Ojalá la bandera fuera una mujer

Ojalá la bandera fuera una mujer.

Si la bandera, en vez de capital simbólico y Patria, fuera Matria y carne y arteria, estoy segura de que tendríamos #LeyIntegralContraLaViolenciadeGénero.

No quiero confundir la apología ingenua a favor de esta ley con un alegato contra la injusta condena a la que se enfrenta Luis Manuel Otero Alcántara; pero hoy leía a Cirenaica Moreira y meditaba acerca de cómo fundir el tejido con la experiencia, cómo disipar la confusión con la que se conjugan “razones” para condenar a un artista. 

He comenzado por sustituir el axioma bandera por el axioma mujer, para demostrar cómo un cambio, la sustitución de un elemento, hace evidente la débil representación de las urgencias que tiene el país, urgencias que implican lo político, lo cívico y los derechos humanos.

Luis Manuel Otero Alcántara no está tocando a una mujer, está tocando a un símbolo, aquel que materialmente simboliza algo “intocable”: ¿lo cubano? Digamos que “la ofensa”, “el ultraje”, todo eso debe ser reprimido con rudeza, con un “juicio sumario”: ¿dos?, ¿cinco años? 

Es decir, el poder debe incautar el performance, debe llegar a límites risibles en cuanto a estrategia, límites sumamente dolorosos para la vida de alguien; debe señalar, marcar, definir: ¿dónde ondea la bandera?, ¿dónde se ubica?, ¿cómo huele?, ¿cuánto se destiñe? Obviamente, hay una prioridad en aquello nombrado como crimen, una prioridad grotesca.

¿No creen que es el mismo crimen por el que podríamos ser juzgados todos? 

Aquellos que en la escuela tiraban la bandera al suelo, aquellos que en la marcha del primero de mayo la pisoteaban, eufóricos o sedientos; aquellos juguetones que la dibujaban como un garabato para un concurso, aquellos que memorizaban su significado… 

¿Es la postura desde la que se toca lo que cambia el gesto? ¿Existe un medidor para el acto genuino de relación con la bandera? Aquellos que la imprimen en un pullover o en una jarra, ¿pueden dar testimonio de un amor mayor? 

Por favor: vamos a pensar, profundizar, evadir lo risible de nuestras conclusiones. Esto es serio. Esto es quitarse la careta. Esto es abuso. Hay que distinguir. Aquí hay algo que sí es verdaderamente intocable: la libertad de alguien.

Sobre el cuerpo de las mujeres y niñas violadas y asesinadas, vamos a dibujar una bandera. Quizás así consigamos una reacción radical por parte de la Asamblea Nacional.

Sin más cinismo: lo primero que me aturde es el encarcelamiento, y puede que también la insulsa reacción de ciertos artistas. Es duro ver el video “paródico” de Zoe Valdés, la timidez con la que alguien quita y desquita un comentario de Facebook, la euforia con la que Rancaño pide (sic) “una Cuba sin alcantara”:


Ernesto Mateo Rancano Vieites - Una Cuba sin Alcántara

Y me parece que cada cual es libre de decir lo que piensa, incluso de bloquearme por escribir esto sin ningún pudor; pero es un poco escabroso, es un acto de apoyo al mecanismo implementado para censurar.

Aunque uno conozca poco su obra, aunque crea que su artivismo es vehemente, permanecer en silencio ante el proceso desatado contra Luis Manuel Otero Alcántara es ser cómplice de la exclusión y elusión de sus derechos fundamentales. 

El arresto, evidentemente arbitrario, es la ejemplificación del modelo “ideoestético”, concepto heredado del estalinismo. Recuerdo conversar con Regina José Galindo y preguntarle por qué renunciaba a considerarse activista. Ella dijo: “a los activistas en mi país los matan”. Yo me dije, como Regina, por respeto, por cuidado, por severidad con los conceptos gastados: “no quiero estar muerta”. 

Aunque esta una discusión permanente, la que provoca el espacio liminal entre el arte y lo político, pienso en la forma en la que Julio Antonio Mella reapareció como símbolo: defendido por LMOA. Mediante un site specific, una correspondencia de peticiones y cuestionamientos políticos, un poner el cuerpo, aquella fue la primera vez que yo supe de su obra, y pensé: qué justo es que alguien se pregunte por lo borrado, por lo permutado a cambio de un interés económico. 

Ahora pienso en LMOA. Ahora le hago la pregunta. Nunca le he preguntado nada, pero le preguntaría. Lo único que queda es un gran silencio.