Un arma contra uno

Revisión médica de la patria

Nos llamaron para el examen anual de ciudadanía. 

“Queremos una nación sana”, dijo el funcionario. 

Evaluaron mis pulmones como si respirara por el país entero. 

“Capacidad limitada”, declaró la doctora. 

Pensé en los ancianos que aún bailan danzón. Ellos respiran mejor que cualquier bandera. Me obligaron a firmar un compromiso. Firmé con tinta azul: libertad diluida.

El Estado tosió. Yo no.



Acta nocturna

Nos encontraron en el muelle, abrazados. El informe decía: “acto impúdico entre varones”. El mar tenía una opinión distinta. “Indicios de corrupción”, anotó el oficial. Mi compañero temblaba, no de miedo sino de rabia. Pensé en el agua: nadie puede arrestar una ola. Cuando nos llevaron a declarar, me negué a hablar. El silencio no es delito. Al amanecer, el muelle estaba vacío. Solo quedaban dos sombras mezcladas, imposibles de separar.



Espejo doblado

El médico me pidió que caminara desnuda frente al espejo. 

“Así vemos mejor la anomalía”, dijo.

Solo vi mi sombra moviéndose libre. Ellos vieron dobleces, excesos, fallas.

“Dos identidades luchan aquí”, anotaron.

No sabían que mi lucha consistía en no reírme de ellos. Cada paso que daba era un gesto de fuga. 

Cuando apagaron la luz, mi reflejo siguió caminando. Una anomalía que no pudieron encerrar. Los espejos también pueden desobedecer.



Taxonomía de la noche

Cada madrugada, el policía higienista recorría el barrio marcando puertas con tiza. A los negros, una cruz; a los pobres, un círculo; a los raros, un triángulo. 

Aprendí a borrar la marca antes que el sol la viera. No por miedo: por dignidad. Decían que éramos focos de contagio, sombras peligrosas en el mapa del orden. Pero la noche nos devolvía una libertad que ellos nunca midieron. 

Una vez me preguntó un niño: “¿qué marca te ponen a ti?”. 

“Ninguna”, respondí, “no saben cómo dibujarme”. 

Esa madrugada las figuras en las puertas desaparecieron misteriosamente. 

Nadie entendió que las borramos todos juntos, como si estuviéramos limpiando el futuro.



Sala de anatomía moral

Me tendieron sobre la mesa fría y dijeron que buscarían “el origen del vicio”. Solo veía el reflejo tembloroso de mí misma en el metal pulido del bisturí. 

“La desviación deja marcas”, murmuró el profesor, como si mi carne ocultara una brújula rota. 

Abrieron libros, antes que abrirme a mí.

Mi cuerpo, sin embargo, decidió mentirles: ninguna medida coincidió, ninguna teoría encajó. Uno tras otro, los estudiantes se frustraron ante mi silencio indócil. 

“Caso atípico”, anotaron en el registro, cansados. 

Sonreí. No se dieron cuenta de que respiraba fuera de su norma. 

Salí de la sala caminando, igual que entré: torciendo suavemente la dirección del mundo. 

Nunca encontraron mi “origen”. Nunca acepté ser destino ajeno.



Inventario incompleto de mi cuerpo

Me encontraron bajo una lámpara verde, desnudo, como si fuera un mapa. El doctor dibujó líneas en mi espalda.

“Afeminado”, escribió. 

No hablé. Aprendí que la lengua también puede ser un arma contra uno. Afuera llovía, y pensé: 

“La lluvia no tiene archivos”. 

Me pesaron, midieron, clasificaron. Cada cifra era un barro nuevo pegándose a mi piel. Cuando me pidieron firmar, puse otro nombre. Uno que no existe. 

“Monstruo”, dijo el asistente, creyendo que yo no oía. Sonreí. Un monstruo no cabe en ninguna tabla.

Esa noche escapé del hospital por la ventana de lavandería. Al amanecer, la lluvia borró mis huellas como si jamás hubiera sido medido.



La Viral, El Capturado, La Moderada, El Desplazado, La Que Borra

La Viral

No camina: se esparce.

