Playboy y las relaciones entre Cuba y Estados Unidos

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La presencia del dictador cubano en la revista tuvo que haber significado un éxito económico para Hefner, porque en 1974 Playboy y la cadena CBS pagaron, cada una respectivamente, 30.000 y 50.000 dólares a Kirby Jones para que gestionara otra entrevista a Fidel Castro. Jones era un antiguo demócrata de la época de Kennedy y diseñó el viaje a La Habana del senador George McGovern en 1975. Se decía que era el contacto obligado de cualquier medio estadounidense interesado en entrevistar al comandante. Ese año Jones había creado, a partir de conversaciones con Fidel Castro, la firma Alamar Associates. La empresa había tomado el nombre de Alamar, un proyecto de edificios de apartamentos de bajo costo con una arquitectura muy básica, y construidos con capital proveniente del campo socialista. Kirby Jones viajó a La Habana junto al periodista Frank Mankiewicz y juntos filmaron y entrevistaron al líder cubano.

De esa visita surgieron With Fidel. A Portrait of Castro and Cuba (1975), un libro que apareció bajo el sello de Playboy Press, y unos exitosos programas transmitidos por CBS. Jones consideraba que era un buen momento para que el ejecutivo estadounidense derogara el embargo y tenía la certeza de que el presidente Jimmy Carter lo haría. Carl Hiaasen, del Chicago Tribune, calificó a Jones un “diplomático del dólar” y aseguró que era posiblemente el único ciudadano norteamericano con acceso a la línea directa de la oficina de Fidel Castro. De acuerdo con Jones, en 1977 se había firmado un acuerdo bilateral entre el gobierno de Cuba y Washington que incluía cuestiones relacionadas con la pesca en aguas territoriales, una visita del Ballet Nacional de Cuba a Estados Unidos y permisos a los turistas estadounidenses que quisieran visitar la Isla. Aseguró también que diez diplomáticos estadounidenses ya estaban en La Habana. 

Además, vendió la idea de que ambos países reestablecerían relaciones en un futuro cercano. Ese año, Jones recibió entre 1.500 y 2.000 dólares de parte de alrededor de cada una de las cien compañías norteamericanas interesadas en hacer negocios en Cuba, sin importar si podría llegarse a un acuerdo con las autoridades de la Isla para el viaje y estancias de sus representantes. Entre las empresas más importantes se encontraban Boeing, General Electric e IBM. En la entrevista conducida por Jones y Mankiewicz, Castro habló de una posible reanudación de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, la cual consideró “inevitable” y una “necesidad histórica”; pero el dictador cubano insistió en que la única condición para retomar las conversaciones era que Estados Unidos eliminara su “bloqueo económico” hacia la Isla. 

En 1975, una pequeña versión de esa entrevista apareció en la revista Oui, propiedad también de Hugh Hefner. La publicación, el equivalente de Playboy en Francia, comenzó a editarse en 1963 con el nombre Lui. En 1972 Playboy Enterprises compró los derechos para manejar la revista en Estados Unidos. Desde entonces comenzó a llamarse Oui bajo la batuta de Jon Carroll, quien había trabajado en Rolling Stone y más tarde en de The Village Voice. Sin embargo, fue Arthur Kretchmer, el editor de Playboy, quien llevaba la voz cantante y se aseguraba de que Oui encajara en la visión de Hugh Hefner.[1] La adquisición de Oui fue en parte una respuesta de Hefner a los desnudos cada vez más explícitos que publicaba Penthouse, la principal competencia de Playboy. De este modo, mantuvo intacta la filosofía de la revista que lo había llevado a construir su imperio y pudo empaquetar los desnudos más hardcore bajo otra marca.[2]

La entrevista de Fidel Castro en Oui puede leerse después de las páginas dedicadas a la modelo Alicia Tamsin, una rubia newyorkina que mostró hasta el vello púbico. El material comenzó precisamente sugiriendo que para muchos estadounidenses la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos parecía algo inminente. Hefner quería participar de ese cambio; de ahí su marcado interés por la figura del comandante.[3]

El dictador sugirió a sus entrevistadores que, debido a factores geográficos, históricos e intereses económicos de ambos países, algún día esos lazos tendrían que restablecerse; pero que los vínculos tendrían que basarse en un “absoluto respeto e igualdad” de ambas partes.[4] Castro dijo que era bastante objetivo y que no tenía ningún apuro. “Nosotros somos muy realistas y vamos a esperar hasta que existan las condiciones adecuadas para el restablecimiento de esas relaciones”.[5] Además, aseguró tener la certeza de que el sistema económico y social de Estados Unidos se transformaría en determinado momento. “Algún día”, subrayó, “los sistemas sociales de Cuba y Estados Unidos se encontrarán, cuando Estados Unidos cambie”.[6] El país del norte, profetizó, “será el último país en el mundo donde un cambio hacia el socialismo tendrá lugar”.[7]

Fidel Castro apeló una vez más al levantamiento del embargo como requisito fundamental para el restablecimiento de las relaciones entre ambos países. Los entrevistadores preguntaron si aceptaría a Henry Kissinger como un emisario del gobierno estadounidense, a lo que el comandante respondió: “Él puede venir como turista ahora mismo, pero no puede venir como emisario hasta que el bloqueo se levante. En general, nosotros pensamos mucho en Kissinger. Es un hombre inteligente y realista”.[8]

En diciembre de 1978, tres años más tarde de que se publicara esa conversación, Penthouse, la principal competencia de Playboy, llevó también en sus páginas una entrevista que el periodista brasileño Fernando Morais le había hecho al dictador cubano en La Habana. Morais había estado en Cuba en 1975 y escribió un libro que se editó en portugués con el título de A llha: Um repórter brasileiro no país de Fidel Castro, bajo el sello editorial Alfa-Qmega. El texto tuvo un gran éxito y en poco tiempo se convirtió en un best seller. En 1977 el periodista regresó a Cuba y logró hablar con el comandante. En la edición en español de 1978 de A llha se incluyeron fragmentos de esa entrevista.

