Estoy haciendo el amor y de repente me empiezan a entrar mensajes. No logro la concentración para continuar y reviso el móvil. Así, como si nada, como si fuera posible cada día de la vida, el pueblo se ha lanzado a las calles a pedir por sus derechos. En un primer momento me alegro y recibo señales: la policía no está reprimiendo. Alguien dice que la policía está marchando al lado del pueblo.
Al rato, comienza la represión. Golpes, gases, palos y disparos. El día que empezaba cargado de amor, con imágenes de dos cuerpos entre sábanas, se fue convirtiendo en un horror de violencia y más violencia.
El presidente de la República, que no fue elegido por el pueblo, sale en la televisión y cometo el error de pensar que va a renunciar. Tiene la cara desencajada. Lamentablemente lo único que hace es culpar a los americanos, hablar de que la gente salió a la calle por unos pocos apagones, y llamar a la guerra. Sí. El presidente de la nación estaba dando permiso a que los cubanos salieran a matarse unos a otros. Así. Como si nada. En nombre de la Revolución, podías salir a matar. Normal. Le parecía normal.
Más allá de lo horroroso de la situación, lo cínico, ya que un gordo con una ropa que no tiene nada que ver con la del pueblo, sentado en una mesa con aire acondicionado, sin tener el valor de aparecer sin guardaespaldas en ningún lado, mandaba a la gente a dar golpes… visualmente todo iba contra él.
Sus guardaespaldas, como los Boinas Negras, tenían mejor constitución que el pueblo que estaba en las calles. Imagínate la alimentación que deben tener esos animales. Para no hablar de la rapidez con que sí había patrullas y carros represores mientras la escasez de ambulancias imperaba en el reino.
Era claro: para reprimir, para el aparato represivo, todo lo que haga falta. Para el pueblo nada.
Díaz-Canel, el pueblo no se tiró a las calles por unos pocos apagones. No, ciudadano, el pueblo se tiró a las calles porque no aguantó más. No aguantó ni una mentira más.
El pueblo de Cuba, que ha sido tan bondadoso con la cúpula castrista; que por años ha aguantado necesidades, faltas de respeto, violaciones diarias… Ese pueblo, que es el que los mantiene ahí, no los quiere más.
Ese pueblo no se cree más que el culpable de todo es el bloqueo. Nadie en las calles gritaba “Abajo el bloqueo”. Gritaban “Abajo Díaz-Canel”. Tras 60 años de opresión por todos lados, el pueblo, que no es tonto, ha tenido que ver cientos de imágenes de familiares de la cúpula castrista gozando y bailando. ¿Dónde está aquello que decía el Che del ejemplo? ¿Dónde?
¿Cómo carajo usted cree que come la gente en Cuba? ¿Lo sabe? ¿Cómo hace la gente para conseguir un dólar para entrar en una de las tiendas esas que inventaron ustedes? Para colmo, después la haces más difícil y ya el periplo para conseguir alimento es casi imposible.
No, Díaz-Canel, tú no puedes pedir más sangre. No sé qué tipo de persona eres, si se te ha olvidado tu infancia, tu familia, tu madre, tu barrio. No sé si las andadas por la capital o los consejos de Raúl te han convertido en un monstruo. No lo sé. No me interesa.
No puedes mandar a la calle a los revolucionarios. No puedes seguir dividiendo al pueblo. No eres nadie para quitar el Internet en la Isla y obligarnos a verte sentado hablando lo mismo. ¿Y sabes por qué no?
Porque la vida cambió. Después del día 11 la vida cambió para todos. Ya dejaste de ser un puesto a dedo para ser un asesino. Ya la izquierda del mundo va a pasar más trabajo para obviar lo que Cuba realmente es. Ya el pueblo vio a la policía disparando.
Ustedes no se preocupan por ningún intervencionismo norteamericano, ustedes solo están cuidando su bienestar. Pues les tengo una noticia: el pueblo se cansó, perdió el miedo y quiere aspirar a un poco de ese bienestar.
Díaz-Canel, la tranquilidad de la población no se mide con una vacuna. Todo el dinero ese que han gastado en promover que “Cuba salva”, deberían haberlo invertido en aspirinas, en medicamentos para la sarna, en comida para el pueblo.
En el año 2018 uno iba a un quiosco y compraba un pomo de aceite, un perrito caliente y un paquete de espaguetis, y regresaba a la casa quejándose de la necesidad. Hoy esto es un lujo. Desde que te pusieron en el poder todo ha empeorado drásticamente.
No, Díaz Canel, no has podido ser el líder que necesitaba el pueblo. Lo más triste de todo es que, por mucho que parezca que eres el que manda, nunca lo vamos a saber a ciencia cierta. Puede ser un López-Calleja, un Castro, un Ramiro Valdés, da igual. El objetivo es el mismo: oprimir al pueblo.
En un momento donde no hay turismo, ¿para quién siguen construyendo esos hoteles? ¿Para sus hijos? ¿Para dejarle algo a sus nietos? ¿Para el próximo Putin cubano que venga?
El mayor error de ustedes, opresores de pacotilla, fue abrir el Internet en esta Isla. Con ese gesto hicieron de cada ciudadano con celular un periodista. Se pusieron la soga al cuello, pero se la pusieron conscientemente; el dinero pudo más que lo demás. Prefirieron seguir haciendo una fortuna, total, hay 60 años de tradición y técnicas para oprimir.
Ya el mundo entero ha visto las imágenes. Cuba no es Venezuela, acá no vamos a admitir policías de civil jugando a francotiradores. Después de disparar un arma, aplastar a un joven, golpear a una mujer, de nada vale poner una canción de Silvio. De nada vale brindar con un buen vino por Cubadebate. Toda la estructura en que se basa el escaso pensamiento ese de que “Por la Revolución todo…”, ya no sirve de nada.
Ya todos vimos como empujaron a alfabetizadoras, como golpearon a profesores, hirieron a curas, arrastraron a artistas.
Ya todos vimos como las instituciones culturales apoyaron el pedido de sangre.
Ya todos vimos quienes callaron. Quienes golpearon. Quienes pidieron más sangre.
No pongan más ninguna cancioncita de esas. La música con sangre no camina.
Las máscaras se cayeron al suelo.
Este 11 de julio, Cuba dejó de ser Cuba.
Díaz-Canel, tienes las manitos manchadas de sangre. Mételas debajo de la mesa y trata de limpiarlas en el mantel, mientras sonríes esperando la llamada de Raúl.
Mi amor, se cayó esta pinga
Mientras las calles de Cuba se llenaban de personas que no tienen nada que perder, porque ya lo perdieron todo, hasta el miedo, el Versailles también se llenaba de personas que salieron de la Isla como perros o como gusanos de Isla.