Moneda zurda

La única vez que estuve medianamente cerca de ser invitado a la Bienal de La Habana, fue en la edición XII. 

Jorge Fernández, que dirigía entonces el Lam, me “invitó” a hacerle una propuesta, para así proponerme luego ante el equipo de curadores del evento como un candidato a invitado. 

Para un evento con la envergadura que entonces tenía para mí la Bienal habanera, no sentí la necesidad de otra cosa que proponerle a Jorge la pieza que más me entusiasmaba entre las que tenía en proyecto. Si no le parecía aceptable por alguna razón, tenía plan B, C, D y cuantos hicieran falta. Pero no fue necesario, porque nunca tuve la oportunidad de mostrar una segunda propuesta. 

Me citó a su oficina una tarde. Hicimos un preámbulo hablando de arte, como siempre —Jorge Fernández es el único funcionario en el gremio de las artes visuales cubanas que muestra algún interés real en torno al arte—. Cuando entramos en materia, tal vez esperó que yo sacaría un dispositivo USB de mi bolsillo para enseñarle algún video, imagen o documento PDF con mi propuesta; pero lo que saqué de mi bolsillo fue un disco metálico de apenas unos centímetros de diámetro, que era la obra. 



Moneda zurda (2014) consiste en una moneda de un dólar y otra de tres pesos cubanos —que tienen exacta y casualmente las mismas dimensiones— pegadas por una de sus caras y fijadas con un anillo de plata, haciéndolas una sola. Mi propuesta era que llevara la moneda consigo durante el tiempo que durara la Bienal. De este modo, solamente podría ver la pieza quien interactuara con él; pero toda la audiencia sabría de su existencia porque debía aparecer referida en el catálogo del evento con la indicación de quién portaba el objeto. 

Yo, que entonces tenía ingenuidades que ya no tengo, y que tengo honestidades que me han traído consecuencias negativas artísticamente hablando, pero que no sé evitar, le dije abiertamente al director de la Bienal lo que representaba para mí esa obra. 

Moneda zurda atrapa en una metáfora posminimalista, conceptual y performativa, el modo en que los ideales revolucionarios y el factor financiero son inseparables e interdependientes. La utopía pretendió que no fuera así, pero fue en vano. El éxito o fracaso de los proyectos de izquierda dependen de cómo se invierte ese capital simbólico, cuya moneda tiene por una cara al Che Guevara y por la otra a la Estatua de la Libertad. 



Jorge habló otro buen rato sobre conceptualismo, minimalismo, Fluxus, y creo que hasta sobre arte político. Me dijo que le gustaba la idea, pero que no dependía solamente de él. Un par de semanas después coincidimos en una exposición y en un momento aparte me dijo que, por mayoría, mi proyecto había sido desestimado. 

Tiempo después le hice la historia a una persona con muchas más horas de vuelo que yo en el arte cubano y me aseguró que mi proyecto jamás había llegado a ser discutido en las oficinas del Lam. No lo sé y tampoco me importa. 

Haber pretendido hacer una obra así, en la Bienal de La Habana, siendo un “artista emergente” e implicando a un funcionario, es una ingenuidad. También pensé que podría ser ingenuo tratar de pintar un grafiti directamente en una pared de la Casa Museo José Lezama Lima —con el lapso que comprende su última publicación en Cuba antes de morir y su primera luego de morir—; lo intenté y lo logré. 



La censura ocurre porque los censores asumen que un jarrón no es un jarrón, sino una bomba. Ante eso un artista puede hacer tres cosas: o hace un truco para que el jarrón parezca que no está ahí —o que es otra cosa—, o intenta convencer al censor de que no hay C4 en el jarrón, o rompe el jarrón y expone pequeños pedazos “inofensivos” de porcelana. 

Lo cierto es que esa Moneda… parece tener más sentido hoy que nunca, pero los censores, sean funcionarios o agentes, harían correr sangre, sudor y lágrimas antes de exponerse a que vean entrar una moneda de esas a sus bolsillos. Menos en el contexto de la Bienal.




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Janet Batet

Después de más de medio siglo de inmovilidad, la sociedad cubana se crece paso a paso como sociedad cívica; se organiza y atreve, por primera vez de manera colectiva, a hacer valer su voz aún en medio de un recrudecimiento descarnado de la censura, los atropellos y la violencia.