El siguiente diálogo con mi amigo, el escritor y cineasta cubano Eduardo del Llano, tuvo lugar a raíz de la publicación de su libro más reciente, La campaña. Una antología que reúne textos escritos desde comienzos de los años noventa hasta 2023. A lo largo de la conversación, Del Llano compartió detalles sobre la publicación de su más reciente libro.
La campaña reúne veintiséis relatos de Eduardo del Llano: desde los cuentos que dieron origen a varios de los cortometrajes de Nicanor hasta piezas casi desconocidas. Como puede suponerse, el denominador común de estas piezas es el humor, en diversas facetas: desde la sátira social hasta el absurdo, pasando por artefactos históricos tan creíbles como apócrifos.
Aquí sabrás de un país con música de fondo, de un servicio de mensajería erótica en el siglo XIX, lo que sucede en una Asociación Extraterrestre de Cuba, de las peripecias de un grupo de top models forzadas a sobrevivir sin ayuda… Son 26 historias que te harán mirar el mundo desde un nuevo ángulo, como puede hacer la buena Literatura.
Eduardo del Llano.
Hablemos un poco sobre la génesis del libro. Reúne textos que abarcan más de tres décadas, desde los años noventa hasta 2023. ¿Qué criterios seguiste para seleccionar los cuentos?
Hace años que algunas personas me habían sugerido publicar en Amazon. Fue finalmente el año pasado cuando un lector mío, un cubano que vive en Argentina me convenció de que lo intentáramos. En noviembre comenzamos el proceso: él editó el libro (sin ser especialista, aprendiendo sobre la marcha) y luego otro cubano, que reside en Irlanda, se encargó del diseño de portada.
En la selección se encuentran textos que van desde la sátira política hasta lo que podríamos llamar ensayos apócrifos o cuentos absurdos. ¿Podrías comentar un poco más sobre por qué tan amplia variedad de abordajes?
Son veintiséis cuentos. La idea fue ofrecer a alguien que nunca haya leído nada mío una especie de “grandes éxitos”.
Muchos de los cuentos giran en torno a Nicanor, ese personaje fascinante, recurrente…
Nicanor nació en el grupo literario-teatral Nos-y-otros. Necesitábamos personajes que todos pudiéramos usar. Así surgieron Armando Churrisco, el burócrata; Luis Alfil, el intelectual; y Nicanor OʼDonnell, que inventé yo: un cubano común, sin grandes atributos.
En mis cuentos, el protagonista casi siempre se llama Nicanor; sus antagonistas suelen ser Rodríguez, Bolaños, Estrada, Piñero… Las mujeres suelen llamarse Ana; si es la presidenta del CDR, Bertica; y si es extranjera, Chrissy. Son nombres que uso siempre: funcionan, ¿para qué cambiarlos?
¿Cuáles cuentos de La campaña han sido llevados al cine? Recuerdo especialmente Monte Rouge, que causó gran impacto hace ya unos veinte años.
Uno de ellos es Japibérdei, escrito como se pronuncia mal en español. De ahí provino uno de mis últimos cortometrajes, El regreso de Nicanor. Curiosamente, el cuento tiene cuatro personajes femeninos: no aparece ningún hombre, mucho menos Nicanor. En la versión literaria eran dos parejas hombre-mujer, pero para el guion los transformé en cuatro mujeres.
En el libro también están Monte Rouge y La campaña, este último no es técnicamente un cuento de Nicanor, aunque el personaje también se llama así. En la película, para marcar distancia de la serie de OʼDonnell, el brigadista se llama Felipe y el guajiro, Escrutinio.
Los cuentos no siempre transcurren en Cuba, ¿cierto?
Bueno, el primer cuento es sobre una chica que está hablando desde Cuba con una hermana que vive cerca del Polo Norte, en Groenlandia. El segundo, Asco de mundo, evidentemente no se desarrolla en Cuba: ocurre en una librería de un país primermundista. De modo que sí, muchos cuentos transcurren fuera de Cuba.
Perfecto. Sólo quería dejar clara la geografía de los cuentos.
Por alguna razón, se espera que los cuentos y películas hechos por cubanos traten sobre Cuba y, además, estén dentro de un espectro de crítica social. Me he pasado la vida haciendo crítica social, pero llegó un punto en que decidí que no me da la gana que solo se espere eso de mí.
