Millennium
Show me the meaning… Ustedes vivieron con rebeldía la aventura de cantar a escondidas la música en inglés de Los Beatles. Nosotros no formamos parte de esa rebelión, tarareamos libremente las canciones de los Back Street Boys y presentamos las coreografías de sus temas en los matutinos; junto a los poemas de Guillén y los comunicados que conmemoraban el Ataque a Playa Girón, bailamos como los Back Street Boys.
Y todas queríamos ser novias de Nick, de Brian, de Kevin, de Howie y hasta de A. J., con sus tatuajes y sus uñas negras. Bailamos sus canciones en descarguitas repletas de gente de varias edades, en la casa de algún niño rico con padres en los Estados Unidos, en la casa de un yumita del porvenir.
Bailamos en la penumbra de salas que tenían videos y nintendos bajo tapetes de encaje, con equipos de hasta cincos discos. Tratamos de conquistar a los yumitas del porvenir que llevaban la melena como Nick, que traían los tenis de Nick, ¡el pulóver de Nick!
Sin embargo, no tardamos en descubrir que el chico de los tenis sin marca, el del pulóver de siempre, besaba mejor que el de la Nickʼs Melena. No tardamos en descubrir por qué no había riesgo en el inglés de los Back Street Boys, y ahora, quince años después entiendo su tragedia.
Cuando los veo sufrir en un documental, lloro junto a ellos, comprendo la estrategia de mercado que los convirtió en estrellas, entiendo (a pesar de sus millones) el dolor de su fracaso, y lamento la voz rajada de Brian, la más bella de entonces, y quiero consolarlos, quiero que sepan que fui feliz con ellos, que no me importó tener en la primaria los tenis de luces para bailar sus coreografías y luego en la secundaria los tenis rosados de 2 dólares, igual seguí bailando y no los traicioné nunca, ni con los NSYNC ni con las Spice Girls.
Aunque reconozco la genialidad de los Beatles, no me recuerdan mi timidez adolescente y tampoco son parte de mi rebeldía.
Tell me why? Mi rebeldía se parece más a la de los Back Street Boys: sobrevivir sin cambiar el mundo. Soñar con la blancura de sus camisetas, con lo efímero de su triunfo, con la fragilidad de su estrella, de una estrella que también tenía yugo, yugo y estrella al mismo tiempo, una estrella con luces de led y un yugo de silicona.
Now I can see…Ustedes tuvieron a los Beatles, pero nosotros tuvimos a los Back Street Boys.
Homo Edípico
Ceguera crónica, ese es mi diagnóstico final. Padecen de ceguera a los veinte, a los treinta, a los cuarenta, a los cincuenta, a los sesenta, a los setenta, a los ochenta… Cuando nacen y abren los ojos, ya están ciegos.
Son peores que Edipo porque ni siquiera quieren saber, han perdido la curiosidad por lo importante, solo conservan la inquietud barata de cómo es lo que tienes bajo la falda; pero el espíritu de desentrañar hasta la médula, ese, está antropológicamente perdido.
Solo cuando ven a Yocasta ahorcada entre sus trenzas se percatan del desenlace. Para que suene más trágico: hasta que la madre-mujer-vagina-puerto de entrada y de salida no está perdida para siempre, no se dan cuenta de que tienen que luchar, no se dan cuenta de la canción repetida, del salidero, de la mirada en el suelo.
Para ser aún más clara: Yocasta tiene que morir, o en el mejor de los casos hacerse la muerta y/o darse a la fuga, para que ellos sean Caballeros gallardos y se pongan la espuela. Solo entonces se les activa el espíritu detectivesco, el Areté, el Macho Alfa. Entonces quieren ser Freud, Heredia y Nacho Vidal al mismo tiempo.
Para ti, que ahora quieres ser mi albañil, mi plomero, mi entrenador personal, mi estrella porno, mi masajista, mi psicoanalista, mi socio, mi amante, mi padre, lamento informarte, my brother, que ya estoy ahorcada, estoy suspendida en el aire con la mirada hacia el cielo y el cuerpo estirado. No quiero poner los pies en esa tierra, ya no más tierra pantanosa con apariencia de fertilidad, ambos sabemos que de esa superficie no brotará más nada, ambos sabemos que esa tierra es un abismo.
Y te lo dije, coño, te dije que no esperaras a sacarte los ojos, que cuando te sacaras los ojos por fin lo verías, pero entonces tendrías que irte, estaba dispuesta a prestarte mi visión, te dije: “se tú las manos, pero yo seré tus ojos”, te dije: “por ahí no, mijo, sé los pies pero déjame ser tus ojos”. Ahora culpas a toda Tebas, ahora hasta los broches de mi vestido, que tú mismo arrancaste para sacarte los ojos, son culpables.