Fernando Morais pasó treinta días confinado en una habitación del Hotel Nacional esperando paciente junto al teléfono una llamada de Castro. No fue tanto tiempo si se toma en cuenta que, en 1974, Saul Landau y Frank Mankiewicz, tuvieron que permanecer tres meses encerrados en un cuarto del hotel Habana Libre para que el dictador los recibiese.

En la versión aparecida en Penthouse de la entrevista de Fernando Morais, el tema de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos salió a relucir nuevamente. El comandante reveló que China no estaba de acuerdo con el levantamiento del embargo porque ello implicaría un acercamiento entre la Isla y el gigante del norte. “China continúa su política de traición al movimiento revolucionario global. Es una política de total colaboración con el mundo imperialista”, comentó.[9] De acuerdo con Castro, los chinos, incluso, habían pedido en secreto al gobierno estadounidense que no cerrara la base naval de Guantánamo en caso de que se levantara el embargo económico a Cuba. 

Pero el proceso de deshielo entre Estados Unidos y Cuba se frustró en abril de 1980, cuando Fidel Castro decidió abrir el puerto del Mariel, para todos aquellos que quisieran abandonar la Isla, después de que diez mil cubanos ocuparan la embajada de Perú en La Habana, tratando de salir del país por cualquier vía. Por el Mariel se produjo un éxodo de más de cien mil personas que generó de nuevo una crisis diplomática entre ambos países.

Sin embargo, documentos desclasificados recientemente por el Departamento de Estado estadounidense prueban que Jimmy Carter tenía la intención de eliminar el “embargo” en su segundo mandato. De acuerdo con uno de los memorandos, en una reunión en Camp David con altos miembros de su gabinete el 3 de mayo de 1980, Carter había dicho que “desearía levantar el bloqueo económico a Cuba. De hecho, él esperaba hacerlo a principios de esta administración, pero las circunstancias lo prohibieron”. Carter no llegó al segundo mandato porque perdió las elecciones con el candidato republicano Ronald Reagan ese mismo año.[10]

En marzo de 1982 el asunto de la normalización volvió a discutirse, cuando la administración de Ronald Reagan estableció conversaciones secretas con el gobierno de Fidel Castro y había propuesto retomar el tema de las relaciones entre ambos países. Los asesores de Reagan pensaban que con una diplomacia inteligente y habilidosa a los enemigos se les podía convertir en aliados.

A cambio de la normalización, el gobierno de Fidel Castro debía dejar de apoyar los movimientos revolucionarios en América Latina y desligarse un poco de la URSS. De hecho, Wayne Smith, un antiguo jefe la misión de Washington en La Habana, dijo a Foreign Policy que Cuba había mostrado interés en reiteradas ocasiones de negociar incluso con esas condiciones. Pero para abril de ese año, Washington volvió a restringir el turismo estadounidense a la Isla y recrudeció el embargo. Al parecer, Fidel Castro consideró que ese era un precio que no estaba dispuesto a pagar. 

A pesar de las tensiones, el interés de Hugh Hefner por Fidel Castro se mantuvo. En mayo de 1981, la entrevista que Lee Lockwood le había realizado al dictador cubano apareció en Playboy Interview, un libro de más 700 páginas publicado por Playboy Press. En su reseña del texto para el Chicago Tribune, el periodista Mitchell S. Ross consideró que, aunque la sección de entrevistas de Playboy se había convertido en una institución del periodismo en Estados Unidos, el texto era bastante desbalanceado y que la categoría de celebrity primaba en el proceso de selección de los entrevistados. “¿A alguien le importa lo que tiene que decir Marlon Brando sobre algo?”, preguntaba irónicamente Ross, quien además se refirió a figuras como Malcolm X o Muhammad Ali como “fósiles tediosos”. 

En contraposición a estos personajes, resaltaba la calidad de las entrevistas a Vladimir Nabokov y Martin Luther King Jr., “cuya genial oratoria estaba por encima de cualquiera en lengua inglesa desde el retiro de Winston Churchill”. “¿Hay un hilo común en este volumen”, se preguntaba Ross, “que incluye incluso la panacea charlatana de Fidel Castro? Si existe, no he podido encontrarlo”.[11]

El romance de la prensa estadounidense con la figura de Castro como celebrity llegó también a publicaciones del mundo de la moda y el espectáculo. En 1984, la revista People incluyó al comandante en su lista de los hombres “mejor vestidos del mundo”, y se le integró en el salón de la fama de la publicación junto a la princesa Diana de Gales y la estrella de rock David Bowie. “Los jurados de People parecen estar premiando más la persistencia que la elegancia”[12], comentó irónicamente en el Chicago Tribune el periodista Rob Morse, quien añadió: “Desestimaron las charreteras de ópera cómica del dictador libio Muamar el Gadafi” e “ignoraron las contribuciones realizadas por Yasir Arafat a los artículos de modas para caballeros, y su hábito de llevar pistola a cualquier lugar”.[13] El articulista le reprochaba a los jurados no haber podido distinguir entre el ordinario traje de verde oliva, utilizado por el dictador cubano durante años, de los pantalones de camuflaje que pusieron de moda en las grandes ciudades los rockeros, los grupos pacifistas y los adolescentes después de la guerra de Vietnam, y que usaban con pullovers Lacoste. 

