Demián Rabilero del Castillo: “Hacer el trabajo y estar en paz”

Demián Rabilero del Castillo (1972) es un escritor, museólogo y realizador audiovisual con un extenso currículo en la promoción cultural, fundamentalmente en Santiago de Cuba. Egresado como abogado de la Universidad de Oriente (1996), desde muy joven se implicó en la vida artística de su ciudad. Su carrera como diseñador lo hizo conocido en el circuito de las artes visuales, y la cercanía al ámbito del cine le ha valido reconocimiento, transitando desde el Premio de Crítica Cinematográfica Mario Rodríguez Alemán (1997) hasta desempeñarse como especialista principal del Museo de la Imagen Bernabé Muñiz Guilbernau, que más tarde bajo su dirección completaría su función agregando a la denominación: “y el Sonido”.

La obra escritural de Demián, tanto crítica como literaria, está registrada en múltiples publicaciones culturales del país y el extranjero, y ha sido incluida en compilaciones y ediciones específicamente dedicadas a su producción poética. Premios, menciones y becas como el Premio-Beca Dador del Instituto Cubano del Libro (2004) y la Residencia Literaria de la Fundación Uxio Novoneyra (2019) dan cuenta de su calidad autoral. Con el cortometraje Temporal (2006), enfocado en las vivencias de su generación durante la crisis de los noventa en Santiago de Cuba, inicia su ruta por la creación audiovisual, la cual lo llevaría a incursionar en la documentalística y el videoarte.

Pero ha sido su apego al encargo social de la institución cultural por encima de cláusulas político-ideológicas arbitrarias lo que le ha acarreado la más reciente censura, al ser removido de su puesto como director del Museo de la Imagen y el Sonido. Con motivo de este incidente y para ponernos al tanto de su conceptualización museológica al servicio de la comunidad de consumidores y hacedores de cultura, pero también sobre sus lecturas del presente cubano, conversamos con él.

En 2018 comienzas a trabajar en el actual Museo de la Imagen y el Sonido Bernabé Muñiz Guilbernau, en la ciudad de Santiago de Cuba. Entonces dijiste que no hacías diferencia entre el empleo estatal y el sector privado, que todo cobra sentido según el placer intelectual que te genera el encargo profesional. Aun apegado al rol social de la única institución museística dedicada al fomento y preservación del patrimonio cinematográfico nacional, las autoridades culturales acaban de separarte del centro.

¿Sigues pensando lo mismo? ¿Volverías a pretender realizarte dentro del sistema cultural estatal? ¿Se acabó “el camino del hambre” para ti?

“El camino del hambre” es sencilla y llanamente una expresión, una decisión muy personal de creer, de aspirar, de ganar tu sustento haciendo las cosas que realmente te gustan, porque normalmente como seres humanos, por instinto de supervivencia o por cualquier tipo de cuestión, muchas veces estamos forzados y obligados a ganarnos la vida en oficios o en trabajos que no nos gustan y que no nos realizan espiritualmente. De ahí partió mi decisión, yo necesitaba compaginar ambos aspectos en mi vida.

Por supuesto que un trabajo con el Estado cubano o en una institución presupuestada cubana de cualquier clase no va a resolverte ningún problema, al final tienes que optar por otras cosas, pero sí pude sobrevivir por muchísimos factores, sobre todo en estos últimos años, que han sido muchísimo más duros. Tenía tres trabajos, que no alcanzan para nada. En el último año daba clases en dos escuelas y tenía el puesto de director, además de algunos pagos por otros conceptos: impartir conferencias en temas sobre cine a solicitud de determinados interesados, sobre todo extranjeros, que son los que pueden pagarte de una manera un poquito decente. Todo dentro del perfil de lo último que realicé, porque había abandonado ya el diseño de carteles, por el que tuve determinada remuneración, siempre en los contextos cubanos de supervivencia. 



Impartiendo una charla sobre cine a estudiantes cubanos (2023) / Imagen: Facebook.


Espiritualmente sí, yo me realizo. El problema de volver a realizarse dentro del sistema cultural estatal es que el sistema cultural estatal no un sistema cultural de mecanismo privado que pueda existir, como una galería o cine independiente. El problema es la gente, y el problema es un sistema mayor, ¿no? Yo no tengo ningún problema en volver a trabajar en un sitio cultural o en una institución cultural del Estado, el problema es que yo no voy a cambiar y voy a hacer exactamente lo mismo. 

El problema lo tienen ellos. La pregunta estaría mejor dirigida a ese sistema de cuadros que impera en Cuba y que es un disparate, que viene sustentado teóricamente por el Che Guevara con aquella frase lamentable de “Aquí se puede meter la pata, pero no la mano”, y que luego resultó que igual metieron la mano aunque nos costó más que metieran tanto la pata y que al director de una vaquería pudieran moverlo felizmente a dirigir la fábrica de cemento o la Dirección Provincial de Cultura porque para eso era un cuadro, alguien que no cuestiona, alguien que no piensa. A medida que ha ido pasando el tiempo todo este sistema de cuadros produce ejemplares cada vez peores, simulan más, menos convicciones, menos capacidades, así que está a tono con el entorno general que vive el país. Yo no tengo ningún lío, yo no engañé a nadie cuando fui a trabajar, todas las personas que puedan contratarme o no saben cómo yo pienso.

Por mí no hay simulación, más allá de mi instinto de preservación y de que crea que la nación cubana no necesita un mártir más. Ya habrás visto en una anterior entrevista cosas que han pasado en mi vida. No tengo ningún deseo…, tampoco voy a quemarme por nadie, pero mi trabajo en el Museo de la Imagen y el Sonido, un nombre que puse yo porque el nombre era Museo de la Imagen y yo le agregué el sonido, que era por cierto como lo llamaba Santiago Álvarez, consistió primero en pensar en un camino de lo no ideológico, de ahí el eslogan que adopta el Museo en su aniversario 30: “Para la nación cubana”. Ese era el momento de botarme, después que yo saco públicamente que es un museo para la nación cubana. ¿Qué pretendían que yo hiciera: que excluyera?