No querido, no son mis broches, son tus ojos los culpables. Es tu ceguera crónica, la tuya y la de tus antepasados, la tuya y la de los que te rodean, la tuya y la de los que te seguirán.
Ceguera crónica, así va el Homo Edípico vagando por las ciudades, llorando a Yocasta que fue su madre-mujer-vagina-puerto de entrada y de salida, mostrando a todos su desgracia, apoyado en bastones que va encontrando en el camino. Y aunque todos compadecen su dolor, todos saben que su padecimiento es crónico, no se cura, todos saben que ese es su destino, que lo gozó mientras pudo. Todos saben que no hay remedio para el Homo Edípico.
El docudrama
Querida Mariela, ¿de qué te quejas? El polvo de ladrillo cruzando las edades de tus hijos. La obsesión del baño, ¡salir de la letrina, coño!, era ascender en la escala universal.
Para ti, la canción de La Lupe: “Las lágrimas no hacen ruido al caer, y por eso mi corazón se muere, se muere, y nadie lo podrá saber”.
Ahora tu hijo va a la FMC, a reunir el dinerito para el documental sobre tu vida. Has tenido una perra vida que ahora te hace interesante, y la FMC y su colectivo de mujeres que están en contra de los golpes (pero que nunca han recibido un buen piñazo) aportará sus visiones ajenas y sofisticadas sobre la violencia, sobre tu violencia, porque no me digas, querida Mariela, que no eres violenta. Después de todo lo que has pasado, la violencia atraviesa tu cara y se disfraza de dureza, de experiencia; ahora tu violencia es seductora y tu vida me inspira un texto desleal que jamás alcanzará ni un ápice de tu franqueza. Ahora la FMC tal vez le dé a tu hijo lo que a ti no te dio.
“Me gusta cuando callas porque estás como ausente”, y lo sabes Mariela, sabes que ocultaste la historia de tu madre, dijiste lo que hizo pero no lo que no hizo. Solo hablaste de los hombres, pero detrás de tu relato hay muchas mujeres: tu madre, tus vecinas, tus hermanas. Todas ellas fueron tan hijas de puta como ellos, pero esa parte no la digas nunca, Mariela: desmontarías otro altar, eso no les gustará a las feministas, sería un “desenfoque” de género, una cámara en la mano derecha a lo Dogma 95, y en la izquierda el machete y la luz apagá, debemos seguir creyendo en la Virgen María. ¿No has pensado que puede existir una santa llamada Virgen Mariela, que no sea virgen como tampoco lo fue María?
“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Tu hijo te nombra, Mariela, pero el padre de tu hijo es un tema delicado, mujer, no debemos hablar sobre eso, ahora él no puede contestar, recuerda “no mencionar el nombre del padre en vano”. (¡Qué difícil es esto de callar, de escribir! Nunca es en tiempo real, jamás se sabe cuando no se escribe en tiempo real).
Tú, centinela, tú, guardiana, cuando cuidadas aquel almacén y descuidabas a tus hijos en la noche. Por eso eres custodio, tu faena es cuidar, mujer, pero el insomnio acelera el envejecimiento. ¿Sabías, Virgen Mariela, que cuando no duermes los pelos crecen más? Recuerda tus piernas antes y después de una guardia, tu organismo trabaja junto a tu mente, no descansa. Por eso cuando amanece eres una miliciana, una barbuda, una rebelde vestida de CEPRO.
El hongo en la uña de tu hijo nunca sanará, ni aunque le eches mierda de gallina, ni aunque tu rancho tenga tres pisos, ¡es la herencia, Sweet Mariela! Ahora tus dedos tullidos de hacer tantos zapatos merecen la foto de alguna estudiante frívola que comercia con las desgracias ajenas: ¡Chiss!, inclina los dedos y posa para el primerísimo plano de tu artritis. No imaginaste que haciendo los zapatos de otros hasta la madrugada podrías salir caminando por ti misma, con tus hijos, por ti misma. Sí, yo creo que sí lo sabías, y no lo dijiste por modestia, por no hablar de ti misma, porque las cosas para que se den…
Mariela. Mari helada en medio del ciclón, viendo las nubes confusas, las estrellas opacas, la lluvia golpeándolo todo, en ese cielo no estaba Dios, Mariela, lo hubieras visto, y tampoco estaba la FMC. Debajo de una colcha entripada en agua, amarrando a los animales para que no se fueran ellos también a donde se fue el techo, y tú, tú sabes que varias veces en la vida, aunque no lo digas, hubieras deseado… por lo menos, descansar, pero tu olfato de celadora no te lo permite.
