El último seguidor de Kiki Corona

Dos historias entrelazadas, dos destinos unidos. Uno es blanco, rico y famoso. El otro: un negro pobre. Ambos en la realidad cubana, y más allá: 

“Enrique (Kiki) Corona nació en La Habana el 13 de enero de 1960. Capricornio como yo… En el año 1972 comenzó sus primeros estudios de música en el Conservatorio Alejandro García Caturla, en la especialidad de guitarra, bajo la tutela de las profesoras Clara Nicola y Olga Recio. Pero por más que le han hecho entrevistas, nunca le preguntan cuál fue el momento exacto en que decidió ser músico, qué hacía en ese momento, por cuál pasillo caminaba…”. 

“Y eso es lo que me identifica: siempre me vi empujado a conocer un poco más de la vida de Kiki. Si yo hubiera estudiado Periodismo, tal vez le podría hacer todas esas preguntas en la televisión, en mi programa estelar, bajo las luces y riéndonos, recordando cosas picantes sobre Olga Recio, aunque fueran tonterías: se trataba de provocar emociones en Kiki, para ver brillar sus ojos. Pero mi madre me decía que en la televisión cubana no hay negros, que los negros solo salen en las telenovelas de ingenios azucareros”.

“En mi casa siempre se burlaban de mí cuando imitaba a Kiki Corona cantando, con un desodorante como micrófono. Pero lo peor fue después: en mi familia, en el barrio, me empezaron a acusar de traidor a la raza cuando me hice tratamientos de pelo para tener las motas de ese ʻblanquito comunistaʼ, como lo llamaba mi madre. Hasta la presidenta del Comité me habló claro y me dijo que yo era el guatacón de otro guatacón… A mí no me importaba que fuera blanco ni comunista: era su sonrisa lo que me emocionaba”.

“Vivía escuchándolo, con unos audífonos que me dio una turista. Caminaba cantando sus canciones. Por la calle me miraban, y yo con tremendo orgullo. Sentía lo que era una convicción: no una impuesta por la Revolución, sino una propia, la de mi entrega a Kiki Corona, aunque todos a mi alrededor le dijeran ʻplomadaʼ, por lo pesado que decían que era. Buena gente es lo que es… Yo, a veces, sí me fui con turistas viejas por audífonos y otras chucherías, pero de algo tenía que vivir, y ya para ese tiempo andaba hasta durmiendo en la calle, porque tuvieron que demoler el solar”.

“Mira, este peine se lo pedí yo a Kiki Corona en un concierto. Él lo tenía en el bolsillo de atrás, pero mi madre siempre me decía que yo tengo ojos de águila. Lo miré a los ojos y dije casi sin voz: ‘Hola Kiki, ¿es este el peine que hace maravillas?’, le pregunté. ‘¿Cómo logras esa raya al medio tan perfecta? ¿Después te acomodas las motas con la manito o ya no te las tocas más? Kiki, quiero saber todo lo tuyo’, le dije, y me acuerdo que él sonrió como con pena al regalarme el peine”.

“Se rumoró que Kiki estaba con Xiomara Laugart, y yo pensé que esa sería tremenda oportunidad de mostrar, a través de él, que todos éramos iguales. Kiki era el Lennon de nuestra generación, Xiomara era Yoko Ono: la interracialidad en Cuba se dispararía como nunca. Se lo dije orgulloso a toda mi familia y nadie se lo creyó; mi hermano me dijo que Kiki no tenía timbales para una negra así”.

“La cosa es que lo de Kiki y Xiomara se fue como vino, nunca se formalizó, y en la televisión nadie dijo nada, y todos los custodios, tanto del Canal 6 como del Canal 2, callaban. Yo te entendí, Kiki, la directiva venía de arriba. ¡Cuánta presión habrás sufrido, amigo! Tal vez dejaste ir a tu único amor, pero tal vez sentiste que era por una buena causa, aunque a veces te preguntas qué hubiera pasado de haberles dicho: No. ¿Qué habría pasado para la ecuación racial en Cuba? ¿Me habrían mirado con otros ojos mi abuela, mi madre, mi familia entera y todos los del solar?” 

