#NoSomosDesertores: Miguel Guerrero Fernández

Tenía 26 años a mediados del año 2014 y, para orgullo de mi familia y mío, me estaba graduando de la carrera de Medicina. Había estudiado por seis largos años en la provincia de Holguín. Y fue a finales de ese mismo año cuando el gobierno cubano me envió a Venezuela. Recuerdo que iba con el alma cargada de ilusiones, esperanzas y ansias de ayudar al necesitado. Estaba recién graduado y solo pensaba en mi profesión y en la bella labor que es curar y entregar salud.

Al llegar a Venezuela comencé a trabajar inmediatamente en el estado de Carabobo, municipio Guacara, en un Centro de Diagnóstico Integral (CDI) de la localidad de Yagua. Era la primera vez que me despegaba de los míos; era la primera vez que salía de Cuba y debo confesar que me dolió mucho despedirme de mis padres, esposa e hijo. Antes de salir de Cuba me hicieron firmar un contrato por tres años; debo confesar que no lo leí, y nunca me dieron una copia.

La inexperiencia y el estrés del proceso jugaron a favor del gobierno cubano. Solo recuerdo que me quejé porque no quería irme tres años lejos de mi familia, y algún jefe o supervisor que estaba allí me contestó que debía aceptarlo y que después eso se cambiaba. Al día siguiente ya estaba en Venezuela. Al llegar, me entregaron un documento que tuve que firmar. Eran como las reglas de la misión. Con ese documento te chantajean para quitarte el dinero. Te dicen que son los reglamentos, pero después te chantajean con él.


Código de Ética del Colaborador Internacionalista Cubano. 
(Cortesía de Miguel Guerrero Fernández)

Código de Ética del Colaborador Internacionalista Cubano.
(Cortesía de Miguel Guerrero Fernández)


Pasada la primera semana desde mi llegada, ya estaba familiarizado con la vida dentro del CDI; tenía bajo mi cuidado una sala de observaciones con seis camas y una pequeña unidad de cuidados intensivos con capacidad para cuatro pacientes, además de un cuarto de apoyo vital para atender las urgencias.

Lo primero que noté era que más del 90% del personal médico y de logística con el que había tenido contacto era cubano, desde el aeropuerto hasta los que administraban la farmacia en el CDI. Sentía que no había salido de Cuba: era una especie de gobierno cubano dentro de Venezuela, tenían todos los recursos a disposición de ellos; en 18 meses nunca vi a un jefe venezolano hacer una auditoría o controlar algún recurso. Honestamente, en algún momento pensé que eran los cubanos los que llevaban las riendas de todo en el gobierno de Nicolás Maduro.

Transcurrió el primer mes y comencé a notar una presión constante por parte de mis jefes para debía cumplir con las “estadísticas”. ¿Qué era lo que me exigían los coordinadores de la misión? Pues resulta que había que cumplir con hospitalizaciones semanales: me obligaban a ingresar pacientes que perfectamente podían ser tratados ambulatoriamente desde sus casas. Fueron varias las discusiones que tuve con mis superiores por aquel motivo, yo no encontraba explicación para tal barbaridad. Llegaron a amenazarme que si no cumplía con “mi trabajo” me iban a enviar para Cuba sin ningún tipo de remuneración económica.

Lograron doblegarme, comencé a mentir y a llenar historias clínicas de pacientes que nunca existieron. Inventaba pacientes fantasmas para salir de aquella presión que me asfixiaba. Poco a poco comencé a notar que no era solo yo el que mentía: eran los optometristas, los trabajadores del laboratorio, el técnico en rayos X, el de la farmacia y hasta el dentista.


Miguel Guerrero Fernández durante la misión en Venezuela.

Miguel Guerrero Fernández durante la misión en Venezuela.


Comencé a analizar y a investigar por qué razón había que cumplir con indicadores estadísticos y a dónde iba a parar todo aquello. Descubrí que al tener un alto índice de ingresos y de pacientes atendidos, el gobierno de Cuba recibe miles de dólares por ese servicio. El gobierno de Maduro pagaba por cada uno de esos pacientes que nunca existieron, que nos obligaban a inventar. Lo más triste de todo es que el régimen de La Habana nos utilizó y aún nos utiliza para saquear los recursos y el poco dinero que tiene el pueblo venezolano.

Asqueado de todo, y en medio de una guerra interna con mis sentimientos, comencé a abrir los ojos y decidí buscar mi libertad y dejar de ser un esclavo útil a la dictadura de mi país. Han pasado cuatro años desde que llegué a los Estados Unidos; ahora vivo con mi mujer y mis hijos en tierras de libertad.

Mis padres viven en Cuba y cargo sobre mis hombros una condena de 8 años en los que no puedo regresar a mi país de origen. Hace 4 años se me impide abrazar a mis padres y regresar al país que me pertenece por naturaleza, por derecho.

En Cuba existe una dictadura totalitaria que viola mis derechos y los de mis padres, un régimen que separa familias y utiliza a sus ciudadanos a su conveniencia, mientras profesa hipócritamente unos servicios de salud pública que solo sirven para saquear países y manipular gobiernos.


Miguel Guerrero Fernández, Estados Unidos, 2020.

Miguel Guerrero Fernández, Estados Unidos, 2020.




Tatiana Carballo Gómez

#NoSomosDesertores: Tatiana Carballo Gómez

Tatiana Carballo Gómez

Estoy condenada a no regresar a mi país por 8 años. Aunque ahora además de desertora me consideran disidente, así que jamás podré regresar.