8 de abril. Hace cinco días que El Carmelo se encuentra en “aislamiento”. Cuba entró ayer en una nueva fase de la epidemia, la llamada transmisión autóctona limitada. El término se refiere a que ya existen eventos de transmisión local en seis lugares del país; uno de ellos es La Zona.
El barrio se mantiene en calma.
Después del primer fin de semana de confinamiento, el lunes volvieron a llenarse las tiendas de personas en busca de comida y productos de aseo.
Por todas partes dicen: “Quédate en casa”; pero es prácticamente imposible hacer algo así: la gente precisa comer, comprar medicamentos, resolver necesidades primarias.
Como cada día, hay colas en las tiendas. Hace más de un año que escasean (todavía más) los productos cárnicos, el jabón, el papel sanitario… En estos días han tratado de surtir lugares cercanos a La Zona, pero aún es insuficiente. Las personas están agobiadas.
Lo que para muchos podría ser un momento de aburrimiento, para otros es la entrada a un túnel del horror combinado con los doce trabajos de Hércules.
Fotografío las colas. Casi todos los que esperan son mujeres.
En Cuba, las mujeres tenemos muchas veces la gran carga de toda la familia; nos sentimos responsables de alimentar a todos, nos dormimos pensando en el almuerzo del día siguiente y amanecemos planificando la cena: es inevitable.
Pienso en Ella.
Sí, en Ella, que puede ser cualquiera de las que me acompaña en la espera.
Ella tiene o no hijos con el hombre con quien vive. Si los tiene, la agonía es peor; si no los tiene, al menos el mal será solo para ella. Sale a la calle a buscar qué poner a la mesa, pero no puede demorarse; a su regreso él revisará su móvil, contará el dinero del vuelto, preguntará invariablemente por qué se ha demorado tanto para comprar esas tres mierdas que ha traído.
El hombre no encontrará contento en la comida; encerrado y aburrido, se volverá más amargado y pendiente de lo que Ella hace o no hace. No moverá un dedo para realizar ni una de las tareas del hogar y, si lo estima conveniente, en caso de algún reclamo, no dudará en alzar la voz, ofender y hasta golpear.
No es una historia cubana: es algo que puede suceder en casi cualquier lugar del mundo. Pero en Cuba, la mayoría de las mujeres aún tienen dependencia económica de sus parejas; muchos hombres que, por cierto, ahora mismo estarán en casa sin trabajar y sin perspectivas de hacerlo en un buen rato.
Para aquellas que habiten en La Zona, la amenaza de que en cualquier momento no se pueda siquiera salir a buscar víveres, es doblemente aterradora. Esta idea las encierra con su peor problema, las aísla de cualquier ayuda.
En noviembre del año pasado fue presentada a la Asamblea Nacional del Poder Popular una solicitud formal para la aprobación de la Ley Integral contra la Violencia de Género. En enero del 2020, se confirmó que dicha propuesta no forma parte del cronograma legislativo del país planificado hasta 2028.
Esta semana, el Ministerio de la Mujer y la Familia de Malasia aconsejó a las mujeres, a través de las redes, que evitaran molestar a sus esposos durante el confinamiento. También sugirieron que cuidaran su aspecto físico, maquillándose y vistiéndose con esmero.
En Malasia, como en Cuba, no existe una Ley contra de la Violencia de Género.
Galería
Gueto a la cubana (I)
Crónicas desde El Carmelo, el barrio del Vedado en aislamiento ante la propagación del coronavirus: “No existe ninguna barricada donde termina el límite trazado la noche anterior: calle 21. La cuadra de 12 entre 21 y 23 no está cerrada, pero en cada senda hay un camión de policías y una patrulla. Parece un puesto de mando”.