“En esta sociedad del autobombo, todos somos un poco narcisistas”, una conversación con Eduardo López-Collazo


Eduardo López Collazo, autor de ‘Narcisos’.


En algún punto de un difuso pero largo camino entre la ciencia y lo dionisiaco, entre la belleza narrativa y la divulgación, entre lo pragmático y lo dogmático, se encuentra Eduardo López-Collazo. Su fama como científico le precede, pero ha decidido que ha llegado el momento de quitarse la máscara a través de Narcisos, su primera novela (publicada), que se presentará ante el público este sábado 26 de abril a las 12:00 h en la Biblioteca Elena Fortún de Madrid.

Durante el trascurso de sus 211 páginas se ha convertido en Oliverio —¿o tal vez Oliverio se ha convertido en él?—, un hombre maduro nacido en un remoto pueblo de Cuba que pierde a su madre de manera repentina, sin oportunidad de despedirse de ella.

Esto le lleva a acudir al diván de una consulta en la que conoce a María Beatriz del Carmen, una terapeuta con una profunda historia personal. “Vengo a ti para hacer el duelo de mi madre y dejar a mi pareja”. Parece que no tiene miedo a abrirse y, con esta dura frase, se presenta. “El ser duro también llora”.

Pero Oliverio no estará solo en esta historia. Junto a él, otros siete hombres le acompañan. Cada uno con sus vivencias, con su trama, con su historia. Pero todos parecen tener algo en común: la necesidad de desnudarse emocionalmente cuando nadie —a excepción de Carmen— les está mirando.

El mito del hombre que amaba su propio reflejo llega ahora a las librerías de la mano de Collazo, y habla con ENCLAVE ODS de esta novela que recorre miedos, filias, fobias, sueños incumplidos, maltratos psicológicos y relaciones rotas. 

Le conocemos principalmente como científico, pero desde hace poco ha dado el salto a la novela. ¿Cómo surgió en usted la vocación literaria?

Aunque principalmente se me conoce por mi papel en el mundo de la ciencia, llevo escribiendo toda la vida. Mi primer poema lo hice a los seis años: versaba sobre la luz y ya entonces mostraba cierto interés por la reflexión científica y literaria. Desde ese momento no he dejado de escribir: componía versos para mi madre y mis primeros amores, y a los 14 años gané mi primer reconocimiento literario en Cuba con el cuento Intervención, publicado en los periódicos de mi pueblo.

Más tarde mantuve un blog semanal llamado Viernes, porque lo escribía todos los viernes, donde publicaba exclusivamente literatura. Además, mi columna de divulgación científica en ENCLAVE ODS combina ambas facetas: rigor científico y sensibilidad cultural, algo que he extendido a mis cinco libros anteriores, todos ellos híbridos entre ensayo, divulgación y pequeñas narraciones.

¿Cuál es el germen que da origen a Narcisos?

La novela nació de una doble necesidad. Por un lado, llevaba años asistiendo a sesiones de psicoanálisis, hablaba sin parar delante de una terapeuta que escuchaba ininterrumpidamente y, al salir, me preguntaba qué parte de esas conversaciones permanece en quien escucha. ¿Qué ecos deja en el consultorio el relato de nuestras vidas?

Por otro lado, quería retratar las nuevas masculinidades: hombres que se muestran vulnerables. Nosotros también lloramos, nos derrumbamos y nos reconstruimos. De esa doble reflexión surgió la novela: ocho hombres y una psicóloga —que encarna varias voces reales—, se enfrentan a su imagen más íntima cuando nadie los observa. Así, cada uno se mira al espejo de la palabra y desvela sus máscaras.

¿Por qué un científico decide escribir una novela en lugar de seguir publicando artículos o ensayos?

La ciencia es creativa, igual que la literatura: ambas disciplinas nacen de la curiosidad. Yo nunca he escrito de lo que no sé. Primero fui divulgador y columnista, luego autor de ensayos de danza y de divulgación científica. Sin embargo, siempre guardé en un cajón una primera novela que, por reserva personal, nunca llegué a enviar a editorial. Con Narcisos decidí lanzarme: era hora de mostrar que el científico puede convivir con el humanista sin compartimentar sus pasiones.

