Estrategia para Venezuela: ¿más sangre?

Se organizó un circo electoral a sabiendas de que la entidad que arbitra el proceso y toda la infraestructura: tecnológica: máquinas; humana: testigos; legales: REP y Actas; logísticas: “fuerzas armadas”; apoyo internacional que avala el proceso; “observadores”… y todo lo demás, están bajo el control absoluto del régimen, que diseñó dicho organismo precisamente para garantizar su permanencia en el poder. 

Por eso son ya 32 procesos electorales los que se han celebrado y el régimen sigue allí. 

En consecuencia, cuando se piensa que se está ejerciendo el “derecho al voto”, realmente lo que se está haciendo es un simulacro, donde el voto vale tanto como un TSJ sin jueces imparciales. Es decir, no vale nada. 

Toda la infraestructura electoral está diseñada para que sea imposible probar el fraude, ya que el régimen fabrica sus propios testigos, sus propias actas y sus propias mesas, generando millones de votos de forma arbitraria que luego las autoridades del CNE avalan como auténticos. 

Como el árbitro es el que refrenda las actas, le basta a ese árbitro presentar sus actas fabricadas y alegar que las de la “oposición” son las fabricadas. Y entonces se convierte en un dime y direte, donde por razones lógicas gana quien tiene el poder “legítimo”, que fue reconocido por los actores al momento que aceptaron participar con esas circunstancias en pie.

Crear una página web, desde el punto de vista legal, carece de toda relevancia, ya que cualquiera es capaz de crear lo mismo y hacerlo con sus propios datos. Y el régimen tiene el poder para materializarlo.

La razón por la cual un régimen totalitario secuestra todas las instituciones, aplasta al Estado de derecho y crea su disfraz democrático es precisamente para que la vía legal sea írrita y no haya forma de probar nada. 

Por su parte, los organismos internacionales no tienen la capacidad de hacer nada significativo al respecto, por lo que cualquier alegato jurídico se pierde en el aire. 

Es por esto que cuando se diseña una estrategia electoral, a sabiendas de todo lo descrito arriba, su única justificación debe ser actuar sólo si se tiene un plan capaz de responder al enfrentamiento violento que implica un reclamo de fraude en la calle. 

Actuar bajo supuestos y esperanzas no es una opción, ya que lo que está en juego es la vida de personas de carne y hueso. Y, por lo general, son los más jóvenes e inocentes los que terminan en la morgue, desaparecidos, o en un calabozo torturados. 

Pretender que una guardia pretoriana, diseñada por más de dos décadas de manera muy profesional para responder órdenes exclusivamente del régimen, se voltee a apoyar a un movimiento cívico, es iluso e irresponsable. 

Si a eso se le suman los colectivos y las bandas terroristas que trabajan para el régimen, la conclusión es que promover acciones de calle sin tener una respuesta contundente a esa realidad, es casi un acto criminal y, desde luego, una gran falta de responsabilidad. 

En este momento el planeta sufre dos guerras espantosas y Estados Unidos, además, está en medio de una batalla electoral que concentra toda su atención e interés. La importancia de Venezuela desde el plano geopolítico quedó reducida a casi nada, ya que fuentes de petróleo abundan, en especial, en los mismos Estados Unidos. 

Así las cosas, hacer llamados de calle y promesas de probar lo que, por lo demás ya estaba probado (la ilegitimidad del régimen), usando criterios legales, es un cuento de ciencia ficción, que a estas alturas es harto conocido por un país que tiene 25 años sufriendo toda clase de tragedias, sin poder, debido a líderes fallidos y estrategias mal concebidas, salir de su laberinto infernal. 

Lo que ocurrió ayer fue una tragedia de proporciones titánicas. 

Antes y durante la campaña electoral se le ofreció al país, se les prometió a los venezolanos de buena voluntad, un resultado que era imposible de lograr, y bien lo sabían quienes hicieron las promesas y crearon las ilusiones y esperanzas: se dijo que serían tantos millones de personas y tantos testigos, que el CNE no podría hacer el fraude… 

Y eso, cualquiera que conozca a fondo a la bestia que enfrentamos, sabe a la perfección que no es posible. 

Lo que está ocurriendo asoma mucha tragedia sin solución racional a la vista. Son bonitas las proclamas y las ilusiones, pero, para el que lo razone con detenimiento, se dará cuenta que lo que se está repitiendo es el escenario de 2014 (“La salida”), que le costó al país miles de presos políticos, cientos de muertos, miles de heridos y miles de desaparecidos. Sin contar los comercios que quebraron y el desierto en que transformaron a Venezuela por tres largos años, produciendo un éxodo de más de ocho millones de personas, muchas de ellas huyendo en las condiciones más dolorosas y riesgosas.

Cuando se diseña una estrategia, se deben tener previstas todas estas cosas: A, luego B, y luego C. Y todo blindado y capaz de hacerle frente a las circunstancias violentas que se desencadenan. De lo contrario, se está improvisando y asumiendo riesgos mortales que afectan la vida de millones de personas inocentes. 

También, cuando se diseña una estrategia, se tiene que contar con un equipo humano de valores intachables e intelectos capaces de medir riesgos, tomar decisiones y resolver los problemas que se presenten. 

Si el equipo escogido es un grupo humano de comprobada incapacidad y de valores que no se diferencian al régimen que se combate, las probabilidades de tener éxito en el objetivo trazado son equivalentes a cero. 

