En los últimos meses, en Cuba se presencia un incremento sostenido de enfermedades arbovirales (dengue, chikungunya y oropouche), acompañado de un repunte de diversas virosis respiratorias y gastrointestinales. En este cuadro sanitario cada vez más complejo, las afecciones no se desarrollan de manera aislada: se entrelazan con las condiciones socioeconómicas y medioambientales de una sociedad ya golpeada por una crisis estructural prolongada. El resultado es un entramado donde los padecimientos se retroalimentan, extienden y profundizan su impacto, creando un ciclo de vulnerabilidad difícil de romper.
Estos estragos no afectan únicamente al ya precario sistema de salud pública, sino que se proyectan sobre la vida laboral, estudiantil y cultural del país. En particular, la propagación acelerada de estos virus —favorecida por el colapso de la infraestructura urbana, la permanencia de vertederos, filtraciones y desagües expuestos a lluvias estacionales y altas temperaturas— ha obligado a suspender eventos artísticos de relevancia y ha afectado a numerosos creadores, intelectuales y trabajadores de la cultura.
Cancelaciones y enfermedad en el sector cultural cubano
Ya entre el 17 y el 18 de octubre pasado, el deterioro de la situación sanitaria en el país obligó a suspender el Festival Nacional de Artistas Aficionados por decisión gubernamental. Al respecto, una nota oficial del Consejo Nacional de Casas de Cultura explicó que la medida respondía al “incremento sostenido de enfermedades transmitidas por vectores, especialmente la arbovirosis”, que afectaba a varias provincias en esas semanas. La posposición de este festival —un evento anual que reúne a cientos de artistas aficionados de todo el país— evidenció la gravedad de la crisis epidemiológica en curso y buscó “preservar la salud de los participantes, el público y los equipos organizativos”.
Nota Oficial del periódico Venceremos. Fuente: muro de Facebook de Venceremos (2025).
Al mes siguiente, tras confirmarse varios bailarines enfermos, el Ballet Nacional de Cuba suspendió sus funciones de los días 8 y 9 de noviembre en la sala Avellaneda del Teatro Nacional. Según el comunicado oficial divulgado en su página de Facebook, se intentó reajustar el elenco, una estrategia tomada en la función del viernes 7, pero la “indisposición imprevista de otros artistas” obligó finalmente a cancelar las funciones. Como última solución, la compañía devolvió el importe de las entradas en taquilla y permitió usar esos tickets para la función de teatro en cartelera en la sala Covarrubias. Ante estos imprevistos, destacaron reacciones de espectadores como las siguientes:
“[…] yo hace una semana que no puedo trabajar, me cuesta mucho caminar: dolores, articulaciones inflamadas. Así que los bailarines que viven de su cuerpo les va a costar trabajo bailar y estar al 100”.
“Esto está afectando hasta el ejercicio de la profesión”.
Anuncio del BNC. Fuente: muro de Facebook del BNC (2025).
En el marco de la 21 edición del Festival Internacional de Teatro de La Habana, prevista para la segunda semana de noviembre, varios grupos también debieron suspender sus funciones durante uno de los eventos culturales más esperados del año. El Ciervo Encantado, por ejemplo, retiró de la programación su obra El tridente del diablo. Action #16 debido a que varios de sus integrantes enfermaron por arbovirosis. De igual manera, El Arca Teatro Museo de Títeres, compañía capitalina dedicada al público infantil, canceló sus presentaciones tras informar que “dos de nuestros actores están gravemente enfermos con este terrible virus que nos azota”.
Anuncio de suspensión. Fuente: muro de Facebook del Arca Teatro Museo de Títeres (2025).
Así, no han sido pocas las iniciativas culturales que, “por problemas de salud” o “por razones ajenas a nuestra voluntad”, han anunciado la suspensión o postergación de sus presentaciones, evidenciando que la epidemia de arbovirosis golpeapor igual a diversas compañías escénicas. Estos no han sido sucesos aislados.
En distintos territorios se reportan artistas e intelectuales afectados por dengue o chikungunya, obligando a posponer funciones, talleres y conferencias. Incluso fuera del ámbito estrictamente cultural, se han visto interrupciones: varios juegos de la Serie Nacional de Béisbol fueron suspendidos porque numerosos peloteros presentaron síntomas de estas fiebres. La subserie Pinar del Río vs. Villa Clara debió cancelarse también ante la falta de jugadores disponibles.
Epidemia y violación de derechos laborales y culturales
El estallido de esta crisis epidemiológica ha puesto en evidencia carencias estructurales de larga data en Cuba, cuyas consecuencias trascienden el plano sanitario para afectar también los ámbitos laboral, estudiantil y cultural. La ausencia, durante años, de servicios públicos básicos (recogida de desechos sólidos, suministro estable de agua potable, programaciones de fumigación y control de vectores, y atención primaria funcional) ha impedido contener los brotes masivos. Esta negligencia institucional ha generado un caldo de cultivo perfecto: vertederos de basura, acumulación de aguas estancadas y un sistema de salud colapsado que no logra dar abasto, lo que agrava aún más la situación de una población ya vulnerable, marcada por inseguridad alimentaria y por los desbalances psicosociales asociados al estrés de vivir en una crisis multifactorial y prolongada.
En este contexto, los derechos laborales y culturales de los cubanos se están viendo comprometidos. Por un lado, profesionales de la cultura (bailarines, actores, músicos, escritores) enfrentan riesgos para su salud en el ejercicio de su trabajo y, en muchos casos, se ven impedidos de cumplir con sus contratos o presentaciones. Además de la pérdida de capacidad de los artistas de desempeñar su labor con normalidad, se añade la no remuneración por sus ensayos y trabajos realizados para este acto, y la disminución de oportunidades de presentaciones necesarias para sus carreras.
