, me decía: “¿Qué tú haces aquí sola?” […]: “No, estoy esperando a fulano de tal”. […]: “No, no, no, pero tú aquí no puedes estar”. “Bueno, llámelo a él porque él fue el que me dijo que lo tenía que esperar”.

¿Recuerdas los nombres de los instructores que estaban a cargo tuyo? 

Creo que uno era Carlos y el último fue Mario, “Mayito”. 

Y además de esos instructores, ¿otro tipo de agente? ¿Seguridad del Estado, de civil?

Sí, civiles me interrogaron también. Igual en una de las ocasiones, grabadas. 

¿Cómo eran las grabaciones? 

Eran incitándome, preguntándome que, si se volviera a hacer una manifestación, yo volviera a ir. Y yo le decía: “No, yo no tengo por qué ir”. Me dijo: “No, porque te voy a advertir algo. Si se vuelve a formar otra revuelta, si se vuelve a formar otra manifestación, para que lo sepas y para que lo tengas claro y se lo digas a todas tus amistades, vamos a dar golpe”. 

¿Y cómo fueron las amenazas? ¿Algún tipo de amenaza sentiste ahí? 

Sí, me amenazaron: “Tú sabes que tenemos un seguimiento, ¿no? El día que salgas de tu casa o el día que andes con alguien”. Me preguntaron por muchas personas, también, que no las conozco. Me dijeron porque “tienen contacto contigo”. O sea, ellos creían que se sabían mi vida, pero al final lo que estaban era asociando [a] todas esas personas que no tenían nada que ver conmigo. Me mencionaron nombres que en mi vida he escuchado. Me sacaron cosas de mi pasado que no tenían nada que ver. 

Me dijeron: “Pero, ven acá, ¿cuál fue tu embullo de salir a la manifestación?”. “Bueno, mi embullo fue lo mismo por lo que [salieron] todas las personas: por la corriente, por la comida, por la medicina, porque somos jóvenes y estamos aburridos, estamos obstinados”. “Mucho tiempo ya de pandemia”. “Sí, hay mucha pandemia. Pero estás abriendo lugares, estás haciendo hoteles nuevos, estás haciendo parques nuevos. ¿Por qué lo haces si no tienes dinero para darle comida a la población? ¿Por qué haces esas cosas?” 

Entonces, ellos me preguntaron si yo tenía algún vínculo con personas opositoras de otro país. Que si a mí me habían pagado. De hecho, ellos creen, ellos me afirmaron que yo había sido una de esas personas pagadas, que era una de las personas de las que lideraba la manifestación. Y nunca fue así. Yo simplemente iba caminando en la manifestación, como cualquier otra persona. Pero para ellos fue así. De hecho, a muchas personas que me rodeaban, amistades de años, los metieron en muchísimas horas en interrogación también, gracias a mí. Y les decían que todo había sido por los grupos de frikis. Como que los frikis supuestamente habíamos sido los que habíamos organizado la manifestación y que éramos los que íbamos guiando la manifestación. Personas tatuadas, personas con rasgos diferentes. Somos frikis, pues nosotros somos los opositores, somos los gusanos y somos los que incitamos al pueblo. 

¿Cuánto tiempo llevabas con síntomas del COVID antes de que decidieran llevarte al hospital?

Dos días. 

Pidiendo que te trasladaran, con síntomas del COVID, sin olfato, con otros malestares. 

Sí, fiebre ardor en los ojos, decaimiento, pérdida del apetito.

Por fin te llevan para el Hospital Amalia.

En el Hospital Amalia llegamos aproximadamente casi [a las] 12 de la noche. A las 5 de la mañana abren todas las celdas de los varios muchachos, yo era la única mujer que estaba allí. Yo estaba en una celda sola, […] en la parte que es para presos, que todas las personas que te atienden ahí son del Ministerio del Interior, son coroneles. Iban y te preguntaban y te decían cosas […]. Estabas ahí, enfermo, pero seguías detenido, igual entre rejas. A las 5 de la mañana nos despertaron a todos para hacernos análisis de sangre. Cuando me hacen análisis de sangre se dan cuenta de que tengo una anemia. Gracias a mi anemia nos refuerzan la comida a mí y a todos los detenidos. Nos empiezan a dar pollo, leche, una comida más reforzada, un desayuno más reforzado. Con el hospital, todo bien. En esa sala de detenidos estuve 3 días. 

Luego me pasaron para otra sala de sospechosos de COVID. Yo tenía COVID, no tenía olfato, pero me pasaron de todas maneras.