Efectivamente, hasta su desaparición de la escena pública como jefe del Estado cubano y salvo contadas ocasiones, Fidel Castro no usó otro atuendo que sus trajes de verde oliva. Ese vestuario militar sedujo a muchos jóvenes izquierdistas que veían al dictador como un símbolo de rebeldía constante frente al imperio norteamericano. 

En 1977 George F. Will apuntaba en Los Angeles Times que Fidel Castro no era “menos dictador que Trujillo; pero Castro entendió que en Occidente hay muchos izquierdistas para los que su odio a las dictaduras es menos constante que su afición por sus héroes políticos”.[14] El periodista agregaba que, aunque ya la gente no tenía estómago para los dictadores, Castro sabía cómo manejar los símbolos del heroísmo. Uno de ellos era su traje de verde oliva que, como los jeans y cardigans de Jimmy Carter, no era más que un símbolo de sus orígenes románticos, un gesto de humildad exclusivo de los poderosos, siempre empeñados en romper con las convenciones.[15] El traje de verde oliva de Castro, subrayaba, era como la ropa de los estudiantes radicales que estudiaban en escuelas caras, expresaban reverencia por las masas pero no tenían intención de compartir sus destinos. 

Frank Mankiewicz, el mismo que había entrevistado a Fidel Castro junto a Kirby Jones en 1975, le dijo en una conversación personal al periodista John P. Wallach, que el comandante usaba trajes de verde oliva, pero de diseñadores, “no son ese tipo de trajes que esperas que te den cuando entras al ejército. Son muy ligeros, están bien cortados, no me sorprendería si los trajes de Fidel Castro fueran de Oscar de la Renta”.[16]

Pero no era la apariencia de Castro lo que lo hacía tan atractivo a los ojos de los estadounidenses, acotaba Wallach, sino que encajaba en la imagen que ese país tenía de lo que debía ser un revolucionario. “Aunque es algo trillado, hay que decir que si Fidel Castro no hubiera existido, lo hubiéramos tenido que inventar. El hecho es ese, que lo inventamos. Castro nos resulta interesante porque él nos dice cosas sobre nosotros como ningún otro personaje legendario, incluso como ningún personaje salido de un libro de ficción. Él reúne todas esas características que la mayoría de los intelectuales occidentales admiran”, escribió.[17]

El comandante, concluía Wallach, fue percibido como el héroe romántico de las novelas de cabecera de los estadounidenses. Norman Mailer lo explicó mejor. Fidel era como si “el fantasma de Hernán Cortés hubiera aparecido en nuestro siglo montado en el caballo de Emiliano Zapata”.[18]

Después de que People lo proclamara como uno “de los mejor vestidos en el mundo”, no es de extrañar que Hefner volviera a llevar a Fidel Castro a las páginas de su publicación. En agosto de 1985, Fidel Castro concedió una nueva entrevista a Playboy. Esa vez el proyecto estuvo a cargo del escritor independiente y profesor de ciencias sociales Jeffrey M. Elliott, y el congresista de los Estados Unidos Mervyn M. Dymally. A diferencia de la edición de 1967, la entrevista era mucho más larga y los desnudos de las playmates, más explícitos y extravagantes. La playmate del mes fue Cher Butler, aunque además se publicaron desnudos de Judy Norton-Taylor y de la actriz Ingrid Boulting. 

En la introducción de la entrevista, el editor hizo referencia a la conversación de Fidel Castro publicada en Playboy en 1967 y destacaba el hecho de que la revista había sido uno de los pocos medios que pudo llegar a él durante dos décadas. “Los tiempos han cambiado —agregaba—, y Castro realmente cree que ha llegado el tiempo para un nuevo diálogo con el pueblo estadounidense”.[19]

Al parecer, Fidel tenía mucho interés en la entrevista y le hizo llegar al editor ejecutivo de Playboy una caja de tabacos en la que había escrito: “Para el Sr Barry Golson. Doy las gracias por adelantado por la publicación de la entrevista y doy la amnistía a Dymally y a Elliot por las torturas y abusos a los que me han sometido estos días. Les deseo éxitos y para mí un poquito de paz”.[20]

Ese año, Fidel Castro había conversado con otros medios estadounidenses como PBS y CBS, aunque aclaró que no estaba tratando de lanzar una campaña publicitaria en aras de mejorar su imagen en Estados Unidos. Curiosamente, Kirby Jones —el mismo que participó en el lobby para quitar el embargo y establecer relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba años atrás— se encontraba en La Habana asesorando un documental de PBS y Playboy le solicitó su cooperación en el nuevo proyecto. Pero lo más interesante es que un año antes, en 1984, el representante Dymally había acompañado al reverendo Jesse Jackson a la Isla. Jackson, entonces candidato a la presidencia de los Estados Unidos, se reunió con Fidel Castro y había logrado que el dictador liberara a 27 presos políticos y a 22 ciudadanos norteamericanos que estaban recluidos en Cuba por diferentes motivos. 

