José Daniel Ferrer finalmente sale al exilio.
Su salida entrega alivio a una existencia de lucha y de compromiso con la causa de la oposición a la dictadura. Una lucha que no siempre ha sido acompañada plenamente por el resto de los actores que forman parte de ella. Una lucha que es blanco principal de los órganos represivos, especializados en no permitir su auge ni su desarrollo dentro de la sociedad en la Isla. Una lucha que Ferrer supo dar desde la provincia oriental, como ejemplo irresoluto de valentía que parece perteneciente a otra época y a otros ideales, en un país en que el régimen se ha dedicado a convencernos de la inutilidad de una pelea que, según ellos, está perdida de antemano.
Habría que analizar cuánto de esta creencia ha encontrado raigambre verdadera en un pueblo acostumbrado a sobrevivir tanto a la dictadura como al resto de las penurias que provoca en él.
La lucha del cubano ha sido siempre una de resistencia, enfocada en mantenerse más allá de un mal que sabemos que pasará en su momento, al igual que pasaron todos los anteriores. Al respecto, la memoria colectiva de lo popular—aún con sus defectos— es profunda, infinita, y no puede ser soslayada simplemente por la persecución de los aparatos de seguridad. Ni tampoco con el miedo que se inculca a los escolares fuera de los hogares, allí donde se ocultan y laten los verdaderos sentimientos de una oposición anónima pero consistentemente general.
Ferrer da un ejemplo y no es otro que el de un hombre que trabajó contra el poder desde la humanidad, luchando contra esa condición de miseria en la que nos quiere la dictadura. Un régimen que intentó todas las formas posibles doblegarlo y que no comprende, con ese atraso sempiterno de los viejos generales habaneros, que su liberación da empuje a un símbolo que afuera tendrá todos los recursos para llegar mejor a los de adentro.
El alcance de los nuevos medios hace del destierro una medida desesperadamente inútil y, en cambio, las redes entregan al desterrado un impulso premonitorio y un alcance infinito, a la hora de transmitir su mensaje a quienes hasta el momento permanecen ajenos a su impacto.
Ferrer merece, junto a su familia que hoy parte de Cuba con él, el reconocimiento total de quienes luchan diariamente contra la dictadura. También, el agradecimiento de todos, por haber sido capaz de sostener los valores de un cubano libre en la hora más oscura. Con su ejemplo, su lucha se internacionaliza. Su testimonio de seguro vendrá a ser un documento inestimable para la lucha final contra el régimen. Será prueba suficiente de los métodos inhumanos que la dictadura cubana utiliza contra quienes se le oponen pacíficamente, a la par que conservan la esperanza de una patria posible en que la libertad sea el bien más preciado.