Y ese es el punto de la guayaba de yo volver a trabajar en una institución del Estado. Hay gente que me ha dicho, por ejemplo: ¿por qué no haces un ciclo de películas de cine cubano? Les digo que porque tendría que censurar, y no mi censura, porque uno cuando elige termina siendo tan censor como el que más al regirse por determinados criterios como lo estético, determinado rigor en los materiales que vas a exhibir, etc., pero censurar por el miedo político, porque no pueda hacerse, porque qué van a decir, porque te van a botar, no voy a hacerlo. 

Entonces, para realizar un ciclo de cine cubano, digamos, del ICAIC, cómodo, no lo hago. Y ahí está el lío de poder volver a entrar al sistema cultural estatal, que bien puedes terminar siendo editor de un libro que te dan y no te metes con nadie porque no tienes que decidir. Pero si es un trabajo como promotor o como algo que debas tú elegir y tengas el pequeño poder de decidir, siempre voy a tener estos problemas, pero aun así voy a seguir pensando lo mismo. La realización la lleva uno, y está en ser como uno es y en defender lo que uno cree. 

Por lo tanto, lo de “el camino del hambre” creo que todavía sigue, todavía no me ha tentado la prostitución de toda índole, sobre todo la prostitución intelectual a cambio de algún tipo de prebenda de cualquier signo ideológico que cambie mi manera de pensar o diga realmente lo que no pienso. Aquí seguimos entonces.



Lectura de Poesía, Jueves de Invierno (2021) / Foto: Facebook.


Lo independiente, con relación a la cultura artística, ¿qué es? ¿Por qué el Estado cubano lo adversa?

Disculpa, pero esa es una pregunta un tanto retórica. Hubo un debate hace unos años acerca de qué era cine independiente, la definición es muy compleja. En una sociedad totalitaria, en una sociedad que excluye en lo político y excluye en un alto grado en lo político como la cubana, cualquier cosa puede terminar siendo independiente si se aparta solo unos milímetros del carril, depende de la época. Hay épocas más complejas, nosotros vivimos en un cachumbambé de ese tipo. Yo siempre recuerdo a Nina Simone, cuando le preguntaban acerca del jazz decía que hacía música clásica negra, que el jazz era una definición de blancos, pero Nina siempre tenía presente que, para ser artista, cuando haces arte, das tu opinión, el arte es sencillamente dar tu opinión. Cuando das la opinión de los demás sencillamente es propaganda, no estás dando tu punto de vista. Una de las cosas que para mí define el arte es que ahí está tu opinión, tu punto de vista.

Normalmente la definición de lo independiente, en el caso del cine, no hace concesiones contra el punto de vista del autor. Eso es lo importante, porque, aunque sea un proyecto independiente, si luego el productor manda condiciona el producto artístico. Yo fui a ver un documental que ya está terminado, se estrenó medio oculto en el Museo, no por censura, sino para no tener problemas luego con la exhibición afuera porque no lo habían podido colocar en un festival. Ese documental, por norma, según los fondos que le habían otorgado, tenía que durar 72 minutos, ya tenía que ser un largo, pero sería un espectacular documental si durara 55 o 54. El Fondo lo obliga a que sea un largometraje y el mercado lo ubica en otra categoría donde quizás funcione menos. Las normas lo obligan, aunque sea mejor con 55 minutos. Ya ahí está perdiendo la independencia, y entonces ahí está mi clave. Cuando yo descubrí (ahora no tengo teléfono), que con un iPhone podía tomar fotos que expresaran lo que quería decir más allá de las calidades técnicas y de que no tirara 4K o que no pudiera trabajar el foco, descubrí una independencia terrible. Este video arte está hecho totalmente con un iPhone. Yo creo en eso: en la herramienta de lo independiente. A veces los recursos tecnológicos que hacen posible una determinada idea, por no darle vuelta y vuelta buscando una solución, te cuestan la independencia, ya que implican dinero. Y si cuesta dinero alguien tiene que pagar, y quien paga normalmente manda.

Recuerdo que bajo este tópico Coyula reflexionaba, en medio de ese debate, acerca de qué era cine independiente. Decía que, para él, Fernando Pérez, aunque había sido un realizador con buena parte de su obra hecha dentro del ICAIC, era un realizador más independiente que mucha gente que ha hecho su obra fuera de los márgenes del ICAIC. Aun pudiendo hacer cine al margen de ese gran centro de producción única y excluyente que era el ICAIC, que ya no lo es, podías salirte de ahí, pero no hacer un cine que realmente fuera independiente. Ese es un cine que está buscando la aprobación de un mercado a ultranza, la aprobación de determinados productores o, porque también se manipula mucho dentro de lo que es el arte, escribiendo lo que sé que es lo que está ganando los concursos, poniendo un tipo de planos y cortando en función de lo que prioriza un tipo de festival, poniendo dos personajes negros o chinos según convenga. No importa la historia, lo que importa es toda una amalgama de tópicos que hay que cumplir ya sea por productores, por festivales, por televisoras, y al final van a limitar la independencia. 