En esta nueva entrevista que concedió a Playboy, Fidel Castro tocó aspectos de su vida personal, aunque sin muchos detalles, porque dijo ser “alérgico a las columnas de chisme y de publicidad”.[21] Castro le hizo saber a sus entrevistadores que no se consideraba un dictador. Para el comandante, un dictador “es alguien que toma decisiones arbitrarias por sí solo y que está por encima de las instituciones, por encima de la ley y que no está sujeto más que al control de sus propios deseos y caprichos”.[22] “Si ser dictador significa gobernar por decreto”, continuó, “entonces ustedes pueden usar ese argumento para acusar al papa de ser un dictador. Sus amplias prerrogativas para gobernar el Vaticano y la Iglesia católica son bien conocidas. Yo no tengo esas prerrogativas”.[23]

En otro momento, la conversación giró en torno a las libertades de prensa y de expresión. Castro, lejos de responder, ripostó con preguntas: “Si tú eres comunista en Estados Unidos ¿dónde están tus libertades? ¿Puedes trabajar para el Departamento de Estado o ser empleado del gobierno? ¿Puedes hablar abiertamente en la televisión? ¿En qué periódicos escribes? A nosotros nos critican en Cuba, pero al menos nosotros somos más limpios que ustedes. Nuestro sistema es limpio, porque no pretendemos ser los mejores en cuanto a la libertad”.[24]

Los entrevistadores replicaron al instante: “De hecho, un comunista puede hablar abiertamente en Estados Unidos, la gente tiene la libertad para decir lo que quiera”.[25] El comandante agregó exaltado: “¡Cuando yo vea a un comunista escribiendo en The New York Times, o hablando en CBS, les prometo que yo voy a abrir las puertas para que todos los contrarrevolucionarios puedan escribir en nuestros periódicos! Pero ustedes tienen que dar el ejemplo primero”.[26] El debate continuó. “Seguramente usted sabe que en Estados Unidos hay comunistas que son candidatos a la presidencia y que pueden hablar libremente”, apuntaron los estadounidenses. “¿Nosotros podríamos ir al Parque Central en La Habana y hablar críticamente sobre Cuba? ¿Podríamos salir ahora y empezar a hablar en contra del Partido?”, preguntaron nuevamente.[27] El dictador no pareció inmutarse y respondió sonriente: “Vayan y traten, prueben. Pero se pueden meter en problemas”.[28]

En otro momento de la entrevista, Elliot y Dymally preguntan a Castro si estaría dispuesto a reunirse, sin una agenda preestablecida, con el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, a fin de aliviar un poco las tensiones entre ambos países. Después de varios segundos y tiempo para articular una respuesta, el comandante señaló: “Voy a decir que yo estoy proponiendo una reunión con Reagan. Sin embargo, si quieren saber mi opinión, pienso que es poco probable; pero si el gobierno de los Estados Unidos planteara un encuentro de esa naturaleza, un contacto de ese tipo, nosotros no pondríamos ningún obstáculo”.[29] El máximo líder puntualizó que cualquier invitación que le hiciera el Black Caucus del Congreso de los Estados Unidos sería un honor para él, aunque dijo estar más interesado en una reunión más amplia con miembros del Congreso. “Pienso que tengo los argumentos con los cuales hablar, discutir y debatir con un grupo o con todos los congresistas a la vez. Pienso que podría ir”.[30]

Eso era poco probable que pasara, sugirieron los entrevistadores, sobre todo en un momento que el subsecretario de Estado, George Shultz, estaba apuntando a una conexión entre Cuba y Colombia en el tráfico de drogas. De acuerdo con los periodistas, Fidel Castro, muy molesto, se paró y comenzó a dar pasos a raíz del comentario que acababan de hacer, y negó rotundamente que Cuba tuviera ese tipo de conexiones. Como se sabe, en agosto en 1989, un grupo de altos militares, entre ellos el general Arnaldo Ochoa, fueron fusilados en Cuba, acusados de establecer vínculos con carteles de la droga en Colombia, entre ellos con el de Pablo Escobar.

Uno de los momentos más interesantes de la entrevista en Playboy tiene que ver con las reflexiones que hizo el máximo líder sobre la política internacional que mantenía Estados Unidos en ese momento, en particular el cambio que Washington estaba teniendo respecto a China. En ese sentido comentó:

“Hace veinte años se decían las cosas más terribles sobre China, Mao Tse-Tung, sobre el comunismo chino, sobre la amenaza Roja […] Sin embargo ya eso no pasa. La prensa ya no insulta al gobierno chino ni al pueblo de la República de China. Contradictoriamente, hay excelentes relaciones diplomáticas, han crecido las inversiones y el comercio. Pero ese proceso empezó con la China actual, no con la de Mao Tse-Tung, la China de la revolución cultural, cuando un modelo de comunismo extremo se aplicó en China. Ahora hasta Reagan ha visitado la Gran Muralla China”.[31]

