Un partido de futbol cualquiera
A la memoria del Denis.
A todos los que estuvieron en la cancha.
El día no estaba nublado cuando salí de la casa. El Magua y yo siempre nos veíamos en la parada media hora antes del juego. Era el 1 de septiembre de 2013. Un domingo de futbol cualquiera. Llegó una 191 y nos montamos. En ella iban Manolo, Jonás, Denis y creo que Dayron y el Chapo, pero no recuerdo bien.
Todos nos saludamos y nos dimos cuenta de que esa tarde íbamos a ser rivales. Menos Denis, que apenas me paré al lado de él me dijo que iba a jugar con nosotros, que había fichado por los Reyes FC. Estaba contento. Me decía que lo habían llamado (Wichy probablemente) porque necesitaban un defensa, yo también lo pensé mientras me lo decía. La zaga del equipo estaba escasa y ya Yusdel (el hermano gemelo de Yasmani) no estaba.
“Qué bien, entonces vamos a jugar juntos en la central”, le dije.
Además Denis tenía un buen tamaño para ir por arriba, y si medía bien los tiempos y me escuchaba no íbamos a tener muchos problemas atrás. Eso pensaba en lo que él me hablaba, pero también pensaba que estaba molesto con mi novia, y que la había abandonado con una amiga en el concierto de la noche anterior. Por eso casi no hablaba mientras nos íbamos acercando a la cancha. Mi cabeza estaba en otra parte.
Cuando llegamos al Saborit había un juego por la primera mitad. Era normal que los partidos se atrasaran y más si era un amistoso. Íbamos a jugar contra el Habana United, un buen equipo pero siempre pecaban por hacer pocas rotaciones. Abelito era su capitán. Los muchachos de los Reyes hicieron bulla cuando llegamos a las gradas. Algunas veces solo lo hacían por mi reputación de asesino. Pepe, Beolwulf, jíbaro, Dios, El león de Bilbao etc., son algunos de los apodos que gané desde que comencé a jugar como defensa. Y creo que me los merecía.
La tarde se fue nublando mientras esperábamos. Creo que así fue como formamos ese día: el Denis de titular conmigo, con el Gordo en la portería, Pablo por la derecha y Long en la izquierda. Wichy en la contención y Osvaldo manejando los hilos como enganche. Robertico en el extremo derecho y Cokito (otro de los Vietnamitas que tenía el equipo) en el izquierdo. Tito (como capitán, yo era el anterior) y Yasmani delanteros. Sí, estoy casi seguro que así formamos. Aunque creo que Raudel jugó por la izquierda el primer tiempo y Cokito lo sustituyó después, pero lamento que no pueda recordar. Eso sí, teníamos tremenda banda.
Ya había comenzado a tronar cuando empezó el juego. No teníamos árbitros, así que un muchacho nos hizo el favor de pitar el encuentro. De un momento a otro iba a comenzar a llover, pero los truenos eran lo más preocupante.
Salvo por los muchachos de Jaimanitas y algún que otro que me viene a la mente, no me acuerdo de la mayoría de los que jugaron en contra aquella tarde.
Entre la lluvia que ya caía y los truenos a lo lejos, tuvimos un primer tiempo sin problemas. El césped mojado se encargaba de frenar la velocidad de sus delanteros. Logramos convertir un gol antes de que el árbitro pitara el final, y nos fuimos corriendo para las gradas. Estaba temblando del frío. Tenía los tacos llenos de fango, pero lo principal era que el equipo estaba tocando bien la pelota. Si hubiera sido un partido oficial habría sido suspendido, pero a veces el placer de sentir el balón rodar entre los pies es irremplazable. Así que comenzamos el segundo tiempo.
Después de los primeros minutos me asuste. De buenas a primeras me recorrió una extraña sensación que era inusual, perdí la concentración. Me preocupaba más por los truenos que por los contrarios. Ya estaba loco porque el partido terminara. La lluvia se había vuelto torrencial, y el Habana United estaba creando peligro. Mi equipo se había partido en dos y dejaba muchos espacios a sus delanteros.
Y la verdad es que yo no podía sostenerme dentro de la cancha. Era miedo, no otra cosa. Los minutos se hacían interminables, y vigilaba el cielo cuando se alumbraba por encima de los árboles. Debía irme, no podía estar allí. Quería que el Habana United metiera uno y así escabullirme en medio de la confusión. Y de buenas a primeras esa gente vino en una contra y yo casi que ni intervine en la jugada. Jonás, que tenía el balón, convirtió el gol del empate. Era el momento, así que me fui caminando. Tito me gritó: “Ariel no te vayas, espera a terminar el juego”, pero no le conteste, tenía un miedo tremendo y me fui.