En el caso del Estado cubano, ¿independiente en una sociedad totalitaria con no relación con el Estado? Aquí hay que diferenciar, porque en Cuba como que no hay Estado, ni hay Estado ni hay Seguridad del Estado, aquí lo que hay es Buró Político, o sea Partido (PCC). Vamos a hablar en plata: ese mismo Partido que ancla sus orígenes no en el primer Partido Comunista de Cuba, aquel que expulsa a Mella, sino que deriva del Partido Socialista Popular (PSP), de corte estalinista, por tanto, su gen es estalinista. Cuando al principio de la Revolución se unen el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el PSP, los que serían liberales son apartados, sobre todo las personas más liberales del M-26-7. Fidel Castro va a decidir qué es lo que más le cuadra, y al final le cuadran los cuadros del PSP, ahí carga con Blas Roca, Carlos Rafael Rodríguez y otros. Ese gen no te lo vas a quitar nunca porque es estalinista, es cerrado, es excluyente, es dogmático y es antidemocrático, y no hay manera de superarlo, lo que es genético te acompaña toda la vida. Al PCC le da pavor el arte. Lo ha utilizado a conveniencia cuando le ha sido cómodo, pero el arte, que de por sí es cuestionador y en tiempos de crisis lo es doblemente, no puede implicar nada que ellos no puedan controlar. Mañana puede haber un artista incómodo que ellos soporten, pero deben tenerlo controlado para que cuando le digan: hey, en esta exposición no van estos dos cuadros, ese artista les responda: ah, está bien. Además, ese artista también de alguna manera ha estado viviendo del Estado, depende de él.

Desde el propio 2018 fuiste crítico con el Decreto-Ley 349. Entonces publicaste: “… la gente olvida. Sobre todo, la gente que gusta de no salirse del rebaño. La gente que siempre cree que la cosa no es con ellos, sino con los demás, que se jodan los pornopararicardos por gusanos, que se jodan los abuelitos que tocan en las paladares, por imbéciles, que se jodan los demás, a mí en definitiva no van a molestarme. Hasta que un día la jauría le toca a su puerta y entonces es muy tarde para empezar el pataleo”.

Ahora la cosa es contigo, justo por dar espacio a los que se salen del rebaño. Te lo jugaste todo y te canceló el sistema. Pero es que siempre has ido a tu paso, con tus códigos, y la institución te ha tolerado. En la cárcel escribiste “Todas las despedidas del mundo”, Ediciones Santiago (2004), y lo entregaste a imprenta en uno de los pases reglamentarios. El entonces vicepresidente del Instituto Cubano del Libro te apoyó, ese libro se presentó incluso en la Feria Internacional del Libro de La Habana. Dos años después dirigiste el audiovisual Temporal, una especie de flashazo a la memoria de tu generación sobre los duros años noventa santiagueros. Más reciente es la llegada al Museo y luego dirigirlo. 

¿Cómo describirías tu relación con la institución Cultura?

Mis relaciones con una institución cultural varían. Yo no he sido muy de la institución. Como casi todo el mundo en Cuba, en un momento determinado fui miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Pero luego sucedieron cosas, siempre fui crítico, estuve, dejé de estar. Cuando salí de la cárcel y volví a entrar, llegué a ser vicepresidente y luego me correspondía incluso por su sistema excluyente y enrevesado ser presidente de la AHS, lo cual fue vetado por el actual ministro de Cultura, y ahí me fui, a partir de ahí tenía claro que no iba a pertenecer a ningún tipo de organización en Cuba. Sin embargo, viviendo en Cuba hay que entender que hasta hace unos pocos años algún vínculo con la institución había que tener, es que no había otra manera, si no no existías. Más allá de más crítico o menos crítico, nunca quise entrar en la Uneac, yo no soy ni del CDR. Siendo director del Museo, un cuadro, ni siquiera era del sindicato, eso me lo sacaron ahora en el momento de expulsarme. Yo no sé cómo sobreviví tanto, también hay que ver el contexto de desorden general en Cuba, no había mucho tiempo a pesar de presiones, pero esa es otra historia: cómo escapé de ser miembro del sindicato siendo director de una institución cultural. 

Muchas veces he pasado de ellos, y ellos también han pasado de mí. Son como caminos paralelos, porque también depende de la persona. Al final la institución cultural en Cuba depende mucho de qué persona esté ahí. Ha habido personas afines, con determinadas conductas éticas con los cuales sí ha sido fácil colaborar, y personas que no me quieren ver ni en pintura y que no van a colaborar conmigo, incluso cuando me saluden. Un proyecto donde haya estado mi nombre, como si yo fuera alguien realmente importante, que no lo soy, era un proyecto que no iba a caminar mucho. Indiscutiblemente, dentro de Patrimonio Cultural, por muchísimas razones, hubo un cierto grado de libertad que yo aproveché y logré determinados objetivos, otros no pude lograrlos.



Visita de estudiantes canadienses al Museo de la Imagen y el Sonido (2023) / Foto: Facebook.


Ahora, hablando en retrospectiva, de si fue prudente o no vincularme a la Asamblea de Cineastas Cubanos, que en definitiva fue la excusa, aunque hay una acumulación de cosas que no aparecen en la Resolución, para tratar de preservar el trabajo que estaba haciendo, el trabajo con los jóvenes, eso conllevaría principios maquiavélicos. Puedo decirte que ya en diciembre había reflexionado mucho acerca de mi permanencia en el Museo. Tenía dos aspectos a considerar para extender el tiempo. Uno: necesitaba más libertad, porque es complicado incluso gestar una donación del modo en que sea útil de verdad en Cuba, o necesitaba recursos; recursos a mí no iban a darme, primero porque no hay, y dos: hay que ser muy genuflexo en Cuba para que te den recursos, y yo tampoco iba a serlo. Así que fui a optar por lo único que yo podía hacer: correr la cerca lo más posible. Y realmente en Santiago no hubo ningún problema más allá de que aquí es donde toman las decisiones, pero hay un contexto relacionado con que se le quiere dar mayor preponderancia al ICAIC, y hubo mucha alarma en La Habana al establecer un vínculo con la Asamblea de Cineastas, siendo miembro, además. Y eso dinamitó, porque es que no saben qué hacer con la Asamblea.

