Conocido mundialmente por haber sido representante de Celia Cruz (1925-2003), Omer Pardillo-Cid es un exitoso mánager de artistas y productor musical que cuenta con numerosos premios Grammy, Latin Grammy y Emmy. Con apenas diecisiete años comenzó su carrera en el mundo de la industria musical en el departamento de promoción del sello discográfico RMM Records, en New York, en 1992. Seis años más tarde, en 1998, se convirtió en el mánager personal de Celia Cruz, la Reina de la Salsa, la Guarachera de Cuba, quedando a cargo de todas las operaciones empresariales, personales y creativas de la estrella cubana.
Famoso por su sagacidad, audacia y aplomo, Pardillo-Cid fue el responsable de negociar el contrato discográfico más importante de la carrera de Celia Cruz con Sony Music Entertainment. Esta alianza resultó crucial en la trayectoria de la cantante, quien a partir de ese momento fue galardonada con tres premios Grammy y cinco Latin Grammy, agitando así la que resultó ser la parte más exitosa de su legendaria carrera.
En el año 2002, Pardillo-Cid establece la Fundación Celia Cruz, una organización sin ánimo de lucro que otorga becas para contribuir a la educación musical de jóvenes talentos. Unos años después del fallecimiento de la cantante, y teniendo la absoluta responsabilidad de ser el albacea de su patrimonio y único representante de su obra y pertenencias, crea Celia Cruz Legacy Project, entidad dedicada exclusivamente a honrar los logros de la artista y a perpetuar su legado.
En el 2006, Pardillo-Cid se convierte en vicepresidente de la sección de entretenimiento de Eventus, una firma experimental de mercadeo establecida en el sur de la Florida, donde trabaja directamente con artistas como Willy Chirino, Lucrecia, Cachao’s Mambo All Stars y Celia Cruz All Stars. El resultado de esta labor es visible en el recorrido de una carrera marcada por el éxito y el reconocimiento.
En 2011, Pardillo-Cid gana el Latin Grammy como productor por el disco Cachao: The Last Mambo, en la categoría Mejor Álbum Tropical Tradicional. En 2012 gana un Grammy por The Last Mambo (también de Cachao), en la categoría de Mejor Álbum Tropical Latino. El especial de televisión Sígueme, el Reality Celia Cruz, bajo la producción de Eurídice Ventura, le representó a Omer Pardillo-Cid un premio Emmy en el 2014. En 2017 produce una nueva obra de teatro llamada Celia: El Musical; suerte de biografía musical definitiva de La Reina de la Salsa. El espectáculo, protagonizado por la cantante cubana Lucrecia, debuta en Miami el 9 de diciembre con un éxito rotundo, antes de embarcar en una gira mundial que comienza en el Festival Starlite de Marbella, España.
La exhibición Forever Celia abrió sus puertas en el Museo Americano de la Diáspora en Miami a finales de 2018, en conmemoración del aniversario 15 de la muerte de Celia Cruz. Hasta hoy, es la mayor muestra de artículos relacionados con la vida y la carrera de la Guarachera de Cuba. Ese mismo año, Pardillo-Cid recibió el galardón Latino de Oro a la trayectoria de los premios latinos en España.
Al margen de esta meteórica carrera y de tan sonados éxitos en el mundo empresarial de la música, Omer es también un hombre sencillo, generoso y tremendamente familiar: un hijo envidiable y un esposo dedicado. Le encantan los paseos en bici, la lectura de buenos libros, el coleccionismo de arte y el cuidado de sus amistades. Es, sin duda alguna, un gentleman y un gran hedonista. En la actualidad su vida se divide entre dos grandes pasiones: su trabajo y el amor inconmensurable a su hijo Antón.
Celia Cruz y Omer Pardillo-Cid en Blue Note.
Comencemos por el principio. ¿Quién es Omer Pardillo-Cid?
Un ser muy bendecido que ha tenido la suerte de ser hijo, padre y esposo. Amante de la buena vida, coleccionista de arte, fascinado con Cuba y sus historias de la época de los 50. La vivo a través del arte, los libros y la música. Un hombre feliz que ama su trabajo, y que tiene muchas razones para agradecer.
A los diez años saliste de Cuba para reencontrarte con tus abuelos, quienes se habían exiliado en Nueva York en los sesenta. ¿Cómo recuerdas ese momento? ¿Qué implicaciones tuvo ese viaje en la vida posterior de Omer Pardillo? ¿Arrepentido de algo, satisfecho con todo?
