En su novela Sátántangó, el escritor húngaro László Krasznahorkai creó una visión distópica de una sociedad llevada al extremo de la miseria por un sistema parecido a la dictadura cubana. Dentro de su historia, un disidente se convierte en un mesías para el pueblo oprimido, su ideología se convierte en una mitología. La gente idealiza su liderazgo, repitiendo las mismas frases, sin saber que ya son las frases de los opresores. Sin saber que se están convirtiendo en el cambio que los propios opresores necesitan para dividirlos y perpetuar su poder.
La mitología de la Revolución cubana y su mesías ha muerto. La Isla está en una de sus peores crisis humanitarias. El gobierno cubano ha decidido permitir algunas empresas privadas. El camino que quieren tomar parece ser de apertura económica bajo una política dictatorial. Miami no está preparado para este escenario.
La agenda política por parte del Partido Republicano en la Florida es convertirse en los voceros más escandalosos contra el comunismo. A la vez, han conectado la izquierda estadounidense con la ideología comunista y socialista. De este modo, se aprovechan del sentimiento visceral del cubano-americano contra la dictadura y lo redireccionan contra el Partido Demócrata para ganar votos.
Decir que Estados Unidos se está yendo demasiado a la izquierda parece sorna. Este es el único país rico que no garantiza cuidados de salud a sus ciudadanos. Decenas de países capitalistas lo hacen de una manera efectiva y a menores costos. Además, las políticas del presidente actual han brindado trillones de dólares en subsidios para las industrias privadas del país. La evidencia está en el Plan Bipartidista de Infraestructura y el Plan para Reducir la Inflación.
Mi objetivo no es atacar al partido Republicano ni defender la agenda Demócrata. Es, primero, intentar revelar que la manipulación sobre la comunidad cubano-americana nos ha dejado sin un plan para el futuro de Cuba, más allá de declararnos “anticomunistas”.
¿Qué viene después de que en Cuba termine el comunismo? Esta no es una pregunta utópica. A pesar de la actual escasez extrema y el pésimo manejo de la economía por parte del gobierno de la Isla, ya han comenzado a dar señales de una perestroika caribeña.
Se han aliado con liberales de derecha rusos para reestructurar la economía. Desde hace años están vendiendo las reservas de petróleo del país a inversionistas extranjeros, lo cual Oswaldo Payá criticó en su libro La noche no será eterna; y se han reiniciado charlas con representantes políticos de Estados Unidos.
Del lado del Partido Demócrata, desde los tiempos de Barack Obama, ha existido la teoría de que una apertura económica traería una apertura política. Esta es una falacia, quien se la crea a estas alturas es el tonto útil del capitalismo totalitario. Las historias de dictaduras en China, Rusia, Singapur, Chile y Nicaragua han demostrado que la economía de mercado es compatible con el totalitarismo.
Ni siquiera un buen manejo de regulaciones garantiza un camino hacia los derechos para los cubanos. Puede que se generen trabajos, se produzcan alimentos, incluso que los cubano-americanos podamos invertir en la Isla; pero nada de eso nos asegura el derecho a los derechos, la libertad de expresión ni la libertad de los presos políticos.
En Miami ha ocurrido lo que ha sido una aspiración del exilio durante décadas. Se ha vuelto tendencia de casi todos gritar “abajo el comunismo”.
Recientemente, en un concierto de Carlos Varela, en un teatro de Miami, con olor a cerveza y decorado con excesivos anuncios de conciertos de reguetón, me di cuenta de que no estamos listos para lo que se avecina. Entre cada canción, Varela gritaba “Viva cuba libre”, ya una manera fácil de animar al público en la ciudad. La gente le gritaba de vuelta “Abajo el comunismo”: tres palabras que contienen el estado actual de nuestra herida.
Gritar “abajo el comunismo” es una droga, una caricia que alivia el dolor de la herida por unos instantes, pero no la deja sanar. Le corresponde a filósofos y economistas escribir sobre marxismo y sus deformaciones políticas, y así dictar sentencia. Yo propongo que el comunismo es la herramienta principal del opresor y pregunto: ¿qué haremos cuando cambie de herramienta, como lo está haciendo ahora?
Parafraseo a Svetlana Alexiévich, escritora Premio Nobel bielorrusa, cronista de las vidas de los sobrevivientes de la barbarie soviética, quien dijo que ser anticomunista no significa nada, pues estás en contra de un cadáver al cual ya le ha sido drenada la esencia. Ahora se transforma en otras cosas y no nos damos cuenta.
Ser anticomunista no significa defender ninguna causa que no sea el anticomunismo. Ser anticomunista puede ser de las pocas maneras que quedan de perpetuar la cultura comunista, oponiéndonos a algo o defendiendo algo con fervor fanático, dejando en segundo plano nuestros derechos.
Esto que acabo de decir es cierto en el contexto cubano-americano. Existen vertientes filocomunistas que requieren otro tipo de análisis y otras reacciones.
Si debemos gritar, ¿entonces qué debemos gritar? ¿Libertad para fundar un negocio? La habrá. ¿Libertad para invertir, comprar cosas, comer? Puede existir bajo la dictadura de Miguel Díaz-Canel.
