El lado justo

Nada me gustaría más que posicionarme a favor y no en contra de las cosas. Es ineludible, sin embargo, ante la situación política de mi país, pararme del lado que considero justo

La evaluación sobre la pertinencia de la Bienal de La Habana parece compleja, pero no lo es tanto. Solo plantearse la pregunta de si un acontecimiento de arte organizado por la institución  —dígase Gobierno en este caso— debería sucederen medio de la violencia que esa misma entidad aplica sobre sus ciudadanos, es suficiente para negarlo. Si a esa realidad se añade el nivel de precariedad material que experimenta el pueblo, carece aún más de sentido el gasto de dinero público en dicho evento.    

Circula en los medios el argumento de algunas personas vinculadas al mundo de la cultura de que la Bienal sí propicia un momento de diálogo crítico e intercambio imprescindibles en estos tiempos. ¿Es esto realmente posible? ¿Es cierto que ideas directamente confrontativas hacia el poder pueden ser exhibidas dentro de sus propios espacios simbólicos y físicos? Para ello se requeriría que el Gobierno y sus instituciones hicieran uso del cinismo en grado superlativo, para albergar propuestas artísticas que explícitamente señalen la crítica situación política, social, económica y cultural del país. Pero esta variable no es ni siquiera tan absurda como suena. Ser cínicos ya no les importa; simplemente sus autoadjudicadas potestades anulan todo reclamo posible sobre sus decisiones y actuación. 

Y qué sucedería con los proyectos que necesiten emplazarse en el espacio público o que requieran la participación de la audiencia: ¿movilizarían al aparato policial para vigilar cada una de las intervenciones? Y si algo se escapa de ser controlado: ¿castigarían a los actores a posteriori justo como han hecho con los manifestantes del 11J a lo largo de la Isla?

El conflicto de intereses es más que evidente, la desventaja es más que notable. No hay posibilidad de diálogo si ambas partes no se encuentran en un escenario de horizontalidad y escucha. La censura y la represión que los artistas, periodistas independientes e intelectuales en general vienen sufriendo de manera más radical y acrecentada desde el 27N es sencillamente inaceptable; no solo desde el punto de vista de los derechos civiles y constitucionales, sino de los derechos humanos. 

Me pregunto todo el tiempo qué sucedió en los corazones de esos cubanos que, convocados públicamente por el presidente del país, salieron durante las protestas del pasado 11J a golpear a sus coterráneos de la manera más burda y detestable que se pueda imaginar. Pienso en las emociones que siento por todo sucedido. Odio no surge entre ellas; aparecen recurrentemente tristeza, vergüenza, inconsciencia. Me pregunto cuándo y cómo se perdió la empatía o cuándo permitimos que nos la quitaran.

Por la empatía que siento con los artistas de mi país que han sido desacreditados, acosados y encarcelados.

Por la responsabilidad que tengo por ser ciudadana cubana y artista con voz y visibilidad para expresarme ante el mundo. 

Por la coherencia que deseo mantener con mis convicciones y con el hecho de ser parte de una generación que desea libertad, transparencia y prosperidad para su país.

 Desde mi perspectiva, y junto a muchos colegas, digo #noalabienaldelahabana.


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Mari Claudia García – Galería.


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Felipe Jesús Consalvos

Felipe Jesús Consalvos y los desvelos patrios

Yaysis Ojeda Becerra

Las producciones de Consalvos reclaman por volver al origen del artista, hacia esa isla que le vio nacer, a su patria compartida hasta el último pedazo de imagenrecortada y pegada en sus ‘collages’.