¿Era la MUD el organismo idóneo para proveer el equipo humano y la maquinaria estratégica? ¿Se tenían que resucitar a los muertos y ponerlos de nuevo como la oposición oficial de Venezuela, legitimada para seguir capitalizando “la lucha por Venezuela” y empoderados para organizar sus listas de candidatos para las próximas reparticiones de prebendas parlamentarias y regionales? 

Cada uno de ustedes respóndase esa pregunta en el silencio de sus propias consciencias. 

Es terrible lo que se le ha vuelto a hacer a Venezuela. 

Ya se está produciendo mayor aislamiento del país (lo que afecta exclusivamente a los ciudadanos de a pie, porque aislar y sancionar a un régimen totalitario es más bien hacerle un favor: no es casual que el régimen de Castro ya está cerca de cumplir 70 años esclavizando a los cubanos, únicos dolientes de los embargos y aislamiento). 

Tras una larga vida dedicada a la lucha por Venezuela, hace pocos años opté por retirarme por completo del escenario público y dedicarme exclusivamente a temas literarios y jurídicos. 

Pero, hace pocos días, antes de que se materializara el circo, una diputada española muy cercana a políticos criollos exiliados, publicó la foto de dos muchachitos de menos de 18 años, con una pancarta que decía: “No tenemos miedo”, instando que nuevamente jóvenes idealistas y desconocedores de la historia se lancen a las calles, en gestas heroicas que sólo terminan en muerte, lágrimas y mucho dolor. 

Eso me obligó, por temas de consciencia, a no quedarme callado y emitir mi opinión sobre lo que pensaba de lo que estaba sucediendo, en la esperanza de que quizás al menos un muchacho me leyera y se lo pensara varias veces, antes de lanzarse a la calle para ser masacrado por asesinos sin pudor ni consciencia. 

Apoyé a María Corina Machado abiertamente porque pensé que ella sabía todo esto que he comentado y no se prestaría para el circo, sino que, en una realidad al margen del régimen, siguiera construyendo un liderazgo fresco, poderoso y capaz de responder al momento preciso, con las circunstancias precisas, que hoy no están dadas, vista la situación en que se encuentra el mundo en estos momentos. 

Pero al ver que los eternos y fallidos miembros de la MUD eran quienes constituían su equipo estratégico, logístico y narrativo, no me quedó otra opción que cuestionar sus acciones, haciendo un llamado al ejercicio del pensamiento crítico, la madurez y la sabiduría. 

Es trágico por partida doble, cuando se tiene a un importante porcentaje de la población negada a comprender de raíz las dimensiones del enemigo que nos secuestra, y a aprender de las lecciones del pasado, acumuladas durante un cuarto de siglo. 

Ahora Venezuela se enfrenta a un futuro muy incierto y lleno de obstáculos adicionales, con el agravante de mayor aislamiento, mayores restricciones, calles incendiadas y la imposibilidad de llevar una vida seminormal en el país, mientras se presentaran las circunstancias apropiadas para ejercer acciones contundentes y exitosas. 

No todas las estrategias son válidas para cualquier contexto espacio-temporal. Hay acciones que se pueden ejecutar en un tiempo y otras no, porque no están dadas las circunstancias. 

Venezuela se encuentra muy aislada, efecto de acciones que en su momento fueron oportunas, pero comandadas por la gente equivocada. Se perdió una gran oportunidad entonces. 

Aunque se logró ponerles precio a ciertas cabezas y calificar al régimen como ilegítimo y usurpador, al no tener a las personas idóneas, la oportunidad se perdió y lo que quedaron fueron unas sanciones que golpearon duro a los venezolanos de a pie. Porque, insisto, a un régimen totalitario eso no le hace ni cosquillas. 

¿Qué opción tenía el ciudadano de a pie? 

Darse cuenta de que el voto no vale nada y que a veces es mejor no asistir a ciertas convocatorias, cuando quien las organiza es un mafioso dispuesto a todo y con un poder económico y militar cuasi infinito para hacer lo que le dé la gana. 

Abstenerse, continuar con la narrativa de ilegitimidad y criminalidad del régimen, posicionada desde 2019, y acentuarla, era la mejor estrategia, esperando mejores momentos para ejercer acciones de mayor envergadura. 

Ahora al régimen se le dio la oportunidad de aparecer como la víctima de la violencia y a su líder como un candidato que puede optar a ser electo, en vez de ser el prófugo de la justicia que una vez fue. 

Cuando un general lleva a sus hombres y mujeres a una guerra, tiene la obligación de contar con una fuerza capaz de neutralizar al enemigo, cuyo poder comprobado es total. Si no tiene eso, hacer promesas de imposible cumplimiento y exponer la vida de millones de personas y la de todo un país, es irresponsable e inaceptable. 

Sé que estas líneas me seguirán trayendo como consecuencia miles de insultos, incomprensión y ataques de todo tipo, producto de emociones desbocadas. Asumo ese costo, pero al menos sabré para mis adentros que no hice silencio cuando mi deber era, como mínimo, advertir. 

Mi hijo mayor aún carga en su espalda nueve detonaciones hechas a quemarropa por un asesino del régimen, en una de las tantas marchas inútiles que líderes irresponsables convocaron en el pasado. 

Ese recuerdo, y tantos otros recuerdos, me obligaron a no callar. 

Reciban un fuerte abrazo y que Dios nos bendiga a todos.





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Los 10 millones que nunca fueron

Por Orlando Luis Pardo Lazo

La fatalidad demográfica, a la vuelta de décadas y décadas de castrismo “de todo el pueblo”, demostró ser más contrarrevolucionaria que el fantasma de la democracia.