No creo que mi historia haya sido diferente, ni más ni menos difícil, a la de tantos cubanos que a la largo de todos estos años se han visto obligados a abandonar el país, nuestro país.
A la edad de diez años salí de Cuba hacia Panamá, acompañado del obispo de Camagüey (mi ciudad natal), Monseñor Adolfo Rodríguez Herrera, para encontrarme y conocer por primera vez a mis abuelos, que se habían exiliado en Nueva York en la década de los 60. Fue un viaje que sin duda alguna marcó mi vida, porque tuve que dejar atrás a mi madre, dado que la dictadura castrista no autorizó su salida del país. Decir adiós a mi madre y asumir este viaje, siendo un niño, me hizo crecer más rápido y entender de una manera muy distinta la idea de responsabilidad y de compromiso. Tuve que enfrentarme a una ciudad como Nueva York, a un nuevo idioma, a nuevas costumbres, y comenzar a vivir en un país lleno de esperanzas para el que, a fecha de hoy, solo tengo palabras de agradecimiento.
Todo exilio supone una suerte de desgarro, de sensación de abonado, de extravío temporal. ¿Cómo vivió Omer Pardillo esta experiencia común a tantos cubanos? ¿Cómo organizó el mapa de su subjetividad en el contexto de sus nuevas circunstancias?
Mi abuelo Omer Pardillo Cubero, que fue un hombre muy especial en mi vida y la figura paterna más importante a seguir, me enseñó a entender la cultura americana y sus costumbres. Para que aprendiera el idioma en condiciones, me envió a un colegio en Upstate New York, donde estuve internado dos largos meses que se me hicieron eternos. En ese momento aquello me pareció una tortura, pero al cabo de los años supe agradecerlo porque me ofreció una gran formación; me agenció de herramientas, de una rigurosa disciplina y de importantes hábitos que sigo cultivando en mi vida.
Omer Pardillo-Cid en la exposición Celia Forever.
Al ser un niño de diez años, quizás esa sensación de extravío y de abandono que mencionas no la experimenté del mismo modo que otras personas con experiencias similares a la mía. Estaba en un contexto familiar y tenía mucho que aprender; si bien, como te decía antes, el viaje macó mi vida. Hubo un antes y un después.
En alguna ocasión me has comentado que cierta idea de Cuba yace muerta en ti, que prefieres resguardar en tus espacios de afectos y de memoria “la Cuba anterior”, como la llamas. ¿De qué Cuba estamos hablando? ¿Qué juicios de valor te merecen el profundo deterioro que atraviesa el cuerpo de la nación en su trágico presente?
Prefiero preservar, en mi imaginación y en mis recuerdos, la Cuba de la infancia de mis padres y de mis abuelos. Un país próspero que tuvo una maravillosa Época de Oro en los años 50. Me refugio en las anécdotas, las fotos familiares, los libros y el buen cine de entonces. Esa es la Cuba que me interesa.
La Cuba actual me parece una película de mal gusto y un momento de mucho sufrimiento para el pueblo cubano, que no merece seguir padeciendo el terror de ese sistema dictatorial que ha arruinado la vida de tantas familias.
¿Cómo comienzas en el mundo de la música?
Comencé realizando una pasantía en la compañía RMM Records a la edad de 17 años. Esa era la compañía disquera de Celia Cruz, Tito Puente, Oscar D’ León y los entonces muy jóvenes La India y Marc Anthony. Ahí el mánager de Celia, Ralph Mercado, se dio cuenta de que yo conocía a Celia, y le pidió a su hija, Debra Mercado, que me empezara a involucrar en todo lo que tenía que ver con Celia y su carrera. Para mí era un sueño hecho realidad porque, como cubano, obviamente, Celia era nuestra máxima exponente en la música.
A partir de ese momento emprendí, poco a poco, un camino en este interesante mundo de la música. Siempre le agradeceré a Ralph Mercado por su confianza.
Premios a Omer Pardillo-Cid (Foto: JJ Blanco).
¿Qué es un mánager? ¿En qué consiste tu trabajo? ¿Qué roles desempeñas en el ámbito profesional de los artistas músicos?
La labor de un mánager es básicamente ser el lazo entre el artista y todo lo que se mueve a su alrededor: una suerte de conector-mediador-facilitador. Es principalmente velar por el éxito y la constancia del artista en todos los aspectos del negocio. Por ejemplo: lidiar y arbitrar en todas las contrataciones del artista, ya sean conciertos, grabaciones y publicidad.
