¿Humor político en Cuba? 

Entre el 14 y el 28 de junio se celebró en Cuba la Primera Bienal Internacional de Humor Político, organizada por el Consejo Nacional de las Artes Plásticas (CNAP), el Ministerio de Cultura y la revista La Jiribilla. Esta convocatoria ocurre en uno de los momentos de mayor clausura y represión cultural y sociopolítica que ha atravesado el país. En los últimos meses se han aprobado proyectos jurídicos como la Ley de Comunicación Social, que criminaliza toda crítica, sátira, o expresión mediática independiente que pueda dañar “los intereses del Estado”. Asimismo, la Ley de Migración y el Proyecto de Ley de la Ciudadanía persiguen coactar similares expresiones en el extranjero, internacionalizando el mecanismo de censura al condicionar los derechos inherentes de los nacionales cubanos a su aprobación del sistema político impuesto.

La Bienal de Humor Político tiene lugar, entonces, como forma de legitimación y promoción del autoritarismo caribeño, incluso cuando sus estrategias de coerción se transnacionalizan, persiguiendo a cubanos más allá de los límites territoriales propios. El Observatorio de Derechos Culturales conversó con tres artistas indispensables en ese ámbito sobre la naturaleza, difusión e impacto de esta bienal y sus repercusiones en el panorama cultural cubano. A continuación, compartimos las impresiones intercambiadas con el dibujante Alen Lauzán, el humorista gráfico Gustavo Rodríguez (Garrincha) y el escritor Jorge Fernández Era.

¿Cuáles son sus consideraciones sobre un festival de humor precisamente político en el contexto cubano?

Garrincha: Un gran chiste.



Creando Felicidá, Garrincha (2024) /Revista MAZZANTINI / Imagen: Facebook.


Lauzán: El humor político no existe, al menos no el que entiendo como tal. Si está limitada la sátira política sobre temas y personajes nacionales, si los medios independientes son perseguidos y los periodistas y humoristas son censurados, entonces ese contexto es turbio.



¿A cuánto?, Lauzán (2024) /Revista MAZZANTINI / Imagen: Facebook.


Era: Si vamos a hablar de una realidad cubana plagada de “avances”, de “actualizaciones”, de “confianza en el futuro”, hay que aceptar que el humor nos supera, que está por encima de nuestra conciencia no importa nuestro estado de ánimo. De ahí que no haya que asombrarse mucho de la realización de una bienal de humor político en un país que se derrumba y celebra ferias de la construcción, o que se muere de hambre y expone sus logros en soberanía alimentaria. Lo increíble es que los organizadores se tomen en serio lo de asegurar que Cuba se convierte durante dos semanas en la “capital del humor político”.

No pongo en duda el talento de algunos de los participantes, pero sí su ética. Sumarse a la validación de un modelo de “humor político” que busca congraciarse con un poder que solo lo acepta si critica al “enemigo”, si no se mete con sus inamovibles cimientos, es poco menos que triste. Más que sonrisa es mueca.



Nivel, Lauzán (2024) / Revista MAZZANTINI / Imagen: Facebook.


Como artistas, ¿cuáles han sido sus experiencias haciendo humor político en la Isla? 

Garrincha: Sumamente restringida, sobre todo cuando eras plantilla de una publicación y los editores o funcionarios esperaban tu participación. Y restringida en dos vertientes: la de hacer lo que esperaba el Partido (práctica bastante gris y cobarde, lo reconozco) en términos de tema, recursos visuales y línea editorial. Y otra más recurrente que era la ilustración de textos ajenos, piezas editoriales o comentario político de alguien. En lo anterior había mucha hipocresía, supervivencia penosa. Pero también estaba el asunto de la ignorancia o el analfabetismo político al tratar temas sin información decente. Eso da pena también.

Lauzán: Por mi parte, diría que ninguna experiencia. Los años que trabajé para la prensa oficial y única permitida, el humor político se limitó al antiimperialismo ramplón, la mafia de Miami, etc. Jamás contra los que dirigían en ese minuto, que son los mismos de ahora. Y claro, si ellos son los dueños del timbiriche, será imposible criticarles el mantecado.

Era: Siempre he hecho humor político. Llevo casi cuarenta años arrastrando el cartelito de “hipercrítico”. Comencé a escribir a finales de los años ochenta, en un contexto de cierta apertura a manifestaciones de la crítica. El movimiento plástico fue fundamental en ello, pero el teatro, el cine y el propio periodismo no se quedaron atrás. El humor escénico tuvo una explosión inaudita a finales de esa década. Tuve la suerte de sumarme a Nos y Otros,[1] el proyecto humorístico que más incursionó en lo político y que más pagó por muchas de sus osadías. El estreno del filme “Alicia en el pueblo de Maravillas”,[2] con guion del grupo, nos permitió constatar hasta dónde llegaba la permisibilidad de un poder al que no le hacía mucha gracia que públicamente se rieran de él. Tras la campaña contra la película sobrevino un periodo de ostracismo del que nos fue muy complejo salir.