De acuerdo con Fidel Castro, el cambio respondía a que se habían creado dos categorías de comunistas, los buenos y los malos, y que él encarnaba el prototipo del comunista malo. Para los entrevistadores, en cambio, existía un sentimiento generalizado en Estados Unidos acerca de las políticas que un gobierno de orientación marxista implementaba una vez que tomaba el poder. El resultado inevitable, decían, “es represión, poca atención a los derechos humanos y el encarcelamiento de los disidentes políticos”.[32] Nuevamente el dictador se levantó y empezó dar pasos mientras hablaba, refieren los periodistas, y respondió un tanto contrariado:

“La idea de que alguien está preso en Cuba —no importa lo que ustedes hayan oído— por tener ideas diferentes simplemente no tiene ningún sentido. Nadie en este país ha sido jamás castigado por haber sido disidente o haber tenido ideas distintas a las ideas de la Revolución. Los actos por lo que un ciudadano puede ser castigado están definidos con precisión en nuestro código penal […] Pero no importa lo que nuestros enemigos puedan decir, no importan cuánto mientan o nos difamen, la historia de la Revolución no contiene casos de torturas o abusos psicológicos. Todos los ciudadanos en este país, sin excepción, lo saben”.[33]

Elliot y Dymally ripostaron: “Eso es una negación radical, señor presidente. ¿Eso significa que cada historia sobre encarcelamientos injustos o torturas en Cuba de la que nos hemos enterado en todos estos años ha sido una mentira?”. Fidel Castro respondió con su acostumbrada retórica y trató de volver a su zona de confort: “Sí. Nunca para resolver alguna ilegalidad, hemos tenido que recurrir a la fuerza, la tortura o el asesinato. […] Nunca en 26 años un policía ha usado gas lacrimógeno o ha golpeado a ciudadanos en una manifestación”.[34]

Durante la conversación salieron a colación otros temas como las políticas de Reagan en contra de la revolución sandinista en Nicaragua, el régimen del apartheid en Sudáfrica, la deuda de los países latinoamericanos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la invasión soviética a Afganistán. En ese punto los entrevistadores le comentaron que había sido una “invasión sangrienta” a la que el líder cubano parecía caracterizar desde la “filosofía de la revolución y la liberación”.[35]Además, le reprocharon que él culpara a los Estados Unidos de la mayoría de los problemas del mundo, pero que al mismo tiempo fuera muy condescendiente con la Unión Soviética y su “solidaria” política expansionista. Acto seguido, preguntaron sobre las tropas y las armas que La Habana había enviado a Angola y a Etiopía. Las respuestas del dictador, una vez más, descansaron en el argumento de la solidaridad. 

Fidel Castro aseguró que el gobierno cubano sabía de antemano lo que iba a hacer durante los próximos quince años en todos los campos de la vida y que, a pesar del embargo de los Estados Unidos, “había algunas áreas como la salud y la educación en las que esperaba que Cuba pudiera estar por delante de los Estados Unidos en un futuro no muy lejano”.[36]Las predicciones del comandante estaban a punto de desmoronarse. En 1989, cuatro años después de esta entrevista, caía el Muro de Berlín, uno de los símbolos del campo socialista de Europa del Este. Luego de ese suceso, el colapso y disolución de la URSS era cuestión de tiempo. Las consecuencias que tuvo para Cuba la pérdida de sus socios comerciales y políticos fueron muy graves. Los cálculos y planes de Fidel Castro se desplomaron una vez más.

En la última parte del material, los entrevistadores preguntaron sobre lo que pasaría en caso de que Estados Unidos restableciera las relaciones comerciales con Cuba. “Francamente, Estados Unidos tiene que ofrecer muy pocas cosas a Cuba”. Castro dijo que, de producirse ese cambio, tendrían que abrirse otras líneas de producción, porque la Isla ya tenía comprometidas sus exportaciones con los países del bloque comunista por los próximos cinco años y que ellos no iban a “cambiar la vaca por la chiva”.[37]

El comentario contrasta con la labor política que el régimen ha realizado durante décadas para que Estados Unidos levante su embargo económico y comercial. El embargo se estableció a inicios de la década de 1960 en respuesta a las nacionalizaciones sin compensación que el gobierno revolucionario decretó contra las compañías norteamericanas radicadas en la Isla. Al tiempo que esta política sirvió al régimen cubano para construir un modelo de “plaza sitiada”, en el que la disidencia política se considera como un acto de traición, también ha sido utilizado para justificar el fracaso del sistema socialista implementado en la Isla. Gracias al argumento del embargo, Cuba ha logrado el apoyo incondicional de la izquierda internacional, sin que importen las violaciones a los derechos humanos y la falta de las libertades más elementales.

Esta no sería la última vez que Fidel Castro aparecería en las páginas de Playboy, pero, para esa fecha, tanto el proyecto revolucionario del dictador cubano como la revista que había llevado a Hefner a construir un imperio, se encontraban en plena crisis y decadencia. La filosofía Playboy había pasado de moda y los desnudos ya eran demasiado soft, mientras que otras publicaciones estaban difundiendo imágenes mucho más explícitas. El hombre nuevo estadounidense de la revolución sexual que Playboy había ayudado a construir, era portador de otra filosofía y otra subjetividad. La revolución sexual, conjuntamente con el movimiento feminista, habían producido una generación de estadounidenses con acceso a la educación, con nuevos valores que descansaban en la participación activa de la mujer fuera del hogar, y en el matrimonio tardío, que posponía la llegada de los hijos. La vida en pareja comenzó a revalorizarse y dejó de significar una carga aburrida y pesada. 

