Carta #12 a Donald Trump

Miami, 18 de diciembre, 2025

Querido Donald:

Ayer fue un día grande. Para nosotros, los cubanos de nacimiento, el 17 de diciembre es una fecha de devoción, de fe inquebrantable. San Lázaro es un ser tan pobre, tan humilde, enfermo y consolado por sus perros, que solo da, solo concede, únicamente otorga y bendice a cambio de dos velas y un poco de vino seco. El viejo Lázaro resume lo mejor del cubano: generosidad y esperanza. Dos virtudes que también definieron, hasta que llegaste tú, a estos irreconocibles Estados Unidos de América.

Ayer fue, además, tu día. Saliste en una Casa Blanca disfrazada de feria ambulante, con tus mejores galas, y diste un discurso magistral. Punto por punto desbrozaste las bondades de este primer año. «Heredé un desastre», dijiste. ¿Y lo estás arreglando? Spoiler alert: no.

No sé bien cuándo decidiste convertir esta tierra de oportunidades en una mala película de horror de serie B. No sé cuándo te iniciaste en el sádico empeño de destruir nuestros valores, ni cuándo—o quiénes—te llevaron a despreciar a quienes amamos lo que representa este país. No sé cuándo te convertiste en mentiroso, o lo que pudiera ser peor: no sé cuándo te creíste que podías engañarnos todo el tiempo. Porque ahí está el problema, Donald: no es que mientas, es que nos desprecias. We’re not your audience, we’re your props.

My President, mi querido amigo: hoy las calles de Miami, de Houston, de Colorado, se han llenado de pánico y dolor. El miedo es combustible de la venganza y el daño que infringes es irreversible. Y ahora no hablo de ti—que ya ganaste un sitio en la Historia, un sitio de mierda dorada y hortera, pero un sitio al fin—hablo del Partido Republicano, de la institución de la presidencia, de la responsabilidad que implica the office that you hold.

My President, desde el pasado 14 de agosto, cuando ordenaste el despliegue militar frente a Venezuela, has dilapidado nuestro dinero en un acto de propaganda neosoviética sin estrategia ni resultados. Hoy, cuando escribo estas letras, han pasado 127 días de presencia sostenida e incrementada en el Caribe, con un costo para nosotros, los taxpayers, de unos 18 millones de dólares diarios. Burning money to send a message nobody’s reading.

My President, tú siempre has sido bueno en matemáticas—o al menos eso dices: 2.200 millones de dólares. Toda esa pasta para hundir unas 25 embarcaciones, narcolanchas según tu gente, y ejecutar a cerca de 100 supuestos traficantes. No te quiero mencionar—deberías sentir vergüenza—cuando en lugar de socorrer a dos sobrevivientes del ataque, alguien dio la orden, digna de un Fidel Castro, de liquidarlos. No encuentro diferencias entre ordenar el derribo de dos avionetas de Hermanos al Rescate en pleno vuelo a rematar dos sobrevivientes de un ataque con misil. 

¿Y todo para qué? Maduro se atrinchera y el mundo se pone de su lado. Un gasto estúpido que alimenta la narrativa de nuestros enemigos, que nos priva de recursos que podrías destinar a necesidades urgentes que tenemos aquí, en casa, y que por su absoluta inutilidad refuerza la percepción de la incapacidad de tu política exterior para transformar el músculo militar en resultados concretos.

Dos mil millones de dólares para llevar a María Corina Machado a Oslo. Dos mil millones de dólares para que se rían de nosotros. Dos mil millones de dólares solo para demostrar tu decisión inamovible de persistir en tus errores. Doubling down on disaster—your signature move.