Es un trabajo complejo pero emocionante, en el que hallé mi verdadera vocación y que me ha supuesto una gran satisfacción personal y profesional.
Aunque descubro en ti una alta cuota de humildad, todos sabemos que eres un tipo muy conocido y respetado en el gremio. Por tus manos “han pasado” muchas de las principales figuras de la música latina. ¿Cómo describirías esta experiencia?
Soy una persona muy bendecida, te lo comenté antes. He tenido el honor y la suerte de trabajar como mánager de Celia muchos años. También he trabajado con figuras de la talla de Cachao, Willy Chirino y Lucrecia.
Ha sido muy gratificante, una experiencia de aprendizaje continuo y de enorme crecimiento. En realidad, no puedo pedir más. Solo sé que debo seguir trabajando, aportando lo que esté en mis manos al mundo de la música, apoyando a los artistas, procurando que siga en alza el prestigio y el alcance mundial de la música latina.
¿Abrumado por el éxito?
El éxito se resume en el trabajo arduo, la constancia y el agradecimiento. Dios siempre te compensa y te sorprende con grandes bendiciones. Es por ello que vivo agradecido.
Omer Pardillo-Cid (Foto: JJ Blanco).
Descubro en todas tus publicaciones una hermosa debilidad por tu familia, pero especialmente por tu hijo Antón Pardillo, a quien dedicas mucho tiempo. ¿Cómo es Omer Pardillo padre, ese otro hombre al margen del negocio musical?
Mi hijo Antón es la bendición más grande que puedo haber recibido en la vida, porque es un niño cariñoso, amable, inteligente, familiar y gran deportista. Estar con él, acompañarlo a sus entrenamientos, ayudarlo con sus deberes, montar bicicleta y escucharle, son de esos momentos que más disfruto como padre. Sin duda, Antón es el centro de nuestras vidas.
Comentaste antes que en la compañía RMM Records comenzaste a trabajar con Celia, pero, ¿cuándo y cómo llega Celia Cruz a tu vida? ¿Cómo se conocieron?
Conocí a Celia a la edad de 14 años, a través de María Hermida y María Luisa Bolet, amigas de la familia, y quienes mantenían una íntima amistad con ella. Un día, en un encuentro familiar, comenté que me gustaba mucho la energía y la voz de Celia. Ellas, que siempre fueron mujeres muy bondadosas y cariñosas conmigo, me dicen que cuando organizaran en su casa otro encuentro con Celia, me invitarían para conocerla.
Dicho y hecho. Llegó ese día, y todo fue mágico. Desde el primer día que nos conocimos, tuvimos mucha empatía. Celia y Pedro eran del signo Libra, como yo; creo que eso en parte nos unió en nuestras formas de ser y de pensar. Le debo mucho a ese primer encuentro. Celia terminó siendo, en lo más personal, mi segunda madre. Ambos, de alguna forma, se convirtieron en parte de mi familia.
¿Qué ocurrió para que, en 1996, pasaras a convertirte en el mánager de La Reina de la Salsa?
Ese año Celia decide dejar a su mánager anterior, el Sr. Ralph Mercado. De regreso de la entrega de unos Premios Grammy, de Los Ángeles a Nueva York, en uno de esos vuelos de madrugada, Celia me dice: “Omer, Pedro y yo queremos hablar contigo”. Temeroso, me pregunté: ¿qué habré hecho mal?, ¿en qué me habré equivocado? Sin embargo, para mi sorpresa y desconcierto, ambos me comentan sobre las intenciones de Celia de dejar a Ralph Mercado, y me preguntan si yo estaría interesado en manejar su carrera.
Yo, un joven de 26 años, solo atiné a decirle “Celia, lo único que me preocupa es mi inexperiencia”. A lo que ella respondió: “No te preocupes, Omer, si algo sale mal los culpables seremos Pedro y yo, porque somos nosotros quienes te lo estamos pidiendo. Sabemos lo profesional y lo responsable que eres. Además, conoces nuestro negocio completamente, por los años que llevas a mi lado, y sabes exactamente lo que nos gusta”.
El resto es historia. Desde ese vuelo LA-NY, comencé a ser su mánager y cambié su vida completamente con una nueva compañía disquera: Sony Music. Fue así que Celia comenzó una de sus mejores etapas como artista, hasta su triste fallecimiento en 2003.
