El capitán Zack se nos acercó en el Bandshell, un sitio de conciertos al aire libre en Miami Beach.
Mi hija, mi esposa embarazada y yo bailábamos. Los California Honeydrops tocaban una mezcla de jazz de Nueva Orleans, blues, y rock.
Con la voz rasgada, el capitán Zack pidió permiso para enseñarnos un video que nos tomó. Dijo que se conmovió al vernos bailar tomados de la mano; que se emociona fácil pues tiene trastorno de estrés postraumático.
Nos preguntó sobre la nueva bebé, su sexo y fecha de parto. No nos puede escuchar bien. Nos dice que es porque estuvo en Irak y Afganistán, las bombas le afectaron los oídos también.
Ahora trabaja para el Departamento de Justicia, en la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos, dedicado a investigar asuntos de terrorismo doméstico. Le digo que mi esposa también trabaja para el gobierno federal.
Hablan sobre el regreso a la oficina y la prohibición del teletrabajo impuesta por el presidente. El capitán Zack va un paso más allá. Dice que no quiere hablar de política, que el votó por Trump, pero no está de acuerdo con el perdón a muchos de los más de 1500 indultados por el asalto al Capitolio.
Dice que muchos de los asaltantes eran personas pacíficas que merecen otra oportunidad, pero que hay varios con récords criminales, líderes de organizaciones que él mismo ha investigado.
Pienso que es una opinión respetable y matizada, que hoy en día se ha perdido en el debate político de todo o nada, de blanco y negro, de fascista o comunista. Nos quedamos un rato en silencio y digo que es mejor volver a la música.
El capitán Zack me pide mi número de teléfono para enviarme el video que hizo de nosotros bailando. Me fijo que en la pantalla de su iPhone tiene la foto de una botella de Havana Club y un trago servido a su lado.
Considero decirle que es mi ron predilecto. No es dulce como muchos otros; apenas lo puedo tomar, porque aquí no se vende. Decido quedarme callado porque es también el ron de la dictadura, el ron sancionado por nuestro gobierno. Inevitablemente, volveríamos a la política y quizás a la lista de países terroristas y el embargo. Y no quiero.
Hoy todo está tan politizado que las conversaciones se convierten en un tablero de ajedrez. Uno debe anticiparse a los temas que pueden surgir y evitar mover una ficha en falso. Mover una ficha en falso puede resultar en una confrontación sobre temas políticos, un jaque, el colapso de una interacción social saludable.
El capitán vive por la calle 50 de Miami Beach, yo vivo con mi familia en la 83. Su novia vive cerca de nosotros. Nos dice que no puede retirarse, debido a algunas órdenes ejecutiva. Con todo lo que está sucediendo, lo han forzado a continuar trabajando.
Imagino que se refiere al surgimiento de grupos extremistas domésticos. Prefiero no indagar más. Los últimos días las noticias me han quitado el sueño, me han quitado amigos, y me han quitado alegría.
Hablando de alegría, hoy casi nadie parece estar alegre. Incluso aquellos que votaron por el presidente parecen estar molestos e infelices. Quizás sea el nuevo estado anímico del mundo, la insatisfacción perpetua. Tal vez sea el plan de negocios de la nueva oligarquía. Mientras más molestas están las personas, más rato pasarán en las redes. Más podrán colonizar sus mentes, más podrán anunciarles y venderles.
Hoy en la mañana tenía tres mensajes del capitán. El primero es el video que nos tomó bailando. El segundo decía: “lo siento, pensé que me había quedado mejor el video”. Y el tercero era una foto de él sentado en el borde de un helicóptero, con uniforme militar y rifle en mano, sus pies daban al vacío.
Le respondí, dándole las gracias. Le escribiré cuando nazca mi segunda hija, pues me lo pidió.
Es posible que tengan el mismo cumpleaños, el 17 de febrero es la fecha prevista para ella y él nació el 18. Quizás me lo encuentre de nuevo en el Bandshell y podamos conversar un poco, abrir más el sendero.
Tres libros para resistir
Más tarde en la mañana recibí varios mensajes de amigos. Querían hacer un proyecto para combatir la polarización. Los tres somos padres jóvenes, estamos constantemente cansados. Llegamos a la conclusión de que no es el momento para tal proyecto. En lugar de ello, acordamos hablar más seguido. De libros, preferiblemente.
Yo he estado haciendo una lista mental de los libros que más pueden ayudar en esta época en la cual todo parece colapsarse. Empezaré de atrás para adelante, con una lista de características que debe tener el libro para ser un bálsamo hoy día.
Debe generar tolerancia, aliviarnos el vicio de las redes sociales, e inspirarnos a vivir. Un libro ideal para estos tiempos debe ser una plataforma para encontrar propósito, descubrir lo que uno ama, e inspirarnos a cultivarlo.
Solo así uno puede convertirse en un buen ejemplo para los demás, combatir el odio. Esto es lo contrario de imbuirse en la pelea divisoria.
El sistema te hace sentir que tienes las herramientas para hacer el bien. Te hace creer, por ejemplo, que al poner tus redes sociales en función de la libertad de Cuba te has convertido en un activista. Lo cual puede ser un mero acto de vanidad, equivalente a querer ser pintor, comprarte todos los pinceles, los colores, los lienzos, gastar cientos de dólares, y luego no pintar nada. O, después de pintar algunos garabatos, dejarlo todo a un lado e irte a TikTok a ver videos.
