¿Podemos permitirnos la felicidad?

La idea de este texto surgió de una conversación con un joven de 20 años de edad, quien me dijo algo curioso: “Me gustaría saber de qué hablan las personas adultas cuando se juntan”. 

En ese instante, me puse a pensar y me percaté de que la mayoría de las conversaciones con mis amigos giran en torno a la felicidad y en cómo alcanzarla. 

No sé si es un fenómeno común en los 40 (mi círculo de amistades se ubica en ese período generacional), o si es algo que tiene que ver solo conmigo y las personas con las que interactúo. 

Entonces decidí que podría ser una buena idea compartir esos hermosos debates con mis amigos y colegas donde nos damos consejos para alcanzar la felicidad. 

En ese círculo de personas están también los maravillosos invitados que tengo el placer de entrevistar con frecuencia en TV Mi Gente, y de los cuales aprendo muchísimo. 

He aquí nuestras conclusiones de cómo podemos llegar a ese tan deseado estado al que llamamos felicidad. Y tú, ¿ya estás listo para permitirte ser feliz? 

Nunca es tarde. ¡Empieza hoy!


Entrenar el Yo

La felicidad requiere entrenamiento, como mismo haces con los músculos de tu cuerpo de manera diaria en el gimnasio. 

Como me comentó en una ocasión la psicóloga argentina con trayectoria en Nueva York, Josefina Calí, “tu Yo es tu empleado. No puedes despedirlo, pero sí puedes educarlo, entrenarlo y cuidarlo para que pueda ayudarte a ser feliz y a cumplir tu misión”. 

Ejercicios como la meditación, la repetición en alta voz de afirmaciones positivas, el acto de practicar la gratitud como un hábito diario, y reunirte con personas que vibren desde el amor, pueden ayudar en esta dirección.


Educar las expectativas

Te acercarás más a la felicidad mientras más seas capaz de acortar la distancia entre lo que tienes y lo que aspiras tener. 

Existen muchas personas felices con muy poco y un gran número de personas angustiadas que lo tienen todo para ser felices. La clave está en educar tus expectativas. 


Neutralizar los miedos

Muchos de los traumas que arrastramos de la infancia hacen que los sentimientos de amor, odio y miedo se entrelacen y formen una dinamita que afecta nuestras relaciones de pareja, amistad, trabajo, etc. 

Por ejemplo, tenemos miedo a que nuestra pareja nos abandone. Ese miedo se traduce en celos y en comportamientos tóxicos, y estos hacen que la rabia y la ira terminen consumiendo al amor. 

Para ser felices, debemos aprender a detectar esos momentos de miedo y neutralizarlos, antes de que se conviertan en ira. La meditación también ayuda en esta dirección, y por supuesto buscar ayuda de un profesional de la salud mental.

La psiquiatra española Marian Rojas Estapé ha comentado en varias ocasiones que el 90 por ciento de las cosas que nos preocupan nunca llegan a ocurrir. 


Disipar las preocupaciones

Sin embargo, nuestro cerebro no distingue entre una amenaza real y una amenaza imaginaria. Cuando esta última se vuelve muy habitual, ocurre lo que Rojas llama “intoxicación por cortisol”, el cual a esos niveles elevados puede ser muy dañino para nuestra salud. O sea, nos vamos envenenando poco a poco con nuestros pensamientos negativos y nuestras preocupaciones. 

Para alcanzar la felicidad, es importante aprender a disipar esos pensamientos que nos preocupan, no dejar que se queden por mucho tiempo rondando en nuestra mente. Debemos aprender a cambiar la energía de negativo a positivo, como una práctica diaria y continua.


Posponer la recompensa

En el mundo en que vivimos, confundimos la felicidad con la gratificación instantánea. Pensamos que TikTok, una porno o Netflix son la felicidad. Buscamos momentos de mucha dopamina y excitación rápida, y cuando esta pasa, queremos la siguiente. 

Por eso siempre estamos insatisfechos. Algo en lo que también ha insistido Rojas Estapé. Lo deseamos todo rápido y fácil. Vivimos en un ciclo de frustraciones y excitaciones que se suceden unas tras otras. 

Para alcanzar la felicidad debemos aprender a “posponer la recompensa”. Debemos aprender a querer lo que tenemos más que a desear lo que no tenemos.


Comer saludable

Existe una relación muy marcada entre la salud mental y la microbiota intestinal —el conjunto de microorganismos que viven en el intestino humano— y así lo han resaltado investigadores como la neurocientífica española Dra. Nazareth Castellanos. 

Los alimentos que ingerimos determinan en buena medida cómo nos sentimos, cómo van nuestros ánimos y la salud de nuestra mente. Los estados de felicidad dependen entonces también de cuán saludables nos estamos alimentando. 

Si vives entre hamburguesas, sodas y papas fritas, eso aumenta las probabilidades de que te sientas con los ánimos bajos y de que empeore tu bienestar emocional y espiritual.


Vivir en el presente

Aprender a vivir en el presente, hacer paz con el pasado y dejar de pensar tanto en el futuro es otro ingrediente para la felicidad. 

Debemos tratar de perdonar a esos que nos hicieron daño en el pasado y voltear la página. Ellos también tuvieron su historia. Ese perdón es un regalo que te das a ti, más que al otro. El rencor es un gran enemigo de la felicidad. 