“De todas maneras, lo de Kiki con Xiomara fue suficiente para que la gente como yo se empezara a cuestionar ciertas cosas, y para que el gobierno se diera cuenta de que había que promover algún cambio social. Dicen que a raíz de eso se le dio luz verde a Mariela Castro para hacer más visibles a los gays y dar la apariencia de equidad, pues pensaban que, si algo salía mal, era más fácil reprimir a unas cuantas locas que a una turba de negros reclamando libertades en el Malecón”.

“A Kiki nunca le fue bien en el ICRT. Su propia guerra tiene más que su música: está basada en el conflicto del propio Kiki cuando, siendo un chamaquito despreocupado de familia rica, le metieron en la cabeza lo de ser informante y él, tan buena gente, se lo creyó todo. A Nitza Villapol, también de familia rica, me dijo el custodio del Canal 6 que Kiki le caía mal, y que cuando se encontraban en los pasillos Nitza hacía gestos de desprecio y le tiraba pedazos de flan a los zapatos”.

“Me dijeron también que a Kiki lo llamaron para hacer la voz de Tristolino, pero Ana Nora Calaza se insultó, gritando que ella llevaba años practicando la voz de payaso con el método de Stanislavsky, dándole tan duro que ni dormía, y que Kiki no tenía formación actoral, y que ella tenía un sarpullido terrible que solo se aliviaba con la playa, y que ya Kiki tenía la casa del MININT y ella necesitaba coger por lo menos la casa de la UNEAC. El mismo Kiki dijo sonriendo que no había problema alguno, y se fue, pero dicen que Ana Nora Calaza se quedó con el bichito por dentro, y ni sus canciones ponía en Arcoiris Musical”.

“Otro que se burlaba mucho de Kiki en los pasillos del ICRT era Armando Calderón, ʻel hombre de las mil vocesʼ. ¡Con lo nervioso que es Kiki! Calderón lo mismo le sonaba un fotuto que un tren y Kiki daba unos brincos… Después se daba cuenta, y cuando se volteaba decía sonriendo, aliviado: ʻAy, Calderónʼ, y cada vez que se volteaba allá iba de nuevo Calderón con algún sonido de susto, mientras guiñaba un ojo”.

“¿Se habrá preguntado Kiki si en el ICRT estarían tratando de desequilibrarlo? Por aquel tiempo empezaron las primeras de una serie de confesiones: Marianita Morejón y el doctor Dubouchet; la primera le dio a Kiki pechuga de pavo en mal estado, el segundo le puso ojos de esfinge y le dijo unas palabras egipcias que el que las oye se vuelve mongo”.

“Entre Mayohuacán y Moncada no había discusión: ¡Mayohuacán all the wayDime que no te gustaba cuando Kiki cantaba: Solamente una ventana Con las imágenes de la clandestinidad en blanco y negro, y la otra del tarot… De verdad que antes la gente del ICRT hacían cosas buenas: se movían entre el pasado y el presente, la realidad y la metáfora, sin que les temblara el pulso. Los de Moncada eran unos envidiosos: yo siempre me imaginé que los dos grupos se fajaban y que Kiki le metía la flauta por el culo al gordo flautista del Moncada”.


Amaury Pérez, Ovidio González y Kiki Corona.
Amaury Pérez, Ovidio González y Kiki Corona.

“Esta foto es histórica. Me la encontré rota en dos pedazos en el latón de basura de la casa de Kiki, porque yo me la pasaba buscando en los latones de basura de Kiki para poder imaginar mejor cómo sería su vida. Un custodio del Ministerio de Cultura me lo confirmó: que oyó a Amaury Pérez embullando a Ovidio González para envenenar a Kiki Corona, porque le tenían envidia. Pero como no se atrevían, los dos le fumaban al lado con la esperanza de joderle los pulmones, y a cada rato le preguntaban: ‘¿Kiki, ninguna mancha en la placa de pecho?’. Qué horrible, ¿no? Hasta que Kiki se dio cuenta, porque él, aunque lo parezca, comemierda no es”.

“Cada vez que veo Forrest Gump me acuerdo de Kiki. ¡Es que los dos tienen muy buenos sentimientos! ¿Te acuerdas? Forrest, el que jugaba tremendo ping-pong. Yo me imaginaba siendo socio de Kiki y jugando ping-pong; él tenía una mesa de ping-pong en su patio que yo alcanzaba a ver desde la calle. Bueno, en realidad no se veía desde la calle… Ya tú ves, por hablar de más ahora me embarqué…”. 