Lo anterior equivale a una vulneración del derecho al trabajo en condiciones seguras y saludables, así como de cuidados y respaldo al gremio en estos casos de enfermedad. La mayoría de los artistas afectados con chikungunya deben guardar reposo prolongado mientras sufren intensos y persistentes dolores articulares perdiendo, durante ese tiempo, ingresos y oportunidades profesionales; ya que hasta el momento no se han anunciado compensaciones específicas para ellos.
Por su parte, el ODC ya ha alertado sobre el impacto de la crisis energética en el ámbito cultural, obligando a respuestas similares no deseadas por los artistas.[1] Estas suspensiones de espectáculos implican también pérdidas económicas para los colectivos artísticos, que en Cuba ya padecen precariedad material; sin taquilla ni funciones, el sustento de técnicos, actores y personal de apoyo se ve mermado.
Basurero en unas ruinas junto a lo que fuera el cine Esmeralda. Fuente: Archivo ODC (2025).
La respuesta gubernamental ante la crisis no ha sido consistente. Mientras algunos eventos fueron cancelados por motivos sanitarios, otras actividades masivas continuaron celebrándose, potenciando el riesgo de contagio. Por ejemplo, en Matanzas se celebró una Semana de la Cultura con espectáculos multitudinarios al aire libre, conciertos y circos, en plena emergencia sanitaria en esa ciudad. Estas aglomeraciones desafiaron las recomendaciones básicas de salud pública y expusieron a niños, adultos mayores y familias enteras al contagio. La decisión de mantener eventos festivos en provincias tan afectadas revela una desconexión entre la agenda oficial, la realidad epidemiológica y la protección tanto de hacedores artísticos como del público.
Esta problemática no se circunscribe a la coyuntura de la actual epidemia; es un patrón de larga data en el gremio cultural cubano. El ODC ha documentado reiteradamente las precarias condiciones de salud de figuras como Ena Lucía Portela, Delfín Prats, el actor Rubén Breña —fallecido el 23 de marzo de 2023— y la profesora Carmen Fragoso —fallecida el 7 de junio de 2024—. Estos casos exponen con crudeza el grado de desprotección que enfrentan personalidades con reconocidos aportes a la vida cultural del país: autores y artistas con premios nacionales y trayectorias insoslayables que, sin embargo, han quedado abandonados en momentos de extrema vulnerabilidad por la falta de infraestructura, logística de cuidados y voluntad institucional para acompañarlos.
Algunas de las denuncias de ODC sobre el estado de los artistas cubanos. Fuente: IG de cubaodc (2022-2023).
Tras construir una obra que encarna valores centrales de la cultura nacional, muchas de estas figuras terminan en el desamparo y, en no pocos casos, en la inanición. La reacción institucional frente a las denuncias ha sido, además, punitiva, con intentos explícitos de aleccionar a quienes visibilizan estas realidades. Un ejemplo es la expulsión del artista Roiniel Ledea de Teatro Gaviota en 2023, luego de que este denunciara en redes sociales la vulnerabilidad de la ciudadanía cubana durante la pandemia de covid-19 y sugiriera un paro laboral como forma de protesta.
Todo ello ocurre en un país inmerso en una sindemia, donde confluyen y se refuerzan múltiples epidemias; con un elevado índice de inseguridad alimentaria y nutricional; un sistema de infraestructura colapsado, incluido el sector de la salud pública; y una alta prevalencia de enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes, afecciones cardiovasculares y gastrointestinales. En este cuadro, tanto los servidores públicos del ámbito cultural como la ciudadanía en general se encuentran sin mecanismos reales de protección, evidenciando un deterioro estructural que trasciende lo sanitario y revela fallas profundas en la responsabilidad estatal de cuidado.
En este rigor, el ODC denuncia la persistente falta de voluntad institucional para garantizar una asistencia segura y adecuada a los miembros del gremio cultural cubano, quienes han dedicado su vida a enriquecer el patrimonio artístico del país. Señala, además, la situación de abandono en que han quedado muchas de estas figuras —alguna vez laureadas— cuando atraviesan etapas de vulnerabilidad, enfermedad o vejez. En consecuencia, exige un respaldo efectivo y verificable por parte de las autoridades cubanas, responsables últimas de garantizar el acceso a la salud, a cuidados dignos y a una infraestructura mínima de apoyo para quienes han contribuido de manera decisiva a la cultura nacional.
Puntualmente, el ODC avisa que la actual epidemia ha trascendido el ámbito médico para convertirse en un fenómeno social de amplio alcance. Sus efectos en el sector cultural e intelectual son profundos: teatros cerrados, compañías diezmadas por la enfermedad, agendas artísticas truncadas y un público confinado en casa ante la ausencia de opciones culturales seguras. Todo esto configura un cuadro de violación de derechos culturales y laborales: los creadores ven limitado su derecho a trabajar y el pueblo ve limitado su derecho a disfrutar de la cultura.
El ODC recuerda que esta situación sanitaria está directamente vinculada a la pésima gestión gubernamental, por lo que, al tratarse de una crisis evitable en gran medida, la privación resultante de bienes culturales adquiere una dimensión aún más injusta. La epidemia ha puesto de manifiesto la interdependencia de los derechos humanos en Cuba: el derecho a la salud, la educación, el trabajo y la cultura están entrelazados, y su vulneración simultánea enciende las alarmas sobre la responsabilidad del Estado en proteger a sus ciudadanos.
Nota:
[1] “ODC: Crisis energética y derechos culturales en Cuba / Una mirada crítica”, en https://www.in-cubadora.com/2025/06/30/odc-crisis-energetica-y-derechos-culturales-en-cuba-una-mirada-critica/.














