José Luis Aparicio Ferrera

The Filming Detective

Exiliado de mí, si pudiera regresar a algún sitio,
me gustaría regresar a mí mismo, lugar con arboledas.
Juan Carlos Flores, “El repartidor de biblias”.


UNO

Pienso en un poema de Lorenzo García Vega: “Comencé, o creí comenzar con una visión: la figura sentada como frente a un mar blanco. La figura miraba para un lado. La figuraba se levantaba, se iba. ¿Era el retrato de un fantasma?”. 

Estas frases de García Vega harían buen exergo. Casi son el exergo de mi documental. Así se siente la misión, la pesquisa. Rastrear coordenadas, volver al sitio de los hechos. Pensar, más que en el lugar del crimen, en el crimen del lugar. Hacer de ghostbuster en la Historia. 


DOS

“El único tema importante hoy para el arte y la cultura dentro de la Isla es: ¿cómo nos hemos degradado tanto?”, escribe Juan Abreu en una entrada de blog sobre Sueños al pairo, el documental que codirigí junto a Fernando Fraguela.

A Juan Abreu parece gustarle nuestra película. Dice que “Muy bien”. Nos llama “muchachos valientes”. Viniendo de un intelectual como él, forjado entre el desprecio y la persecución, eso significa algo. 

No sé si somos tan valientes, ciertamente no como Juan Abreu y los de su generación: los marielitos, ese término despectivo que ellos supieron convertir en estandarte de orgullo. Justo hace 40 años que se marcharon, en abril, siempre el mes más cruel

Mike Porcel fue un marielito frustrado; se queda la etiqueta como indicio del “crimen” que nunca cometió. Sufrir repudio y estigma como todo el que escapa, pero vagar condenado en la misma tierra que se quería abandonar, ahora con la marca de Caín. El que osara darle la salida y sacarlo del suplicio provocaría la ira de Dios. A los ojos de sus verdugos, sería siempre un marielito. No importa que su exilio fuera en avión, hacia España, y no en bote a Playa Albina, nueve años después. 

El homo marielito como instancia policial y metafísica, destierro y errancia espiritual, estado de sitio permanente.


TRES

En el paisaje reprimido de los recuerdos, soy un peeping tom. ¿Es más terrible el exilio o el insilio? ¿La explosión o la implosión? ¿Son todos estos pares la misma cosa? ¿Es mejor atenerse al desarraigo, la frialdad, la xenofobia? ¿A lo escabroso de un cambio de lengua?

Decía Piglia que “a veces para escapar es preciso cambiar de idioma”. ¿Es preferible lo anterior porque se puede alcanzar la sensación de libertad? Dice Juan Abreu que toda su literatura, la de su generación, es sobre la libertad. La libertad enfrentada a la materia opresiva de la isla-cárcel. 

¿Y los que se quedaron? ¿Morir libres de conciencia, pero en ostracismo, como Lezama, Virgilio o Alcides? ¿Da igual si la ostra es impuesta o elegida? ¿Si el insilio es deseado o forzoso? 

Hay mucho de dignidad ahí, de limpieza, también dolor. Lo mismo en el exilio físico, en el riesgo de asumirlo, tabula rasa.


CUATRO

Juan nos hace un reclamo en su comentario sobre el documental. No entiende por qué usamos la animación para la secuencia del acto de repudio a Mike y su familia. Cree, y lleva mucha razón, que cualquier imagen al azar, de hechos similares, pudiera funcionar. Todos los actos de repudio, el acto de repudio. 

Juan no tiene por qué saber (casi nadie lo sabe, pues no lo hemos dicho públicamente ni tampoco lo hicimos consignar en los créditos) que esta escena se construyó con retazos de varios actos, de fechas distintas pero recientes, en lugares y a personas muy disímiles. Luego Josué García, nuestro animador, se encargó de homogenizarlos, de dibujar sobre cada plano, cuadro a cuadro. 

El totalitarismo masifica, convierte al individuo en rebaño, lo vuelve una abstracción cuando este debe singularizarse. Sin embargo, el horror, el rechazo, tienen siempre el mismo impulso, la misma energía, única raíz. Todos los odios, el odio. 