En Narcisos, la psicóloga, Carmen, es mujer. Los pacientes, ocho hombres. ¿Esto responde sólo a una vivencia personal con su terapeuta o hay algún mensaje detrás de esta elección?

Ambas cosas. Escribir de lo que somos implica hablar de mi vivencia en consulta y de la de mis amigos varones. Quise dar voz a un hombre diferente, comprometido con la introspección y la empatía, incluso en un contexto dominado por el predominio femenino de la psicología y el auge del feminismo en el que, afortunadamente, nos encontramos ahora.

Carmen es la amalgama de dos psicólogas reales que me trataron: Beatriz y Carmen. De hecho, el nombre completo del personaje es María Beatriz del Carmen. Me basé mucho en su forma de hablar en consulta, pero también hay inspiración de una amiga muy cercana, que es Cruz Sánchez de Lara. Su cadencia, sus expresiones, se muestran también en este personaje.

¿Con cuál de los ocho hombres se identifica más?

Todos los escritores dejamos algo de nosotros en nuestros personajes, especialmente en la primera novela. Oliverio es mi alter ego: sus orígenes, sus conflictos y su evolución reflejan mi propia trayectoria. Pero también hay retazos míos diseminados en situaciones y frases del resto: cada ‘Narciso’ encarna una faceta distinta de mi experiencia y de la de mis amigos.

¿Cómo describiría Narcisos a un lector indeciso? ¿Es una novela para todos los públicos?

La novela está diseñada en capas: satisface al lector más culto con referencias literarias y explica al lector que busca entretenimiento lo esencial de la trama. Si has vivido rupturas, decepciones o procesos de autoconocimiento, conectarás aún más. Pero si no, igualmente disfrutarás de su humor, sutilezas y diálogos. Es un espejo en el que cualquiera puede mirarse sin que nadie lo vea.

La portada muestra a una mujer regando flores que brotan de las cabezas de ocho hombres. ¿Qué simboliza ese diseño?

La portada es fruto de un cuidadoso diálogo con el diseñador. Las flores son narcisos, que brotan de los hombres a medida que se exponen en terapia. La psicóloga, más alta y con regadera, indica su papel transformador: riega y guía el crecimiento emocional de sus pacientes. El amarillo remite, además, a una carta con flores que yo recibí de mi madre cuando ya estaba fallecida. Ella murió en Cuba y yo no pude ir a verla. Es un recuerdo muy personal que quise integrar.

Usted es cubano de nacimiento y lleva treinta años en España. ¿Dónde ambienta sus historias: en Cuba, en España o en un territorio híbrido?

Aunque mantengo mi acento y mi vínculo con la cultura cubana, para mí la novela transcurre en Madrid, donde he hecho mi vida. En Narcisos aparecen personajes de origen diverso: cubano, venezolano, español… pero todos conviven en un escenario madrileño que conozco y recojo con detalle. Yo ahora mismo me imagino Cuba en blanco y negro.

¿Sigue yendo a terapia? ¿Se considera usted mismo un ‘narciso’?

Sí, acudo regularmente, una vez a la semana, del mismo modo que voy al gimnasio: es un ejercicio para mantener la mente en forma. Tuve dos trombosis y la muerte de familiares cercanos que me llevaron de nuevo al diván. En cuanto a la segunda pregunta, no me considero especialmente narcisista. Creo que todos tenemos un grado sano de amor propio, y no es malo. En esta sociedad del selfie y el autobombo, todos somos un poco narcisistas. El problema es cuando se vuelve algo patológico y deja de ser constructivo.

¿Qué éxito espera de Narcisos y qué planes literarios tiene para el futuro?

Publicar la primera edición ya fue un logro. En preventa agotamos ejemplares antes de la presentación física y estamos en segunda edición. Eso indica un interés muy alentador. Tengo terminada la secuela, Narcisos 2, y otros proyectos: una novela autobiográfica que aún no me atrevo a publicar, un ensayo sobre danza para el ámbito universitario y un capítulo científico sobre la función metastásica. La literatura y la ciencia seguirán siendo mis dos pasiones.





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