Pero ya no era condición de detenida, a una sala normal.

Me habían dado ya una domiciliaria, fui a la única que le dieron reclusión domiciliaria. Cuando estuve en la sala B, estuve como tres días también hasta que dio positivo nuevamente mi kit rápido de COVID y me pasaron para la sala A, que es la sala de confirmados. Me pusieron dos interferones. Ya, más nada, a mí no me dieron más ninguna pastilla. Al ponerme los dos interferones, no tenía problema en los pulmones, pues ya me dieron el alta.

Salgo de la COVID, llego a mi casa, 14 días aislada en mi cuarto. Mi mamá andaba todo el tiempo con el nasobuco, con guantes, llevándolo todo a mi cama, a mi cuarto. 

¿Ya tenías preparada la defensa? ¿Buscaste un abogado? 

Eso fue después, porque ya tenía reclusión domiciliaria. Hasta que no me llegara una notificación de Fiscalía, yo no podía contratar un abogado. Porque a casi todo el mundo lo que le llegaba era una multa, nadie pensó que a mí […] me fuera[n] a llegar años. 

Ya aquí con COVID me empezaron a hacer visitas, el jefe de sector, de civil. De hecho, el día de la manifestación sale en el video con pulóver amarillo, dice que apartándome. Y todo el tiempo estuvo de civil. Él venía a hacerme la visita cada dos días. Yo con COVID y sin poder salir de mi cuarto. Entonces, […] para atenderlo a él, porque lo tenía que atender […] obligatoriamente, arriesgando a mi mamá, arriesgando a todos, me tenía que sentar en un balance y él se sentaba aquí a conversar. Y él se pasaba aquí horas y horas hablándome de su vida personal. “Compañero, a mí no me importa su vida personal. Háblame de lo que me tiene que hablar y ya”.

¿Cuántas visitas más o menos? 

Él vino como cuatro o cinco veces. Cada dos días, venía simplemente a ver si yo estaba aquí, cómo [seguía] de la COVID. Pero siempre me hacía las mismas preguntas, siempre me decía: “Pero ven acá, chica, ¿porque tú saliste?” (me hablaban así). “¿Pero tú estás loca? Pero tú eres una niña, […] tú eres muy loca”. Y yo le decía: “Compañero, respeto, usted me tiene que respetar, yo le respeto a usted, me tiene que respetar. 

Siempre me hablaban sin respeto, en la unidad, de hecho, me hablaban de tú a tú. “No me hable de tú a tú, porque a usted lo tengo que tratar de usted”. Entonces era así y todo muy turbio. 

Igual cada vez que salgo de aquí de la casa siento que me vigilan, siento esa tensión. 

Me he pasado mucho tiempo callada, por gusto, tratando de aplacar las cosas. Pensaba que, si me quedaba callada y no decía nada, iba a aplacar un poco las cosas. Pero me he dado cuenta de que no vale de nada quedarse callada, no vale de nada afrontar una condena por gusto. Si hice algo lo afronto, pero por gusto no. Por defenderme de un golpe de tres hombres, no.

Entonces ellos dicen que soy una amenaza para el pueblo, que yo soy una amenaza para la sociedad. ¿Cómo voy a ser una amenaza para la sociedad si yo lo único que hice fue defenderme? En el juicio, ellos mismos dijeron que […] no me habían dado ningún golpe, aparte de que ningún golpe mío había llegado a tocarlos. Entonces, ¿por qué esta condena?

El juicio de Reyna Yacnara fue, hasta donde sabemos, uno de los primeros que se han celebrado y que han terminado en condena en Camagüey, sobre los sucesos del 11 de julio. Fueron juzgados tú y Yusuán Machado Téllez, que fue condenado a dos años de prisión. ¿Cómo fue ese juicio? 

A la primera que le hicieron el juicio fue a mí.

¿En el Tribunal Municipal de Camagüey o Provincial?

Municipal. La primera que habló fui yo. Me pararon y te dan tres opciones: declarar, no declarar o responder preguntas. Yo decidí no responder preguntas ni declarar. Ellos primero leyeron un panfleto que decía que yo me había abalanzado sobre los policías, evitando que ellos guardaran la tranquilidad del pueblo. Y yo dije: “No, yo deseo aclarar eso que ustedes acaban de decir. Yo en ningún momento quise impedir el trabajo de ningún policía”. 