Para amortizar un poco las críticas feministas y cambiar su agotada imagen, en 1982 Hugh Hefner había nombrado presidenta de Playboy Enterprises a su hija Christie, aunque él siguió al mando de la revista. Christie Hefner no proyectaba la imagen de la playmate, sino la de la mujer ejecutiva que había contribuido a las causas del feminismo. En varias ocasiones había logrado que Playboy hiciera algunas contribuciones económicas a organizaciones como Religious Coalition for Abortion Rights, Foundation for Women y Women’s Equal Rights Legal Education Foundation, entre otras.[38] En ese contexto, Playboy ya no era tan atractiva y Hefner trató de reconvertir su filosofía del hedonismo en educación. Para esto, empezó a traspasar la mansión Playboy de Chicago al Instituto de Arte de esa ciudad en 1985. El magnate compró el inmueble en 1957 por un valor de cuatrocientos mil dólares y vivió en él desde 1959 hasta principios de los setenta, cuando decidió mudarse definitivamente a Los Ángeles.

La revista perdió millones de suscriptores a mediados de los ochenta, no solo por los embates moralistas de sectores radicales del gobierno de Reagan, sino también de las feministas que consideraban que publicaciones como PlayboyPenthouse, Playgirl, entre otras, eran responsables del abuso infantil y la violencia contra la mujer. Para contrarrestar esta percepción negativa y vender la idea de que la corporación fomentaba una política de equidad de sexual, Playboy comenzó a promover la figura de los rabbits (conejos), contraparte de la bunny (conejita). Entonces, la filosofía Playboy estaba descontinuada y la revista ya no era tan atractiva a los adolescentes y los hombres jóvenes, por lo que la idea de clubes para hombres solos tuvo que cambiar. Con esta estrategia, Playboy planeaba diversificar a sus potenciales consumidores y atraer a mujeres y parejas, más allá de la figura del soltero en la que había descansado su filosofía. La idea era ampliar la atención a las relaciones de pareja y no limitarse a un sujeto específico. Sin embargo, los clubes manejados por Playboy tenían cada vez menos miembros y las pérdidas de la empresa iban en aumento. 

A esto se sumó el impacto de la pandemia del sida que puso en crisis los valores sexuales que la publicación proclamaba. Por otra parte, hay que tomar en cuenta la transformación tecnológica que produjo un cambio en los formatos de producción y reproducción de la línea del desnudo y la pornografía en Estados Unidos. Playboy incursionó en el porno softcore con la llegada del Video Recorder (VCR); pero su canal de cable perdía cada vez más suscriptores y varios clubs Playboy tuvieron que cerrar. En 1986, Playboy reportó pérdidas por más 62 millones de dólares. Luego, con la llegada del internet y su oferta gratuita o muy barata de pornografía online, la revista abandonaría, en definitiva, su papel protagónico.

En esa misma época, Fidel Castro enfrentaba sus propios retos. En 1986, un año más tarde de que concediera la segunda entrevista para Playboy, el máximo líder anunció un “Proceso de Rectificación de Errores” en Cuba. Era su respuesta a las políticas implementadas en 1985 por Mijaíl Gorbachov en la URSS, conocidas como Perestroika y Glásnost,encaminadas a la reestructuración económica y al paulatino descongelamiento del sistema político soviético. El inicio de la era postsocialista estaba por llegar.

En 1991, en medio de la más profunda crisis del régimen cubano —el llamado “Período Especial”— un equipo de Playboy se encontraba en la Isla con el fin de realizar una nueva entrevista a Fidel Castro y buscar modelos para la revista, después de recibir la autorización del gobierno. Esto ocasionó la ira de Vilma Espín, presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y esposa de Raúl Castro, quien atribuyó el incidente a un malentendido burocrático, que se habría evitado si el organismo que encabezaba hubiera sido consultado. Dijo, además, que el problema había sido resuelto y “rectificado” dentro del Partido Comunista y subrayó la posición de Fidel Castro contra la pornografía.[39] Al parecer, la aguerrida federada no tenía la más mínima idea de los históricos affaires del comandante con Playboy, o decidió ignorarlos. 

Es probable que este episodio haya hecho fracasar el nuevo proyecto de entrevista que la publicación tenía en marcha; pero en marzo de ese año Playboy publicó una serie de fotos tomadas por el francés Patrick Magaud a muchachas cubanas. Las fotos acompañaron un reportaje de Jeff Cohen titulado “Cuba libre”, al igual que el popular trago hecho a base de ron y Coca-Cola.

En 1990, antes de ir a Cuba, tanto Cohen como Magaud habían estado en la URSS para un proyecto similar. “Cuba libre” es un texto lleno de lugares comunes: tabacos, ron, cálidas playas, mujeres sensuales, carros viejos, que hacen de la Isla un parque temático tropical post-socialista, abierto a la experimentación, el sexo y el placer. “Si Gorby [Mijaíl Gorbachov] había dejado a Playboy entrar para ver a sus mujeres, Fidel seguramente asumiría el reto extendiéndonos la misma cortesía”, escribió Cohen.[40] Las gestiones se hicieron a través del embajador de Cuba en París y, unos meses después, obtuvieron el permiso del Ministerio de Turismo. Para su periplo por Cuba, les asignaron un guía de la empresa Cubanacán y se movieron en helicópteros del ejército, botes y carros de turismo. 