“Una vez me metí en el patio de la casa de Kiki Corona, pero yo estaba 100% convencido de que la familia no estaba porque días antes les revisé el correo y les habían mandando la confirmación de la casa de playa del MININT aquel fin de semana… ¡CON TODOS LOS GASTOS PAGOS! La cosa es que cuando salí de la piscina, compadre, ahí estaba el doberman de Kiki y se me tiró. Por suerte yo tenía mi navaja y se la tuve que clavar. La familia puso el anuncio de los 500 dólares de recompensa por el perro ʻperdidoʼ. Imagínate, 500 dólares, el dinero que yo nunca vería en mi vida”. 

“Le llevé el perro sin vida, ya casi descompuesto, que yo me había ʻencontradoʼ, y lloramos juntos. Por primera vez mis manos rozaron brevemente las manos de Kiki, al sostener al perro muerto, y luego una segunda vez, al recibir el dinero. Entonces empezaron a llegar los vecinos y algunos entonaron tus himnos para darte fuerzas, y tus lágrimas y las mías se mezclaron aquella tarde sobre Manchita. Aquel día yo pensé que había cruzado una línea terrible, pero después pasaron cosas todavía más horrendas, que no me atrevo a decir”.

“Hay algo que no he dicho: a mí me pusieron en Cuba una orden de restricción por acoso a Kiki Corona. Pero después tuve la suerte de que el otro perrito, el nuevo, se le escapó el mismo día en que se cumplían los dos años de la orden de restricción. Yo esa mañana salí derechito para casa de Kiki, a mirar normal, y casi llegando el perrito se le escapa y por poco lo coge un carro, pero yo lo rescaté. Cuando Kiki me vio llegar con el perrito a salvo me dijo que yo era un ángel, un San Lázaro, y se arrepintió de haber creído todo aquello por lo que me pusieron la orden, dizque la vieja de enfrente, esa chismosa que me vio entrando y poniéndome la ropa de Kiki, y todo el mundo dijo en el juicio que ella era medio ciega, pero claro, el negro era yo”. 

“En ese momento en que Kiki me pidio disculpas permanecí en silencio, no tuve el valor de decirle que en verdad fui yo quien entró en repetidas ocasiones y se puso no solo su ropa sino la de su esposa y la de su madre, y que cada vez que se iban a las casas de playa del MININT yo hablaba en la oscuridad de su casa con distintas voces. En esas madrugadas, viví a Kiki desde todas sus personas cercanas, me pegaba con saliva en mi cuerpo desnudo sus fotos y las de todos sus conocidos, familia y amigos, un ritual en el que terminaba masturbándome sobre cada estancia de su casa, para entregar de mí lo más sagrado”.

“Te juro que no fue fácil, yo nunca había pensado en irme de Cuba, dejar a mi familia y a Kiki, dejar de ir a sus conciertos, a los programas de televisión donde lo invitaban… Me acuerdo que en un punto ya no tenía ni cinco pesos para darles al custodio del Canal 6 y a la otra gordita del Canal 2, que siempre me daban un chance para colarme en los programas de Kiki y me contaban sus chismes, y el mismo Kiki cada vez estaba con más cara de pocos amigos en esos programas, y lo entiendo perfectamente: todo el mundo estaba hastiado de vivir en Cuba…”.

“En Miami tengo Internet y puedo averiguar todo lo que quiera de Kiki. Por 10 dólares al día tengo a un blanquito que no levanta sospechas afuera de su casa, 24/7, y de todo lo que encuentra me manda fotos, hasta los programas de sus conciertos escaneados”. 

“Para Miami me fui por mar, en una puerta con neumáticos. En ese tiempo salió la canción de Kiki Marinero quiero ser, y yo, que siempre he tenido un altar con una foto suya, lo miré a los ojos y le pregunté: ‘¿Qué tú estás queriendo decirme? ¿Me piro? Y entiendo que me dijo que sí, porque la semana siguiente estaba sacando la canción Tino el delfín, y pensé: Más claro ni el agua, eso es señal de que si me estoy ahogando seguro un delfín me ayuda. Mira a Elián”.

