La escritura de Bill Cordovés (La Habana, 2000) la vi salir de su propia boca, de su propio gesto corporal, en un Coliseo Poético que se desarrollaba de manera colateral a la Feria Internacional del Libro de 2019, en La Habana. La poesía como cuadrilátero, como golpe y pisotón, es una idea que me atrae; sobre todo una idea política. En medio de ese cuadrilátero, sobre un banquillo y micrófono en mano, vi a Bill vomitar sus textos como granadas que aturden y trasladan el lenguaje a las zonas más oscuras de lo lógico. La cara del que escucha es de repulsión ante el falso asesinato del lenguaje. Donde alguien espera que se hable de amor, Bill habla de las zanahorias y sus tormentos de zanahorias.
No es que juegue un juego dadaísta; es que su naturaleza poética es destructiva, irreflexiva, combativa. Hasta el año pasado pensaba que aquellos textos bastardos/ininteligibles eran una antipoesía, como sus performancesdesequilibrados/dispersos eran antiperformaces. El año pasado, en uno de mis viajes a Santa Clara, decidí estrenar los famosos trenes “rápidos” que habían llegado de la hermana China. El tren se rompió en la misma salida: kilómetro cero. Bill me había pasado una obra llamada Deione, que trataba sobre militancias alimenticias o ideologías del alimento, y yo con perra hambre. Pensé que los cubanos militamos el no-alimento y el culto al malcomer, al malquerer.
Terminé de leerme Deione y el tren arrancó al rato. Pensé que, como Cuba y China, Bill y yo podíamos ser hermanos ideológicos: poética de culto a la no alimentación. Me gustaban tanto aquellas palabras mal dichas que estuve todo el viaje pensando en el caos del mundo que puede ser el mismo caos que tiene Bill en la lengua, la cabeza, las manos; en suma: la memoria.
Hoy ese libro es el último Premio David. No se habla mucho de eso: es un libro raro de verdad, un libro antimilitante, no promocionable.
Hoy le hice algunas preguntas sobre lo que nos une, la escritura.
Bill Cordovés, por Carmen Cabrera.
¿Cuándo y por qué comenzaste a escribir?
Comencé en la Lenin; lo hacía por un deseo de comemierda. Realmente empecé a hacer cosas más serias cuando entré en talleres literarios, pero después me arrepentí de haber estado en ellos. Y seguí solo. No tuve buenos maestros: tenían pésimos gustos.
¿Qué autores muertos vivos, o muertos vivientes, o muertos en vida, o vivientes después de muertos, influenciaron tu escritura?
Cantidad. Empecé leyendo a Lina de Feria, después pasé por las lecturas comunes y, más tarde, me quedé con los escritores que me encanta descubrir aquí y allá: los raros, los manieristas. No sé, Lamborghini, Ettedgui, etc…
Bill Cordovés, por Carmen Cabrera.
¿Cómo es tu proceso de creación? ¿A qué horas escribes? ¿Tienes un espacio-templo fijo para escribir o tienes una escritura itinerante?
Escribo generalmente en mi cuarto. Desde las seis de la tarde hasta la hora que me coja, o a veces comienzo de madrugada. No tengo límites ahí.
¿Qué sueños tienes para tu obra?
Sueños, en verdad, me quedan poquitos en Cuba; pero desearía hacer de mi obra un espacio transmedial, constantemente lúdico.
Bill Cordovés, por Carmen Cabrera.
Fragmento de Deione (2020)
Me afeitaron el cielo de la boca,
como sanción por malas
prácticas alimenticias:
dejaron grietas profundas,
pero decidí llagarles
el coxis a las militantes
chocolate: fui juzgada
en un búnker donde los cítricos
eran vírgenes: vainas secas
por no-mordisco/por no-escupitajo:
ellas me realizaban un fregadero
de toxinas vegetales,
me raparon la cabeza
con remolacha; entonces,
obtuve de cárcel
una gruta saturada
de hongo
y habichuelas po–
dri–
das (…)
Bill Cordovés, por Carmen Cabrera.
Fragmento de Myidae (2021)
Una cabeza reducida, tatuada con un círculo rojizo, y otra cabeza, lanosa, nariguda; dos cabezas minúsculas de mujer, colgadas del retrato familiar; esas cabecitas cortadas y expuestas en la posteridad de la casona veraniega se metamorfoseaban en cuerpecitos de madre-lince; escupían a borbotones, monosílabos, onomatopeyas, pero de cada una salían ojazos verdeazulados. El cuello de cisne se quebraba y a su vez, de la vagina brotaba otra cabeza de niña asustada: era ese cuerpo debilucho, de jamelgo en cruzada cristiana, de Markella; su nieta recién nacida de nuevo, sin senos; solo con una vulva en medio del busto y el rostro quemado en arcadas: testículos, testículos rosados.
Bill Cordovés, por Carmen Cabrera.
Fragmento de I/O (2020)
entre tus uñas de naranjo
interpelas barcino escozor
a cuyo poliéster dirimes estancia de garza en salitre
endechas comisura
bajo sopor engullido por alquitrán
que vapulea su entrecejo hasta querencia de peltre
helor descifras
en tornadura sin flamboyán
donde encristalas su fémur contra exordios de escayola
Bill Cordovés, por Carmen Cabrera.
Cuba ‘for sale’
Que dicten los dictadores y que sigan los seguidores. Perdónenme los estudiosos de la Cuba contemporáneaque piensan más calmadamente en el futuro de todes, pero yo no creo en las hadas desde que se me cayeron los dientes de leche y nadie vino a recogerlos.