Evocación de la cosa cubana
Como un sueño que regresa
trastocado en pesadilla,
como una vieja rencilla,
como una eterna sorpresa,
como una inquietud traviesa,
como un virus que se incuba
(y hace que la fiebre suba),
como el frío en el invierno,
como tinta en mi cuaderno,
te llevo conmigo, Cuba.
Revocación de la cosa cubana
Cuando es más frío el invierno
y la nostalgia me arrasa,
pienso a ratos en mi casa
—la que inspira este cuaderno,
perdida en aquel infierno
que el recuerdo desaliña,
con sus aves de rapiña
que, sin que medie preludio,
dan un acto de repudio—
y se me va la morriña.
Invocación de la cosa cubana
Te nombro en cada sentencia,
te busco en cada rincón,
te encuentro en cada estación
—en el clima y su inclemencia—,
en mi espejo de paciencia,
en el azar tan prolijo,
en el acento de mi hijo,
en la risa de mi madre,
en la ausencia de mi padre,
te intuyo en cada acertijo…
Vocación de la cosa cubana
Cuba, te has manifestado
cual incertidumbre nueva,
cual haz de luz en la cueva,
cual herida que ha san(gr)ado,
cual dolor en mi costado,
cual entrañable dialecto,
cual causa para mi efecto,
cual esperanza maltrecha,
cual angustia que me acecha
y cual futuro imperfecto.
Provocación de la cosa cubana
Con el trapo tricolor
que tenemos por bandera
y adoramos cual si diera
luz, energía, calor,
se justifica el horror,
el dictado de un tirano
que con la pistola en mano
repite que es el Estado;
el trapo no es más sagrado
que la vida de un cubano.
Equivocación de la cosa cubana
Si comerse la bandera
en Cuba no es un delito
y celebran su areíto
cinco chivatos de la era
—con la camisa por fuera,
con la infamia en la mirada,
con una idea atrofiada,
con su amor por el Partido—
con el pueblo desnutrido,
la bandera no es sagrada.
Convocación de la cosa cubana
He aquí el llamado, cubano,
de tu patria, de tu tierra,
a morir en una guerra
en continente lejano,
a delatar a tu hermano,
a aceptar el vil destino
de reprimir al vecino,
a olvidarte del pasado
(o el futuro postergado)
y aplaudir a un asesino.
© Imagen de portada: Mapa de Cuba por fuera, de Garrincha (Gustavo Rodríguez).
El arte de las fugas
La máxima era atribuida al entonces general de Ejército, y todavía heredero de la finca privada que es Cuba: “El deber de todo buen soldado es escaparse. Y el deber de todo buen oficial es atraparlo”.