A los ilustres visitantes les extendieron una alfombra roja por toda la Isla. Sin embargo, los anfitriones trataban de obviar el tema principal del tour: las muchachas. Al inicio de la visita un oficial les había dicho que podían tomar fotos sexis, pero no desnudos. Cohen y Magaud le preguntaron por qué las cubanas no iban a aceptar, si las soviéticas habían estado encantadas de tomarse esas glamorosas fotos. “Señor Cohen, las mujeres cubanas son muy orgullosas. Además, el noventa por ciento de ellas pertenece a la Federación de Mujeres Cubanas”, respondió el oficial.[41] Aunque no habían sido autorizados para fotografiar desnudos, la última noche de la visita, las autoridades cubanas les organizaron un desfile de modas que permitió a los representantes de Playboy echarles el ojo a ocho muchachas. Una vez que concluyó la estancia, Cohen volvió a Estados Unidos, pero poco después regresó a Cuba con un perfil más bajo y pudo recorrer nuevamente la Isla, esta vez con las modelos seleccionadas. Afortunadamente, señaló Cohen, “el oficial estaba equivocado y no había tomado en cuenta el poder de Playboy”.[42]

El interés de la revista por Cuba y Fidel Castro volvió a manifestarse unos años después, pero con un giro inesperado.Ricardo Setti, editor en jefe de Playboy en Brasil entre 1994 y 1999, cuenta en el libro Histórias secretas: Os bastidores dos 40 anos de Playboy no Brasil (2016) los intentos de Playboy por desnudar a Alina Fernández Revuelta, la “hija rebelde” de Fidel Castro.

Alina había escapado de Cuba de modo espectacular el 19 de diciembre de 1993, utilizando una peluca y un pasaporte falso. Asegura Setti que el proceso de negociación duró tres años hasta que se encontró con ella en un restaurante de Madrid. De acuerdo con el editor, Fernández Revuelta llegó acompañada de dos abogados en marzo de 1998 para la firma del contrato y dijo que el dinero de las fotos lo emplearía en ayudar a los cubanos del exilio y de la Isla. Sin embargo, agrega Setti, la hija de Fidel Castro pidió un 70% más de la oferta inicial de la franquicia de Playboy en Brasil. Al parecer, el monto solicitado se iba de presupuesto, pero el interés era tal, que Setti decidió involucrar a David Walker, director editorial internacional de la publicación en Estados Unidos. Pero Walker, al parecer por órdenes de Hugh Hefner, decidió no apoyar el proyecto. 

Ricardo Setti adujo razones éticas para no revelar el monto de la suma solicitada por Alina, aunque señaló que esa cantidad de dinero hubiera alcanzado para comprar un apartamento de tres dormitorios en un barrio rico de São Paulo. El fotógrafo J.R. Duran, quien había contribuido con cientos de trabajos para Playboy en Brasil, fue el encargado de la sesión de fotos que se celebró en septiembre de 1998 en el hotel Excelsior en Roma. Esta locación era famosa porque había sido escogida por Federico Fellini para la filmación de La dolce vita. J.R. Duran, revela Setti, quería hacerle un guiño a Fellini y cuando pensó en Alina, se inspiró en la actriz italiana Laura Antonelli para crear un ambiente a lo Visconti, con sofás, poltronas y cortinas de terciopelo rojo. 

En los tres días que duró el photoshooting, Setti refiere que la modelo se mostró poco cooperativa y que no parecía estar cómoda. “Ríete un poco”, la conminaba Duran. “¿Reír de qué?”, respondía Alina de modo tajante. “Sin algo que cree una empatía con el lector de la revista, un ensayo de desnudos no funciona”, comentó Duran. “Las fotos exhibían una mujer madura; pero dotada de encantos, con senos firmes y piernas bonitas. La expresión de la hija de Fidel Castro, sin embargo, configuraba un anticlímax: rostro serio, aire indiferente, incluso contrariado. En cientos de imágenes, ni una sola señal de felicidad la iluminaba”, rememora Setti en su texto. Después de evaluar las imágenes, la redacción de la revista decidió no publicarlas. “Le explicaríamos a Alina las razones, procederíamos a anular el contrato, pagaríamos una multa, pero el lector de Playboy no vería a una mujer tristona y sin luz en los ojos”, agregó. 

Alina Fernández, asegura el editor, fue compensada con el 11% del monto total que se había acordado y se estableció una cláusula que de salir publicada en el futuro alguna de las fotos, se debía pagar el resto estipulado en el contrato inicial. De ahí, explica Setti, que se dieran a la tarea de destruir, con el consentimiento de JR. Duran, todas las fotos y los negativos. En el texto, Setti dice que se arrepiente de haber tomado la decisión y de haber juzgado con “rigidez excesiva” aquel material. 

