Tan pronto el hombre aprendió a mandar,
el perro fingió obedecer.
Conjuro antiguo.
Año 2025, a sesenta y seis años de castrocomunismo, la ciudad de La Habana (meridiano 82° 22′ de longitud oeste, 35 °C) se hunde en su propio desecho.
Basura amontonada en portales, avenidas convertidas en muladares. Moscas, ratas, hombres: una misma jauría en busca de espacio. Agua envenenada, fiebre y tos que no cesa, ronchas y picaduras, costras y llagas.
La población exhala la debacle. Nadie imagina que entre la ruina germina otra especie con memoria, atenta. Aquí sigue el relato de un testigo nacido en el derrumbe.
Me llamo Kino
Me llamo Kino. Soy de color barcino. De dónde vengo, no recuerdo. Aquí llegué y me planté. No será mucho, pero me basta. Estoy huérfano. Mi padre, de raza cimarrón, fuerte y testarudo. Mi madre, perra sata cazando comida donde no había. De él heredé la trepa. De ella aprendí a bucear, cuando apenas era un bulto de pelo.
Se llevaron al viejo a palos en una camioneta. A mi madre la oteé en el pavimento, aún caliente, cuando un camión la arrastró malecón abajo.
Soy perro a pleno, no humano con hocico. Si paso junto a una bolsa cerrada, sé lo que hay. Humano necesita abrirla y mirar. Son así, hilan hasta perder el olfato.
Fantasmas del hocico
Me crie solo, bordeando el muro frente al mar. Falderos del barrio me enseñaron limosnear y acechar sobras. Una tarde, un viejo me llevó con él. Pensé que era suerte. Tuve agua, soga y patio.
Pronto noté que el patio era una trampa. Me amarró fuerte. Durante algún tiempo mi sombra giraba conmigo. Vi cosas que no debía: mujer abusada, palizas, niños llorando detrás de la puerta.
Una noche el cielo se quería caer. El viento arrancaba techos. El mar en la calle golpeando cunetas. Un canto volador partió la soga. La cerca cedió a la borrasca.
Corrí. Corrí hasta que el olor a hierro se fue. Desde entonces ando por mi cuenta. A veces huelo a mi madre en algún quicio olvidado. Son fantasmas del hocico. Nadie me encadena dos veces.
Humano
Perro está en manos de humano. Aprendemos su voz, su gesto. Luego algo se tuerce. Me duele admitirlo. Humano espera un espejo sometido. ¿Suponen que obedezco por respeto o siento cariño?
No, obedezco por ritmo; intuyo por olores. ¡Obediencia sin servidumbre! Mi cuerpo al compás del mundo. Ustedes consultan oráculos. Mi ciencia, en la tierra. Atento a señales que ustedes relegan: soplo que no miente.
Humano se la da de animal. Pretende sostener una libertad instintiva y vive domesticado por el miedo. Perdió contacto con lo real e inventó códigos y prohibiciones. Intentos de reemplazar equilibrio que los canes mantenemos sin doctrina.
Humano teme su naturaleza y la esconde bajo liturgia y discurso. Ni libre ni animal. Donde Kino actúa por necesidad, humano lo hace por exceso. Entrampado en lo que inventó para disimular extravío.
Humano imita animal, sin haberlo sido. Sí, inventaron fuego y palabra. Sin embargo, olvidaron el hálito del suelo. Yo perdí ilusión y preservo atavismo.
Al grano: fidelidad descansa en desconfianza. Veo el mundo humano desde la traición. Humano es animal voraz. ¿Sobrevivir gula será humanizarnos?
Mi zona
Mi zona empieza donde termina la sombra del muro y llega hasta el borde de contenedor azul goteando líquido agrio. Frontera móvil, hecha olores y memoria.
Si otro perro cruzara sin anunciarse, el aire cambiaría. Fuera de aquí, todo es confuso. Dentro, cada cosa en su lugar. Hay perros novicios que no perciben margen entre dominio y guarida. No les doy entrada.