“En Miami, después que me botaron de repartidor de pizzas, me dio por vender artesanías en la playa y ahí se me ocurrió lo del cubo Rubik con la cara de Kiki en todos los cuadritos. Un amigo me diseñó el prototipo pero la idea no se vendió, a pesar de que, como cité puerta por puerta en todo Hialeah: Ya en 1986 obtiene el Segundo Premio de Composición, Mención del Jurado y otros galardones otorgados por diferentes medios de prensa y especialistas, por dos canciones finalistas del Concurso Adolfo Guzmán de Música Cubana, convirtiéndose en el único autor musical que hasta ese momento había sido seleccionado por el jurado con dos obras. La gente, sencillamente, no estaba para eso”.

“Muchas personas desconocen el incidente de Kiki Corona y Rosa Parks en la primera gira de Kiki a Estados Unidos en los años 80. Rosa Parks, ya viejita, se monta en la guagua, y Kiki, superjoven, iba mirando por la ventanilla y tarareando una melodía, y no se dio cuenta de que Rosa estaba tosiendo para llamar su atención, para que le diera el asiento. La gente estaba horrorizada, pensando en todo lo que podría pasar, con los bateos que esa señora daba en las guaguas, pero la situación se arregló muy bien pues Kiki es superdulce y enseguida se disculpó, dijo que él venía de la vecina Cuba, donde quieren a todos los negros, y andaba muy entretenido en una nueva canción sobre la igualdad y la libertad para todos, y hasta les tarareó un pedacito, inclinando las manos hacia Rosa Parks y entornándole los ojos. A pesar del mal rato, Rosa reconoció que Kiki termino cautivándola con su sonrisa”.

“A mi esposa la conocí en un bar; ella estaba bebiendo menta con unos familiares y a mí siempre me han vuelto loco las mujeres que toman menta. Estaban poniendo a Amaury Pérez y todos bailaban, pero no me atrevía a acercármele. Entonces empezó a sonar Kiki Corona, me aproximé a ella y le dije tocándola con un dedo: Arriba las manos, es un asalto de amor armado. Desde ese día estamos juntos. Nunca he tenido la oportunidad de decirlo, pero: gracias, Kiki, y ¡a tu salud!”

“Mi esposa, por complacerme, se hace las uñas con la cara de Kiki. Se las hace con una cubana en Hialeah que le dijo: ʻYo lo mismo te pinto a Kiki Corona que a Esteban Lazoʼ. Una vez, unas vietnamitas le hicieron también a Kiki, pero con los ojos un poco achinados, y a mí me gusta que Kiki me mire bien a los ojos cuando estoy en la intimidad con mi esposa. Los chinos de ojos chiquitos siempre me han dado corcomilla: no sé bien qué están pensando”.

“La otra noche me levanté sudando, soñé que Kiki Corona era Quetzalcóatl. Mira, todavía me erizo. Yo andaba caminando por las pirámides y Kiki se aparecía también como un ángel; era todo muy confuso, pero él era el bueno, y los indios ni nadie la tenían cogida con él. Todo el mundo lo escuchaba, su mensaje de amor llegaba a todos y todos compraban sus discos y muchas otras mercancías: sellitos de aluminio con su cara, el bufé Kiki Corona, experimentar momentos de la vida de Kiki en teatro y en ballet… También había gente rompiendo sus discos, porque siempre está el envidioso, el negativo”. 

Su música poblándolo todo, reinas de belleza bailándolo; el Papa, de la manos con líderes Islámicos, cantando temas de Kiki en mal español, pero Kiki les ayuda con la pronunciación, manifestado por fin el verdadero internacionalismo, estudio, trabajo, fusil y también religión: asciende Kiki como Cristo ubicuo, y yo en pura paz, una vez más confirmado a través de él que en el mundo todos somos uno, que mi vida ha tenido sentido”.

“Cuando yo muera, en el momento de mi muerte, estoy seguro de que por delante de mis ojos pasarán los momentos de la vida de Kiki Corona; yo la he vivido mejor que mi propia vida, la he vivido como él ni nadie podrá hacerlo. Yo pensé a Kiki, sentí a Kiki, y él no puede hacer eso, él solo puede vivir y ser el objeto de mi adoración. Ese túnel final será mi paso junto al público por debajo de las luces en nuestro eterno programa de televisión donde todos aplauden, estirando la felicidad, que no acabe y que alegre por siempre a muchísima gente como yo, sin esperanzas en nuestra Isla de Cuba”.




Ernesto Rancaño: ideología pal zunzún - Javier Marimón

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Javier Marimón

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