El nadador, Cheever, otra historia

De la antología Escritorxs salvajes. 37 Hispanic Writers in the United States (Editorial Hypermedia, 2019), de Hernán Vera Álvarez (ed.).




El nadador, Cheever, otra historia

Soy el nadador de Cheever. Esta historia la he escrito en diarios que el fuego consumirá. Mis hijos descubrirán estas páginas y sabrán que su padre fue algo más que un viejo escritor de Massachusetts. He amado como solo un hombre entrado en años debe amar: con miedo, con precaución, con cansancio. Todas las cosas del mundo son concedidas antes de morir menos el tiempo. Por eso es imposible amar de otra manera. Cuando vuelen los pájaros del estío los cielos de la tarde, yo habré escrito esta historia. Habré cruzado los patios con la locura dándome latigazos en el rostro, con el deseo partiéndome en dos los labios. Soy el nadador de Cheever y soy Cheever, John Cheever, a ratos, cuando emerjo de las piscinas y alguien prepara una fiesta de bienvenida para mí. Decían que estas casas guardaban una historia luctuosa. He comprendido que la larva sorprendida por la luz experimenta un extraño delirio y que la muerte, tal como la conocemos, no es más que un retorcimiento de la vida. He comprendido estás cosas tardíamente. Ya no tendré tiempo de asomarme a los campos en donde hombres de torsos hermosísimos perviven como estatuas. Soy el nadador de Cheever. Mi historia es triste y efímera, como todas las historias.           


Virginia Woolf, un río, una flor que se hunde

Estará en New Orleans, dijo. La luz golpeaba. El tren se extendía por campos en la noche. Estará en New Orleans, repetía. Algo de esto escribió en páginas que no guardarán más asombro que lo que se escribe acaso por amor o sosiego. Cada palabra intentaba describirlo. Si encontrase piedras, pensaría en Virginia Woolf, en un río, en una flor que se hunde. Detrás de él, pájaros oscuros picoteaban su sombra. La mujer diría algo. Los niños huirían. El fuego sería el mismo del filme de Tarkovsky.


Out of Africa

You know you are truly alive when you’re living among lions.
Isak Dinesen

Yo nunca tuve una granja en África ni estuve al pie de las colinas de Ngong, y de joven, acaso por rebeldía, me resistí a leer el libro. Isak era un país en la memoria, nunca un cuerpo delgado consumido por la sífilis, una sombra que la hierba cortaría, sin eco alguno, sin musicalidad aparente.

Por años tuve el libro en mi mano y mi mano temblaba. Recuerdo cómo caía la lluvia sobre esas praderas y bastaba cerrar los ojos para ver aquellos cuerpos demorarse bajo la luz de la tarde, todo entrevisto desde la falsa luminosidad de una página escrita. 

La muerte movía los portones. El dinero o el amante se perdían como las hojas. Yo nunca tuve una granja en África, tampoco el perfume del café invadiendo los cuartos en la mañana. Solo leones poblaron mi sueño y acaso el rugido lastimoso de esas bestias fue lo único memorable al despertar. 


La foto

Thomas Bernhard: la foto establece el orden, el sentido. Somos los sobrinos de Wittgenstein. Nada sabemos del frío o de la enfermedad. Nada puede herirnos. Somos los personajes de la foto. Ni la muerte puede llegar a nosotros en ese instante. No hay horror. La foto es el obstáculo (no nuestro), la fijación, un límite para que el no existimos. Temes acercarte o que yo esté desde siempre frente a la puerta, esperando. Temes el orden que establece la foto. Avanzas sobre ese pedacito de agua: te acomodas en el silencio, es tu estrategia. La tortura visual dura un segundo.


La luna

Yo he tocado, en un sueño, los rostros de la luna: la luna de Estambul que promete el fuego, la luna de Shakespeare, cambiante y eterna como todas las lunas; la luna que tocaron con asombro los ciegos tejedores del Oriente; la luna cantada por las parcas; la luna que aparece en un grabado antiguo; la luna de Borges que la ceguera vuelve de plata y sueño; la luna que abreva en espejos de formas espectrales; la luna primigenia que Roma y Cartago compartieron una noche; la luna que estuvo antes que el mar, antes que el sol, antes que la palabra luna; la luna griega que llaman Artemisa; la luna que los alquimistas persiguieron, sin lograrla, en los metales; la luna del tarot que es un arcano del abismo; la luna de Galileo que niega la luna de Aristóteles, lisa como un cristal; la luna negra que una muchacha descubre en un templo azteca; la luna que viajó con Verne y Cyrano de Bergerac; la luna que Quevedo encierra en un epitafio hermoso y sangriento; la luna de Lorca que baja hasta la fragua con su polisón de nardos; la luna del haiku que no podrá competir con la falsa luminosidad de un guijarro en el río. Estas lunas son más entrañables que esa única luna que persiste, solitaria y perfecta, como una invención de la noche.



Librería

Escritorxs salvajes - Editorial Hypermedia

De la misma manera que en el nuevo milenio los géneros sexuales languidecen, por fortuna, lo mismo ocurre con los literarios. Esta antología incluye cuento, poesía, crónica, ensayo personal y novela. Muchos de los textos están felizmente contaminados de uno y otro estilo.




Autores reunidos en el libro

Liliana Colanzi / Pedro Medina León / Carlos Pintado / Jorge Majfud / Melanie Márquez Adams / Mariana Graciano / Anjanette Delgado / Ado (Antonio Díaz Oliva) / Ana Merino / Giovanna Rivero / Fernando Olszanski / Luis Alejandro Ordóñez / Jennifer Thorndike / Raquel Abend van Dalen / Richard Parra / Rodrigo Hasbún / Andrés Pi Andreu / Sara Cordón / Gastón Virkel / León Leiva Gallardo / José Ignacio Valenzuela / Ulises Gonzales / Alexis Romay / Gabriel Goldberg / Ivón Osorio Gallimore / Keila Vall de la Ville / María Cristina Fernández / Hernán Vera Álvarez / Grettel Jiménez-Singer / Naida Saavedra /
Xalbador García / Lizette Espinosa / Pedro Caviedes / Manuel Adrián López /
Teresa Dovalpage / Douglas Gómez Barrueta / Rey Andújar.




Hernán Vera Álvarez

Los escritores salvajes y trans de Hernán Vera Álvarez

Jorge Enrique Lage

Todo lo que no deje plata en el capitalismo está mal visto, es algo contra natura. Desde ese punto de vista, los autores hispanos somos rebeldes, salvajes, marginales. Lo que muchos niegan es que estos salvajes son parte de la cultura del país, ya que el español es el segundo idioma más hablado en Estados Unidos”.