¿De qué te quejas, querida Mariela? Has logrado mucho en la vida, has aprendido la lección de la soledad, de la independencia. Lo conseguiste, tus hijos son grandes y fuertes, tienes tu propia casa, un toilette esmaltado, blanquísimo, más blanco que los dientes del primer hombre al que amaste, ese que no quiso vivir contigo cuando comenzó a hincharse tu barriga, ese que no tuvo tiempo de golpearte como sí hizo el segundo, y aquel otro, y este otro.
Aprendiste a prescindir de los hombres, aprendiste que tus sueños estaban errados, que un hombre no puede amar sin someter y que si lo amas se marcha. Por eso decidiste no amar y desdoblarte en el hombre/mujer que limpia el patio, se roba los pleibos para tapar los huecos del techo, compra los mandados, destupe la fosa, arregla la cocina, carga los ladrillos, lleva a los niños a la escuela… Preferiste la multiplicación de roles a la división de roles. Para amar están los hijos, ¿verdad, Mariela? Tu hija tiene dos hijos también, una hembra y un varón, ellos son chicos y juegan de manos. Se dan golpes, como también se dieron tus hijos y como también se golpeaban tus hermanos, ¡la Sagrada Familia!
¡Qué ojos tan bonitos, Mariela! Te ves joven para tu edad, te conservas bien, la piel tostada no te queda mal, el pelo ondulado con ese color miel te da un aire de distinción. ¡Cualquiera diría que has sido tan feliz! Después de la entrevista pides a tu hijo que te lleve a Coppelia, es el premio que reclamas por tanto llanto, has llorado mucho, has llorado casi todo el tiempo. No debes llorar, Mariela, ¿qué dirían las jóvenes de la FMC? “Las mujeres no lloran, eso es de hombres”. Te tomarás una ensalada de colores junto a tu hijo, él está muy entusiasmado con el proyecto. Debes hablar bajito, para que los habaneros no perciban tu acento de Reina Oriental, como las protagonistas de esas Novelas de la Tierra.
Un poco de talco, una pasadita de mano por el pelo. ¡Eso, adelante! Como si nada, mujer, que el paraíso está en la otra esquina. ¿No te has leído esa novela de Vargas Llosa? Es por aquel juego infantil, ¿no lo recuerdas? (Rober, nunca le des esto a tu madre, prepárate para el pitching pero nunca leas esto a tu madre. Perdóname, amigo, pero si abres la herida debes salir lastimado tú también).
Mariela, ¡Mariela! ¿En serio no te has leído El paraíso está en la otra esquina?
Regularidades
¡Ay, papi!, qué confundida me tiene esto del dinero.
Yo hasta he pensado en Recomendarte que te busques una temba paʼ que te mantenga.
Yo, la verdad, fabulo a veces, cuando camino con los cuarenta quilos de la guagua, cuando miro los calientes Refrescos de lata, he imaginado que me encuentro con un millonario que de Repente se enamora de mí y me compra un champú Revlon que me alisa el pelo, el juego con la crema peinadora y la de tratamiento. Un millonario que me Rescata en un Audi Rentado que no hace RRRR cuando lo aRRancan.
Pero después pienso en mi poca mulatez, en mi quieta seducción, en mi pálido erotismo, en mi sensualidad germánica de poca altura, de poca monta, en mi extranjerismo de Ropa Reciclada, en mi necesidad de buscarme hasta las desgracias, pero buscármelas yo. Y pienso en ti, y prefiero entonces quedarme con tu concepción eurocéntrica del mestizaje.
¡Ay, papi!, si me encontrara de pronto una cámara Canon, si me encontrara un camarón con un superlente paʼ que pudieras filmar tus peliculitas, si pudiera Regalarte una MacBook Pro paʼ que te pases tres meses editando un corto de cinco largos minutos. Ay, papi, si no pudiera verte más…
Por mi madre te lo juro, no soy materialista, soy profundamente idealista, tanto que aseguro que la sombra es materia, pero la verdad es que ni el sol nos da.
Yo te pregunto, hoy como ayer: ¿tú crees que así se pueden sentar las bases de una Relación?
El muelle del colchón me tiene loca, cuando me estoy quedando dormida me despierta el Roce filoso, cuando estamos haciéndolo, cuidaʼo con el perro que muerde callaʼo, y venga el pinchazo. ¡El hueco de la cama me está desfigurando la figura!, y no es que me lo figure, ¡es Real!