Esperé que el juicio completo pasara. Cuando llegó la parte de Yusuán, el muchacho, tiene muchas cosas [a] su favor y, con todo y eso, lo están condenando a dos años, porque los testigos de él fue[ron] el chofer de la guagua que en ese momento ni siquiera estaba en la guagua y uno de los pacientes de COVID. El muchacho pidió permiso y todo para subirse en la guagua. Y no pasó nada. Él se subió, él no dañó nada.  

Mis testigos fueron los tres policías. Los tres policías dicen que ellos nunca me dieron golpes, […] que ellos no sabían si me habían dado golpes, […] que ellos no saben de ninguna lesión, si yo terminé con alguna lesión. Ellos no sabían nada, […] hablaban y eran como que no tenían argumento, […] como que le habían dicho: “tienes que decir esto, esto y esto”, y ellos lo decían.

Mi abogada le[s] preguntaba: “¿Pero como tú reconociste a la muchacha?”. “Por los tatuajes”. Al otro: “No, por los tatuajes”. Todos decían lo mismo.

La única persona tatuada en Camagüey eras tú.

Exacto, era como un verso; te tienes que aprender este verso y decirlo. Ya, era solo eso, el testimonio de los tres fue lo mismo.

¿Y mencionaste en el juicio el tema de los golpes? ¿Estaba ahí el que te dio golpes?

Claro. Sí estaba ahí el que me dio el golpe. Dice que no, que él no dio ningún golpe, y que tampoco sabe. 

¿El video lo pusieron ahí en el juicio?

El video lo pusieron después de que ellos salieron. Ellos no se vieron en el video. Pero lo vieron los abogados, mi familia, los familiares de Yusuán, lo vio Fiscalía. Vieron las fotos del moretón. Cuando me dieron el teléfono equivocadamente y yo logré tirarme una foto y se la mandé a mi mamá vestida de ropa de hospital. Hasta esa foto la pusieron en el juicio.

O sea, tu teléfono estuvo en manos del MININT. ¿En qué momento? ¿Cuándo te detienen? 

Cuando me llevan para la sala del Hospital Amalia, parece que se dan cuenta de que yo tengo mi teléfono y […] me lo decomisan […]. Me dan un papel [de] que cuando yo salga de ahí me van a devolver el teléfono y todas mis pertenencias. Cuando salgo de ahí no me lo devuelven. Yo salgo del hospital y […] el teléfono sigue en un laboratorio. Mi teléfono se pasó 15 días en un laboratorio. Cuando me devolvieron el teléfono, todas mis redes estaban abiertas, mi WhatsApp. Todos los mensajes de mis amistades estaban abiertos, estaban leídos, estaban vistos. Y no respondieron nada. Y eran panfletos de mi mamá, de mi mejor amiga, de todo el mundo. 

Estaban leyendo constantemente y nunca te avisaron de eso. Ni te avisaron ni te dieron alguna explicación. 

Aquí tenemos la sentencia en un papel de bastante mala calidad, del Tribunal Municipal Popular de Camagüey. Yo quería terminar mencionando a las tres personas que no se sentirán muy importantes en esto, pero son las que han tenido la responsabilidad, las que ponen su nombre y su firma en el daño tremendo que le han hecho a Reyna Yacnara. Son los tres jueces del Tribunal que dijeron que son cinco años para Reyna, convertidos en cuatro, entresijos de las leyes cubanas. Son Liset Pérez Sánchez, Ivettys Caballero Carmenates y Vladímir Portell Díaz. Algún día ellos podrán ver y podrán explicar, estoy seguro, qué han sentido ellos y realmente cómo han podido saltar por encima de todo los que nos ha contado en su testimonio Reyna Yacnara. 

¿Quieres comentarnos algo más? 

Que me están arrebatando cuatro años de mi juventud por gusto. Lo están haciendo y lo van a lograr. Y lo van a hacer porque ellos no van a perder nunca. Ellos no pueden perder contra el pueblo. No pueden perder su credibilidad ante nadie. Ellos están asustando a la población para que no se haga la marcha del día 15N. Y lo están logrando, con personas como nosotros, que no hacemos nada, no hemos hecho nada y nos están arrebatando nuestra libertad, y nuestra vida, y muchos días, y muchos momentos de vida. Solo eso. 


* Publicado originalmente en La Hora de Cuba.




Jackeline Heredia Morales

“Siempre me he sentido opositora”

Jackeline Heredia Morales

“Levanté mi cabeza y le dije al de la Seguridad del Estado: ‘A partir de hoy, yo les voy a dar guerra a ustedes, que era lo que ustedes querían’”.