Es ridículo incluso, porque ninguna de las películas que se puso, no solo en esta Semana del Audiovisual, sino en otras, está prohibida, no hay Resolución. Yo incluso en el Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez in Memoriam, que es un festival político, había hecho una intervención pública delante del presidente del ICAIC diciendo que “si van a censurar tienen que hacer una resolución y entonces yo sí estoy obligado como institución cultural a cumplirla, porque ahí sí estaría violando la ley, usted me pone una lista de cosas prohibidas en una institución cultural”, pero tampoco tienen los pantalones para eso. 

“Soy santiaguero antes que cubano”. Esta definición y tu labor como promotor cultural y albacea patrimonial hablan de esa identidad. Se entiende que ahora sea difícil para ti abordar esto, ¿pero puedes intentar resumir los años en el Museo?

Igualmente me voy con la satisfacción. En el Museo fueron las premieres nacionales de Tundra, de Mafifa, de Nadie Corazón azul. Se había puesto Corazón azul en la Embajada de Noruega, pero eso técnicamente no es territorio cubano, por tanto, la primera vez que se pone públicamente (por ahí tengo imágenes filmadas) es en el Museo de la Imagen y el Sonido. O sea, hubo gran cantidad de estrenos, incluido un documental norteamericano del año 1993 sobre los gays en Cuba. Algunos donde único se han puesto es en Santiago de Cuba. Lo último fue Sueños al pairo, de nuevo Aparicio, esta vez con Fraguela, y Llamadas desde Moscú, de Luis Alejandro Yero. Hay toda una lista ahí de muchos estrenos de películas muy poco vistas que me dejó satisfecho al final del trabajo.

Para mí no es nada difícil, lo que pasa es que es un corto período de tiempo para ver si de verdad tu labor fue trascendente. Sí me sorprendió cuando me botan del Museo (me demueven, por así decirlo), la cantidad de mensajes de gente valorando mucho mi labor. Esto ocurre justo cuando el Museo, que ya se había ido conociendo, alcanza un impacto enorme en el medio audiovisual del cine independiente, ¿por qué?, porque abarca el cine, la fotografía, la radio y la televisión. En la televisión hubo algunos contactos, se habían logrado algunas cosas con la televisión local a pesar de que tanto la radio como la televisión son del Partido, directamente el PCC tiene un control absoluto. 

Los fotógrafos son seres muy aislados, donde único hay un movimiento asociativo ahora mismo, que ni siquiera se da en la plástica, es en el cine. Entonces era más fácil contactar con un grupo de gente a la vez, era el caso del cine independiente, y yo creo que por eso cargué más ahí mi trabajo de difusión del Museo. Pero indiscutiblemente la curaduría que se hace para la Tercera Semana Audiovisual a partir de esa vinculación con la Asamblea cumple con los objetivos que yo había previsto, que era publicitar el Museo. Puso al Museo en medio y a la vista de todo el cine independiente cubano. Es curioso, cuando me estaban haciendo uno de esos análisis, me decían que yo me había dejado manipular. Para nada, fui yo el que me metí y en una de estas reuniones de la Asamblea a través de whatsapp los acusé de habanocentristas, porque a mí me interesaba fundamentalmente que liberaran las películas para ponerlas. Fíjate que fui profético, les dije: “porque hoy hay un espacio que puede que mañana no esté”. Sigo pensando que no fue la vinculación con la Asamblea, por hache o por be los días míos en el Museo estaban contados. No van a admitirte ser director de una institución cultural diciendo que dejen en paz a Alina Bárbara[1] o dejen en paz a René Fidel[2], o firmando la amnistía por los presos políticos. La gente me dice: “pero es que hiciste esto”; no, es que no hice nada. Aquí respirar es un motivo de delito. 

Pero sí se ingresaron muchísimas cosas al sistema de documentación. Tuve suerte, me donaron una gran cantidad de cosas en una época en que a la gente ya le pesa mucho donar y todo lo quiere vender. Se plantó el germen del cine independiente cubano resguardado patrimonialmente, cámaras de cineastas independientes protegidas allí, en el Museo. Se mejoró mucho el sistema de documentación, se creó la Semana Audiovisual, se creó la Muestra de Cine del Caribe, fuimos subsede del Festival Santiago Álvarez ya permanentemente. Todo eso se acabó, no por mí, porque podía haberse seguido haciendo, pero se terminó. Se hizo mucho, esto de las peñas que hacíamos, la gran cantidad de gente que debutó, que dijo por primera vez un poema allí, que por primera vez cantó su canción o hizo una exposición de artes plásticas, las relaciones sociales y los talleres que se logró hacer, en fin. 



Exposición de artes visuales (2023) / Imagen: Facebook.


Aunque soy muy crítico y pueda decir: lo que logré fue el tres por ciento de lo que soñaba, creo que al final fue un saldo satisfactorio, porque también hay que poner los pies sobre la tierra respecto al contexto en que se hace todo esto. A mí me nombran director en marzo de 2020, justo cuando empezaba la epidemia de la covid-19 en Santiago de Cuba, luego fue prácticamente todo el 2021 cerrado, sin poder hacer nada. Recuerdo que estuve deprimido en un momento en que no lograba nada y Yasmany[3] fue para la Semana Audiovisual y me dijo, ya en el 2022: pero, muchacho, si tú lo que llevas aquí son unos meses de trabajo, no te deprimas, mira todo lo que has hecho. Y sí, el saldo es satisfactorio y está ahí, está ahí en documentos que hay que quemar para borrar la historia, pero mientras tanto está ahí. Pienso que sí, que enseña un modo de cómo, bajo cualquier sistema y bajo cualquier política, gestionar una institución cultural con escasez de recursos. Es válido porque los museos en cualquier lugar del mundo pueden enfrentar los dilemas de los financiamientos. También eso es complicado aquí. ¿Cómo este, al que no le damos un medio, no le damos un peso, está logrando tener este determinado éxito y a la gente que le pasamos la plata no lo tienen, o no tienen ese poder de convocatoria? Eso es peligroso aquí, tener éxito en Cuba también puede ser peligroso, sobre todo cuando vas por otro carril que no es el de ellos.