Primero debemos luchar por no gritar lo que nos dice un partido político, ni demócratas, ni republicanos, pues, al parecer, a ambos les conviene el anticomunismo y la incursión del capitalismo en la Isla. Dudo que, una vez establecidos los intereses financieros de Estados Unidos en Cuba, alguno de estos partidos se oponga a la dictadura. Quien no me crea, que busque todos los negocios que ha hecho Estados Unidos con dictaduras capitalistas.
Debemos gritar por la democracia. Enfocarnos en campañas como la del NO, impulsada por disidentes como Carolina Barrero, que buscan sabotear las falsas elecciones del partido único.
Debemos luchar por los derechos, por la libertad de los presos políticos, para que se detenga la destrucción medioambiental de la Isla y para que todos tengan acceso a cuidados de salud de calidad. Debemos erosionar la moral de quien nos quita los derechos.
Cuba no será libre hasta que Miami sea libre de manipulación. Cuba estará más cerca de la democracia cuando los cubanos en Estados Unidos, los que estamos más próximos a la libertad, sepamos diferenciar entre luchar por los derechos humanos y entregar nuestros derechos por una causa. Cuando reconozcamos la lucha por los derechos de otros como nuestra y cuando entendamos que la sociedad civil es la esencia de una democracia, no el capitalismo ni el anticomunismo.
Una vez llegue el capitalismo totalitario a Cuba, sin duda muchas ONGs, muchos que tienen o tuvieron amigos presos, o quienes están o estuvieron presos, seguirán luchando por los derechos, como lo hacen los disidentes chinos en medio de la abundancia económica.
Estos son los pocos y menos poderosos. Serán una piedra en el zapato para los grandes intereses que se formarán. Es entre ellos donde hay que estar.
Pensar en la Isla
Lo peor que podemos perder es la salud que le queda a la Isla. Según reporta Periodismo de Barrio, más del 90% de su energía eléctrica proviene del petróleo. Pero, debido al mal manejo, se producen accidentes como las explosiones recientes en Matanzas, que dañan ecosistemas, sembrados, comunidades pesqueras y otras áreas vitales para el país.
Según ha reportado CiberCuba, el mal manejo en municipios como las Tunas y Matanzas está causando una escasez alarmante de agua potable. Además, la última década ha traído una de las peores sequías en la historia de Cuba debido, en parte, al calentamiento global.
Estos factores, sumados a la contaminación y a los desperdicios en los ríos, a la posible industrialización desenfrenada que puede venir, creará una Isla de Fuego. Los incendios ya son comunes debido a prácticas como la quema de los sembrados al final de la temporada. Aumentarán si no se prioriza la democracia, la justicia social y los derechos de los ciudadanos.
Ambas formas de economía política, el comunismo y el capitalismo de libre mercado, se sustentan por sentimentalismos y fe. Ambos se basan en la credulidad humana en ideologías manufacturadas para sustentar oligarquías. En sus propagandas, ambos justifican medios violentos para alcanzar promesas utópicas.
A la libertad auténtica solo sabemos acercárnosle a través de la democracia y la acción civil. Solo esta ha probado ser capaz de darle herramientas al pueblo para salvar su suelo, su aire y sus comunidades.
Es posible que la dictadura de Díaz-Canel venda el país y esto genere algo de abundancia, lo cual se necesita en la Isla con urgencia. La mayoría de los cubanos en Cuba no dudarán en aceptarla. Es por ello que algunas de mis preocupaciones parecen fuera de lugar.
Pero nosotros en Miami, que hemos estado más expuestos al mundo libre, debemos ver la estafa de la cual Oswaldo Payá nos alertó y llamó el cambio fraude. Consiste en aceptar beneficios económicos a cambio de nuestras libertades políticas, las que deben incluir nuestros derechos a una Isla sana, cuya naturaleza se regenere y cuyos recursos se hagan inagotables por un buen manejo de sus regiones por parte de comunidades y una sociedad civil bien empoderada.
Pienso en una Isla sana donde la abundancia no se confunda con desperdicio y la competencia no se confunda con una excusa para ignorar u oprimir a otros seres humanos.
¿Qué hacer entonces? Cambiar el discurso.
Por cada grito de “abajo el comunismo”, debemos tener una conversación sobre cómo salvar la Isla del capitalismo totalitario. Cada vez que nos llamemos “anticomunistas”, debemos decir “primero los derechos” y recordar que ya el Partido Comunista de Cuba está pensando más allá del comunismo.
¿Cómo vamos a salvar una Isla de las llamas si actuamos como una llama más? Debemos mirar más allá de la historia y del dolor del presente, hacia dónde queremos que vaya nuestra embarcación, la isla de Cuba.
Nos hace falta más sentir, más comunidad y menos arengas. Dejar de traficar influencias y recordar cómo pensar.
Nuestra Isla necesita a los cubano-americanos más que nunca. Brindémosle nuestra experiencia con la libertad. Expongamos las falacias. Derribemos ídolos y mitologías. Luchemos por los derechos primero.
© Imagen de portada: Paisaje cubano generado por DALL·E.
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