No es por Trump que la nación americana está dividida.
La nación siempre ha estado dividida.
Vamos, una nación sana debe estar dividida. Nada más saludable que la diversidad, y la libertad, de pensamiento.
Si lo sabré yo, que vengo de donde no hay identidad individual y pensar es anatema; donde la política es un monolito fecal, la nación un escombro, y la esperanza nunca llega. Mucho menos cada cuatro años.
Pero nunca, insisto, nunca la nación es más próspera que cuando hay diferencias, porque las diferencias unen cuando hay un propósito mayor que las rebasa, y este propósito se logra.
Cuando eso no sucede, la nación se agrieta; el “nosotros” se vuelve facción, lo tribal prevalece, el hacha asoma de la tierra: en las manos equivocadas, la nación se fragmenta.
En el caos de la desunión, se disuelve el adhesivo de lo nacional, se pervierten las banderas, se desvanece el alma de un país, que siempre debería ser más grande que la suma de sus partes.
Y Trump, decía, no es el responsable de la necesaria división. Ya quisiera ese honor para sí.
Trump es la cuña que se clavó en las heridas de la nación. Y las ensanchó, apuntalando con pilares de odio, nacionalismo a ultranza, racismo e infundios. Hurgó en las heridas, una y otra vez, con la toxicidad de su retórica sicótica; las dejó supurar, y alimentó a su facción con el pus de esa doctrina.
Incapaz y renuente a encontrar un propósito de nobleza, una idea mayor, Trump, ignorante, ignoró la división en favor de la desunión.
Cada presidente aspira a un legado.
Cada presidente se archiva con sus éxitos y fracasos.
Cada presidente se recuerda, con suerte, por lo más relevante que hizo.
Trump será olvidado con pudor, para no tener que recordar el lodazal en que convirtió a la nación americana. Su legado es el de la desunión, el de una nación ansiosa buscando un asidero.
Su legado son gordos con AR15 y chalecos antibalas, a los que él llamó patriotas, ocupando sedes de gobierno y pavoneándose en calles, escalinatas, autopistas.
Trump, presidente de un solo término gracias a su suicido político y a la primera pandemia del siglo XXI, pasa a la historia como el peor presidente de la Historia contemporánea de los Estados Unidos.
Deja detrás un país herido, al que le urge unirse y sanar.
Cuba, otra vez frente a noviembre
En este dosier que introducimos hoy en Hypermedia Magazine, y que se extenderá a lo largo del mes de octubre, invitamos a diferentes actores de la sociedad civil cubana, radicados en la isla y en cualquiera de sus espacios diaspóricos, a imaginar cómo impactará en el futuro inmediato de Cuba esta elección presidencial de noviembre 2020.