Omer Pardillo-Cid (Foto: JJ Blanco).
Existe un consenso en la opinión general que te hace responsable del éxito mundial de Celia Cruz a partir de una meticulosa escogencia de los proyectos, los contratos, las apariciones y el cambio de imagen de la artista, entendida como una gran diva del espectáculo. ¿Cómo valoras esa opinión? ¿Cuánto de verdad hay en ella?
Celia fue exitosa desde el día que empezó en el mundo de la música. En la etapa conmigo hizo cosas muy relevantes e importantes, como su irrepetible dueto con Pavarotti, su participación en VHI Divas Concierto, junto a la Reina del Soul Aretha Franklin, y proyectos que anteriormente no había hecho, quizás porque no contaba con el apoyo de un equipo de trabajo dedicado solamente a ella, a sus necesidades, a sus aspiraciones, a lo que podría ser (y fue) otro despegue.
No creo merecer ese halago del consenso general que mencionas, si bien es cierto que desde ese vuelo LA-NY la vida de ambos cambió para siempre: yo aprendí lo que era la responsabilidad más absoluta y lo que implicaba trabajar con una estrella de esa magnitud; Celia gozó de otras oportunidades y lo hizo con la bondad, la generosidad y la alegría que solo ella podía profesar.
Investigando en el impresionante archivo fotográfico del que dispones, es casi imposible imaginar la figura de Celia Cruz sin relación a tu nombre. Sospecho que más allá de una relación contractual y de amistad, se fundó un vínculo casi familiar. ¿Es así? ¿Cómo era esa relación, cómo funcionaban ustedes?
Sin alardes de ninguna índole, te puedo decir que me convertí en su familia porque, aparte de ser mis jefes, ella y él, la relación alcanzó niveles muy significativos de compromiso, de lealtad, de confidencialidad y de mucho amor.
Nosotros hacíamos giras de concierto, presentaciones televisivas y promocionales de algún disco durante 11 meses del año. En las vacaciones, que generalmente eran en enero, siempre me pedían que los acompañara a realizar algún viaje juntos. Lo cual para mí era una bendición. En ese plan visitamos Punta del Este, Venecia, Acapulco, Cuzco, París, Galicia (les encantaba el turismo rural de Galicia). Esos años siguen contando como los mejores de mi vida. Atesoro muchas historias y experiencias de cada viaje, de cada momento vivido; pero sobre todo atesoro un patrimonio afectivo por el que me siento afortunado.
Queda claro que muchas y muchos podrán hablar de Celia Cruz, pero pocos (o nadie) con la autoridad de la que tú gozas. Permíteme entonces indagar en su intimidad; con su permiso y el tuyo, claro.
Tengo miles de anécdotas, muchas muy personales que pertenecen solamente a mi memoria, y ahí quedan. Ella me dio tanto acceso a su vida que siempre tendrá mi absoluta confianza y lealtad. Hablar de ella siempre es un tópico de conversación con quienes de verdad me conocen. Algo que hago con mucho gusto, porque su vida fue alegría total, pero siempre respetando una parte que fue y seguirá siendo patrimonio de los dos. En eso reside también mi responsabilidad: seré un celoso vigilante de su legado y de su integridad como artista extraordinaria y ser humano excepcional.
Omer Pardillo-Cid en la exposición Celia Forever.
Más allá del espectáculo y del personaje mediático, ¿cómo era Celia Cruz en su intimidad, en su cotidianidad, en sus rituales diarios?
Era una mujer muy tranquila, ya que en su diario vivir se debía al público. Algo que hacía con una gracia divina. Disfrutaba mucho estar en su casa a la orilla del río Hudson de NY, sin peluca y siempre descalza. No podían faltarles los telediarios de Televisión Española. Una de las pocas exigencias de la diva que fue y que es, era que en cada hotel que se hospedase hubiese Televisión Española (TVE), Antena 3 o Telecinco. No podía vivir sin estar conectada con España.
Era, insisto siempre en ello, de una naturalidad y humildad ejemplarizantes.
En no pocas ocasiones has dicho que Celia Cruz “era Cuba fuera de Cuba”. ¿Qué quieres decir con ello exactamente?
En mi opinión, Celia Cruz es la figura más importante del exilio cubano, después de 1960, que representó a los cubanos en el mundo entero con constante éxito y dignidad. Ella, sin duda, es Cuba.
