La última película del Instituto de Cine-Arte

El planeta del príncipe Lev se exhibió en el Cine Charles Yeltsin. Fue la primera vez que estuve sentada a pocos metros del trovador Santos Rodríguez. Lo acompañaba su joven esposa. Uno de sus fans le pidió una foto. Entonces pude corroborar que era él.

—Hola, mucho gusto, mi nombre es Erika. Erika a secas, como en la antigüedad donde solo importaba el nombre. Solía tomarme la profesión de periodismo en serio. Siento una emoción tremenda en conocerlo y….

Sentí el impulso de acercarme, pero me paralicé. Me puse a pensar en los haters virtuales, “seguro se regodearán acusándome de falsa rebelde por el solo hecho de admirar al poeta y echar a un lado la parte oficial”. Qué frágil suena dicho de esta forma. 

La vida es tan corta. Por qué estar tan pendientes de cómo se es percibida por los otros. 

Mi regla de tres cambió: Yo en mí (estar despierta); Yo en ti (el sueño); Yo en lo que creo que creen de mí (el cine). Entonces sí tiene sentido estar pendientes de la mirada de los otros. 

No se debe subestimar el hecho de que Marx revolucionara la visión cartesiana del ser. El hombre piensa como vive. Como vivo, luego existo. Como vivos: ¿soy real? 

Me puse a pensar en otra cosa. 

La película de ver la película del príncipe Lev era espectral. No sabría definir si estaba en una sala de cine o en una funeraria. El equipo se esforzaba en ser entusiasta. La moderadora leyó un comunicado: 

—Buenas noches ekubanos. Es un honor anunciar El planeta del príncipe Lev de Titán Morales, una película según el crítico John de la Tierra, “de un director que todos amamos, filántropo, humanista, sencillo, honesto y honrado. El creador de siempre”. Esperamos que la disfruten. 

Por qué estar tan pendientes de cómo se es percibida por los otros.

Frases hechas. Lugares comunes. Nada sustancioso respecto al filme o al realizador en cuestión. Acto seguido, Titán tomó la palabra y, mientras nombraba al equipo, se escuchaban murmullos: 

—¿Ese no se quedó en Mienemi? 

—Aquel si está.

—Esa actriz ya no vive en Ékuba. 

—Esa otra tampoco. 

Se empezaba a animar la jornada. 

La audiencia, junto a Titán, completaba el pase de lista. Ante los cuchicheos, dijo en tono grave: 

—¡Y no están hoy, porque ya no están entre nosotros! 

De no ser espectadora ekubana, pensaría que no estaban porque estaban muertos. Las butacas vacías eran las tumbas para los caídos en una guerra donde no se escuchó el sonido de las balas. La más cruel de las batallas, porque sus balas están hechas de tiempo. 

Si voy a reventar, debo tomar ventaja, subvertir toda lógica. Yo era una más entre la multitud. Mi historia anterior fue borrada, de modo que mi apariencia era doblemente espectral. Era fantasma antes de entrar a la sala. 

Entonces me llevé una sorpresa. Había un plan para todos nosotros. Para el momento de contingencia. Ya podían mirarme, pero temían aceptar su propia condición de pasado, ausentes de sí mismos. Cabezas dentro de otra galaxia empecinadas en no dejar de orbitarla… o habitarla.  

Hacía solo unos pocos días de la reunión en el Cine 19 y 59 “para discutir sobre los tiempos que corren”. No tenía mucho sentido mencionar la palabra censura. Empezaba a ser cosa del pasado, visto que la mayor parte de los cineastas miembros del instituto emigró y la otra parte está desempleada. Ahora, en su lugar, se hablaba de desprohibición. 

Como vivo, luego existo.

—Por favor, que levanten la mano los desprohibidos en esta sala. 

Solo tres personas pudieron levantar las suyas. La directora de dramatizados de la Televisión Ekubana, el director de producción del Instituto de Cine-Arte (aun cuando su oficina fue desalojada) y la realizadora Beca Rojo. Que bueno, su voto no cuenta. Todo el mundo sabe que ella dice de sí misma: “Soy oficialista”.

Titán lideró el debate. Pude verlo en las noticias. Por fin todos estábamos fuera, aunque los demás creyeran que estaban dentro. A lo mejor era importante creer. Si yo creyera que aún estoy dentro, puede que hasta lo esté. Aquí nunca se sabe. Lo mejor es no vivir la tragedia de estar absolutamente fuera. Por esa razón me quedé. 

Titán advirtió que, probablemente, El planeta… fuera la última película de arte que produjera el Instituto, ahora contaminado con el hashtag #TeamBolao y la puesta en vigor del código Delphi 373, que entorpecería la producción cinematográfica con bajos presupuestos como este y sus anteriores filmes. 

El planeta… narra la historia del príncipe Lev, excowboy rebelde del oeste de la Sierra Maestra que, producto de una herida de bala en la espina dorsal, queda en estado parapléjico. El príncipe Lev, un perfecto idiota, héroe de la república olvidado, amante del cine, imagina que crea su propia casa productora. Libre en contenido y en forma. 

Hay una escena en El planeta… donde dos estudiantes de preuniversitario extorsionan a un empresario español y le dejan claro que, “en caso de hacer turismo sexual, recuerde que en Ékuba la educación es gratuita y obligatoria”. 

La audiencia comenzó a aplaudir de manera incontrolada y gritaba: “¡Viva!” sin venir al caso. Como si los contagios se incrementaran y estuvieran a punto de estallar en medio de los aplausos. Como si ocurriera a través de un sentimiento patriotero remoto, intrincado en el alma de los ekubanos. 

Era fantasma antes de entrar a la sala.

