Hamlet Lavastida: ¿Ser o no ser?

La voz inglesa hamlet apareció en la lengua de Shakespeare a principios del siglo XIV, derivada del francés medieval. La primera de las acepciones de este sustantivo colectivo apuntaba a la comunidad: aldeaburgocaserío. Tres siglos después, el Bardo la usó para nombrar obra y protagonista de una de sus tragedias más conocidas. En el monólogo más citado de Hamlet, el joven príncipe hace una pregunta retórica que —a diferencia de las dictaduras— no tiene fecha de caducidad. Aquí me he tomado la libertad de traducirla al español, manteniendo la métrica endecasílaba:  

“Ser o no ser, es ese el gran dilema:
¿debe acaso aceptar el alma noble
el sufrimiento de la cruel fortuna
o luchar contra un mar de adversidades
y así, al hacerles frente, derrotarlas?”. 

No puedo leer estos cinco versos sin pensar en el Hamlet nuestro. Sí, nuestro. No nos hemos conocido en persona. No hemos intercambiado palabra. Somos amigos en Facebook, pero la amistad que le profeso va más allá de redes sociales. Me refiero al artista Hamlet Lavastida, que goza de una impresionante trayectoria, con exposiciones individuales y colectivas en una igualmente impresionante lista de instituciones, dentro y fuera de Cuba. 

Lavastida encarna al menos dos atributos a los que teme el régimen de la Isla: es un artista excepcional y es un cubano que ha decidido vivir en libertad a pesar del totalitarismo que impera en su país de origen. Es, además, un ciudadano que conoce sus derechos y que es capaz de imaginar —e imaginarse en— una Cuba en la que no reine el terror de Estado. De ahí que hace poco más de una semana, luego de concluir una residencia artística en Künstlerhaus Bethanien (Alemania), decidiera regresar a la Isla, a sabiendas de que el único arte que promueve el castrismo es el arte de la represión

Al llegar a La Habana —vacunado y con una prueba negativa de coronavirus—, lo enviaron a un centro de aislamiento del cual debía salir el sábado, 26 de junio. “Debía salir” pues ese día, antes de que pudiera reunirse con los suyos, la Seguridad del Estado lo secuestró y desde entonces lo mantiene detenido, incomunicado y sujeto a una serie de interrogatorios en los que se le acusa de “instigación a delinquir”, un cargo kafkiano inventado por el mismo sistema judicial que creó la peligrosidad social predelictiva

A pesar de que se trata de un artista de renombre, esto no ha de ser requisito para exigir su liberación. El derecho a pensar, a decir y a manifestarse no es patrimonio exclusivo de quienes, desde las artes, revelan su visión del mundo. De igual modo, tampoco son los artistas los únicos acosados por esa junta militar cubana que, en sus estertores, tira zarpazos de animal malherido. 

Mientras tantos de quienes fuesen mis amigos en la vida real hoy —desperdigados por el mundo— optan por el silencio, por mirar a otra parte, por la apatía o por sucumbir ante el miedo, Lavastida, con su actitud, con el mero hecho de entrar a nuestro país y de poner el cuerpo, defiende mi derecho y el derecho de cada compatriota que lea este texto. Lo menos que puedo hacer es defender el suyo cuando el régimen le quiere poner una mordaza

Esto es personal. Hoy es Hamlet Lavastida. Mañana podría ser tu mamá, tu prójimo, tu hermano. Despierta, Cuba. Esto te concierne, donde quiera que estés. Recuerda aquella denotación inicial de hamlet. Y solidarízate. 

Ya es hora de movilizar a la aldea, al burgo, al caserío. 


© Imagen de portada: Leandro Feal.




Profilaxis y normalidad - Hamlet Lavastida

Profilaxis y normalidad

Hamlet Lavastida

Estamos ante un conflicto global que plantea una visión mucho más restringida de las libertades ciudadanas. El Estado socialista de la República de Cuba hace décadas viene instrumentando tales restricciones. Desde antes de esta crisis, la ciudadanía cubana vivía bajo sus signos; desde allí, pacientemente observaba la futura y venidera normalidad.





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