Hasta aquí, la versión que ofrece Ricardo Setti en Histórias secretas: Os bastidores dos 40 anos de Playboy no Brasil.Más allá de consideraciones estéticas, ¿qué podría haber llevado a este editor a destruir un material que hubiera sido un suceso mediático, comercial y político a nivel global? ¿Llegó la información del proyecto a oídos de Fidel Castro? ¿Recibieron los editores algún tipo de presiones para que cancelaran todo y destruyeran el material? Ambos fueron contactados para que comentaran para esta historia. Solo Duran tuvo la cortesía de responder a mis mensajes, pero no se animó a conceder una entrevista. Alina Fernández Revuelta, por su parte, dijo en una breve conversación telefónica que sostuvimos el 24 de enero de 2018, que nunca tuvo relaciones ni contactos con Playboy

El tiempo ha pasado y el poder que tuvo Playboy por varias décadas se ha ido apagando. En octubre de 2015, se anunciaba sorpresivamente que a partir del 2016 se dejarían de publicar las imágenes que había caracterizado a la revista: los desnudos. Se trataba de una estrategia de mercadeo para atraer a un público joven que se mueve en las redes sociales y que no simpatiza con la explotación de imágenes de mujeres desnudas. Para tratar de detener la caída estrepitosa de las ventas, directivos de la revista también sustituyeron el subtítulo. A partir de ese momento, Playboy se dejó de vender como una publicación de “entretenimiento para hombres”, para ser una revista de “entretenimiento para todos”.

A fines de 2016, Cooper Hefner, hijo de Hugh Hefner y director creativo de Playboy, dijo en su cuenta de Twitter que la decisión de suprimir los desnudos se tomó de modo erróneo y que estos regresarían porque eran la esencia de la revista. En la portada del número de marzo/ abril de 2017, Elizabeth Elam se mostraba de perfil y un titular le cubría los pezones: “Naked is Normal” (La desnudez es normal). 

Pero en septiembre de ese año murió Hugh Hefner. La muerte de la revista también parece estar cerca. Ben Kohn, presidente en funciones de Playboy Enterprises dijo en enero de 2018, que se estaba estudiando la posibilidad suspender la publicación de la revista, que apenas sobrepasa la venta del medio millón de ejemplares. La idea, explicó a The Wall Street Journal, es que Playboy deje de ser una compañía de medios para centrarse en manejar la marca. El siglo XX, sin dudas, está quedando cada vez más lejos.




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Abel Sierra Madero

Fidel Castro es uno de los grandes malentendidos del siglo XX

Hypermedia

Abriendo temporada de novedades en la Editorial Hypermedia, conversamos con el ensayista e investigador Abel Sierra Madero sobre Fidel Castro, el Comandante Playboy.





Notas:
[1]  Jon Carroll: “Windy City legend hangs up his cleats”, San Francisco Chronicle, September 16, 2002.
[2]  Larry Grobel: “Hugh Hefner: ‘I’ve Had My Own Repressions’: The LI Interview”, Newsday, Dec 14, 1975, p. 26. 
[3]  Frank Mankiewicz, Kirby Jones: “Conversation with Fidel Castro”, Oui, January 1975, p. 114.
[4]  Id. 
[5]  Id. 
[6]  Id. 
[7]  Id. 
[8]  Ibid., p. 128.
[9]  Fernando Morais: “Fidel Castro interview”, Penthouse, December 1978, p. 184.
[10]  Nora Gámez Torres: “Carter quería eliminar ‘el bloqueo’ en su segundo mandato”, El Nuevo Herald, 11 de junio de 2016.
[11]  Ross, Mitchell S.: “From Playboy: raw history and celebrity small talk”, Chicago Tribune, May 3, 1981, p. E3.
[12]  Rob Morse: “Fatigued: Castro makes People’s best-dressed, but no cammies”, Chicago Tribune, January 11, 1984. S-B8.
[13]  Idem.
[14]  George F Will: “Castro’s Revolutionary Gamble”, Los Angeles Times, Mar 10, 1977, p. C7.
[15]  Id.
[16]  John P. Wallach: Fidel Castro and The United States Press, The Cuban American Foundation and Transaction Books, New Brunswick, 1987, p. 5.
[17]  Ibid., pp. 5-6. 
[18]  Ibid., p. 7.
[19]  Jeffrey M. Elliot, Mervyn M. Dymally: “The Playboy interview: Fidel Castro”. Playboy, vol. 32, No. 8, August 1985, p. 57. 
[20]  Ibid., p. 58.
[21]  Ibid., p. 62.
[22]  Id.
[23]  Id.
[24]  Id.
[25]  Id.
[26]  Id.
[27]  Ibid., pp. 62-63.
[28]  Ibid, p. 63.
[29]  Ibid, p. 65.
[30]  Ibid., p. 66. 
[31]  Ibid., pp. 66-67.
[32]  Ibid., p. 67.
[33]  Id.
[34]  Id.
[35]  Ibid., p. 177. 
[36]  Ibid., p. 179.
[37]  Id.
[38]  Joan Beck: “A feminist finesse at Playboy?”, Chicago Tribune, May 1, 1982, p. B8.
[39]  Julien S. Murphy, Ofelia Schutte, Jan Slagter and Linda Lopez McAlister: “Feminism in Cuba: Report from the Third Conference of North American and Cuban Philosophers”, Hypatia, Vol. 6, No. 3, Feminism and the Body (Autumn, 1991), p. 231. 
[40]  Jeff Cohen: “Cuba Libre”, Playboy, March 1991, p. 71.
[41]  Id.
[42]  Ibid., p. 158.