Cuando estuve bajo techo sentí un alivio que no puedo explicar. Subí hasta donde estaban mis cosas y me paré de frente a la cancha. Me quite la camiseta para exprimirla y ahí fue cuando sucedió.
De pronto el estadio completo se alumbró y sentí la explosión. Jamás había escuchado algo así. Cuando levanté la vista los muchachos estaban tirados en la hierba y de a poco se fueron levantando y comenzaron a correr hacia afuera. Alguien seguía acostado y cuando se percataron regresaron por él y lo cargaron. En medio de la confusión, el estruendo, mi miopía, o el susto, no pude ver quién era. El muchacho no reaccionaba y lo montaron en un carro para llevarlo a un hospital. Mi corazón latía a millón. No hacia ni dos minutos que yo también estaba ahí jugando. Empecé a preguntar quién era, pero nadie me respondía. Le pregunte al Dany, pero no me escucho. Karel me dijo que había sido el Denis, que se quedo desmayado y no despertaba. Entonces, fue cuando supe que un rayo había caído en la cancha.
La gente fue subiendo poco a poco. Aún no podía creer lo que había sucedido. Las piernas me temblaban. En una de esas Osvaldo me pregunta si estaba llorando y le dije que no.
En realidad, aún seguía mojado por la lluvia y el agua me recorría toda la cara.
“Papa, estas pálido”, me volvió a decir. Entonces fue cuando reaccione. Revisé el bolso y me puse un pulóver seco. Todos bajamos de la grada y nos acomodamos en los bancos que tiene el Saborit. Aún no llegaba ninguna noticia del hospital.
Tito, Long, Jonás y el portero se fueron con Denis. La gente estaba impaciente. Algunos llamaban desde sus móviles para tener noticias, pero nadie lograba comunicar. Todos mis sentidos fueron regresando mientras me calmaba. Wichy daba pequeños pasos de acá para allá. Nervioso. Logra hablar con Tito y después de colgar le dijo a Manolo que Jonás no estaba bien, que fueran para allá. Manolo sale junto con Dayron y alguien más. Le digo al Wichy que ahora lo que hace falta es esperar alguna buena noticia. Él me dice que hace falta y sigue con el móvil prendido en la oreja.
Muy pocos podía hablar en ese momento. El móvil de Wichy suena de nuevo. Estuvo varios minutos hablando y cuando termina lo miro de frente. No pudo cambiarme la vista. Estuvimos varios segundos así y entonces lo supe. No le hizo falta decírmelo. Bajé la vista y miré para el terreno mientras tragaba en seco. Denis había muerto.
Los muchachos se enteraron y todo se fue derrumbando como un castillo de arena. Yo me mantenía calmado pero no podía hablar. Tenía un nudo en la garganta que no me dejaba respirar. No lograba encontrar una explicación.
Había comenzado a pensar en mi novia. En lo estúpido que fui al irme sin decirle nada. El Magua y yo hablamos muy poco cuando nos montamos en la guagua, pero recuerdo que le dije que primero iba a pasar a ver a mi novia y luego seguiría para el Funeral. Llegué a la casa y sentí alivio cuando vi a mi mamá, pero no sabía cómo contarle lo sucedido. Después de bañarme salí para El Vedado.
Nunca me di cuenta de que había dejado de llover, ni siquiera mirando por la ventanilla mientras iba en la guagua. Subí las escaleras del edificio y el corazón se me volvió a disparar. Ella fue la que me abrió la puerta. “Pasa”, me dijo. Estaba molesta.
Entramos a su cuarto y me senté en la cama, casi no pude sostenerme. La tristeza que tenía me recorría por dentro y me sacudía. Empecé a hablar y las palabras no me salían bien. Tenía los ojos aguados, ella se sentó a mi lado y le pude contar todo con la poca fuerza que me quedaba. Después no pude seguir más y me recosté en sus piernas. Ella por suerte me abrazó enseguida, y comencé a llorar.
Rubens Riol
Mi primera orgía fue con los otros fiñes del barrio una tarde de los años 90. Entre todos improvisamos una cama en el suelo con lajas de piedra Jaimanitas y nos tapamos con unos ripios de mosquiteros.