Abel estaba a mi lado. La verdad es que no entendíamos. ¿Por qué aplaudir a dos jóvenes que prostituyen su carácter para extorsionar a un hombre que abusa de su condición social? Tal vez la audiencia aplaudía el hecho de que Titán expresara a través de su película que “nadie sirve”. Ese sería el sentido del aplauso para mí. Más allá del orgullo patrio. 

Las acomodadoras se apresuraron para entregar las flores. Los mismos ramos que preparan enfrente del cementerio. Con escarchas de brillo, como si se tratara de flores artificiales que se estrellan en el escenario. 



Las coincidencias 

Estábamos allí sentados, casi al final de la sala. La película nos gustó. Tiene un tono surrealista. A Titán tampoco le gusta demasiado el realismo. La palabra realidad, aunque aparece en el siglo XV, se generalizó en la filosofía y la literatura a mediados del XX.  

El planeta del príncipe Lev es ciencia sin ficción. Cine dentro del cine. 

Si sueño, también vivo. ¿Qué parte de las dos es verdad? ¿La vida despierta o la vida dormida? El surgimiento del cine creó una nueva experiencia, más parecida al sueño. Empezamos a llamar realidad a la pesadilla de estar vivos. Al dolor físico, a la enfermedad.   

Como si me leyera el pensamiento. Era extraño que nunca abandonáramos esa sensación espectral. Como de muebles empolvados. También había olor a objetos guardados (nosotros). Un fuerte olor a humedad. Y eso nos sugestionaba más. 

En mi cabeza, el pensamiento de que nunca antes había asistido al funeral de una idea. Un funeral cuyo cuerpo era una abstracción. Un funeral artificial en la cámara oscura donde se proyecta la última película que representa el despertar de un sueño, del cual uno no quiere despertar, por el mero placer de seguir soñando o por la pereza de tener que inventar un nuevo sueño, o una nueva idea, o alguna nueva persona a quien seguir o a quien estrenar. 

Ahora, en su lugar, se hablaba de desprohibición.

Da igual. Frente a la apatía no hay solución posible. Se está apático y punto. Doble punto. Hasta el infinito. Punto y final. 

Continuar leyendo. Empiezo a parecer hecha de caracteres y signos. 



Castros sin Fidel

En el filme, el príncipe vivió parte de su infancia bajo el reinado de Castro, pero tanto su reino, como la infancia del príncipe, desaparecieron con él. 

Los opositores del reinado de Castros sin Fidel asaltan el Comité Central y encuentran fetos humanos dentro de vaginas plásticas. Convencidos de que esas criaturas representan una nueva amenaza, cortan el cordón umbilical, un cable con ambos polos, positivo y negativo, conectados a una pizarra de mármol. 

Para probar su fe en la humanidad, como si no fuera real, el príncipe, aún con limitaciones en la locomoción, sube a una montaña rocosa con los pies descalzos. 

Lev, el más idiota de los hombres, fue devorado en el propio proceso de hacer una película. La criatura digital mató al padre después de crear en siete días, a razón de veinticuatro cuadros por secuencia de datos, un nuevo mundo sin Castros.

La mente del príncipe explotó. 

El planeta… hace énfasis en el poder del cine para congelar el tiempo en el espacio, como posibilidad de vida eterna. Titán regresa a la nueva cosmovisión creada por la cámara. Un yo virtual cuyos nudos nerviosos de cobre se activaron y el cordón umbilical que conectaba a los fetos en el Comité Central fue encontrado en Grecia por Tales de Mileto. 

Una historia contada en reverso ha sido puesta al derecho. Esto fue real. 

Para Tales de Mileto, el océano era el mayor de todos los misterios. También lo es ahora para mí. Viendo la película pensaba que la escritura solo tiene el sentido de transmitir un mensaje a través del tiempo. 

Empezamos a llamar realidad a la pesadilla de estar vivos.

Me gustaría escribir sobre todas las texturas escribibles. Hasta ahora solo puedo hacerlo en la tierra. ¿Y el mar? ¿En qué lugar secreto se encuentra su historia?

Titán, en la mitad del filme, desafía a los espectadores. 

—¿Alguien recuerda el momento exacto en el que todos teníamos cámaras? —el personaje, Margarita, estudiante de preuniversitario, mira directamente a la cámara en un marcado rompimiento brechtiano.

—No, como tampoco podemos recordar el momento exacto de nuestro propio nacimiento. Will be lost in time like tears in rain…» —contesta el maestro en pleno homenaje a Blade Runner.

—En la sal, como la esposa de Lot —sentencia Margarita. 

—La casa fue la primera caverna artificial. La segunda es una representación. Para tener el control, la enciendes o la apagas a tu antojo. Tener el control da cierto aire de superioridad —el narrador, una inteligencia artificial. Su rostro mitad mujer, mitad sapiens. Sonríe a la cámara mientras apaga el celular y la pantalla va a negro. Solo se escucha su voz—. Los griegos experimentaron “ese aire” sobre el reino animal, pero siempre por debajo de los dioses, ¿de qué materiales estaban compuestos los dioses que ellos veneraron?

Leí que el príncipe Lev fue el único actor humano en El planeta… Este hecho permitió economizar la realización de la película. Titán solo tuvo que ingresar su guion al algoritmo. Navegar, fue cosa del océano. O sea, de otro océano. 





damaris-calderon-dolan-mor-y-antonio-jose-ponte-poesia-poetas

Damaris Calderón, Dolan Mor y Antonio José Ponte

Legna Rodríguez Iglesias

Este dosier podría llamarse: “Los poetas cubanos recomiendan”. Pero entonces sería traicionera con el tiempo perfecto de la poesía.