La masa de croquetas, ETECSA y los planes mercenarios

Me mordió un perro que se llama CubaSí.

El perro que ladra el artículo “Los mercenarios de las redes, ETECSA y la pandemia genocida”

Me mordió el perro y divago, como divaga China sobre el descubrimiento de una supuesta vacuna contra el coronavirus. 

Como divaga el primer ministro de Reino Unido cuando dice que tiene que morir mucha gente para luego volvernos inmunes. 

Como divaga la voz temblorosa de la supuesta bióloga cubana preocupada por los suyos. 

Como divaga Martica Minipunto exigiendo que cierren las fronteras en Cuba cuando supuestamente el país aún no estaba preparado para hacerlo (sin embargo, un día después de su exigencia decretaron el cierre). 

Siempre hay que esperar al momento justo. 

Mientras esperamos/divagamos como niños malcriados, se registran más de 462.000 personas infectadas en 187 países; más de 21.000 personas muertas; más de mil millones de personas en cuarentena estricta; más de 50 millones de personas haciendo challenges o escribiendo hashtags cada día. 

Como cuando le dices a la gente #QuédateEnCasa, pero la gente de Cuba no puede quedarse en casa. La gente de Cuba vive del diario. Eso, dicho rápido y mal, significa no tener ahorros, tener “pan pa’ hoy y hambre pa’ mañana”, tener la casa a medio construir porque no hay cemento o nada concreto

Tener o no tener, that is the cuestión. Un cubano con hambre y sin dinero es un cubano propenso a convertirse en “mercenario”.


La diferencia entre un challenge y un hashtag es sencilla. Un challenge es una competencia por la ataraxia, por el hakuna matata, por el carpe diem. Si hay que tragarse la canela, se traga; si hay que simular una playa dentro de casa, se simula; si hay que recrear una obra de arte, se recrea. #YouOnlyLiveOnce

En cambio, un hashtag es una aglomeración política virtual. Casi siempre suelen manifestar inquietudes o constituir campañas (#CierrenLaMuralla#BajenLosPreciosDeInternet).

Esto no quiere decir que todos los challenges y todos los hashtags desarrollen el mismo ethos. Pero algo es seguro: ambos son herramientas de masificación.

En las últimas semanas, los hashtags han servido para socializar-globalizar las medidas de precaución e higiene contra el coronavirus, así como para exigir el cumplimiento inmediato de estas. Los challenges, en cambio, ayudan con la distracción para el tiempo de cuarentena. 


La rabia central que me consume está conformada por los insultos y la ironía de M. H. Lagarde en su artículo de CubaSí.

No recuerdo haber sido recargado con un “Plan de insultos” a consumir durante la cuarentena. 

No es una cuestión personal. Obviamente no lo es. Pero CubaSí está diciendo que los que usamos los hashtags #CierrenLaMuralla o #BajenLosPreciosDeInternet somos unos “hipócritas”, unos “falsos profetas del coronavirus”, unos “mercenarios al estilo de Yoani Sánchez”. 

La última es, sin dudas, la mejor parte. 

¿El estilo de Yoani Sánchez es llevar el pelo muy largo con la raya al medio? 

¿Cómo lucen los mercenarios al estilo de Yoani Sánchez? 

¿Lucen como una madre soltera? 

¿Lucen como ama de casa? 

¿Lucen como obreros? 

¿Lucen como cuentapropistas? 

¿Lucen como intelectuales? 

¿Lucen como artistas? 

¿Lucen como médicos? 

¿Lucen como profesores universitarios? 

¿Lucen como estudiantes universitarios? 

¿Alguien puede decir a ciencia cierta cómo es que luce un mercenario?

¿Alguien pude señalármelo?

Algunos comentarios atinaron a mi pregunta. Entre todas las reacciones que tuvo esta publicación, suscribiré las palabras de dos en particular.  

Alberto dice:

“Para el autor de este artículo, macho a ti te regalaron el título, [a]sere cuando se hace una publicación al menos debes de investigar y no tirar piedras, muchos en Twitter que usan la etiqueta son cubanos que no reciben ayuda ni dinero del exterior ni le pagan por usar esas etiqueta xq que yo sepa mercenario es el que cobra y aquí no cobran, la usan para expresar su opinión”.

Js dice:

“Me da hasta pereza comentar. Pero yo hago una pregunta, alguien se ha cuestionado cuánto gana nuestra compañía de telefonía al mes, ok, saquemos una cuenta rápido, son 6 millones de líneas activas, supongamos que solo 2 millones ponen recargas desde el exterior que da una suma de 40 millones de divisas, poniendo que las recargas son cada 15 días da, en un mes, un total de 80 millones. Todo esto sin contar la navegación por wifi en parques, nauta hogar, llamadas y mensajes y demás. Yo soy estudiante universitario y tengo que pagar de mi bolsillo los paquetes de datos pues por esta vía es la única salida que se ha encontrado para no parar por completo el proceso docente, lo único que se le pide es una rebaja de los precios de forma momentánea o al menos liberen los megas nacionales. Pero al parecer es mucho pedir para una empresa millonaria que gana más de 960 millones de dólares al año. Piensen un poco. Saludos”.

Puede que las cifras divaguen. Las estadísticas son aproximados matemáticos, las estadísticas no son las personas. Pero al menos hubo comentarios lúcidos. El resto era un bombochíe-chíe-chíe sobre el bloqueo, sobre Trump, sobre Miami, sobre campañas… Nada que al cubano, con hambre y sin dinero, le interese. 

El cubano vive en una angustia constante por perder el derecho de ser cubano. Quiero pensar que no amanecerá un nuevo insulto por ejercer la libertad de expresión, por usar un hashtag o por hacer un challenge.

En realidad, quiero pensar en los gusanos, en la escoria, en los excubanos, en los mercenarios… En este “Plan de insultos” que bonificó ETECSA. Quiero pensar en la ciudadanía cubana. 

¿La ciudadanía cubana es un llavero o cualquier otro guindajo? ¿Es una yagua, una balsa, una yola? ¿Es algo parecido al concreto, al polvo de piedra? 

¿Me levantaré mañana con miedo a dejar de ser cubano?

Ya sabemos que ETECSA no bajará los precios, porque colapsan las comunicaciones. Pero que colapsemos nosotros, no importa. Al final, alguien contará la cantidad de colapsados y emitirá un informe: unas cifras, unos cuantos números. Solo nos queda coger el dinero que Estados Unidos nos paga por formar todas estas campañas políticas en las redes y comprar una buena masa de croquetas. 

No alcanzará para una McDonald’s, porque hemos de admitir que somos mercenarios de poca monta.

En estos días que uno tiene tanto miedo de no ver más a los suyos, que se hacen esas cadenas que unen a amigos y familiares, que nos tomamos un minuto para recordarle a la gente que queremos que se cuide…; en estos días, ¿quién no quiere comerse una croqueta? 

Seguramente hasta M. H. Lagarde las disfruta tanto como disfruta su ironía y sus insultos. 

Pero si un medio llamado CubaSí permite que un cubano profiera todas esas estupideces contra otro cubano…, entonces yo prefiero una #CubaNo