Ulises Toirac: “Hay días que despierto dispuesto a irme. Otros, empecinado en quedarme”

Ulises Toirac Abelenda es un guionista, director, dramaturgo y actor humorístico cubano que forma parte de una generación de artistas provenientes del movimiento de aficionados que, desde la década de 1980, fue ganando espacios escénicos en el país. Desde que cursaba la carrera de Ingeniería Eléctrica en la CUJAE[1], su trabajo actoral hizo parte de hitos del género humorístico, llegando a fundar el Primer Festival Nacional de Humor Universitario. Una vez graduado se incorporó al equipo de El Programa de Ramón (1988-1991), proyecto radial que reunió a jóvenes intelectuales con una actitud crítica e intenciones transformadoras respecto al entorno social de entonces. Su formación profesional se fue definiendo a través de iniciativas como el grupo Onondivepa (1986), del cual es fundador, la participación en películas icónicas como Alicia en el Pueblo Maravillas (1992) y Adorables Mentiras (1993), sus papeles en puestas del Conjunto Nacional de Espectáculos y sus personajes televisivos en programas como Sabadazo (1993) y ¿Jura decir la verdad?(2001), entre muchos otros.

Como cada creador cuya expresión artística incide en zonas álgidas de la vida del país, conoce el impacto de la censura, aún cuando no sea visible el ejecutante del veto. Toirac lleva años señalando lo que cree dañino para el funcionamiento de la cultura y de la sociedad en general, también hace tiempo que se expresa abiertamente y asume las consecuencias. Sobre sus consideraciones respecto al presente y perspectivas de la vida cultural y cotidiana de Cuba, conversamos con él.

En 2020 hiciste público que llevabas un año sin percibir ingresos, sin poder trabajar. Es sabido que los procedimientos de retribución a los artistas pasan por estructuras diferentes al resto de los trabajadores.

El último espectáculo que hice en instituciones estatales fue antes de la pandemia, en noviembre de 2019. Fue una presentación en el teatro Karl Marx, mediante contrato temporal con el Centro Promotor del Humor. En ese momento yo pertenecía a la empresa Adolfo Guzmán, pero el centro ofrecía mejores condiciones para un espectáculo unipersonal de humor en ese gran teatro.


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Ulises Toirac durante el espectáculo “NNC Noticias” (2019) /Teatro Karl Marx / Foto: Cortesía del entrevistado.


Las funciones las terminé con una crisis debido a las hernias que tengo en la columna. De hecho, las funciones las realicé con muchísimo dolor, los ensayos demandaron un gran esfuerzo físico en un momento que no estaba muy católica la cosa por L4-L5, y luego tuve que guardar cama durante meses debido a esta crisis. En conclusión, me agarró la pandemia estando en cama, hasta tuvo que suspenderse un tratamiento que venía haciendo por ese motivo desde apenas días después del espectáculo.

No fue hasta finales de 2020 que recogí mi expediente de la empresa Adolfo Guzmán y lo llevé al Centro Promotor del Humor. Y esa fue la última noticia que tuve de él, donde no hay salarios ni se cobra por ningún concepto sin haber hecho un trabajo.

Entre 2020 y 2021 se suspende la programación artística en el país por razones obvias. Fernando Rojas, entonces viceministro de Cultura, había asegurado que se cubriría financieramente a 5 700 artistas escénicos, pero esa medida no te contempló. ¿Ocurrió lo mismo con el resto de los humoristas?

Según tengo entendido, los humoristas recibieron una mensualidad.

Por nuestra cuenta, ya van tres espectáculos en los que quedas fuera del elenco por disposiciones extra-artísticas. ¿De dónde proviene el veto? ¿Quiénes actúan como comisarios?

Esa es la pregunta de los sesenta y cuatro mil. Jamás verás un veto de esa índole acuñado y firmado. Incluso, es imposible afirmar que venga de «arriba». Es algo etéreo, no acusable. Afirmar que existe una orden sería sin pruebas, afirmar que el miedo o la censura mueve a las personas a cargo de entidades también. Uno solo ve una negativa tras otra y un silencio sepulcral cuando se hace público el modus operandi. Es un mecanismo maquiavélico, y es cuando uno se explica el deseo del Estado de monopolizar sitios de opinión: desde los periódicos y emisoras, hasta escenarios.


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Ulises Toirac omo parte del equipo creativo de “El programa de Ramón”, ceremonia de entrega de los Premios UNEAC (1989) / Imagen: Cortesía del entrevistado.


Sean las razones que sean, impedir el ejercicio del criterio personal se ha convertido finalmente en un bumerán que ha imposibilitado la retroalimentación verdadera, no la de lugares preparados en los que los dirigentes escuchan lo que los subalternos creen que quieren escuchar sus jefes, o lo que sus jefes quieren escuchar. Es una realidad paralela que no pone los pies en la tierra.

Tus guiones y piezas escénicas siempre han sido críticos, lo mismo para un espacio improvisado en el campus universitario que en el aforo del Teatro Nacional. ¿Por qué ahora molestan más?


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Ulises Toirac en el unipersonal “Con las tiras del pellejo” (1994) / Foto: Cortesía del entrevistado.


No me lo preguntes a mí. Esa respuesta deben darla los que sienten que molestan más. En realidad, el «criterio del cubano», que siempre ha estado bastante aderezado con intransigencia, ha llegado a niveles absurdos. En todos los rincones. Tiene una explicación la escalada, pero no asumir la existencia de ese absurdo hace imposible avances teóricos en el plano del pensamiento. Obstaculiza cualquier comprensión.

La creación del Centro Promotor del Humor (CPH) en 1994 implicó la institucionalización del gremio y el consecuente respaldo estatal. Este tipo de acciones suelen incrementar el control del oficialismo. ¿Cómo viviste ese proceso?