Rotoscopia para un Aleph del repudio. El repudio fractal.


CINCO

El artista vive siempre en una suerte de insilio, de exilio interior. Quizás algo se intensifica cuando este estado se extiende a una condición física. Se deja de tener asideros, un anclaje que dé pertenencia a cierto grado de lo real. O tal vez se alcance un estado absoluto para la creación. Un limbo que complica el vivir, pero es ideal en el acceso a otros mundos. El “silence, exile, cunning” de Joyce. 

Los cineastas cubanos que más me interesan siempre han filmado aquí, pero mirando a otra parte. O han filmado hacia aquí mirando desde allá. Como si contaran lo que ven desde un telescopio en Tlön, viendo sin querer.

Nicolasito Guillén Landrián, Fernando & Miñuca VillaverdeJorge MolinaMiguel Coyula, Rafael Ramírez, Alejandro Alonso, Marzel… Hay que aspirar a ese cine cubano, a uno que no se parezca. Que no se defina a fuerza de espejeos, sino que refleje con carácter oblicuo, refractario. Que se funde en un gesto diaspórico, incluso aunque se haga en el interior. Sobre todo, si es así.


José Luis Aparicio Ferrera

SEIS

Discuto con mi amigo Carlos Melián sobre el gran tema, o único tema (“gran mal o pequeño mal”, diría otro insiliado, Juan Carlos Flores), expuesto por Juan Abreu. Carlos y yo solemos discutir por WhatsApp sobre lo más rebuscado o lo más ridículo, casi siempre al mismo tiempo. Él insiste en llevarme la contraria. 

A Carlos le dan urticaria los grandes temas, las camisas de fuerza, la castración. Piensa que hay un peligro en poner el totalitarismo en el centro. Cree que los grandes temas son otros, los de siempre. Que las historias deben trascender el hecho político, porque nadie está políticamente enamorado ni políticamente cachondo. La política es para él un instrumental. Hay que olvidarse de “esto”, dice, escribir de otra cosa. No mencionarlos para, en una especie de conjuro, hacerlos desaparecer. Si no se nombran, no existen. El totalitarismo ejercido desde el lenguaje. 

Yo siento el peligro, pero no veo la solución en ignorar el tema, mirar a otro lado, ser ingenuo. Hay que poner el horror en la mesa de disecciones, asumirlo, filmarlo. Sumergirse ahí para verlo de frente, entender cómo funciona: la verdadera extensión de sus membranas y tentáculos.


SIETE

¿El cine cubano se ha encargado del mal? Si acaso, de soslayo. Hablando del mono y no de la cadena. O de la cadena que se empata con otra cadena y así sucesivamente… Hay un miedo a decir las cosas por su nombre y se tiende a alegorizar, a buscar simbolismos cobardes o precarios, ya sea por obvios o por imprecisos. 

Cuando hablo de decir las cosas, no me refiero a ser directo o burdo, a carecer de sutilezas. Me refiero a tener bien claro de lo que se habla y cómo se expresa. No hay que tocar directamente el horror para hablar del horror. El horror, si está asumido como tal, empaña el objetivo de la cámara. Se encuentra en la alienación de los personajes de Memorias del subdesarrollo Memorias del desarrollo, o en los anarquistas de Corazón azul. En el absurdo corrosivo y esquizofrénico de los documentales de Guillén LandriánEn la violencia y el sexo incestuoso de Molina’s Ferozz. En el tedio codificado de La piscinaLa obra del siglo Melaza. El horror en todas sus variantes, inagotables y en constante renovación.


OCHO

Si no fuera por la pandemia, ya hubiera filmado un guion que Carlos Melián me regaló hace cosa de un año. Es un corto que se llama Tikrit, aunque antes se llamaba Larduet mata. El susodicho Larduet es un inspector de la empresa eléctrica en un paraje semiapocalíptico que dobla por la Cuba de hoy. Es un hombre que vive solo en un viejo caserón, divorciado y alejado de su hija. Apenas se preocupa por su aspecto físico y no tiene mucho interés por nada, ni tampoco le sobra compasión. 

