#NoalaBienaldeLaHabana

Decir que lo propio de la expresión artística es ser libre no es nada nuevo para nadie, como tampoco lo es reivindicar los espacios artísticos como lugares donde se cuestiona la realidad. Lo que puede que sea nuevo para algunxs es saber que en Cuba no existe la libertad de pensamiento ni de expresión, que muchxs artistas han sido y siguen siendo acosadxs, difamadxs públicamente y encarceladxs por exigir sus derechos más elementales.

El gobierno de Cuba, que se vende como popular, justo, transparente —y toda una serie de apelativos humanistas con los que teóricamente soy afín—, reprime —y no solo a sus artistas— de las maneras más diversas y solapadas. Ha utilizado a lo largo de los años una estrategia particularmente perversa: sembrar el miedo, no solo en todos los rincones de la Isla, sino en nuestro propio cuerpo.

Cual macho maltratador que sustituye los golpes —aunque también los hay— por el maltrato sicológico, el régimen sabe que no debe dejar marcas demasiado visibles que se perciban fuera de nuestra geografía. 

También sabe que la autocensura es más eficaz y discreta que la censura. Nos (mal)forman desde niños a obedecer, a no cuestionar, a recibir órdenes; pero sobre todo a callar. Esa es para mí una de las grandes paradojas del pueblo cubano, se percibe como extremadamente bullicioso cuando en realidad somos un pueblo enmudecido, privado de libre expresión.

Creo que celebrar una bienal de arte organizada por un Ministerio de Cultura que es cómplice del miedo y la represión es una gran pantomima. Se me hace extremadamente contradictorio con la realidad antidemocrática y antiplural que vive el país, con los cientos de presxs políticxs, con los artistas acosadxs, con la reciente negativa del Gobierno a la manifestación pacífica por las libertades civiles e incluso con el temblor en mis manos y el salto en el pecho mientras escribo este texto.



Heidi Hassan. Salitre. 2005. Fotografía analógica. 20cm x 80cm. Obra autocensurada.


© Imagen de portada: Heidi Hassan, por Carlos Quintela.




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Recapitulación

Sandra Ceballos

Que Dios perdone a los artistas que separen el arte de la vida y la vida en sociedad es política, es condición humana, es solidaridad. Apoyar la Bienal es vetar y obviar el sufrimiento de los cubanos.