En cuanto a que me arriesgué o no, tú nunca sabes por qué van a botarte en Cuba y, por lo tanto, no vale la pena cambiar ni ser tan taimado, ni conservar. Ese tipo de apego yo no lo tengo. El Museo me realizaba espiritualmente, pero yo me desgastaba, y mucho de lo que podía haber tomado en beneficio propio fue en beneficio del Museo. No sabes nunca cuándo va a venir la orden, tienes que ser libre, y eso es lo único que hice con mi trabajo, fue un ejercicio de libertad.

¿Qué tanto importa el patrimonio santiaguero a la nomenclatura cultural cubana? ¿Cuál es la situación de los valores patrimoniales, lo arquitectónico, lo inmaterial, en Santiago de Cuba?

La nomenclatura cultural cubana no va a poder entenderse si no es una nomenclatura que responde a los intereses del Buró Político. Volvemos a lo mismo.

Entonces, ¿qué tanto importa el patrimonio santiaguero? ¿Qué tanto importa el patrimonio cubano? Yo sé que alguien puede decir que si determinada cosa se puso en la Constitución, que si se hizo una ley de patrimonio ahora, que si se salvó tal cosa. Vamos a hablar en plata: después del triunfo de la Revolución a la nomenclatura le ha importado tres pepinos lo que es el patrimonio cubano. 

El más importante patrimonio que tenía la nación cubana era la caña de azúcar, y la destruyeron. Los genes de la nación cubana están vinculados a la plantación. Destruyeron el azúcar y destruyeron el café. El tabaco se ha salvado a medias, igual no hay cigarros en la calle. El PCC es responsable de que tú no puedas brindarme un arroz con leche y eso tiene una profundidad cultural digna de estudio. A la nomenclatura cultural cubana lo que le interesa es lo que le interesa al Partido: mantenerse en el poder y ofrecer una imagen determinada de cara a la galería. Pero si de verdad lo que le interesaba era el patrimonio, hubieran salvado el azúcar, la industria azucarera, y no apostado por su completa destrucción.

Se trata de una nomenclatura cultural que deja que levanten horribles edificios y ni siquiera protesta, lo otro son parches. Primero porque a los que más o menos tienen dos dedos de frente, que son cultos, que saben, lo que les interesa es mantener el cargo. Y si quieren mantener el cargo no van a buscarse ningún conflicto, y los otros no entienden, no creo que les importe.

Defender los valores patrimoniales de Santiago de Cuba, o en Cuba completa, se hace en condiciones muy precarias y es muy complicado. Va a perderse muchísimo, porque si lo que quieres salvar lo haces por una cuestión política, no tiene sentido. El cine es la imagen de la nación cubana. Yo, como responsable de preservar ese patrimonio, consideraba tan importante preservar las imágenes de las protestas del 11 de julio como las de los discursos de Fidel. Todo eso tenía que salvarlo, no había ninguna diferencia, no se puede entrar a hacer un trabajo patrimonial y de preservación dirigido por un Partido para el que lo primero es el trabajo político-ideológico. Eso es un disparate, eso va a estar en contradicción toda la vida. Al patrimonio la ideología se la pones tú, pero lo que es digno de preservarse no tiene ideología ninguna.

Asumes la curaduría privilegiando el impacto emocional, la relación afectiva objeto-público. Marcas distancia del fetichismo, de la notoriedad del autor o propietario original de la pieza museable. ¿Cómo ha sido esa experiencia?

Cuando yo entré en el Museo me entró el ataque del fetichismo, ¿no? ¡Ay, la cámara! ¡Y qué cámara tienes! ¡Y la colección! Y es bonito, y tiene su cosa, pero al final yo tenía varias ideas que iba desarrollando. En 2019 voy al Camino de Santiago, hago una partecita, 162 km, por una residencia literaria que me otorga la Fundación Uxio Novoneyra, en Galicia. Ahí conecto con mis orígenes gallegos. Sigo teniendo la deuda más difícil de descubrir: mi parte africana, de qué parte de África es que vienen mis otros ancestros, me quedó esa sensación de que sería bueno viajar a África después de haber llegado a Galicia. Es más difícil que un africano te invite. Eso repercutió mucho en mi poesía y en mi trabajo, comencé a conectar lo poético con los tipos de curaduría que empiezo a querer hacer, conozco de la museología relacional y de esa capacidad que tiene de subvertir, de la museología emotiva para lograr esos impactos emocionales en el público y hasta incluso llego a la autoetnografía, que valida la poesía y la experiencia propia en el trabajo que puedas hacer. 

Entonces todo eso se mezcla en una tesis teórica, la museología como arte, donde el museo es en sí una obra de arte que está en constante performance. Un museo no puede estar quieto nunca. El director, el especialista principal, el que esté llevando a cabo toda esa curaduría, es como el performer principal. Pero todo está en movimiento, tiene mucho no de improvisación, pero sí de espontaneidad, porque uno ha pensado y repensado mucho en cómo conectar con esos públicos, y entonces surge eso que puede parecer que es espontáneo y el público entonces se maravilla.



Serie La arrogancia y el ego desmedidos. Foto Sexta (2022) / Foto: David Ulloa.


