3 de abril, noche. En la televisión cubana un agente policial habla acerca de su participación en el control del aislamiento social en el Consejo Popular El Carmelo:
“No llevamos armas”, dice. “Nuestras armas son la persuasión y la autoridad”.
4 de abril, 10 a.m. Camino por El Carmelo; en lo adelante lo llamaré La Zona. Salgo a explorar, a medir el ambiente.
Nunca me he sentido más stalker. Llevo nasobuco, gafas de sol y gel antibacterial. En este barrio de menos de 2 km2 y población de 27 000 habitantes, hay 21 sospechosos de coronavirus y 8 casos confirmados.
Trato de peinar lugares estratégicos. Compro pimientos verdes en 17 y 12 para justificar mi salida, en caso de que me pare la Policía Nacional Revolucionaria (PNR).
Al subir desde 13 hasta 21, por la calle 12, noto que el tráfico ha disminuido mucho y que no existe ninguna barricada donde termina el límite trazado la noche anterior: calle 21. La cuadra de 12 entre 21 y 23 no está cerrada, pero en cada senda hay un camión de policías y una patrulla.
Parece un puesto de mando.
Doblo por 21 hasta 8. Un uniformado en cada esquina. No dicen nada: observan. Sus miradas pueden hacer que maduren los pimientos que llevo en la bolsa. En esos ojos hay fastidio, cansancio, vacío.
Bajo por 8 a buscar la calle Línea. En 17 y 8, uno de los lugares donde anunciaron que habría un acceso a La Zona, hay 4 policías: tres mujeres y un hombre. El hombre lleva el uniforme azul de la PNR, una de las mujeres usa el verde del MININT, las otras dos van de civil.
Cuando paso, me miran casi con sospecha: ¿acaso no tengo miedo?
En Línea y 10 hay un auto de la Brigada Especial, Boinas Rojas con chalecos naranja. El chofer sentado al timón y 3 tripulantes en la acera, monitoreando la avenida.
Trato de acercarme por 10 a Malecón; me detiene una enorme cola en la tienda de la esquina de 3ra: hay pollo. Prefiero no llegar, sube la temperatura entre los posibles compradores; el carro policial se mantiene a distancia.
Busco 12 por 3ra.
En Calzada y 12 hay otra cola: esta viene desde Línea, de un mercado donde sacaron pechuga. Más de cien personas a la espera, parados en la acera o sentados en las escaleras de los edificios; rostros inexpresivos, ajenos.
Tres policías organizan la cola.
Cuando los rebaso y cruzo Línea, pasa un auto con un parlante:
“Ciudadano, es necesario extremar las medidas de aislamiento social. No salga de su casa innecesariamente, mantenga una distancia de dos metros entre personas, use el nasobuco, tome todas las medidas higiénicas necesarias”.
Regreso al punto de partida. He caminado 24 cuadras. En ese trayecto he contado 21 policías y me han pasado al lado 3 patrullas. ¿Será el miedo su arma?
5 de abril, 9:10 a.m. Salgo a comprar pasta de tomate en la tienda de 3ra y 10. Mucha cola. Ni un solo policía.
Entonces pienso: no tienen armas.
Tampoco una idea clara de cuál será el próximo paso.