Alguien la ve una vez y ya está en todas partes, repitiéndose con alegría feroz. No le interesa la verdad, solo la velocidad. Las personas que la tocan sienten un cosquilleo primero y después una urgencia irracional de compartirla. Cuando finalmente desaparece, deja un vacío extraño, como si uno hubiera amado una mentira sin darse cuenta.


El Capturado

Fue libre hasta un martes cualquiera, cuando una cámara lo atrapó sin permiso.

Desde entonces, donde vaya aparece su imagen adelantándose unos segundos, como una sombra digital que decide por él.

Ha intentado correr más rápido que su doble, pero el doble siempre sabe adónde irá. El Capturado ya no teme a la muerte, solo a quedarse fijo en un fotograma que no eligió.


La Moderada

Tiene tijeras invisibles.

Las usa para recortar las palabras de todos, pero nunca toca las suyas.

Si alguien dice algo incómodo, ella sonríe, alza la mano y corta la frase por la mitad. 

La gente la adora porque evita conflictos. La gente la teme porque evita verdades.


El Desplazado

Se sienta un día en su silla y de pronto descubre que alguien más ocupa su lugar.

Entonces va a la cocina y también allí está otro él, más joven, más seguro, más querido.

Cada habitación alberga una versión suya distinta y ninguna lo reconoce como el original.

Al final se queda de pie en el pasillo, sin ubicarse en ningún cuerpo. Por primera vez, comprende el significado literal de “desplazado”.


La Que Borra

No se anuncia. Aparece cuando alguien empieza a recordar demasiado. Extiende su mano pálida y con suavidad va borrando detalles: la voz de una persona, un olor, un gesto.

Nunca borra lo importante. Borra lo insoportable.

Pero la línea entre ambas cosas es finísima. Cuando se marcha, uno queda con una calma que inquieta, como si hubiera perdido algo vital sin dolor.



Criaturas

Longilíneo

Aparece solo en pasillos muy estrechos, donde obliga a todos a pegarse a la pared.

No habla. Se inclina un poco, como pidiendo disculpas por existir demasiado. Pero su paso deja una sensación extraña, como si hubiera estirado el tiempo.

Quienes lo han visto dicen que salen de esos pasillos más viejos, aunque nunca saben cuántos. Su destino natural son los edificios donde nadie quiere quedarse, pero nadie puede abandonar.


Descosida

Sus movimientos crujen, como si cada paso soltara una puntada. No está rota. Está deshecha poco a poco, con dignidad.

Cuando se sienta, el suelo recoge hilos que no pertenecen a ninguna tela conocida. Los niños la siguen porque piensan que es un juego. Los adultos no la miran para no contagiarse.

Dicen que, si duerme lo suficiente, vuelve a coserse. Pero nadie la ha visto dormir.


Reidor de Fondo

No se lo ve nunca. Solo se oye una risa breve, imposible, que surge en el momento menos oportuno.

La risa desarma conversaciones, rompe la solemnidad de cualquier discurso, descoloca reuniones enteras.

Algunos dicen que es un fantasma del sentido común. Otros aseguran que no existe, que la risa es la de uno mismo, escapándose sin permiso.


Muda Visitante

Siempre aparece vestida de manera impecable, como si en su mundo hubiera fiestas diarias.

Camina despacio. Observa todo con atención, pero jamás pronuncia palabra. Cuando por fin abre la boca, solo sale aire tibio. Como el suspiro de alguien que decide no intervenir.

Se marcha sin dejar huella, salvo una sensación de que algo importante estuvo a punto de decirse.

Y no se dijo.


Rotador

Gira. No tiene dirección fija. Simplemente gira, como si buscara la posición correcta para existir.

Si pasa cerca de una lámpara, la luz cambia de forma. Si pasa junto a una persona, esa persona recuerda algo que no quería recordar.

No es maligno. Tampoco es benévolo.

Solo gira.

Y gira.

Y gira.

Hasta que todo alrededor encuentra un ángulo nuevo.