A
Abajo
Los que están ahí, quienes permanecen en una clase social desechada por los de arriba. Zarrapastrosos para algunos, incómodos para esos que entienden la incomodidad como un mal de infecciosa permanencia.
Abandonar
Irse, huir, escapar, perderse, escabullirse, desaparecer. Un único punto de partida, cualquier punto de llegada.
La exageración es permitida, pero la exageración, ahora mismo, no depende de mi aptitud literaria, sino del ingenio (o desesperación) de muchos cubanos que, para escapar, usan, construyen, buscan, las maneras más insólitas de cumplir sus deseos.
Recámaras de tractores, chalupas, esqueletos de autos antiguos reconvertidos en máquinas acuáticas, velas, en los trenes de aterrizaje de aviones, metidos en equipajes angostos, disfrazados de cualquier cosa.
Aberración
Aberrado es quien hace posible el reino del poder. O quien no lucha por cambiarlo.
Abdicar
La derrota no siempre es el peor de los veredictos: ver la palabra “victoria” (o “triunfo”) con qué o quién está aliada (aliado) muchas veces. El perdedor es un ganador insolente (para quienes regulan las matrices del veredicto).
Hay muchas maneras de mantener tu rey vivo. Lo importante será la conquista ulterior. Desertar excede las normas morales de unos y armoniza en la negación helénica de otros (los griegos parecían derrotados luminosos).
Abuelos
Mi abuelo paterno odiaba sin disimulo a la Revolución del Hueso: definición que le oí varias veces, aunque sin explicitar en su raíz simbólica.
¿Tendría alguna confluencia con la figura del perro y el recaudo tan ínfimo, un hueso, que recibía de su amo, por obediencia y fidelidad extrema? A lo mejor.
El perro es un animal demasiado especial para mí, y el uso, y abuso, de una horrenda analogía canipolítica, altera las exquisitas fábulas morales que yacen aún por sitios muy familiares.
Al principio mi abuelo se vanagloriaba de haberle entregado a algunos “alzados” alimentos, ropas y un revólver que tenía en casa para asuntos de “caza mayor” (también eran sus palabras). Después sufrió la expropiación de un par de tiendas que poseía, de unas cuantas hectáreas de tierra fértil, y de la esperanza.
Mi abuelo materno no sabía mucho de política y tampoco le importaba, más allá de un mapa que debía arrastrar consigo hasta el final de sus días: huyó de España (Canarias) sufriendo francas embestidas de las fauces de Franco (Cabrera Infante, aparta de ti a este novicio). Se adaptó al país, o mejor, adaptó su sufrimiento al sufrimiento del país y, por tanto, tuvo una vida prolongada y triste.
Mis abuelas jamás hablaron de política, o yo no las escuché. Eso resultaba más que suficiente.
Academia Cubana de la Lengua
No se trata de un idioma, sino del desglose de un habla carcomida por su negligencia cultural.
Muchos cubanos descreen de la lengua materna y la azotan hasta desperdiciarla. Las calles se inundan bajo esa aureola de terrorismo lingüístico. No la creación y aceptación de vocablos o términos nuevos, sino la ruina y el desvanecimiento de los que ya existían.
Debían de existir (la supuesta Academia de la Lengua en Cuba, instituirlo) dos lenguajes, dos “idiomas” cubanos, y que en determinados sitios se hablara uno y se prohibiera el otro. Pero la torre babeliana se viene abajo, y la lengua instruida, limpia, decente, sucumbe aplastada por el jolgorio apestoso de la chusma lingüística.
Acechar
Verso casi endémico de la Isla. El jefe inferior espera la caída del jefe superior. La vigila es permanente. La intensidad, un verbo nada transitivo. Aguardo para construir mi bandidaje: el asalto a alma armada de las sinuosas avenidas del país.
Acertijos
Pienso, luego robo (el dirigente o cualquiera que ocupa cargo de poder o con acceso a recursos económicos o materiales).
Pienso, luego vigilo (el soplón, o chivato, o el centinela del Comité).
Pienso, luego traiciono (el desalmado, el ruin, el apóstata).
Pienso, luego mato (el sicario o fratricida).
Pienso, luego miento (los “sublimes” periodistas oficiales u otros que portan distinciones parecidas).
Pienso, luego me desnudo (la jinetera).
Ácrata
Soy eso mismo en tanto mis enemigos lo saben, pero desconocen el significado de la palabra. Ojalá una palabra importe más porque convoca en su forma más útil, lejos de fonéticas insulsas, atrapada en el magnetismo de su impulso interior.
Acrobacia
Es lo que necesita el oportunista para mantenerse en pie. El equilibrio es su ruta.