Dicen que no por mucho madrugar amanece más temprano, pero lo cierto es que cada vez en la casa oscurece más Rápido, las lámparas se están fundiendo con más sincronización que las voces de la Schola Cantorum Coralina, y yo Rezando: ¡Ave María! ¡NO!, ¡NO!, ¡NO dejes que se apaguen, NO dejes que se apaguen las lucecitas!
Mira, papi, saca la cuenta, ¿de cuántos lugares nos han botaʼo? De Holguín, del Mónaco, del Cotorro, del ISA… Del único lugar que no nos sacaron, porque ahí sí nos querían, fue de Micro X en Alamar. ¡Ah, la mar serena en el Macro sufrimiento de un sexto piso en el edificio XXI de un siglo de mierda! Pero de allí sí nos fuimos nosotros porque se puede ser guajiro, coño, pero no comemierda. Porque se puede cantar, pero no en una jaula. Porque se puede… Mira mejor lo pensamos antes de seguir.
¡Qué Recurrencia con el abandono!
No sé qué hacer para lavar más Rápido, me encanta que te pongas el short blanco, pero, ¡ay, papi!, se me Retuerce el hígado cada vez que lo lavo con estas manos de muchacha de 26 años. Lo estrujo con jabón de añil para que siga blanco pero siempre pasa algo. Se mancha con el óxido de los palillos o se caen los cordeles con toda la Ropa blanca, y me cago en la hora en que mi mamá decidió parir sin tener antes una lavadora. Me cago en la Resignación con la que mi mamá lleva cincuenta años lavando con sus manos de venas hinchadas, y no es metáfora, de verdad se le hinchan. Y me cago en la Resistencia con la que Recojo la Ropa que se ensucia, con la que tú y yo disimulamos las manchas de óxido, acomodamos el cinto, bajamos un poco el pulóver, y nos miramos en el pedazo de espejo, vemos la imagen incompleta, los objetos prestados de nuestra casa Rentada, mmmm, vamos a pensarlo mejor…
Hagamos una Subasta de Principios, vamos a vender todas nuestras aspiraciones, nuestros presupuestos estético-artísticos, nuestra concepción humanista de la vida, cambiemos nuestra ética por un poco de estética, y si la gente nos acusa de traidores y vende-cuerpos, les diremos: “un momento, gentecita, un momento, lo que piensen de nosotros es pura doxa, mejor hablemos de Principios, de Leyes, la Ley de la Evolución de las Especies, la Ley de la Dialéctica, la Ley de la Gravedad”.
Sí, es grave el asunto, es urgente, no se Resuelve con buena voluntad ni con Buena Fe, ¿qué es eso de comprarse una bicicleta y ponerle motorcito?
No sé si es peor ser un Ratón de alcantarilla o de laboratorio. En el fondo yo prefiero cantar: “le fui poniendo un poquito de amor”, aunque ya esto se me está pareciendo a una gala cultural por el 14 de febrero. Yo quiero ser universal, quiero ser profunda, hacer grandes proezas por ti, pero lo más heroico y arriesgado que te he ofrecido es que me la introduzcas sin condón, sí, porque una estudiante de Teatrología nunca debe introducírsela mientras grita “métemela”: eso no es de futuras licenciadas…
Ay, papi, si de Repente pudiera tener dinero sin Robar, sin matar, sin adular, sin templar; si pudiera ser escritora y tener dinero; si pudiera ser artista y tener dinero; si pudiera pensar solamente en lo que quiero y no en lo que necesito; si pudiera, casi, cachi, ser como Kcho.
Bueno, cariño, cómete el pollito Refrito del comedor obrero del ICRT mientras vemos la película El perfume. También pondré dos inciensos inoloros que guardo hace seis años para una ocasión especial, esperemos que se consuman despacio, sin agotarse, en lo que yo Repaso mentalmente nuestra fidelidad prehistórica, nuestro cariño Rabioso, nuestros conflictos patéticos, y de nuevo encuentro belleza, coincidencia, poesía en las consignas eRRáticas de nuestra vida Regular, y de Repente, Repaso:
¡Robar Refrescos Rápido!
¡Regalarte Ratón Refrito!
¡Ropa Reciclada Resuelve!
¡Rescata Relación Rezando!
¡Rap rabioso Retuerce!
¡Resistencia Rentada!
¡Recomendarte Resignación!
¡Recurrencia en el amor significa: Roce Regular…!