Un día sueña con una mujer que baila para él en un espacio oscuro. Ella es la Mujer Roja. Despierta y encuentra en la casa indicios, pistas, huellas. Como si ella hubiera estado allí la noche anterior. Larduet emprende un viaje en su búsqueda, mientras hace su recorrido de inspector por la ciudad. 

El detalle más importante, que no he dicho, es que todos en este universo conviven con unos seres enormes llamados tikrits, leviatanes viscosos que solo crecen y ocupan cada vez más espacio. Nadie sabe cómo deshacerse de ellos ni hacen el más mínimo esfuerzo por lograrlo. Solo toman medidas de contingencia. Algo parecido a la pandemia. Es como vivir con tu cáncer, gran mal o pequeño mal. Un país que hace metástasis.


NUEVE

J.C. Flores, de nuevo: “sé que he de vivir mi vida entera soportando el mal que padezco, y sus daños colaterales, sé que la causa verdadera de mi muerte será el mal que padezco, gran mal o pequeño mal, y sus daños colaterales”. 

Me siento como el Philip Marlow (sin ‘e’) que interpreta Michael Gambon en The Singing Detective, esa miniserie de TV británica de mediados de los 80. 

Un novelista de misterio postrado en una cama de hospital, mientras padece una enfermedad horrible que se llama artritispsoriásica. Toda su piel se irrita y agrieta como si padeciese severas quemaduras. Es tener la consecuencia sin la causa. Un malestar que viene de la nada, pero es somático. Que se sufre y es eso lo que importa, aunque las fallas de origen no se puedan articular. El sistema inmunitario comienza a atacar los tejidos sanos, por factores genéticos o ambientales. 

Ser un detective inmóvil, como el viajero de Lezama, confinado por una enfermedad que no entiende pero que todos padecen, aunque sea por miedo al contagio. Una enfermedad del lenguaje, que trastoca las imágenes, que mezcla todo lo que deriva en el pozo de la mente. Todos somos parte de un mismo musical donde no cantamos siquiera. Solo hacemos lypsinc de viejas canciones, de nuevas canciones que en realidad son viejas. Sin voz propia con derecho al pataleo. Delirio del ventrílocuo.


DIEZ

Si todo sale bien, mi primer largo será La zona muda, un título que puede ir variando. Viene de un poema de Enrique Lihn, de su Diario de muerte. También he valorado ponerle Mambo horizontal, en una línea que va de lo sublime a lo ridículo. Es una secuela de mi último corto de ficción filmado, El Secadero

Ambas historias tienen lugar en un mundo inspirado por un viejo cuento de Jorge Enrique Lage. En ese relato, “La máquina”, un asesino en serie habanero decapita policías en pleno año 1993. Esto en el corto es pretexto y trasfondo, pero toma protagonismo en el largo. La historia se ha ramificado de una forma que ya casi no recuerda al cuento, aunque espero que conserve su esencia. 

Quise adaptar ese cuento desde que lo leí a los 15 años. Esta es una posible escena inicial que escribí con el dramaturgo Daniel Delgado. “Algo por los asediados hay que hacer”.


José Luis Aparicio Ferrera

SOBRE NEGRO

FONDÓN (EN OFF

Exterior. Callejón oscuro. Noche.

1. EXT. CALLEJÓN OSCURO. NOCHE.
Un callejón bajo la luz de la luna, como el set de una película de Bruce Lee…

FONDÓN (EN OFF)

Un callejón bajo la luz de la luna, como el set de una película de Bruce Lee…

El TENIENTE PADRINO (35), vestido con kimono de aspecto policial, patrulla cauteloso, katana en mano.

FONDÓN (EN OFF)

La situación era dura, durísima… ampliamente superado en género y número, el Teniente Padrino enfrentó con sinigual valentía a sus lúmpenes rivales de turno…

Se escuchan leves ruidos, susurros en las sombras…
Padrino mira en todas direcciones, se pone en guardia…

FONDÓN (EN OFF)

Pocos guerreros han servido con tanto arrojo a la dinastía. Pocos soldados habrá en la historia mejor dotados, más ágiles y dúctiles, más preparados física e ideológicamente para enfrentar al enemigo…

Desde todas las esquinas, se acercan hombre y mujeres armados a la usanza ninja (kendos, nunchakus, sables, abanicos, dagas). Se desata el combate…

FONDÓN (EN OFF)

En el año ’93 la piedad no existe…

Padrino pelea con singular destreza contra todos los enemigos a la vez. Los derriba y hiere, como en una danza. No parece tener rival.