Humano hurga posesionándose. Los recolectores de basura, con guantes y máscaras, borran olor del mundo. Son peligro, tiran palo, botella. Hay merodeadores huraños cruzando de noche sin tocar basura.
Felinos furtivos y pájaros bochincheros bajan hasta aquí. Ratas mordisqueando. Cada cual toma y sigue. Mi zona acaba donde miedo avisa a hocico. La frontera guarda memoria de patada. Más allá despunta la ciudad, lo que queda.
Olor de antes
Mi zona termina en el portón. Puedo cruzarlo; no quiero. Allá huele diferente. Aire de ruidos, sin sombra. Una vez fui y me cayó el mundo encima. En otra vida dentro de esta.
Humano oliendo a aguardiente. Sentí tacón en la oreja, bota en los dientes, sangre en la lengua. Ahora mi ojo izquierdo ve la mitad del mundo borrosa. No cruzo el margen. Allí hay olor que hocico no olvida. Olor de antes.
La ruina es modo de existencia de humano. Kino observa cómo caminan exhaustos, apagados. Huelo de lejos. Aroma de sudor, humo y abandono. La crueldad contagia. Supe de promesas de falso mesías. ¿No lo vieron venir? Mucho embullo, poco seso. Al despertar del arrebato, queda esto.
Kino prefiere realidad de perro. Ni promesas, ni mentiras. Perro sabe lo que espera. Entre nos, la jerarquía nace de instinto. En jauría hay bronca y reconciliación. Nadie se rinde mientras el cuerpo aguanta. Ya vendrán otros.
¿Humano? Saludan y esconden piedra, palo. Dicen justicia, huelen a rencor. Si perros gobernaran, el mundo olería a hueso. Menos perfume y más verdad. Ley es respeto a hambre.
Vivo oliendo
Huelo antes que ocurra. Olor no pide permiso. El basural se mete por el hocico pegándose a las costillas. Cuando hocico pide certeza, bajo narigón y busco y busco.
Confieso mi pesadilla: no poder distinguir entre mierda y comida. Todavía huelo. Deslumbro a muchos canes. ¡Humanos ya quisieran! Olfatear es mi destino. Mi manera de leer el mundo. Huelo tanto que olvido respirar.
Hora que aclare el asunto. Olor es signo vital, respiración del mundo. Todo, agua, sangre, piedra, sexo, tiene olor propio. Olor comunica intención, estado e historia. En él leo el espíritu de las cosas: frescura, calma, peligro. Lenguaje natural en equilibrio.
Hay olor noble como tierra húmeda. Sube debajo de cochambre. Olor de moho. Ah, moho, paciencia hecha masa. Disfruto olor dulzón a cebo viejo y a arroz fermentado. Llegan moscas a darse banquete.
Peste es otra cosa: exceso y desorden. Nace cuando olor se descompone e invade, materia degradada, agria y agresiva. Peste envenena memoria de olor, olor de antes. Apestar es perder apuesta. Olor pertenece a instinto; peste, a abandono. Olor invita; peste encubre. Donde hay olor, el mundo respira. En la peste quedan restos que niegan la muerte.
Hay peste inventada por humano. Plástico quemado, luz brillante, lejía. Está peste que camina y respira, peste de carne hinchada y sangre seca. También hay peste que engaña. Hay la que se pega como sombra. No confío en peste de agua. Parece limpia, pero trae fondo turbio. Agua estancada, lluvia que no drena. ¡Solavaya! Huele a fiebre. ¿Peste mayor? Humano. Cigarro húmedo, perfume barato. Huele según la hora: de noche, agobia; de día, disimula. No me fío. Trae ruido y castigo.
¿Me creerían que hay pestes santas? Pan duro al sol, madera vieja, polen. Olor que muere sin corromperse. Kino lo busca, se tiende cerca y respira hondo.
Huelo bien porque heredé buen hocico. Puedo olfatear tristeza detrás de cáscara y perfume. Buen hocico aprende su idioma. Reconoce metal de miedo y secreción de deseo. Ni jabón, ni humo engañan. Olor es mensaje de mundo.