ADN
Mi ADN es involuntario, no comprende lo que significa pertenecer a algo que otro programa para ti. Si mi cuerpo desapareciera por años, la investigación sería ambigua y, en caso más certero, estéril. Hay un millón como el mío. Pocas veces se reconoce una colectividad tan perfecta.
Adormecer
Aprendí a dormirme en reuniones o eventos sin importancia. A pesar de que padezco traumas del sueño, o que ni siquiera en largos viajes en ómnibus lograba dormitar algo, en situaciones de gente proclamando bazofias al aire, desconectaba con extrema facilidad el sistema operativo de mi cuerpo y me iba a los pies de Orfeo (decir a los brazos me parece muy común y de una permisibilidad sexual que no logro asimilar muy bien).
Alberto Garrido
Un buen amigo. El más talentoso de los escritores de mi generación. Tal vez él lo creía y descreía con similar equilibrio. Su libro de cuentos El muro de las lamentaciones es un rotundo ejercicio de maestría literaria. La leve gracia de los desnudos parece una breve y perfecta sinfonía poética, una novelita sediciosa al estilo de El túnel,de Sábato, o El extranjero,de Camus.
Nos convertimos en una especie de Butch Cassidy and the Sundance Kid. Reconciliado al fervor de Dios, expresaba su indomable sentido de rebeldía literaria y cultural.
Lo vi conquistar tres mujeres en una misma noche.
Alcohol
Pasé más de catorce años de mi vida sin beber alcohol. Quizás sea necesario aclarar que esos catorce años fueron los primeros catorce años de mi vida (aunque como estadística no funciona mal).
No pretendo erigir una oda con el supuesto de un delirio etílico; sí reclamar al subterráneo cruce de siluetas que parecen, en la bruma, otro país neblinoso y feliz (recurrente símil).
Probablemente escribí mejor estando borracho, y en circunstancias parecidas fui un amante irrefrenable, también el justiciero infinito o el más extrovertido de los seres galácticos.
He esbozado, junto a mi amigo y gran poeta José Luis Serrano, ciertas teorías respecto al encuentro entre la conciencia y el fluir de los líquidos enervantes (en palabras de algún conocido). Desviaciones siniestras sobre la siniestra “borrachera seca”. La fútil caída en medio de una madrugada más solitaria que terrible, y a veces tan terrible como solitaria.
Alejo Carpentier
Desde niño me dijeron que era un gran escritor y años después lo creí. Igual, a ratos, declinaba ligeramente (de) esa creencia. No tanto por cuestiones literarias, se intuye, aunque para algunos ahora mismo pudiera engrosar una lista de descreídos ramplones. No soporté en demasía su estilo, engolado y casposo, o que su alma se abrazara al espíritu de Fouché tropical.
Me gustó mucho El reino de este mundo, y un poco menos El siglo de las luces. El acoso resulta alto aperitivo. Los pasos perdidos es “los pasos ganados” (tan simple y tan poco emotiva mi distinción, aunque sí traspone tópicos elitistas que detesto).
Por cierto, es muy rara la supuesta novedad (expuesta, e impuesta, por varios), de su relato “Viaje a la semilla”. Por favor, revisar “El curioso caso de Benjamin Button”, cuento escrito por Francis Scott Key Fitzgerald, y convertido en película en el año 2008.
Alma
La tuve, pero la perdí en los campos de batalla de la vida diaria, también en chiqueros sentimentales y en otros parecidos. No vendí el alma al diablo porque el diablo no compra almas como la mía (canción melosa, lo sé), menos en mi país.
Amar
Eso que harían unos cuantos si tuvieran un país mejor. Lo que forjé hacia peor sitio que el descreimiento o la tortura propia. Casi siempre se ama en sentido contrario, pero Dios nos deja tener mínimas excepciones. Hay que aprovecharlas, aunque muchas veces no se dejan ver.
Amanecer
Imposibles casi, algunos ambientados como una larga y oscura película soviética. Otros me sirven para encadenar pesadillas innombrables.
La guerra me dejó al insomnio como acompañante traumático de mi vida ya traumática. Los amaneceres son estaciones que discurren hacia una misma veleta enhebrada por sueños nunca apacibles, o nunca sueños.
Amnesia
Hay un tipo de amnesia totalmente despreciable. Muchos olvidan falacias y maromas demagógicas de gobernadores, falsos testimonios, patriotismos almibarados. La amnesia no tiene cura para aquellos que no quieren curarse.
Ángel Escobar
Soñé que lo visitaba minutos antes de suicidarse. Sueño embarrado de márgenes corrosivos.
Me hubiera gustado acompañarlo a algún ron intenso y nocturno. Me hubiera gustado escribir algunos de sus extraordinarios poemas. Y para no ser tan imitador: me habría lanzado con él desde el cuarto piso de un apartamento en El Vedado.
