El antónimo de isla

“Yuma”, más que un sema que implica un concepto, se me antoja un auténtico sujeto. Como si se tratara de un ente capaz de incidir en los cubanos. Por ejemplo, para quienes hace veinte años vivimos fuera de la Isla y se nos ha suavizado el acento, basta pronunciar dicho vocablo para que todo vuelva: empiezas a hablar como cubano. En su acepción original, aludía a los Estados Unidos (USA), y operaba más o menos como eufemismo. 

La frase: “Se fue pa’ la yuma”, significa que el viajero en cuestión (“gusano”) ha conseguido huir de Cuba hacia los Estados Unidos, ya sea de balsero o en vuelo regular. El término no tardó en extenderse a todo sujeto procedente de “el norte”, es decir, todo norteamericano es un “yuma”. 

En cierta época, “hacer algo yumático” significaba “estar enrollado, ser cool”. 

Luego el vocablo se ha enriquecido con un campo de significados más amplio: “Un yuma” ahora es todo extranjero. “Tener un aspecto yuma” significa “ir bien vestido”, vamos, con ropa de marca o cosa por el estilo. E incluso a los cubanos del exilio que visitan la Isla de vez en cuando, se les empieza a considerar más o menos yumas. 

Esta reseña del término —se me escapan sentidos, estoy seguro— me hace pensar otra vez en un sujeto: ¿El más antiguo de mis recuerdos? ¿Un compañero que siempre ha estado ahí, como una sombra? La memoria de mi espacio existencial siempre ha estado habitada por la palabra yuma. Es el santo y seña cuyos sentidos solo los cubanos conocen. Y resulta paradójico que sea un término que designa “lo extranjero”, uno de nuestros más indelebles sellos de identidad lingüística. Es como el antónimo de isla, la yan del yin (o viceversa), la mitad contraria que define el todo. 




Ablandar una lengua - Javier L. Mora

Ablandar una lengua

Javier L. Mora

“A medianoche / con el aire evidente / de lo mismo / atravesar la calle / subir las escaleras / y empujar”.

Selección del libro Ablandar una lengua, de Javier L. Mora, poemario ganadordel Premio de Poesía Editorial Hypermedia 2019.