FONDÓN (EN OFF)

Padrino se batió como un dragón, una mantis, una grulla…

Los pocos rivales que permanecen en pie se apartan. Padrino se yergue vencedor.

FONDON (EN OFF)

Hace tiempo que aquí no se daba tanto machete…

De la oscuridad emerge una GEISHA (25), arrodillada y suplicante. Padrino se acerca, la Geisha le besa los pies. Padrino sonríe y sigue de largo.
La Geisha abre su afilado abanico y le corta los tendones de los tobillos. Padrino cae al suelo, fulminado.

FONDÓN (EN OFF)

Víctima de su bondad infinita, cayó en la más antigua de las trampas…

Dos rivales salen de las sombras, sujetan y desarman a Padrino, quien se retuerce de dolor.

FONDÓN (EN OFF)

Pudiera haber seguido batallando por horas, si no hubiese surgido, así, de la nada, el más temible de los adversarios…

Un enorme sable japonés es arrastrado por el suelo, levanta chispas en medio de la noche. Padrino observa, petrificado, alguien que se acerca.

FONDÓN (EN OFF)

Cualquiera en ese instante se hubiera echado a llorar…

Un kimono de seda se vislumbra en la oscuridad. EL SENSEI (70), de pelo blanco, es quien arrastra la katana gigantesca. Se detiene junto a Padrino, alza su katana, que resplandece…

FONDÓN (EN OFF)

Padrino supo mirar en los ojos a la muerte…

El Sensei deja caer su katana, como un relámpago. La cabeza de Padrino rueda sobre el suelo mojado del callejón.

2. INT. CASA DE PADRINO (SALA). DÍA.

FONDÓN (50), un capitán de policía grueso y bajito, observa a su alrededor en busca de reacciones, con los ojos fuera de órbita. CAPITA (28), una subteniente voluptuosa, lo mira y mueve la cabeza, en desaprobación. Ambos visten uniformes de gala y están sentados en un sofá.

Frente a ellos, el HIJO (5) y la HIJA (7) de Padrino se abrazan con expresión de horror, a los pies de la VIUDA (37), quien los observa lívida.

FONDÓN

Bueno, ya nos tenemos que ir…

Fondón le hace una seña a Capita, quien se pone de pie y extiende una pequeña caja hacia la Viuda.

CAPITA

Estas son las pertenencias de su esposo…

La Viuda la mira de arriba abajo. Capita abre la caja, saca una gorra de policía y se la pone a la Niña. Luego, extrae una edición de la fotonovela Y si muero mañana, de Luis Rogelio Nogueras, y se la entrega al Niño, que inmediatamente le arranca la portada.

FONDÓN

(poniéndose de pie)
Cuiden eso, señores… Tienen en sus manos el legado de un héroe.

Capita le acaricia la cabeza al Niño.

CAPITA

(a la Viuda)
Mi pésame.

FONDÓN

Bueno, señora, un placer… Que terminen de pasar bien el día.

Fondón le besa la mano a la Viuda y sale. Capita hace un gesto con la cabeza y lo sigue. La Viuda los observa marcharse, muda, desde la puerta.
Mientras los policías se alejan, se escucha…

CAPITA

(molesta)
¿Cuántas veces te he dicho que no hagas más ese cuento de mierda?

FONDÓN

El cine es mejor que la vida, Capita, es lo que te estaba explicando hace un rato…

THE END



José Luis Aparicio Ferrera



diario con coronavirus

Rosie Inguanzo

La escritora, profesora y actriz Rosie Inguanzo enfermó de COVID 19. Mientras la enfermedad lastimaba su cuerpo, su vida cotidiana y su ejercicio intelectual, escribió este diario.
Un diario que es el documento de su enfermedad y el recuento de cómo ha sido cruzarla. Y luego, vivir la convalecencia.