Los artistas que ama el régimen cubano

Hay artistas cubanos que le encantan al régimen. Les toma un amor desproporcionado. Esto no es ironía, ese amor es real y dura todo lo que pueda durar la dictadura en Cuba, o hasta que dicho artista salga de la Matrix y decida liberarse. Pero en lo que eso sucede, disfrutan cómodos en sus casas, tomándose un güisquicito porque, a fin de cuentas, Cuba no está tan “mal”.

Estos artistas mueven los hilos de la opinión pública de manera silenciosa, como los testaferros, pero con fotos más bonitas en Instagram y con videos en TikTok invitando a la gente a ver sus funciones en el EFE bar de Sandro Castro o el Mio & Tuyo de El Cangrejo. 

Estos artistas se encargan de calmar los ánimos del pueblo cuando ya está con la soga al cuello; pero sobre todo, de manejar a su favor a esa parte de la población cubana que vive desconectada de la realidad, en Narnia, seguramente. Esos que se la pasan en Varadero los fines de semana y en la Fábrica de Arte Cubano, tomándose fotos chulas, con tragos que gran parte de la juventud cubana no puede pagar por la devaluación monetaria que orquestó el régimen y que ha provocado una crisis económica que aún no toca fondo.

Disfrutan cómodos en sus casas, tomándose un güisquicito porque, a fin de cuentas, Cuba no está tan “mal”.

Los artistas que ama el régimen son amados, a su vez, por las y los influencers que, como ya mencioné arriba, se la pasan en los Cayos de Cuba. Y estos son amados por cientos de miles de seguidores que se preguntan todo el tiempo la dirección de esa Cuba que ellos nunca han visto. 

De esa manera macabra el régimen cubano alarga sus hilos hasta una juventud que no conoce de derechos humanos, ni civiles. Mucho menos, políticos. Una generación ya no tan joven que habla de bloqueo, pero para echar la culpa a los norteamericanos por no poder comprar en Amazon, por no poder ver los reels en Instagram, o por perderse el baby shower de su prima la balsera que vive en Hialeah.

Jóvenes que puedes ver junto a Sandro Castro pidiéndole al pueblo cubano que se vacunen o justificando que este joven, que jamás ha tirado una placa en su vida, tenga un Mercedes Benz. O acompañándolo en caravana de autos, llevándole ayuda que nadie pidió al pueblo de Matanzas a causa de un siniestro cuya única responsabilidad recae en su familia, los Castro. 

Son los mismos jóvenes que defendieron a Paula Massola por tener un amigo coronel. Y es que estos jóvenes, hijos de “pinchos” —nomenclatura que se le da a los hijos de militares—, disfrutan de privilegios y callan la boca mientras el cubano de a pie pierde su vida en una cola o se pudre de a poco en una cárcel castrista, por salir a exigir la libertad que el régimen no quiere que tengamos y que esos artistas que ellos aman, tampoco.

El singaíto es de los tantos artistas que viven del artistaje manipulando a un público que no sabe que necesita libertad.

Por eso Diván, novio de Paula y hermano mayor de la niña que ella tenía en brazos y que hizo ese comentario del amigo coronel, con ella en la playa en un momento en el que el país estaba sufriendo muertes y confinado a causa de la pandemia, no habla de política, ni le interesa. Ni da declaraciones, el singaíto —si la revista me lo permite decirle así— es de los tantos artistas que viven del artistaje manipulando a un público que no sabe que necesita libertad. 

Va y esto último suena exagerado, pero cabe recordar que llevamos 63 años de dictadura y eso pasa, entre muchas causas, por culpa de estos artistas cómplices del régimen que bajo órdenes directas o no han sabido calmar los ánimos de su público, diciéndole que esto va a mejorar. Coreando en medio de un país comunista, donde no existe la libertad de expresión ni se permiten partidos políticos ni elecciones libres y directas: “Tú llorando en Miami y yo gozando en La Habana”, como lo hizo la Charanga Habanera. Cuyo director, David Calzado, ha sido uno de los tantos defensores del castrismo, pero a quien se le ha visto tomándose un café sabroso en el Versalles. 