Ya dije, sé lo que la bolsa trae antes que toque el suelo: huesos de pollo, pegote de frijoles negros, pañal cagado, fo. La íntima sudada, ¡qué delicia la sangre olorosa!
Olfatear también puede llevarme a la desgracia. Por el culo de una hembra me rompieron costillas. Tenía dueño humano. La conquisté en parque deshierbado. Ese olor vivo inolvidable. Como leer diccionario con hocico.
Basurero
A veces cuando el calor baja, disfruto restregarme contra la basura. Es puro teatro. No es revolcarme en cualquier cosa. Percibo grados de exceso y defecto. La miasma se calma en la noche. Algo en la humedad me hace dormir como si el mundo cesara. Ya sé, para humano es repulsivo.
Un día tiraron gallina blanca entera, envuelta en cartucho. La carne apenas comenzaba a descomponerse. Olí ácido, hierro oxidado. Olor me dio pesadilla.
Aquí descanso donde puedo. Bajo un carro, en la esquina, sobre cartón sucio, en medio de portales ruinosos. Humano pasa de largo. Mira con lástima, casi siempre desprecio. Me han pateado, escupido, insultado. Todo cabe en mi vida. Pero hay algo que no entiende. No vivo desamparado.
Basurero tiene su contrapunto. Luz fragmentada, espejeada en vidrios, temblando sobre charcos negros aceitosos y chisporroteos absurdos. Parapetos de lata, bóvedas respiran calor fermentado.
Cada rincón sostiene un ritmo subterráneo, mezcla de goteo y murmullo trepando. Todo a corriente mínima, orden secreto sostiene equilibrio. Tiempo se espesa. Los días se apilan sin horario. La materia marca horas por olor y textura. El pasado se hunde, futuro ya está podrido. Solo presente respira. Basurero vive sin antes ni después, un mundo postergando final.
No espero nada, por eso nada me falta. Cuando cierro ojo que ve, el aire me cubre. Escucho motores lejanos, eco de voces, crujido metal que enfría. Todo me pertenece. Lo llaman abandono; lo llamo mundo.
Dejen de buscar explicación. Basura llama basura. La realidad se recicla. ¡Esa es la constante! Basura es escuela. No puedo vivir sin ella. Aprender a oler es aceptar que todo es basura.
Fajazón
Kino husmea entre bolsas. Nuevo olor áspero, mezcla de miedo y sebillo. Asoma Mastín, convexo, mechón amarillo. Hocico sudado, esponjoso. Huele a sangre añosa. Echa ojo. No pestañea. Gruñe, cruje, saca colmillo. Los pelos de punta. Aire viscoso, hervidero de moscas. Mastín, fardo furioso.
Revuélcanse ambos entre vidrio, latas, bolsas, limo. Aliento húmedo y baba caliente sobre pelambre barcino. Mastín pierde mordida. Kino gira, despliega cajeta. Mastín resbala; se tuerce la pata. Kino mastica oreja y raja cartílago. Berreo quejoso. Kino tritura y sacude. Sangre a chorro mancha pelaje amarillo. Mastín cabeza gacha reculando. Kino escupe pedazo de oreja. Mastín avanza ladeado, torpe en curva, cola baja. Territorio libre de. En esta esquina no entra nadie.
Cortejo
Perra aparece cual fantasma en aguacero. Pelaje corto, color tierra, ojos ámbar valuando distancia. Kino huele antes de verla: mezcla de polvo, sudor y sangre.
Queda quieto, desconfiado, hocico tenso. Escampa, perra se sacude, mea, husmea y avanza. Ambiente se carga de vapor. Perra se detiene, gira cabeza hacia Kino, mueve cola mocha una sola vez.
Ritmo de mundo en miniatura. Se olfatean, hocicos en espiral, pelambre erizada. Leves gruñidos, roce de alambre. Kino pasa lengua y traga sangre y orine. Ojos calmos, resoplo, temblor entre las patas.