El sistema es perfecto para dejarte en la superficie de las cosas. Te saca el dinero, te saca el tiempo y te hace sentir que eres algo porque compraste.
El libro ideal para hoy debe sacarnos de esos huecos. Debe restarle énfasis a la satisfacción instantánea, al propósito supremo de ganar más dinero, a la necesidad de triunfar en los debates sobre los demás.
“Siempre que mantienes a una persona abajo, una parte de ti también tiene que estar allí para mantenerla abajo, lo que significa que no puedes elevarte como de otra manera podrías”, dijo Marian Anderson, la primera afroamericana en cantar en la Ópera Metropolitana de Nueva York y activista por los derechos civiles.
Esta frase me invita a ver la lucha de un modo distinto, en el cual el bienestar y la victoria de ambos lados estén entrelazados.
En un momento en el cual Estados Unidos regresa a actitudes imperialistas de antaño, donde se considera volver a invadir territorios extranjeros, se invita a príncipes de reinos distantes a comprar nuestra tierra, se trata a la naturaleza con desdén en lugar de protegerla; en un momento en el cual el excepcionalismo y la hegemonía resurgen y en el cual cualquier propósito que no sea generar dinero se considera woke, tenemos que buscar los libros que iluminen con la luz que elimina las sombras de la avaricia y el egoísmo.
Hay tres que me vienen a la mente.
El primero es El poder de los sin poder, de Václav Havel. Es un mapa para convertir la tolerancia en una herramienta de lucha que no compromete nuestros valores. Nos dice que, en un sistema opresivo, “la ideología adquiere una fuerza real propia y se convierte ella misma en realidad”.
Por tanto, Havel nos hace mirar con más tolerancia a quienes se alinean con el sistema opresor, al trabajador checoslovaco que cuelga un cartel en apoyo a la dictadura, o al inmigrante naturalizado en Estados Unidos que rechaza a los nuevos inmigrantes.
La desinformación y la ideología del poder se convierten en sus únicas realidades, haciéndolos vivir una falsa narrativa. Como antídoto, Havel describe cómo las personas comunes, viviendo dentro de “la mentira” de las estructuras de poder, pueden resistirse simplemente actuando de manera auténtica y honesta.
Su concepto de “vivir en la verdad” es un faro en tiempos de manipulación y desinformación. La obra nos inspira a abandonar el juicio fácil y a enfrentarnos a nuestras propias contradicciones, entendiendo que los sistemas que criticamos a menudo se sostienen con nuestra complicidad.
Havel propone una ruta para cambiar las reglas del juego del opresor a través de la acción personal. Nos invita a salir de nuestras trincheras aparentemente irreconciliables.
El segundo es Cómo no hacer nada: Resistirse a la economía de la atención, de Jenny Odell.
Este libro no es un manifiesto contra el trabajo ni una guía para la desconexión total, sino una invitación a redirigir nuestra atención hacia los pequeños detalles que dan sentido a la vida.
La autora combina filosofía, ecología y arte para proponer que, en lugar de ser meros consumidores de contenido digital, podemos ser observadores atentos de la naturaleza y de nuestras comunidades.
En una economía que se basa en un ritmo frenético de noticias, consumo, y atención, un acto profundamente político y transformador es detenerse a disfrutar de un parque o de una conversación. O simplemente meditar un rato.
Cómo no hacer nada… se presenta como un manifiesto para recuperar el control sobre nuestras vidas. Nos da herramientas para resistir el asedio de las redes sociales, encontrar propósito en lo cotidiano, volver a aprender a respirar a nuestro propio ritmo.
El tercero es Misticismo, de Simon Critchley.
Es una exploración fascinante de cómo la música, el erotismo y otras experiencias trascendentales pueden guiarnos en la búsqueda espiritual.
En su prosa profundamente evocadora, Critchley nos provoca con citas como “la adultez es la abdicación del éxtasis”, “ruego a dios que me libere de Dios”, y “Dios es la nada”. Nos ayuda a liberarnos de nosotros mismos, muchas veces nuestro principal obstáculo.
Es un libro sobre religión para quienes no logramos convencernos con los arquetipos fáciles y mantenemos una sospecha saludable en la ciencia. Nos recuerda que Dios es también libertarse de la voluntad. Es también el vacío, la oscuridad y la luz.
La música, según Critchley, actúa como un puente hacia lo trascendental. Es, según el autor, una forma de misticismo secular que nos reconecta con emociones profundas y, a menudo, olvidadas.
Cuando la inmediatez nos abruma, este libro nos recuerda la importancia de buscar lo eterno, lo inefable y lo bello. Es una guía para regresar a Dios, que puede significar muchas cosas. Entre ellas, regresar a la música.
Así hicimos el capitán Zack y yo, cuando estuvimos a punto de caer en lo que nos divide. Y decidimos vernos como humanos.
He cambiado el nombre del capitán para no revelar su identidad.
Todos los peores humanos (II)
Por Phil Elwood
Cómo fabriqué noticias para dictadores, magnates y políticos.