Aunque he tenido “suerte” con mis cuentos y artículos humorísticos, pues me han sido publicados tres libros en Cuba y otro en España, además de ser incluido en más de una veintena de antologías, el fantasma de la censura siempre me ha perseguido. Especialmente en el último año y medio la presión sobre mí se ha recrudecido, coincidiendo con mi presencia más sistemática en medios independientes. La Seguridad del Estado, la Policía y el Ministerio del Interior en general han recurrido al chantaje y a la represión contra mí y contra mi familia para que deje de escribir lo que escribo. Me han detenido en numerosas ocasiones, me fabrican causas judiciales por delitos no cometidos y me imponen medidas cautelares que limitan mis derechos ciudadanos. Ni siquiera han respondido a una carta en apoyo a mi persona que firmaron más de seiscientos intelectuales cubanos y del mundo entero en julio de 2023.

Los organizadores de la Bienal afirmaron en rueda de prensa inicial: “En el caso de Cuba hay límites en el humor con relación a las figuras históricas de la Revolución y los conceptos formadores de la identidad nacional cubana; habrá espacio para la crítica social y la sátira siempre que no se toquen de manera irrespetuosa o degradante esos puntos”. 

Para la labor artística y humorística, ¿qué creen que significa este veto impuesto por los organizadores a las expresiones lúdicas más allá de las fronteras concebidas?

Garrincha: Creo que es una declaración que puede ir de lo pobre a lo zafio. Porque en realidad nadie puede hacer humor con(tra) nadie del Gobierno, aunque no sea una figura histórica. Ni siquiera con alguien de los medios o algún aliado o entusiasta extranjero o nacional que sea defensor de “aquello”. No me imagino una caricatura burlándose de Frei Betto y sus cáscaras de papa. La premisa de Ares es fallida. La única manera de hacer humor respetuoso es usar recursos herméticos o muy críticos para el público promedio. Eso es justificar la censura.

En conclusión, creo que restringe demasiado. Ya sé que se cuidan el pellejo, pero es un insulto a la inteligencia hablar entonces de libertades o criticar otros autoritarismos. Es inconcebible.

Lauzán: Es que separan “las figuras históricas” de “la crítica social”. Ya con eso es imposible creer que habrá espacio. ¿Cómo no ser irrespetuoso si ellos son los que degradan a quienes piensan diferente y encarcelan a quienes les cuestionan pacíficamente? Raro el caso de Cuba y sus límites al humor.

Era: Los organizadores olvidan que en “los conceptos formadores de la identidad nacional cubana” siempre estuvo presente el humor, y que las “figuras históricas de la Revolución” se valieron de él como uno de los medios de lucha para lograr instaurarse en el poder. Ya sabemos que el solo hecho de mencionarlos hoy como parte de lo que debe ser la crítica social y la sátira se considera “irrespetuoso o degradante”. El absurdo ha llegado a límites tan inconcebibles como el de que hayan desaparecido las caricaturas a las personalidades del Gobierno. Una sociedad tan sana, tan perfecta, tan uniforme, no puede permitirse tales desvaríos.



En el malecón, caricatura de Eduardo Abela paradigmática de la sátira política republicana / Imagen: Blog Prohías político


Como humoristas, ¿creen que existen límites concebibles dentro del humor? ¿Es lo político uno de ellos? ¿Cuán necesario consideran que es el humor político para repensar una sociedad? ¿Es este siempre disidente?

Garrincha: Muchas veces se generaliza diciendo que hay límites dentro del humor en general, y se citan temas y tal. Cuando en realidad siempre habrá lugares o momentos donde a un grupo determinado le caerá mal tu chiste o caricatura. Y puede que te censuren en este periódico o aquella sala de teatro. Eso no significa que no los puedas publicar o hacer en otros lugares o soportes.

No sé si lo político sea el único, pero es uno de ellos. Si usted va a un hospital oncológico y hace chistes sobre la quimioterapia, va y alguno se insulta. A lo mejor otro se ríe. Pero es poco recomendable que alguien vaya a entretener enfermos con chistes de cáncer. Pero la libertad de poder hacerlo es sagrada.