Por ejemplo, hice dos largometrajes: uno de ellos, Vinci, centrado en Leonardo da Vinci, y otro de ciencia ficción, Omega 3, que tampoco se sitúa en Cuba.
En La campaña hay cuentos en países imaginarios o en contextos donde es evidente que no es Cuba: hay grandes centros comerciales, o referencias a personajes que lucharon en Irak del lado americano.
¿Por qué recurres a países imaginarios?
Porque, aunque Cuba es un país muy complejo y muchos cubanos no han salido nunca de Cuba, yo he viajado bastante. A veces, la misma historia te pide otro contexto. No es que desdeñe los cuentos ambientados en Cuba, ni que los priorice: simplemente la historia me viene a la mente, y en su desarrollo voy decidiendo el tono, la voz narrativa, el grado de diálogo o narración… y también el escenario. ¿Dónde debería ocurrir el cuento?
Noto también que los cuentos no están organizados cronológicamente.
Traté de evitar, por ejemplo, que hubiera tres cuentos históricos seguidos, o tres cuentos juntos de crítica a problemas de la cotidianidad, de la vida en Cuba, etc. Quise trazar una especie de sinusoide que se moviera por los tonos que más utilizo.
Percibo una pulsión por lo absurdo: prácticamente todos los relatos giran en torno a situaciones un tanto inverosímiles.
La escritora cubana Laidi Fernández, que ha escrito sobre mis libros y cortometrajes, ha notado que mi lector suele reírse, pero termina casi llorando. Hay una amargura latente. Nada termina completamente bien. No es humor de sonrisa fácil.
Por ejemplo, en un cuento de La campaña, un tipo del siglo XIX crea un servicio de mensajería erótica… con palomas. Lo trasladé a Francia, no solo porque Cuba no era el mejor escenario, sino porque me permitió insertar a Flaubert y enriquecer la idea del cuento, aparte de recrear un estilo decimonónico. Esos experimentos literarios me gustan mucho.
¿Cuánto te lleva escribirlos? ¿Los haces de un tirón o los reescribes mucho?
Anoto ideas: una línea, un personaje. A veces escribo la historia esa misma semana. Otras veces, tardo años.
Hay un cuento, por ejemplo, donde Nicanor viaja en el tiempo a 1961 para buscar épica. Compra una máquina del tiempo de segunda mano. El cuento se llama justamente Épica. Va a un bar y dice que viene del futuro, del año 2015, porque en su tiempo ya no hay épica. Entonces se mete en la Campaña de Alfabetización, en la Primera Declaración de La Habana… Experimenta esa efervescencia. Apunté esa idea y tardé cinco años en encontrarle el tono correcto.
Muchos cuentos son sátiras políticas. Requieren una lectura más detenida, más sagaz.
En las peñas donde me invitan, noto que algunos cuentos funcionan mejor leídos en voz alta, pero depende del público. En un centro de trabajo puede que te abucheen. En una universidad, en cambio, puedes leer algo más intelectual.
¿Qué estás escribiendo ahora? Acabas de presentar un nuevo libro en la UNEAC…
En Cuba las editoriales están empezando a publicar en digital, pero no tienen estructura para comercializar. Un libro puede estar disponible en línea, pero nadie lo compra. Y, aunque se venda, uno no sabe cuántos ejemplares, ni recibe mucho por ello.
En Amazon, al menos, puedes publicar en papel y ver resultados. Por eso quise hacer La campaña así, en papel, de la manera tradicional.
¿Tienes previsto hacer una presentación oficial?
No tengo claro cómo hacerlo. Con mi amigo en Argentina fuimos aprendiendo sobre la marcha. Para el segundo libro, queremos mejorar la promoción. Este se ha vendido poco.
Por último, me contaste que la portada fue un regalo.
Sí. El diseñador trabaja para La Joven Cuba, revista con la que he colaborado por un par de años. Le pedí una portada inspirada en los viejos carteles del ICAIC: pocos colores, diseño sugerente, nada de estilo hollywoodense. Quería algo evocador, con ese tipo de portadas como las de antes.

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