El cineasta y escritor cubano Carlos Lechuga conversó contigo sobre Celia Cruz para la revista El Estornudo; el resultado es una entrevista que clasifica entre las mejores que he leído, por su cercanía y acento coloquial. En ella respondes a muchas preguntas que versan sobre los aspectos más cotidianos y nobles de la vida de Celia. Sin ánimo de repetirme, y atendiendo al interés que suscita esa otra cara de la diva, resumo en esta pregunta un grupo de interrogantes: ¿Comida preferida? ¿Cocinaba? ¿Qué cosas no le gustaban? ¿Qué cosas le gustaban más? ¿Qué literatura leía? ¿La calle o la casa? ¿Qué religión profesaba? ¿Cómo era su relación familiar? ¿Cantaba en la intimidad? ¿Le gustaba bailar? ¿Humilde siempre? ¿Qué opinaba de la fama? ¿Leía las críticas a sus conciertos? ¿Relación con la prensa? ¿Qué música le gustaba escuchar?
A Celia no le gustaban las mentiras. Siempre decía que con la verdad todo fluía mejor. Gustaba de estar en su casa a la orilla del río Hudson. De forma irónica, decía: “Tengo la ciudad de Manhattan a mis pies”; porque efectivamente, desde su cama o desde cualquier otra habitación en su casa, tenía vista a todo el skyline de NY. Lo disfrutaba mucho: NY fue su casa desde 1960.
Contrario a lo que suele pensarse, en la intimidad no le gustaba cantar. A veces, para relajarse, tocaba un piano de cola blanco que tenía en su salón. Le encantaba cocinar comida criolla: arroz blanco, picadillo y plátano maduro frito; aunque en verdad lo podía hacer muy poco, por su agitada agenda de trabajo y de giras.
Celia Cruz, Omer Pardillo-Cid y Gloria Estefan en Atlantis (Bahamas).
Le gustaba mucho ir al cine, pero solo podía hacerlo en ciudades como Atenas o Helsinki, donde podía ir tranquila. Entonces, cuando el tiempo se lo permitía, veía hasta dos películas diarias.
Tenía una relación genial con la prensa, pero había un periodista a quien al parecer no le gustaba su música, cada vez que escribía algo sobre ella no era nada bueno, y ella, cuando lo veía, lo trataba como si nunca hubiese leído lo que él había escrito.
Una de las cosas que más le gustaban era ir de vacaciones a Venecia. Le encantaba ir directo del avión a una pequeña embarcación que la llevaba por los canales a su hotel preferido, que era el Hotel Danieli.
No le podían faltar las publicaciones españolas del corazón, como las revista Hola o Semana. Adoraba también las revistas americanas de moda.
Celia era muy católica; cada vez que llegaba a una ciudad, ya tenía sus iglesias favoritas. En Panamá, por ejemplo, le encantaba visitar la Iglesia del Carmen. En Sevilla siempre le agendaban una visita a la Catedral; luego alquilaba un coche tradicional sevillano y paseaba por el parque de María Luisa y Plaza de España, para terminar siempre en el barrio flamenco de Triana, disfrutando de algún espectáculo y comprando mantones de Manila, a los que era adicta.
Hasta donde sé, por imágenes, declaraciones y algún que otro texto que he leído (incluida su autobiografía), el viaje a la Base Naval de Guantánamo se tradujo en un episodio muy emotivo para la artista, del que según cuentan le costó recuperarse. ¿Qué pasó? ¿Qué palabras tuvo entonces? ¿Cómo fue ese regreso a medias?
Para Celia fue un viaje muy significativo. Fue tanta su emoción que, en el momento de cantar, se le olvidó la letra de una de sus canciones más emblemáticas: “Canto a La Habana”. Y todo porque veía las palmas detrás de una cerca que marca el límite con el territorio cubano. Ella se aproximó, pasó su mano al lado cubano y recogió tierra en una bolsita que se trajo a su casa en NY. Siempre la mantuvo en su oficina. Esa misma tierra se depositó en su féretro. Fue un gesto simbólico de mucha resonancia emotiva, porque ella siempre vivió orgullosa de ser cubana y de llevar el nombre de Cuba por el mundo entero. Si existe una embajadora de la auténtica cultura cubana en el mundo, esa es Celia Cruz.