Tanto se ha escrito sobre él que temo decir lo que todos dicen. Y como ese podía ser el riesgo consciente del asunto, establezco un imperfecto diálogo con mi sombra crítica, para desprejuiciar el legado de la censura efectista.
Ángel, como Abraxas, el más antiguo de los dioses, según ciertos sirios y persas, al que los Basilidianos, herejes del siglo II, le hacían el jefe de 365 genios que regían los días del año. Habría sido enviado por Cristo a la tierra como un espectro benévolo.
Ese es mi símil de cambio. Escobar inaugura y cierra, con él, con sus libros, un espacio que devora los incestuosos estados mentales de la poesía cubana.
Trágico, vehemente, compulsivo, define la dureza de una cultura hecha de transgresiones y caos; abusa (con ánimo vanguardista) de una permanencia a pesar de terribles vientos en contra, y se instala, para mi absoluta perversión crítica, entre los mejores poetas cubanos del siglo XX.
Antonio Maceo
Posiblemente sea mi héroe, aunque yo mismo no lo sepa. Martí, Agramonte y Maceo jugarían en la delantera de mi equipo.
Trivialidades aparte, Maceo gobierna, rectifica, ensaya y, sobre todo, funda un retrato de caudillo demasiado singular para no enfrentarlo a esta camada de tipos que se enganchan a la fuerza el cartelito de héroes inmortales.
Antro
Donde sobrevivimos con el aire en contra, sin peor bandera que la tela oscura y ríspida que otros plantaron.
Árbol
Mi árbol cubano es el pinus cubensis, pero nunca he sembrado uno.
La bisabuela de mi hijo siembra un árbol de frutas. Demorará cinco o seis años, quizás más, en fructificar. La anciana tiene noventa años y es casi seguro no verá ni disfrutará esos frutos.
No importa, me dice como si penetrara en mi mente, hay que sembrar para que otros consuman la cosecha, ahora muy pocos piensan así.
Exacto, en este país no hay otro tiempo que el presente. Y el peor de los presentes: el presente personal.
Arriba
Los que permanecen en ese sitio. La clase jerárquica superior. Oportunistas ramplones, ratas politiqueras, hijos de quien uno sabe, pistoleros de arengas a favor de la corriente, soplones misteriosos, entre otros, copan tales puestos. Mantenerse en ellos implica arrastrarse hacia los sótanos del glamour ideológico.
Asilo
Han vivido en mi casa por años los menesterosos y perseguidos, los incrédulos y desadaptados: aquellos que suponen un mejor país en el país que mal los abrigó; quienes, a pesar de las distancias, no temen cuando escuchan, incluso en susurros, la palabra libertad.
Ausencia
A lo mejor estuve ausente de las mejores cosas que pasaron en mi país mientras yo habitaba otras dimensiones. Según unos, eso fue lo que ocurrió.
Autopsia
Investigación que comienza cuando estás vivo y a veces no termina siquiera cuando te mueres.
Autos
No me llevo bien con ellos, quizás porque mi padre, entre tantas prohibiciones, me prohibió el suyo. Me aleccionaba sobre peligros inminentes. Estoy convencido de que fue la mejor decisión. Un poeta (como yo) al volante es un peligro en la carretera.
¿Puedo, aun así, aspirar a un carro, que ni siquiera fuese cercano al año en curso?
¿Quiénes pueden aspirar a un carro que ni siquiera fuese cercano al año en curso?
Las respuestas coinciden en un mismo punto.
Avión
Temer a los aviones no es, ni de cerca, algo novedoso para cualquiera.
Il-62 rumbo a Luanda. Rumbo a la muerte que casi eligieron para mí.
Aviones de mala (o buena) muerte sobre selvas imposibles de una guerra imposible.
El último en que viajé allá (de Kubal a Luanda, septiembre de 1989): balas de AKM disparadas por soldados de la UNITA casi impactan el fuselaje. Gracias a que las balas no eran trazadoras, nos dice el piloto cuando aterrizamos.
An-26, a cualquier evento dislocado en la locura de mis extravíos literarios.
Boeing desde La Habana con destino a Holguín, noches después de la mañana terrible del 11-09-01. Intento encontrar rastros de miedo en las azafatas. Todo parece tranquilo; para mí no lo es. Cualquier tintineo de luz más allá de la oscuridad descubre la inminencia de un desastre. Cuarenta y tantos minutos de suplicio.
Pienso en tropas de Al Qaeda perpetuando esa tela de horror hacia tierras no tan enemigas. Busco señales de turbación en otros pasajeros. Dentro de mí el paisaje es diferente. Humoso. Alarmado. Septiembre de 2001.
B
Baile
Nada tengo contra bailes, danzas, puras manifestaciones de culturas que sobreviven aquejadas por embates de bailes y danzas que no son tales cosas.