Y para colmo, my President, te me lanzas con un discurso torpe y precipitado, plagado de medias verdades con el que no logras convencer a nadie que piense por sí mismo. No me gusta hacerte esto, sabes que te descargo, pero alguien tiene que decírtelo:

«Eleven months ago, I inherited a mess and I’m fixing it. When I took office, inflation was the worst in 48 years, and some would say in the history of our country…»

Falso, Donald. Mentira. La inflación hoy está exactamente igual que cuando tomaste posesión, en torno a un 3% anual, y no es la peor en 48 años. ¿No recuerdas cuando te iniciaste en el sector inmobiliario, allá por los años 80, cuando superaba el 10%

«Our border was open… and because of this, our country was being invaded by an army of 25 million people…»

Papi, ¿qué bolá contigo? ¿25 millones invadiendo nuestro país? ¿Desde cuándo reingresos y rechazos cuentan cómo entradas? Ni siquiera en los más altos picos migratorios se ha alcanzado esa cifra. Pero bueno, ¿para qué dejar que la realidad arruine una buena historia de terror?

«We’re poised for an economic boom the likes of which the world has never seen.»

A ver, my President: el crecimiento del PIB este año ha sido moderado, nada que anuncie un boom, mucho menos global o nunca antes visto. La tasa de desempleo ha subido a alrededor del 4.6%, por mucho que hayas despedido a Erika McEntarfer, comisionada de la Oficina de Estadísticas Laborales, en agosto de 2025, acusándola de manipular las cifras de desempleo para perjudicarte. Eso también es castrista, Donald: si no nos dicen lo que queremos escuchar, los eliminamos. Kill the messenger, keep the lie alive.

«Our nation is strong […] we are respected.»

Querido Donald: miedo no es respeto. Pasarle la mano a un loco no es respeto. Asentir y luego hacer otra cosa no es respeto. No quiero joderte el día, sabes que te aprecio, pero ¿qué respeto te tiene Putin? ¿Qué respeto te tiene Xi? ¿Qué respeto te tiene Kim Jong-un? They’re not allies, Donald—they’re playing you.

La Unión Europea se burla de ti a tus espaldas. Analistas geopolíticos elaboran estrategias de espera y anhelan que continúes debilitando a este país para adquirir hegemonía global. Y tú, ahí, con discursitos nerviosos y focas que te aplauden. No te engañes, no dejes que te engañen y, mucho menos, intentes engañarnos a nosotros, my President.

Dos mil millones de dólares y en este discurso ni siquiera mencionas a Venezuela. Ninguna referencia directa a las tensiones con Caracas. Anuncias un bloqueo total a petroleros sancionados, pones al país en un estado de tensión y guerra constante, y no mencionas el conflicto. Me pierdo, my President, no te sigo.

Nos llenaste de esperanzas cuando nuestro amigo Tucker Carlson aseguró, citando a un congresista cercano a ti —who?— que en el discurso declararías la guerra a Venezuela. Y todo indicaba que sí, que habías dado el paso, que al menos todo ese despliegue y nuestros dos mil millones de dólares tendrían un sentido. 

Fantaseaste con la armada más grande jamás reunida y con la devolución de un petróleo supuestamente nuestro. Pero a la hora del discurso: ni guerra, ni anuncio, ni Venezuela. Nada. Lo único cierto es que construir tu dorado ballroom superará los 400 millones de dólares.

Hace unos días, unos jubilados impotentes se dedicaron a tocar puertas en varios condominios de Houston. Se presentaban disfrazados de agentes federales,  buscaban carne deportable, como carroñeros que son. Vigilante xenophobia dressed up as patriotismMás allá de que suplantar la autoridad federal es un delito grave, el hecho evidencia cuán podrido está el corazón de algunos de tus seguidores, cuán honda es la huella de las milicias, del KKK. 

Una cubana, muerta de miedo y con pánico, entró en su propia casa escondida en el maletero de su carro. Esos no son los Estados Unidos que soñamos, ese no es el país de las oportunidades. Ese es el país del miedo, de la cacería, de la sospecha permanente. This is what happens when fear becomes policy.

Ayer pensé mucho en ti, y en este mi país, mis Estados Unidos. Y le pedí al viejo Lázaro por nosotros: un milagro, un gesto, luz y bondad. Ojalá me escuche, por todos nosotros Babalú Ayé. 

Hasta pronto, my President. Siempre…

Tu Jorge


P.S.: El original en inglés de esta carta fue enviado al correo oficial del Presidente de los Estados Unidos.