En el caso específico del humor gráfico político se tiene que ser disidente y honesto. Porque reírse de uno mismo, como persona o nación, es una terapia que denota autoestima alta. Que es una de las razones por las que el poder odia el humor libre o sin compromiso. Quitarle el empaque, el entorchado, la densidad ridícula, el histrionismo y el populismo a un gobierno o gobernante es un deber, no una catarsis. Y su poder de comunicación es impresionante.



¿Qué más les puedo quitar?, Garrincha (2024) / Revista MAZZANTINI / Imagen: Facebook.


Lauzán: Creo que el límite lo pone cada humorista, según sus valores, sean morales, sociales o políticos, incluso económicos. Los límites los pone cada editor o el estilo editorial de cada publicación. Podrán existir medios controlados por diferentes ideologías, pero también están los independientes. No me parece que el límite a la sátira política deba imponerlo un unipartidismo, porque desde un solo punto de vista no se registra la realidad.

El humor es una de las formas más directas de informar y de hacer entender muchas cosas, más que un sesudo y extenso análisis político. En la revista Mazzantini tenemos una sección que se llama “Del Ayer”, donde repasamos el pasado con caricaturas de hace cincuenta o sesenta años. Ese es el valor que siempre le he dado al humor político, es un gran registro de la historia. Por eso hoy podemos entender mucho mejor la historia. El humor, más que límites, tiene que ser disidente, contra el poder que sea. Lo otro es propaganda servilista.

Era: Los únicos límites concebibles para el humor son aquellos que impone la condición humana de quienes lo realizan y de sus receptores. Hablo de racismo, de xenofobia y de discriminaciones de cualquier tipo. La política no puede caber en este último acápite, pues un “humor” que se sustente en cortapisas a la libertad de expresión deja de ser arte y se convierte en caricatura de sí mismo. El humor, para ser tal, tiene que ser siempre subversivo, disidente, cuestionador.

La convocatoria de las instituciones oficiales promete dedicarse a “la lucha contra el neofascismo” ¿Cuán vigente encuentran el tema y cuán acorde a la realidad nacional?

Garrincha: La lucha contra cualquier fascismo es válida y se trata ya de un asunto de decencia, ni siquiera es un tema político. Es lo menos que podemos hacer como seres humanos. Pero cualquier persona honesta sabe que cada autoritarismo puede llevar un germen fascista. La manía de grandeza, el nacionalismo desviado, el patrioterismo y hasta el victimismo (que tanto le gusta a Punto Cero) pueden destripar la más saludable de las democracias. Imagínate eso en un país que confunde Nación con Partido, entusiasmo cívico con unanimidad dirigida, y donde se niegan derechos ciudadanos elementales. Y súmale una crisis material que incrementa no muy clandestinamente la crisis social.

Lauzán: Yo añadiría que puede ser que en algunas regiones del mundo exista un renacer de la derecha, entre otras razones por el mismo cansancio con la izquierda de los electores. No soy muy dado a catalogar a las personas por “izquierdoso”, “zurdo”, “derechoso”, “facho”. De hecho, por dibujar sobre los primeros me llaman “facho” y por hacerlo de los segundos entonces soy “zurdo”. Ahora, llamar a la derecha “fascista”, además de ignorante, me parece de una chealdad tremenda. Me sorprenderé cuando convoquen en Cuba a un concurso contra el neo y eterno totalitarismo cubano.



De guapear a buscar, Lauzán (2024) / Revista MAZZANTINI / Imagen: Facebook.


Era: El tema de la lucha contra el neofascismo tiene una vigencia extraordinaria, y claro que debe formar parte de cualquier agenda cultural, incluida la de las manifestaciones humorísticas. Pero restringirla al combate contra la que generan los Estados dirigidos por gobiernos de derecha es poco menos que manipulador, pues olvida que el fascismo es propio de sociedades totalitarias, y la nuestra es una de ellas. Las manifestaciones del neofascismo generado desde el poder no han sido pocas con el agravamiento de la crisis multisistémica de la sociedad cubana. Es deber de los que hacemos humor político no olvidarnos de ello. 





Notas:
[1] Grupo de intelectuales provenientes del ámbito universitario que, desde mediados de los años ochenta pasó de la literatura al teatro, específicamente al género humorístico. Se distinguieron por la agudeza de su crítica social. Son representativos de la vanguardia artística de ese momento.
[2] Película dirigida por Daniel Díaz Torres y producida por el ICAIC en 1990 cuya trama constituye una analogía satírica del enclaustramiento represivo de la sociedad cubana. Fue censurada al extremo de exigirse el acompañamiento de un militante del Partido Comunista de Cuba para asistir a las pocas funciones permitidas. Ha pasado a la historia como un hito de la censura cultural en Cuba.





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