Hubo una cosa que hicimos de conjunto, se integra mucho el colectivo, basta tener cinco o diez personas a quienes les interese lo que vayas a hacer. ¿Y qué tú sabes hacer? Bueno, haz lo que sientas, y es muy fácil conectar y empastar todos esos criterios a partir de esa museología relacional. Un museo, por ejemplo, puede tener la Leica de Korda, pero eso termina siendo fetichismo y dentro de cincuenta años o ciento cincuenta años un montón de gente que vaya al museo no va a conocer ni quién diablos era Korda, pero si tú coges ese objeto, esa cámara, como excusa para narrar una historia emocional, es otro fenómeno perceptivo. Sobre todo, a mí me emocionaba mucho, no lo pude llegar a completar, toda esta fotografía doméstica que habla mejor, que habla muchísimo de cómo era la vida realmente, porque la gente posó menos, ya empiezas a abandonar ese fetichismo del objeto y cuentas la historia que quieres contar sin depender tanto del objeto. El objeto es sencillamente una excusa y dejas que ese público se relacione y cree su propio diálogo con lo que tú le propones. A mí no hay manera de convencerme de que “como la mar violeta añora el nacimiento de los dioses, ya que nacer es aquí una fiesta innombrable”, de Lezama, o “la maldita circunstancia del agua por todas partes”, de Piñera, o “la luz, bróder, la luz”, de Sigfredo Ariel, no forman parte de la imagen cubana, de la imago cubana. 

Para mí esa futura curaduría es impacto emocional, por eso lo de la Gira poética que hicimos y que coordiné a pedido del Centro Provincial de Patrimonio Cultural fue todo un placer por la manera en cómo íbamos a llegar al público, ese público que estaba agotado de las rigideces de las lecturas poéticas en Cuba, y cómo se podía llegar y proponerle la poesía.



Inauguración de la Gira poética (2023) / Imagen: Facebook.


La experiencia ha sido maravillosa, me lo llevo, sigo siendo museólogo de por vida, aunque no hice la habilitación en Museología, antiacadémico el muchacho [risas]. Pero sí he pensado mucho en cómo lograr esa interacción, que en Cuba lo que está marcando esa tendencia es lo que se entiende por “interactivo”, que es la pantalla de televisión, lo mismo de siempre, la mesita con la pantalla táctil, igualito de aburrido a los tres días porque no es novedoso, porque ya yo tengo en el teléfono lo que va a proponerme ese museo. No es esa la herramienta. 

En el Museo Emilio Bacardí de Santiago de Cuba existe el Callejón Bofill, en museografía una de las cosas más grandes que se ha hecho en Cuba, es como un pastiche de fachadas y de objetos que recuperó Bofill[4] cuando se estaban demoliendo cosas, y es diez veces más interactivo que un 3D si le das el tratamiento adecuado. Puedes tener el video, la pantalla, el 3D, pero yo vi mucho en el público que asistía al Museo, yo los iba guiando y cambiaba los viajes constantemente: pararnos al lado de una cámara Bell & Howell que se usó en el cine mudo cubano, accionar el mecanismo que tiene un sonido tan característico, y la gente exclamar: “¡Ah!”. Eso era como el olor de la guayaba, el sonido que yo necesitaba. El sonido te lo tiene que dar el objeto y luego da igual si el objeto es más valioso o menos valioso, diez años para adelante o diez años para atrás. Lo importante del objeto, lo que va a comunicar esa antigüedad, esa manera del cine, es el sonido de la cámara. Y ahí están las claves sobre el método para curar un museo para el futuro, es algo acerca de lo que quizás ahora, que tengo tiempo, escriba.

Impulsaste el Museo como nodo cultural en medio de la precariedad cotidiana nacional. ¿A dónde irán esos creadores y consumidores de arte?



Publicidad de actividades culturales en el Museo de la Imagen y el Sonido (2024) / Imagen: Facebook.


La mayoría de esos creadores (y eso lo veo mucho en la Peña, yo tuve que ir renovando los asistentes) no están en Cuba. Una media de edad de entre veinte, veintidós, veintitrés años, y varios de los creadores que fundaron la Peña no están o están muy agotados, quizás ya los dos o tres más mayores ya no quieren salir. La vida cultural en Santiago de Cuba es un desastre, siempre lo fue, pero ya es muy grave. Después pueden salir por todas las prebendas a decir que no es así; es así. La mayoría de esos creadores y consumidores de arte van a irse de Cuba o ya se fueron. Se fueron de Cuba lamentablemente muchísimas gentes con talento. Es la respuesta cubana al 15 de noviembre más que al 11 de julio, porque hubo un 11 de julio que cambió para siempre a Cuba, cambió todo, muchísimas maneras de relacionarse, pero hubo un 15 de noviembre donde muchísima gente, no voy a discutir eso, quería marchar, y a causa de una represión psicológica enorme la gente no pudo desfilar. La gente quería desfilar, la gente quería ese plebiscito, a partir de ahí se ha producido la estampida y ya tienes una nación con menos de diez millones de habitantes. 