Alinear mente, cuerpo y espíritu

Dominar tu mente es clave para ser feliz. Piensa en la metáfora que ha usado el médico hindú Deepak Chopra. En sus enseñanzas, Chopra a menudo describe el cuerpo como un “hardware”, la mente como “software” y el espíritu como la fuerza que subyace y organiza estos elementos, similar a un programador que diseña y actualiza los sistemas. 

Necesitamos alinear mente, cuerpo y espíritu para que este último esté en control de los dos primeros y así alcanzar ese estado de bienestar que tanto deseamos. 

Chopra sostiene que el cuerpo es el vehículo físico que experimenta el mundo material, la mente es el software que interpreta la realidad y da forma a nuestras percepciones, y el espíritu es la fuerza más profunda que conecta a la persona con un sentido superior de propósito y bienestar.

El espíritu es el aspecto más sabio y esencial de nosotros, que está en conexión con el universo. La mente debe alinearse con él, ya que puede ser fácilmente influenciada por el ego, el miedo o las experiencias externas, lo que puede generar estrés o infelicidad. El cuerpo responde a la mente, pero cuando el espíritu está en control, guía a la mente hacia pensamientos y percepciones más sanas, lo que a su vez impacta positivamente el cuerpo.

Para Chopra, cuando el espíritu toma el liderazgo, la mente y el cuerpo funcionan en armonía, lo que resulta en una vida más plena, feliz y en paz. Es por eso que él enfatiza la meditación, el mindfulness, el ejercicio físico, una dieta balanceada y el autoconocimiento, ya que ayudan a fortalecer la conexión con el espíritu y mantienen su influencia en las decisiones y el bienestar físico y mental.


Alejar lo negativo

La felicidad es contagiosa. Así como lo es la toxicidad. Aléjate de las personas negativas y júntate siempre con personas positivas, para que te contagien con su optimismo y sus ganas de vivir.


Disfrutar la solitud

Para ser feliz es muy importante cultivar el amor propio y aprender a disfrutar nuestra solitud, que no es lo mismo que la soledad. 

La solitud es ese estar en paz y armonía con nosotros mismos, en el momento presente, sin distracciones externas, sin revisar el celular cada dos minutos, contemplando las hojas de los árboles, el canto de las aves u “observando” nuestra propia respiración. 

A diferencia de la soledad, que puede estar asociada con sentimientos de tristeza o aislamiento, la solitud puede describirse como un estado voluntario de estar solo, donde la persona puede disfrutar de la tranquilidad, el silencio o el tiempo consigo misma. Es un concepto relacionado con la introspección, la reflexión personal y, a menudo, se valora como una oportunidad para el crecimiento personal o la creatividad.


Estar en paz con la conciencia

La felicidad está muy ligada a nuestra ética en la vida, a la manera en que distinguimos el bien del mal, y decidimos de qué lado queremos estar. Algo así como estar en paz con nuestra conciencia, cuando ponemos la cabeza en la almohada cada noche y decimos: “hoy actué como ese hombre o mujer al que aspiro ser cada día”. 

Es muy difícil ser feliz con la conciencia sucia, con sentimientos de culpa, o con remordimientos o dudas sobre tu propia integridad como ser humano. 

Para distinguir entre el bien y el mal, unos usan como asidero la fe religiosa. Otros usan las enseñanzas éticas que nos legaron nuestros padres y familiares. Otros se guían por las normas morales que estipula la sociedad en que vivimos. Y aún otros se orientan por su “voz interior” o por la llamada “voz del espíritu”, las cuales se cultivan con mucha meditación y ascetismo.


Practicar la autocompasión

Según Carl Rogers, uno de los principales teóricos de la psicología humanista, la diferencia entre cómo nos autopercibimos (qué opinión o imagen tenemos de nosotros mismos) y cómo deseamos ser, también influye notablemente en nuestra felicidad. 

Alinear esos dos puntos es un elemento decisivo si queremos tener una vida plena. Aquí la autocompasión es vital.


Servir a los demás

Servir a los demás ayuda también en gran medida en el camino a la felicidad. Tener actos de bondad con desconocidos, ayudar a personas necesitadas incluso aunque no las conozcamos, es un pilar fundamental para sentirnos felices y limpiar nuestro karma. 

Podemos convertirlo en un hábito frecuente a través de los llamados RAK (Random Acts of Kindness o Actos Aleatorios de Amabilidad), como, por ejemplo, ayudar a un anciano a cruzar la calle, decir unas palabras de elogio a un desconocido sobre lo hermosa que está su mascota, o comprar un sándwich a una persona sin hogar que está en la calle. 

No se trata de publicarlo en Facebook y presumir, sino hacerlo de corazón, sin que nadie se entere.

La conciencia de unidad o conciencia absoluta, esa que entiende que todos somos uno, es una parte ineludible del camino a la felicidad. Servir a los demás nos llena el inmenso vacío que se siente al comprender las injusticias y la absurdidad del mundo. Le da un propósito noble y puro a nuestra existencia en esta tierra. 

Una vida con propósito es mucho más hermosa, mucho más cercana a eso que llamamos felicidad.





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