La política exterior cubana es estratégicamente flexible

La diplomacia cubana utiliza hoy los mismos mecanismos de representación de la propaganda política que el régimen ha utilizado durante más de sesenta años. Sigue recurriendo al imaginario estético extraído del cine cubano y de la gráfica de vanguardia de los años 60. Ese modo de representación sigue aportando vitalidad a los ataques simbólicos que se desarrollaron a principios de los años 60 y 70 y que continúan hasta hoy.

Además, Cuba diseña estrategias muy finas de contención y distracción para conseguir el apoyo y los votos de otras naciones. A la luz de esto, ¿cómo podríamos explicar la reciente abstención de la delegación cubana en la resolución adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas para condenar la anexión de cuatro regiones ucranianas por parte de Rusia? 

La política exterior cubana es estratégicamente flexible. La diplomacia cubana se elabora de forma encubierta, por lo que carece de transparencia. Desde 1959 prevalece la doctrina de la simulación como arma de combate.

Esta estrategia forma parte de una gran puesta en escena de la coreografía social conocida como la Revolución cubana. Se manifiesta como un universo simbólico de frases repetidas e imágenes nostálgicas, desplegadas para persuadir al mundo de que Cuba está al frente de la trinchera de una guerra total contra el imperialismo estadounidense. Al mismo tiempo, en el fondo, el gobierno cubano realiza acuerdos y mantiene intercambios bilaterales con lo que dentro de la Isla son las figuras más nefastas de la política internacional. 

Dentro de Cuba, el Estado sigue haciendo circular la imagen de un pasado que ya no existe, pero que, en el universo simbólico de nuestra epopeya nacional militarista, sigue tratando nuestra realidad como algo fuera del tiempo real, donde confluyen un presente y un futuro extraordinarios.

Es en ese ámbito intemporal donde 1962 o 1972, por citar dos años ejemplares para el socialismo cubano, son vistos como el equivalente a un retroceso o a una victoria en la arena internacional del presente. Es en este caso en el que la votación de la resolución de condena del embargo estadounidense sigue siendo uno de estos argumentos dirigidos tanto a la población cubana de la isla, como a la comunidad internacional que sigue simpatizando con el gobierno cubano. 

La eficacia o ineficacia de la política exterior cubana es indiferente. Para un aparato de inteligencia exterior que confía en las teorías conspirativas para su legitimidad, el resultado dentro de la Isla será siempre el mismo, una ganancia. Pero lo más sugestivo es que en el ámbito de la diplomacia internacional suele ser el mismo, una ganancia.

Cuando la propaganda política cubana introdujo la representación simbólica de la Revolución cubana durante “62 mil milenios”, lo hizo sobre la base de una lógica de semiotización y semantización a la inversa. Un cierto tipo de nostalgia se proyectó hacia el futuro, pero también hacia el mundo fuera de la Isla. La diplomacia cubana en el exterior se hace cargo de ello y su eficacia se basa en este fundamento. 

El manejo de los símbolos políticos que explican el éxito de la diplomacia cubana también se beneficia del legado de la diplomacia prerrevolucionaria. En 1948, los representantes cubanos ante la Asamblea General de las Naciones Unidas ya tenían una voz destacada en textos clave como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un pedazo de historia que el actual régimen sigue explotando en su beneficio.

La aureola de la diplomacia cubana actual se basa en esta imagen casi perfecta dentro de este cosmos de duplicidades, falsificaciones y adulteraciones. Es decir, la diplomacia cubana es una práctica de ingeniería simbólica y social, que se esfuerza por manejar las percepciones y representaciones sobre la dinámica interna de la Isla. Esto se combina con una astuta estrategia de voto en relación con la política multilateral en las Naciones Unidas. 

Es aquí donde la política exterior cubana da en el clavo, porque al fin y al cabo son los instrumentos retóricos necesarios para sobrevivir dentro del mundo diplomático que se gesta en Ginebra o en Nueva York. Y la política exterior cubana, con sus desmesuradas representaciones consulares y embajadas en casi todas las naciones del planeta, sabe utilizar la diplomacia de la ONU como ninguna otra nación.

La diplomacia cubana es flexible: se adoptan posiciones multilaterales cuando es factible, el bilateralismo puede servir de escudo cuando es necesario. Cuando necesita adoptar una posición hostil, presenta el unilateralismo, el derecho internacional y hasta la propia Declaración Universal de los Derechos Humanos como argumentos en defensa de su régimen político; aunque sus prácticas internas violen sistemáticamente los derechos humanos, políticos, culturales y económicos. 

Esto es de conocimiento público en los altos círculos diplomáticos, pero su relativismo pragmático les lleva a pasar por alto o a disminuir la importancia de las violaciones. En su lugar, los estereotipos de los años 60 mantienen las cosas. Es aquí donde el imaginario del embargo, el imaginario de la justicia social y la igualdad invisibilizan las denuncias de la cruda represión, los abusos policiales y los más de mil presos políticos que a la fecha siguen en prisión.

Hay que entender que muchos de los delegados y embajadores, e incluso la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, son conscientes de la extraordinaria capacidad de la diplomacia cubana para aglutinar votos a favor de diversas propuestas de la ONU. No importa que en Cuba haya cientos de presos políticos y de conciencia, el multilateralismo es una política casi intocable en estos aspectos. 

El MINREX es consciente de ello y su voluntad se centra en este esfuerzo. Lo que hay que tener en cuenta hoy es que la alianza MININT-MINREX es absoluta, que es política del Partido Comunista que estos ministerios operen al unísono, y que, más que nunca hoy, los cubanos dentro y fuera de Cuba viven dentro de este vínculo inextricable entre la policía y la diplomacia interna y externa.


Hamlet Lavastida, artista y expreso político.




In English:

cuban-foreign-policy-is-strategically-flexible

Cuban foreign policy is strategically flexible

Hamlet Lavastida

Cuban diplomacy is elaborated in a covert manner, and thus lacks transparency. Since 1959 the doctrine of simulation as a combat weapon has prevailed.