Hablemos un poco de las canciones. Recientemente te comentaba que, en la aspereza del exilio, algunas de sus letras se convirtieron para mí en una suerte de himno, de grito de guerra; una especie de plegaria que resguardaba un instinto de conservación y de supervivencia. ¿Cómo era la relación de Celia con sus temas más mediáticos? ¿Qué sentía? ¿Cómo lograba administrar las emociones de los otros al escucharlas?
En realidad, Celia nunca escribió ninguna canción, pero todas las inspiraciones de sus canciones eran de ella, de modo que sí podría haber sido coautora de la mayoría de sus letras.
Celia tuvo la dicha de poder causar sensación en la gente, ya fuese a través de su potente voz o simplemente a través de una fotografía. Después de su fallecimiento, hay personas que la veneran como si fuese una diosa. Lo que sí te puedo asegurar es que era una mujer llena de luz y con una energía irrepetible. Ahí queda su música, las letras de las canciones con las que recorrió el mundo, y el amor incondicional de sus fans.
Omer Pardillo-Cid, Celiz Cruz y Pedro Knight.
¿Cómo era la relación de Celia con la música cubana?
En su casa se solía escuchar mucho a Elena Burke, quien era su cantante favorita entre todas; también la de Pedro.
¿Qué otros cantantes solía escuchar?
Le encantaba Tom Jones, y también le gustaba mucho Tony Bennett. De las cantantes mujeres, solía escuchar a la peruana Chabuca La Grande. Tenía debilidad por el flamenco como género: escuchaba cualquier grupo flamenco, fueran famosos o no. Y por supuesto amaba a Lola Flores, quien fue su gran amiga.
¿Hablaba de Cuba con frecuencia?
De una forma u otra, Cuba era siempre un tema de conversación. Ella siempre se sintió, y con todo derecho, como la embajadora de los cubanos en el exilio.
Emilio Estefan, Celia Cruz y Omer Pardillo-Cid en Miami Beach (1998).
¿En qué términos solía referirse al castrismo?
Como lo que es desde 1960: una dictadura.
Siempre he querido saber cómo fue el proceso de adaptar su tema “Yo viviré”, a partir de una pieza tan popularmente famosa como la de Gloria Gaynor.
Lo principal era traducir la canción literalmente, del inglés al español, pero en medio de ese proceso al productor Óscar Gómez se le ocurrió adaptar la letra a la vida de Celia y a sus circunstancias. A Celia le encantó. Desde entonces, fue otro de sus grandes éxitos. Una canción con la que el público estableció unos vínculos emocionales muy fuertes. Se convirtió en un himno para todos los cubanos del mundo.
¿Celia era consciente del efecto que producían sus canciones? ¿Recibía mucha correspondencia de admiradores y fans?
Me alegra que me hagas esa pregunta; es algo que muchas personas me han preguntado de una forma u otra. Por mi experiencia con ella, puedo decirte que nunca supo lo grande que fue, porque siendo la más grande de todas, también fue la más sencilla y la más humilde. Sí: recibía mucha comunicación, cartas, mensajes y saludos, desde cualquier rincón del planeta.
¿Qué es exactamente The Celia Cruz Foundation? ¿Cuál es su misión social? ¿Qué proyectos abraza?
La Fundación Celia Cruz es una organización sin fines de lucro cuyo compromiso principal es preservar, proliferar y promover el legado de la Reina de la Salsa, y ayudar a estudiantes en la educación musical. Hacemos una gran labor, e intentamos apoyar a muchos jóvenes amantes de la música. Es algo que Celia siempre hizo en vida.
Celia Cruz y Omer Pardillo-Cid.
El Museo Nacional de Historia Americana de la Institución Smithsonian le dedicó una gran exposición a Celia Cruz, que incluyó un programa de itinerancia posterior. Cuéntame sobre este proyecto, y cómo participa Omer Pardillo-Cid.
El museo contactó conmigo tras el fallecimiento de Celia, con el propósito de realizar una exhibición en su honor. Para sorpresa de ellos, se encontraron que Celia era una persona muy organizada que archivaba cada detalle de su carrera correspondiente a los últimos cincuenta años. Eso facilitó mucho las cosas, e inspiró al Museo Smithsonian a llevar a término una exhibición que, luego de viajar por diferentes ciudades, se convirtió en una muestra permanente en el Museo de Historia Americana.
Celia es posiblemente la primera cubana que cuenta con una exhibición allí de esa magnitud. Es todo un acontecimiento.