Así son esos artistas que el régimen ama. Camaleónicos, hipócritas, gente cobarde que no saca la mano por la ventana para ver si está lloviendo. Personajes que, sin contarlo, han brindado su música y su arte para la cúpula del poder en bodas y cumpleaños, como se vio a JG pidiendo euros mientras el castrismo gozaba con su música. 

Más guapos que Rambo, pero ni un “esto está en candela, caballeros” en su Facebook.

No solo los músicos se prestan para la pantomima. Entre los artistas que el régimen ama entran escritores, artistas plásticos, directores de cine. Artistas que aplaudieron y formaron parte del Decreto-Ley 349, como el cantante y director de Cimafunk, por ejemplo; uno que daba conciertos organizados por el oficialismo mientras, en alguna parte de La Habana, ese mismo régimen se llevaba preso a Luis Manuel Otero Alcántara y a Maykel Castillo (Osorbo).

Escritores como Leonardo Padura o Nancy Morejón que, a pesar de estar más cerca del pueblo por su condición misma de escritores, prefieren visitar en la cárcel a dictadores de otros países, como hizo el primero; o dedicar poemas al movimiento Black Lives Matter, como hizo la segunda. 

Así son esos artistas. Algunos más guapos que Rambo, pero ni un “esto está en candela, caballeros” en su Facebook. Nada. Como si vivieran en el multiverso donde el municipio Marianao, del que hablaron los entrevistados, sí existiera en realidad. 

Harrison, Alex Duvall, Yulien Oviedo, el Taiger, Isis Flores, Ivette Cepeda, Roberto Fabelo, Alberto Lescay, Kimiko y el Yordy, Jorge Junior, son algunos de esos artistas que ama el régimen cubano por su compromiso cómplice y revolucionario, haciendo silencio y callando la boca ante la miseria que se está viviendo en Cuba. 

Camaleónicos, hipócritas, gente cobarde que no saca la mano por la ventana para ver si está lloviendo.

El escritor Pedro Juan Gutiérrez también entra en la enorme lista en la que solo menciono a algunos. Este último, a pesar de ser uno de los grandes escritores de este país y que sufrió censura durante décadas, está en la lista porque el Síndrome de Estocolmo es un hecho que ya debería ser estudiado por su asociación directa a la dictadura cubana. Y a Pedro, al parecer, se le olvidó todo.

Por suerte, en algún punto entre los años 2006 y 2009, y luego entre 2016 y 2019, algo cambió. En esos años aparecieron artistas y escritores protestones y pocos complacientes con una dictadura que ha tenido el arte como arma para lograr perpetuar el experimento social que es Cuba. Por eso el dictador Miguel Díaz-Canel Bermúdez apuró el Decreto-Ley 349, para cortar de raíz y enterrar sin miramientos a cada uno de esos artistas mocosos con mirada viva y sonrisa cabrona. Y no pudo, pero ya esa es otra historia.

Mientras tanto, en alguna parte de la realidad cubana, Yomil compartía escenario con el Taiger mientras los coristas y los emprendedores bailaban sin importar el desastre sucedido en la provincia de Matanzas y que ha tenido en tensión a todo el país desde hace varios días. Y mientras otros jóvenes, cumpliendo el Servicio Militar Obligatorio, a diferencia de los artistas que ama el régimen, quedaron envueltos entre las llamas de la dictadura sin nadie que les lea un cuento, sin nadie que los arrope con una manta, sin regresar a casa.


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El 11J: la misma guerra de razas

Francisco Morán

Hay que advertir que, tras las protestas del 11J, quedó claro muy pronto que la delincuencia, la marginalidad, la indecencia y el anexionismo, para el Estado,tenían una geografía: la de los barrios.