Ricardo Acostarana, el perro y la bandera

Conocí a Ricardo Acostarana (La Habana, 1993) a través de un texto que circulaba en las redes hace un tiempo. Se titulaba: Cuba es un país homosexual que no ha salido del clóset. Aquellas palabras me dejaron pensando en la certeza de vivir en un país hipócrita. Vivir, efectivamente, en un país que juega a ser país, sin llegar a serlo nunca. 

No es mentira que el clóset es un lugar oscuro y solitario. 

Tampoco es mentira que Cuba lo es. 

La soledad de Cuba: el a-isla-miento, puede ser la causa por la que Ricardo tiene un país más pequeño, más íntimo, micropolítico; dentro de una habitación, con un perro y una bandera que recogió de la calle, o viceversa. 

Aislarse de la isla es el mal que ahoga a los escritores de islas.  

Ricardo habla sobre su escritura asilada.



Ricardo Acostarana, por Carmen Cabrera.


¿Cuándo escribiste por primera vez?

Con 10 años. Estaba en quinto grado. A mi madre le otorgaron un televisor Atec-Panda y un radio Dinamo. Eso supuso una revolución familiar. No sé ni por qué realmente comencé a escribir, pero mi primer poema tenía que ver con aquellos equipos eléctricos. Aún conservo esa primera libreta donde incluso dibujaba lo que creía que estaba escribiendo. No sabía qué cosa era la poesía. No sabía qué cosa eran los versos, o estrofas, o una rima. Salió, un día en medio de un turno de matemáticas y ya no pude parar.

¿Escribes sobre Cuba? ¿Qué significa Cuba en tu escritura?

Escribo sobre mi realidad, que rebota una y otra vez en toda la gente que me rodea. Eso quiere decir que no escribo sobre Cuba. Escribo sobre cada Cuba que nos ampara y destiñe, cada Cuba que nos insilia. Escribo incluso sobre la Cuba que no existe.

En mi obra, Cuba es cuanto conozco, pero la vocación de aldeano no tranza con mis expectativas. La lectura ayuda a graficar lugares a los que nunca vas a acceder y eso es peligroso si no se conciben los límites de la realidad. Cuba es irreal y eso implica un acto lapidario, un suicidio a lo gonzo, y se disfruta.



Ricardo Acostarana, por Carmen Cabrera.


¿En qué se parece un policía a un escritor, pueden los policías escribir y los escritores reprimir?

Ricardo Piglia dijo en una entrevista que: “el detective es el último intelectual […] el que se ocupa de resolver los problemas que la sociedad encuentra como sus conflictos centrales, el crimen, el delito, la inseguridad”.

Tomo nota de eso y apunto dos cosas. No fui exactamente policía. Fui militar, quizás, fui el término medio entre un detective y un agente del orden en cuanto al cargo que ocupé. Sí, me encargaba de resolver delitos y no hay mucha diferencia entre atrapar, interrogar a un criminal y hacer horas nalgas frente a un papel blanco. Ambos suponen un desafío. De la disciplina militar me queda eso, la disciplina para crear. El talento es tan solo una parte de la voluntad, en caso de que lo tenga.



Ricardo Acostarana, por Carmen Cabrera.


Nunca dejé de escribir mientras cumplía con mi trabajo diario y eso también era un desafío. Cuando conocí a mi tío abuelo, el musicólogo y escritor Leonardo Acosta, sobrino a su vez del último Poeta Nacional antes de 1959, Agustín Acosta, supe que en algún momento de su vida perteneció a la policía motorizada, fue casi que un compromiso sanguíneo.

En mi tiempo como oficial conocí a varios militares que escribían cosas muy simples. Algunos me enseñaban sus parrafadas y pedían mi opinión. Era reconfortante ver gente aparentemente tan alejada de la literatura descubrirse en la capacidad de llenar media página de una hoja desechable o un documento de Word. 

La literatura es el arma más mortal que conozco, eso no me canso de repetirlo. El escritor es un represor, pero ante todo un autorrepresor. Tengo unos versos que dicen, y se aviene muy bien a esto que digo —con cierta referencia a Pessoa— Según mi jefe de sector // el poeta es un ladrón // y luego todo lo demás.

¿Qué sueños o aspiraciones quieres lograr con tu creación?

Intento no andar con florituras en mi vida, intento ser objetivo. Quiero publicar, en Cuba, en Burundi, en Noruega, donde sea. Quiero ganar premios y concursos, que la gente se ría y no se aburra con lo que pueda leer de mí. Por la parte que me corresponde, sé perfectamente que eso es un camino trillado lleno de sillas y la práctica requiere de mucha experiencia. No creo en ninguna profecía ni en falsos sueños. Quiero escribir de todo. Me interesa y me apasiona el periodismo, la crónica, el cuento.



Ricardo Acostarana, por Carmen Cabrera.


¿Piensas en libertad? ¿Te sientes libre?

Escribo, no sé hacer otra cosa. Esa es la única libertad que conozco. Sorprenderme yo mismo cuando termino una frase, cuando pongo una coma donde creo que va. Cuando llamo, a la hora que sea, a un amigo para leerle un párrafo que creo ha quedado escopeta. De ahí para allá, todo es vaselina.  



Ricardo Acostarana, por Carmen Cabrera.


***

Cerrado por incapacidad

Quiero irme de este país
a un no país como este
Quedarme atragantado como un frijol
en su garganta
o como la motosierra entre las
vísceras de un niño muerto por asfixia
Ver a mis no amigos en un país
como este
con la seguridad que tiene la
Coca-Cola del olvido.



Ricardo Acostarana, por Carmen Cabrera.


Dylan Thomas tuvo el pie plano

Es tan necesaria
la tecnología en el
mundo como el hambre
las mafias bisexuales y las mujeres poetas
que se rapan el pelo porque Dylan Thomas tuvo el
pie plano y no fue reclutado para la
primera de sus guerras
Porque Dylan era
el mundo
Asimismo es imposible claudicar 
cuando es tendencia lo que se olvida 
en baños públicos
y si duele
es buena señal
aunque puede llegar a doler tanto
como saber de un torero vegetariano
herido de muerte.




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Katherine Perzant: taxidermia del pájaro motosierra

Ray Veiro

“Si uno logra que el público desee acariciar un perro de trapo, uno va ganando”.