Un zapping televisivo y se comprueba. Los alegres ciudadanos del país bailotean tras los infames acordes de orquestas y otros similares (y peores) músicos del país.
La misma pandilla de bailadores, no hace falta reconocerlos, se multiplican en miles por toda la geografía nacional. Es mucho más fácil mover los pies (y hasta las manos) que el cerebro.
Balbucear
El balbuceo es la señal ínfima de la comunicación. Balbucear una verdad puede entrever los fragmentos de una mentira. Hay balbuceos estridentes y otros que reniegan de un grito original.
Barlovento
Los vientos siempre vienen del norte. O las cosas terribles y dañinas. Lacras, vicios, malas conductas, mala música, drogas, alienación, desparpajo, la violencia en noticias.
Bestiario
Acá el mono desciende del hombre, aunque a veces el hombre no tiene peores descendencias que hombres peores.
Acá el pez pequeño se come al más grande, aunque a veces se ponen de acuerdo y entre ellos devoran al pez mediano.
Acá la evolución de las especies recién comienza. Y hay algunos que no quieren que avance.
Bestias
Vi la mirada de un funcionario gubernamental cuando le dije a la cara todas (o casi todas) las miserias que ejecutaba a favor de su cargo político. “Escribe un poema sobre mí”, procuró en una etílica madeja de oposiciones. Lo complací:
Eres la piel del rinoceronte / muerto / en una pudrición nocturna / detestada por los otros rinocerontes.
—¿Qué quieres decir ahí? —fue su intento de manifestación interrogadora.
—Aprende. Estudia. Deja de ser lo que ya eres.
Por los tiempos de los tiempos.
Bilis
La bilis es asunto al que le dedico argumentos pocos biológicos. La metáfora aparece dibujada por un cruento vómito matinal.
En términos más alegóricos, yo soy parte de esa bilis que el país reprende. Intento limpiarlo, hallar purificaciones salvadoras. El país no agradece, todo lo contrario. El vómito es poco insurgente, poco liberador. La bilis queda atrapada en mis tejidos, como imborrable siamesa.
Biopsia
Me extraen (extirpan) una parte del tejido político para determinar si estoy infectado por un virus ideológico. Los resultados son contradictorios.
No hay anestesia. No hay cuidados expansivos. Tampoco soy un paciente, sino la matriz del experimento unánime. Las patologías rozan ambigüedades supremas. Aparecen tumores. Periféricos, asimilará un especialista.
Por las dudas, extirparán hasta las dudas.
Bondad
Conozco la bondad porque está en todas partes y a la misma vez no está. Subo a un ómnibus (atestado casi siempre) y descubro que yacen de pie embarazadas, mujeres que sostienen a bebés, ancianos. Los asientos rebosan de jóvenes que desconocen e ignoran a la señora bondad.
Ocurre casi todos los días, aunque casi todos los días habrá alguna que otra excepción. Las excepciones cubren el tramo infeccioso de este asunto: soy bueno porque me enseñaron a serlo.
Pobre del país que reproduzca generaciones que humillen cualquier acto de sensibilidad social y humana.
Burocracia
Soñó que vivía en un país improbable, por injusto, y que ejercía el raro oficio de enredarle la vida a quien necesitara sus servicios, requiriéndole cientos de papeles, remitiéndolo a departamentos que giraban sobre un eje interminable y vacío.
Las personas que atendió pasaban años para resolver asuntos que no sobrepasaban las insignificancias más cotidianas.
Soñó que no era el único en ese país y que el verdadero oficio lo ejecutaba a favor del país donde vivía: gastando a las personas la mayor cantidad de tiempo posible.
Despertó asustado. Y feliz. Era imposible que ese país existiese.
Buscar la verdad de los hechos
O los hechos que rodean a la verdad. Y es simple como noticia envuelta en el almíbar patrio.
Una cosa es la verdad y una muy diferente los hechos que deben producirla. Que ocurra no quiere decir que exista y pueda palparse. No hay demostración que no comience en la injuria real.
Si Newton hubiera nacido en esta época, y en Cuba, sería un profesorcillo de Física en una escuela secundaria.
Si Carlos J. Finlay viviera ahora mismo en la patria que lo vio nacer hace más de un siglo, estaría clamando por una de esas misiones médicas “a los países hermanos”.
Soñar arena
Todo en Reinaldo Arenas es risa y horror, ternura y tedio, desprecio y delicadeza. Por eso es tan grande ese guajirito nacido en un cagadero en Holguín. Y por eso son tan mediocres los demás escritores de su generación, títeres triunfadores que no serán recordados siquiera porque, de jovencitos, Reinaldo Arenas literalmente se los templó.