Los creyentes cubanos, ¿somos todavía de alguna utilidad?

Las iglesias en Cuba no deberían imitar a las iglesias de los cristianos alemanes, cerca de cuyos templos pasaba el ferrocarril, y que reservaban en sus liturgias el toque más alto del órgano y los cantos congregacionales más elevados para justo ese momento cuando, en la exactitud de los relojes alemanes, pasaban los trenes cargados de judíos rumbo a los campos de concentración y exterminio, para así no escuchar el clamor humano que escapaba de los trenes.

Las iglesias en Cuba no deberían imitar a las iglesias que preferían no escuchar, o que fingían no escuchar.

Las iglesias cubanas deberían imitar el modelo de la Iglesia Confesante, creyentes comprometidos que prefirieron no hacerse los sordos a cambio de prebendas otorgadas por el Führer y su “Oficina de Atención a los Asuntos Religiosos”, y que eligieron decir “Amén” a Jesús y no a Adolf Hitler, incluso al costo del martirio, como sucedió con uno de los pastores de la Iglesia Confesante, el pastor Dietrich Bonhoeffer, ejecutado el 9 de abril de 1945.

Y no es que la iglesia se inmiscuya en política, como arguyen algunos para justificar su cobardía. Se trata de que la iglesia sea sencillamente iglesia, si es la iglesia profética que sigue a Dios encarnado y se encarna como él, si es la iglesia que sigue al Dios que no evade al pesebre ni a la cruz, si es la iglesia que prefiere ocupar el rol del samaritano de la parábola y no los roles del sacerdote y el levita que pasan de largo porque tienen deberes religiosos que cumplir, los que ellos anteponen al deber del amor en acción al que los llamó Jesús.

En el pasado Día de Acción de Gracias, en Estados Unidos se estrenó una nueva película basada en la vida del pastor Dietrich Bonhoeffer. Se titula Bonhoeffer: pastor, espía, asesino, que ha sido la propuesta más reciente de Angel Studios y que constituye el evento cinematográfico del momento.

Si bien no creo que esta puesta cinematográfica supere a Bonhoeffer: agente de gracia, dirigida por Eric Till en el año 2000, y que es un hecho que figuras tan complejas como Bonhoeffer son notoriamente difíciles de interpretar, lo cierto es que la vida de este pastor de la Iglesia Confesante Alemana sigue desafiando la ética de los creyentes y de las iglesias en cualquier sociedad en la que se pretenda ser sal y luz.

Esto es particularmente cierto en aquellas sociedades en las que regímenes totalitarios pisotean los derechos de quienes son el objeto de evangelización de las iglesias, los ciudadanos del país, y mucho más cuando les encarcela y mata, como está sucediendo en Cuba.

Aunque este ha sido el panorama que ha predominado en Cuba durante las últimas siete décadas, la situación por estos días en que se estrena la más reciente película de Bonhoeffer en los Estados Unidos, es la deplorable.

Miles permanecen encarcelados injustamente en la Isla. Algunos, como Ernesto Borges Pérez o Miguel Díaz Bauzá, llevan décadas presos. Otros, desde el 11 de julio de 2021, cuando en alrededor de 50 ciudades los cubanos salieron espontáneamente a las calles demandando libertad, llevan ya más de tres años encarcelados, incluidos pastores como Lorenzo Rosales Fajardo, de Palma Soriano. Y aún otros sufren arrestos en días recientes, al salir en las nuevas protestas que no cesan en Cuba, como ha sido el caso del intelectual cubano José Gabriel Barrenechea, detenido arbitrariamente el pasado 8 de noviembre, y quien envió una carta desde su prisión en la que deja claro que la razón por la cual lo reprimen es porque el régimen no soporta las críticas.

Varios de estos presos han sido víctimas de golpizas, como el líder de la UNPACU, José Daniel Ferrer. En algunos casos, la violencia física ha resultado mortífera, como ocurrió con la propinada al joven Manuel de Jesús Guillén, biznieto del poeta Nicolás Guillén, asesinado a golpes en la prisión del Combinado del Este. Algunos también han fallecido como resultado de la falta de asistencia médica, como sucedió el pasado 7 de diciembre con Maikel Herrera Bones.

Debido a tales situaciones, con frecuencia algunos de esos presos políticos toman la drástica medida de plantarse en huelga de hambre, como el propio José Daniel Ferrer, en Santiago de Cuba, y el joven Andy García de la ciudad de Santa Clara.

Los trenes pasan con sus víctimas y las iglesias cubanas de hoy, como las alemanas de entonces, también escriben su historia ante un Jesús que adopta el rostro de los cubanos que tienen hambre y esperan se les dé de comer, los que tienen sed y esperan se les dé de beber, los que están enfermos y esperan se les atienda, los que están en la cárcel y esperan que nos comportemos como si estuviéramos presos allí, tan maltratados como lo están ellos en sus cuerpos.

Creyentes cubanos: que no se diga de nosotros lo que advirtiera a sus hermanos alemanes el pastor Dietrich Bonhoeffer, según consta en su ensayo Después de diez años, de diciembre de 1942:

Hemos sido testigos silenciosos de hechos malvados, hemos aprendido muchos ardides, hemos aprendido las artes de la simulación y el lenguaje ambiguo; la experiencia nos ha enseñado a recelar de otras personas y bastantes veces hemos sido parcos con la verdad y las palabras francas; conflictos insoportables nos han hecho dóciles o tal vez incluso cínicos… ¿Somos todavía de alguna utilidad?





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