Es la manera que encontró la ciudadanía. No me gusta la palabra pueblo, cuando veas a alguien utilizando la palabra pueblo, huye. ¿Quién eres tú para hablar en nombre del pueblo? Están los ciudadanos, de hecho, hay una cosa terrible que leí una vez en Cubadebate de unos teóricos que le rinden cuentas al Partido diciendo: es que quieren oponer la noción de pueblo a la noción de ciudadano. ¡Dios mío!, pero si desde la antigüedad estamos luchando por ser ciudadanos. El gran valor de la Revolución Francesa, que lamentablemente para todos ellos es más trascendente que la Revolución de Octubre, es ser ciudadanos, es la gran categoría por la que se ha vertido tanta sangre en el mundo: ser ciudadano. Esos ideólogos estaban aludiendo a lo que se les opone, pero en Cuba no hay oposición, cómo va a haber oposición, no existe, eso es un disparate, no puede existir, no tiene un margen de existir. Hay gente que se sale del carril y que hace lo que puede, que eso se olvida mucho en el exilio, la gente que está aquí hace lo que puede, lo que le dejan. Y la gente se va, ese es el modo en que veo la nación. Es la manera que encontró la ciudadanía de hacer la guerra, porque estamos en guerra: irse y muchas veces olvidar, borrar, contra un sistema que está decidido a reprimir y excluir al costo que sea necesario, incluso aunque conlleve a la aniquilación total de la nación cubana, que es un desastre, que está muy fracturada, muy dispersa y muy mal donde quiera que esté la nación. Van a reprimirse ustedes solos porque todos nos vamos, esa es la manera que encontró la gente y quién soy yo para juzgarla. Yo pienso que es fatal, contra la demografía no puedes, no puedes.

Programaste el ciclo de cine de realizadores que hacen parte de la Asamblea de Cineastas Cubanos y aceptaste su donación de libros. ¿Cómo transcurrió esa III Semana de Audiovisuales (8-13 de abril) por la que ahora te purgan? ¿Algo te alertó sobre lo que vendría?

La Tercera Semana Audiovisual transcurrió en un marco un poco público, resonó más que lo que el público fue, el público está agotado. Los consumidores de arte la mayoría se han ido del país, imagínate, cuando es tan dura la supervivencia, yo solo no podía zumbarme la programación por la noche. Cada día la gente sale menos, el Museo no es lejos, está a menos de dos kilómetros de Plaza de Marte, un lugar céntrico de Santiago de Cuba, pero psicológicamente para la distancia del santiaguero sí está lejos y como que apartado. Pero, bueno, fue un plus, porque esta Semana del Audiovisual ya se le dedicaba a alguien, a Jorge Molina, una gran figura del cine independiente cubano. Ya era una idea empezar a dedicar, nos vinculábamos a la Asamblea de Cineastas Cubanos, donde se discutieron cosas, ya te decía, a raíz de un pedido mío; y luego se dividió entre secciones, una sección retrospectiva con todas las películas de Molina que, lamentablemente, no pudo estar, y no se hizo el taller por miles de factores, por eso no pudo estrenarse su película ahí, no iba a estar a tiempo La última pelea

Estaba la sección Semana, que era la curaduría que yo había hecho, y la sección Pensar un país, que partía de propuestas de la Asamblea. Pero qué pasa, yo también curé esa parte, es decir, no era una curaduría solamente de la Asamblea, el orden lo di yo, por ejemplo: dos de las obras que salieron yo las quería ya, iba a poner Madagascar porque se cumplían treinta años de esa película que para mi generación era como nuestra Memorias, de culto, y Llamadas de Moscú, que yo la estaba buscando, y me dicen: oye, ¿tú quisieras exhibirla?, y yo dije sí inmediatamente. Ya en medio de la Semana me llaman a contar, hay un día en que se va la corriente misteriosamente, a uno le entra la paranoia y luego te dicen que no, pero ya después, con lo que pasó, sí. Y luego vino la expulsión.

Yo estoy en alerta siempre, que te repriman no puede sorprenderte. A la gente le duele el cayo cuando se lo pisan. Hay un montón de gente en Cuba que ven una publicación sobre el estado de los hospitales y te dicen que es mentira, aunque sepan que es verdad. No quieren meterse en problemas hasta el día en que llegan y se les muere el padre o se les muere el hijo por las condiciones, y entonces quieren chillar. Tienes que tener una conciencia, ya seas militante del Partido o seas coronel de la Seguridad del Estado, de que puedes llegar a un hospital y el médico que podía salvar la vida por experiencia, por capacidad, ya no estoy hablando ni siquiera de recursos, estoy hablando de inteligencia, está en una mipyme trabajando o se largó del país, eso tú tienes que saberlo. Y que no hay manera de revertir eso, no hay capacidad hoy en Cuba para revertir eso. 

Así que algo me alertó de que me jodan la vida por tonterías, ¿en qué sentido puedo ser yo una amenaza? Por eso te digo: para mí no existe la Seguridad del Estado, para mí existe la seguridad del Buró Político. Si se ocuparan de la seguridad del Estado hubieran llegado allí con cuatro pistolas a la reunión del Buró Político donde se decidió desmontar la industria azucarera y hubiesen dicho: ustedes están locos, van a joder todo esto, o se hubiesen ocupado del montón de disparates que han costado millones de dólares al país, como la revolución energética. Ahí están los documentos del espionaje, del acoso, de la persecución y de la vigilancia a Lezama Lima y Virgilio Piñera, que dos gentes que escribían tan “raro” como ellos representaran un riesgo para la seguridad del Estado cubano, eso es de locos. Y como tal funciona tan eficiente o ineficientemente como todo en Cuba, estoy convencido de que en la Seguridad del Estado inflan informes y dicen cosas que no hicieron para justificar la gasolina. Todo funciona así, también se inventan sus historias, se inventan sus teorías, y se inventan enemigos, pero existen como todo organismo de seguridad del mundo que necesita siempre un enemigo permanente para poder sobrevivir, o le cortan el financiamiento. Por lo tanto, ¿algo te alertó? Bueno, vivir en Cuba me alertó.

Ha sido notoria la solidaridad de una parte significativa del gremio artístico a raíz de tu censura. La Asamblea de Cineastas, intelectuales y cubanos de adentro y afuera se han pronunciado. Hace un tiempo te referías a la ausencia de las “voces de peso” cuando la parametración de los setenta. ¿Contabas con este nivel de apoyo? ¿A qué razones lo atribuyes?