Forever Celia fue una exposición comisariada por ti para el Museo Americano de la Diáspora Cubana en Miami. ¿Cómo se concibió el proyecto? ¿Qué impacto tuvo en los medios? ¿Cómo fue la acogida por la comunidad del exilio cubano en Miami? ¿Cómo te sentiste en esa primera experiencia como curador?
El impacto realmente importante tuvo lugar en la gente. Fue muy emocionante recibir el respeto, el cariño y la gran admiración de su público. Se percibía un sentimiento de solemnidad, y un gran amor. Me sobrecogió en extremo la reacción de los niños. Te hablo de niños que pertenecen a una generación nacida después del fallecimiento de Celia y que disfrutaron de la muestra gracias a la labor de sus padres, quienes le inculcaron respeto y admiración hacia su figura y su legado.
Tengo que decirte sin vacilación que significó mucho para mí. Fue también una ocasión especial para reunir a muchos amigos de Celia.
¿Alguna itinerancia prevista para Forever Celia, cuando cese esta encrucijada impuesta por la Covid-19?
Mi idea es que la exhibición llegue a muchos públicos de diferentes países, para que la historia de Celia siga viva. Desarrollar este proyecto en otros contextos culturales implica seguir perpetuando el legado de Celia y su importancia en los corazones de sus fans y admiradores. Del mismo modo, es una manera de conseguir que las nuevas generaciones conozcan su historia.
Hablemos un poco sobre Cuba. ¿Conoces o estás al tanto de las actividades del Movimiento San Isidro (MSI)?
Conozco de su labor y en los últimos meses he seguido a través de la prensa la odisea del terrible acoso de la dictadura contra ellos. Los respeto mucho, porque son jóvenes valientes con un claro sentido de su compromiso político y de las demandas de la sociedad civil cubana. Están haciendo un gran trabajo dentro de la isla por su libertad.
¿Qué opinión te merecen los artistas y activistas cubanos, como Tania Bruguera o Luis Manuel Otero Alcántara?
No conozco mucho sobre sus carreras y sus discursos artísticos, pero soy consciente de su importancia. En cualquier caso, sí están haciendo una enorme labor por la libertad de Cuba, y cuentan con todo mi respeto y admiración.
Omer Pardillo-Cid (Foto: JJ Blanco).
La canción “Patria y Vida” se ha convertido en un fenómeno mediático incuestionable, y en un revulsivo para el sistema cubano. ¿Que opinión te merece esa letra?
Efectivamente, ha sido tremendo el impacto de esta letra, y toda la controversia que ha generado. Pienso que muchos análisis se han detenido demasiado en los valores musicales del tema y no en la importancia de este: por qué seguir diciendo “Patria o Muerte” cuando de lo que se trata es de “Patria y Vida”, sin que una tenga que ser excluyente con la otra.
La dictadura cubana siempre ha sido un sistema predatorio que ha practicado el terror. Todo ha sido siempre en blanco y negro: no existen matices y se condena cualquier tipo de pensamiento que se oponga a sus rancios ideales.
Me parece genial por parte de Yotuel. Y el video dirigido por Asiel Babastro es muy conmovedor.
¿Volverías a Cuba?
Cuando en el país no impere una dictadura, me encantaría volver y llevar al santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre el primer Grammy que Celia ganó. Murió sin poder cumplir ese sueño. Era uno de sus más profundos anhelos.
¿Proyectos actuales con músicos cubanos?
Celia vive: un tributo musical a Celia Cruz con la genial cantante cubana Lucrecia como protagonista.
¿Cómo es el día a día de un mánager de tu calibre y altura?
El día a día es muy variable, porque debes tener la habilidad de poder cambiar de un proyecto a otro con rapidez y facilidad. Cada proyecto y cada artista merecen toda la atención. Debes tener gran capacidad de arbitraje a prueba de fuego.
Una última pregunta. ¿Qué le ocurre a Omer Pardillo-Cid cuando escucha a Celia Cruz?
Encuentro fuerza, felicidad y paz, porque ella sigue siendo una fuente de inspiración y de luz.
Carlos Martiel: “Ser un cuerpo negro es y será una lucha permanente”
Carlos Martiel ha creado algunos de los performances más impactantes jamás realizados por un artista cubano. Ha transformado su cuerpo en un símbolo de sujeción, supervivencia y resistencia colectiva, con actuaciones memorables que evocan las historias y experiencias de los marginados y desplazados.