Ya mencioné arriba algo de esto. En esos años en que se logró fundar el CPH, existían dos problemas fundamentales para los humoristas: la superación y la forma de pago. La superación no era mono lineal. Existían las famosas leyes de evaluación en el sector artístico, pero el movimiento estaba plagado de universitarios, gente con mucha inteligencia, deseos de armarse teóricamente y de ampliar universo respecto a las corrientes y paradigmas en el mundo. Los cursos de superación, los festivales Aquelarre y los de Humor Latinoamericano fueron una excelente solución. Poco a poco fueron mermando, y algunos desaparecieron. 


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Ulises Toirac en el unipersonal “El Flaco” (1996) / Imagen: Cortesía del entrevistado.


En cuanto a la manera de lograr un mecanismo por el que pagar, igual. El CPH disponía de criterio artístico para estratificar sus componentes, un buen ingreso con el que emprender proyectos y mecanismos para llevarlos a cabo. Doimeadiós hizo un encomiable trabajo y daba prestigio, era un artista más que un dirigente. En su habilidad para maniobrar estuvo el éxito inicial durante algunos años. Obviamente, imbricar a los humoristas al establishment bajo la égida del Mincult tuvo sus consecuencias. A pesar de las peleas (de algunas fui testigo y de otras protagonista), existía crecientemente una intención de «meter en cintura». Todo fue involucionando: dirigentes, organización, humoristas…

El 28 de enero de 2021 Alpidio Alonso, junto a una comitiva de funcionarios, embistieron a un grupo de jóvenes artistas e intelectuales que reclamaban por los acuerdos de la noche del 27N. El ministro de Cultura intentó arrebatar el teléfono móvil a un periodista independiente. Catalogaste el incidente como «bochornoso y lamentable». Argumentaste: «No es la fuerza física la que da fuerza moral. La más precaria inteligencia dicta que se está decidiendo por una actitud que genera una escalada. Y no creo que sea ni sabio ni revolucionario. Dialoguen, coño». 

A la altura de mayo de 2024, ¿es posible el diálogo?

Siempre es posible un diálogo. La historia lo ha demostrado. El lío es que los términos de ese diálogo cambian. Está en la inteligencia, la capacidad de supervivencia y la conciencia de lo que implica el fin del diálogo.

Refiriéndote al concierto de Pablo en 2022, el último, fuiste enfático: «… el que llenen el lunetario de entradas por organismo, como afirma la directora del Teatro Nacional, no es agua nueva. Y no constituye solo un mecanismo de “protección” del Gobierno. Es una herramienta de amedrentamiento contra los artistas».

¿A qué te refieres concretamente? ¿Cuál estrategia de coerción has experimentado?

En más de una ocasión, tanto en el Acapulco como en el teatro Mella o en el Karl Marx, he visto el mecanismo. Zonas completas del lunetario para organismos, llenas de individuos «combativamente dispuestos a repeler manifestaciones contrarias». Algunas veces saludé desde el escenario a esos espectadores. Pero siempre me pareció no solo coercitivo, sino peligroso e inmaduro. Una trifulca en un espacio cerrado de esa naturaleza es algo criminal. Y quienes alientan esas disposiciones nunca están en la platea. Sucedió con el filme Alicia en el pueblo de Maravillas, con conciertos de Carlos Varela, sucedió con muchas de las peñas y espectáculos. 

En cierta ocasión tuve que amenazar con suspender una peña en la sala de video del Acapulco, porque sin haber entrado público de la cola, ya la sala estaba al 50% de integrantes de las Brigadas de Respuesta Rápida. Aquello se ponía en candela. Y el artista en el escenario siente eso. Hay quien navega y logra su propósito sin mayores contratiempos, apoyándose en la naturaleza de su carisma, pero es siempre motivo de preocupación.

¿Cómo concibes una relación sana entre Estado y cultura? ¿Qué garantías son indispensables para los creadores?

La libertad de expresión, tanto desde el punto de vista formal como conceptual. No debe haber leyes específicas para los artistas. Las de la sociedad deberían bastar. Obvio: unas leyes en las que el discurso no sea de enfrentamiento. El Estado debe garantizar y fomentar su cultura, defenderla, protegerla, impulsarla. A fin de cuentas, la cultura es otro mercado. Las leyes que la mueven son similares. El mercado de la cultura necesita mucho apoyo en áreas implicadas en mantener tradiciones o desarrollar bellas artes al margen de ese mercado.


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Ulises Toirac con el actor Luis Alberto García y el cantautor Carlos Varela al terminar una función (Década de 1990) / Teatro Mella / Foto: Cortesía del entrevistado.


Hace poco escribiste que «Más grave que la falta de esperanzas es la ausencia de avizorarla en el futuro». Pero no te has ido.

Hay días que despierto dispuesto a irme. Otros, empecinado en quedarme. A pesar de cualquier madurez, soy un átomo del universo, con vida acotada y necesidades. La utilidad social cede a las aspiraciones personales y viceversa. Hay dos cosas ciertas: artísticamente aquí no me queda nada por hacer, comenzar en cualquier sitio a los 60 es un desafío épico. La vida dirá.


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Ulises Toirac ovacionado en el escenario (2015) / Teatro Terry / Foto: Cortesía del entrevistado.





Nota:
[1] Universidad Tecnológica de La Habana “José Antonio Echeverría”.





Ósip Mandelstam: la destrucción de un poeta

Por Vitali Shentalinski

En la noche del 16 al 17 de mayo de 1934, los agentes de la OGPU Guerásimov, Vepríntsev y Zablovski cumplieron una misión en el piso de Mandelstam en Moscú, en el apartamento 26 del número 5 de la calle Nashokinski.