Yo no quiero magnificar el problema mío de la expulsión. La asamblea de Cineastas Cubanos, como una intención, surge a raíz de la censura a La Habana de Fito, y con ella se logra una diversidad ideológica inédita, como en ninguna asociación cubana de ningún tipo, ni siquiera de los jugadores de dominó, y hay gente que no ha querido asumir esa diversidad ideológica. Hay gente a la que le ha molestado que haya esa diversidad ideológica, yo me topé con un criterio absurdo de alguien del Centro Provincial de Cine: “Esos lo que quieren es destruir el ICAIC”. Yo soy un miembro de la Asamblea e hizo lo que le tocaba cuando se enteraron, que me demoré en decírselos, y se tomaron todo el tiempo que yo quise para pronunciarse. 

En el contexto cubano es un hecho intrascendente que a mí me boten, hay gente muy jodida, hay gente presa por gritar la palabra libertad. Qué voy yo a discutir, me burlo de mí mismo, “… hacer papeles para la historia para que te haga un lugar”. Mucha gente ya me conocía, vieron la curaduría, claro que les pesa, pero tienen que sobrevivir, seguir su vida. ¿Qué van a hacer, ocuparse de mí? Uno tiene que asumir los riesgos que le correspondan y que quiera y pueda asumir. Eso es lo primero, no puedes asumir riesgos que le correspondan a otro y no puedes esperar que otro venga a salvarte. No, no, no, estamos muy jodidos, lo que haces lo haces para asumirlo sin esperar que nadie venga a salvarte. Sí, porque luego hay gente que dice: coño, pero yo hice esto y después este me viró la espalda. 

Van a virarte la espalda muchas gentes que tú no pensabas, todavía hay quien va a dejarte de hablar y quien va a cambiar de acera, menos que en los setenta, claro. Por supuesto, todavía nos tenemos que basar en las voces de peso cuando queremos hacer notar algo. Por ejemplo, uno de los apoyos que le dieron a Alina, la firma de Fito Páez. Eso tiene un valor publicitario mayor, pero más valor personal tiene que lo firmen cuatro gentes que están en Cuba dando clases, esos se las juegan más, pueden perder el trabajo. Al final es súper complejo, el nivel de apoyo que tuve pienso que fue el resultado del trabajo, de una coherencia evolutiva. A veces uno se sorprende, yo sé, yo nací en 1972, Año de la Emulación Socialista, y viví este país de allá para acá. A veces el exilio cubano tiene tan poca autocrítica como el Partido, tal parece que yo vivía en otro país cuando escucho hablar a determinadas personas que conozco con las maneras agresivas que tienen para referirse a la gente de aquí. Es lamentable, la idea se diluye en una no política, y se torna puro chancleteo. Es el resultado de años y años, no tenemos conciencia cívica, no tenemos conciencia política. Dicen que no hay democracia en ninguna parte, pero la democracia imperfecta es mejor (está hecha por seres humanos) que este monopartidismo excluyente que tenemos, sin ningún tipo de dudas. 

Agradecí ese nivel de apoyo. He estado ausente de las redes porque no tengo teléfono, se me rompió y se ha complicado el arreglo. Las razones a las que lo atribuyo tienen que ver con el trabajo y con que todo se hizo con mucha limpieza, con mucha honestidad y con mucha transparencia, lo cual resulta cómico, porque si se busca en algunas de las evaluaciones de cuadro que me hicieron siempre destacaban mi transparencia. Me voy limpio, me voy sin ningún tipo de rencor contra nadie, sin esperar nada de nadie.

En Palabra de suicida, Ediciones Santiago (2012) se lee:


“Que yo escriba un poema de amor” (fragmento)

Que yo escriba un poema de amor
Porque a pesar de la luz y del misterio.
A pesar de las ganas del poema
y de cambiar el mundo.
A pesar del temblor ante tu sombra.
Que yo escriba, bajo otro nombre,
quiere decir lo mismo.
Quiere decir: Eres la adversidad y el desamparo.
La promesa que no habrá de cumplirse, el incierto
destino, el irrevocable pasado.

¿Toca escribir bajo otro nombre?

No creo que toque escribir bajo otro nombre. Para bien o para mal me pusieron Demián, que tanto define.

Después de esto: ¿te quedas?

El dilema no es quedarse o irse, el dilema es estar bien. Y sí, cada día es más difícil realizarse en Cuba. Lo que pasa es que no es tan sencillo, si las cosas cambian y hay una oferta de trabajo por supuesto que voy a pensarlo. Pero también tengo que pensar que emigrar significa hacer emigrar a mi hija. Es el precio que no quiero pagar: pasarme años alejado de mi hija.

Mi patria es donde me encuentro bien, me cogió una edad que es compleja. Las ganas de irte pal carajo de aquí siempre están presentes, ahora mismo no tengo un proyecto en Cuba. Es complejísimo desarrollar cualquier tipo de proyecto que satisfaga espiritualmente, cada día es más difícil gestionar el sustento, muy difícil. Entonces sí, eso está en el plan. El problema es qué concesión vas a hacer, y yo no voy a hacer ninguna concesión, y hay que ver qué depara la vida. El problema es estar en paz, ser feliz a pesar de todo, y por ahí vamos.





Notas:
[1] Alina Bárbara López Hernández, historiadora y destacada intelectual disidente. 
[2] Réne Fidel González García, jurista y académico censurado.
[3] Amigo personal del entrevistado.
[4] José Bofill Cayol (1862-1946), pintor y curador santiaguero. Primer director del Museo Municipal de Santiago de Cuba, hoy Museo Provincial Emilio Bacardí Moreau.





la-cuba-de-hoy-y-de-manana

La Cuba de hoy y de mañana

Por J.D. Whelpley

“Es difícil concebir una tierra más hermosa y más desolada por las malas pasiones de los hombres”.



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