Confieso que me levanté con resaca. Me dolía la vista de solo mirar la pantalla del teléfono. Un domingo normal se venía, con la Eurocopa y su final en el ambiente.
Pero el domingo 11 de julio tenía otros planes para mí. Para todos. Para Miami. Sobre la 1:00 p.m., nos llama un amigo alterado: “¿Ustedes están viendo lo que está pasando en Cuba?”.
Automáticamente uno piensa en lo de siempre: colas, COVID-19, calor…, lo normal. Pero Cuba no fue normal ese domingo. Cuba estaba en la calle.
De una punta a la otra, con epicentro en San Antonio de los Baños, el pueblo de Cuba, cansado, tomó las calles. ¿Cómo es que uno no tiene un amber alert en el teléfono para estos casos? Por poco pasa todo desapercibido. Al momento abro Twitter. Empiezo a verlo todo. Facebook, las directas, la gente en la calle. Me emociono. El momento con el que más de uno ha fantaseado, más de una vez, parecía estar pasando.
“Dale que nos vamos para North Miami”, me dice mi roommate. Y yo, ni corto ni perezoso, a esa hora me iba para donde fuera, con la resaca a cuestas. Pero el momento lo necesitaba. Desde Twitter empezamos a dar retuit, a visibilizar lo que nos llegaba, pues sabíamos que de un moemnto a otro, como a veces pasa, el Internet en la Isla podía desaparecer.
No habíamos llegado al lugar cuando nos llama otro amigo. “Acaben de llegar que nos vamos para Versailles”. ¿Qué hay ahí? La pregunta se antojaba estúpida. Ahí está el apoyo. El abrazo, la comprensión y el anhelo.
Carro, I-95, con los Aldeanos a full. Emociones diversas mientras veíamos lo que llegaba de Cuba. Capitolio, San Lázaro, parque Máximo Gómez, Prado, Galiano, Malecón, Morón, Holguín, Santiago, Camagüey. El día parecía haber llegado. ¿Será? También hubo discusiones por WhatsApp. A estas alturas mucha gente no entendía lo que estaba pasando. Que este era su chance. Que había tanta hambre que hubo que comerse el miedo.
Parquear en Calle 8 fue imposible. Varias cuadras antes ya se veían las caravanas. Miles de automóviles iban y venían con banderas, carteles, gente asomada por las ventanas haciendo el gesto de la libertad con los dedos. Gente a pie, gritando. Júbilo. La alegría de ver caras que de otra forma no habrían coincidido, por la agitada rutina con la que se vive de este lado, unidas en un solo clamor.
“Hoy sí se acaba esto. Tiene que ser el día”. Ese era el sentimiento general en Versailles, lugar siempre catalogado desde Cuba como el “epicentro de la gusanera”. Si lo que hace falta para ser un gusano top, es ir ahí, que nos vayan poniendo la medalla.
En el suelo, entre el calor y ese sudor pegajoso de un domingo ya a las 4:00 p.m., miles de cubanos agolpados con banderas de Estados Unidos y Cuba gritaban a viva voz todo lo que sentían. Es un momento de catarsis. Suenan las frases de moda, los “epítetos”, como dice Díaz-Canel.
Sube la intensidad cuando empiezan a llegar los reportes de la alocución del gobernante en la televisión. “Dijo que la orden de combate está dada, los quieren matar a todos”. Crece la indignación, se calienta la caldera.
Pero hubo una frase particular que, como consigna, quedó en mi cabeza. “Si Cuba está en la calle, Miami también”. Miami. Ciudad levantada por la comunidad cubana exiliada casi a la fuerza, gente que se fue y les quitaron hasta los dientes de oro. A algunos con edad suficiente los vimos ahí, al sol, con sus familias nacidas acá y unidos por una misma causa: la causa de la añoranza; la del deseo de no morir sin ver un cambio; de poder regresar bajo otras circunstancias a la tierra que los vio nacer.
En Miami se vio por una vez la unión de diferentes nacionalidades en un clamor por Cuba. Llegaron norteamericanos, venezolanos, nicaragüenses, pues su causa no es distinta de la nuestra. Y esas cosas llegan al corazón.
Lo de Miami el pasado 11 de julio, así como sucedió en Atlanta, Nueva York o Calgary, no fue más que la necesidad de hacer visible para el mundo que en Cuba está pasando algo, y que se debe hacer algún tipo de “contrapropaganda” a la tergiversación gubernamental cubana.
En Miami había gente llorando. No tanto por la emoción, sino también por la incertidumbre de lo que podría estar pasando en Cuba, sobre todo después de que suspendieron la comunicación por datos móviles, símbolo de que el Gobierno ya estaba tomando sus contramedidas para reprimir al pueblo.
Esta ciudad se unió ayer, incluso con el más puro deseo de agarrar un bote y plantarse en Cuba. Quienes tienen yates están reuniendo sus embarcaciones en diferentes marinas, porque quieren ir a Cuba para hacer lo que sea necesario. Así sea algo tan simbólico como pararse en el límite permitido con luces de esperanza. Así de grande es el deseo de estar en la Isla, junto a los nuestros.
Esta ciudad se vio unida, quizás por primera vez en un buen tiempo. Y fue, sobre todo, capaz de proteger a quienes expresaban su deseo de una Cuba Libre; sintió el abrazo de sus servidores públicos, que se personaron de una forma u otra para expresar apoyo, como lo hizo el jefe de la Policía.
Miami se bañó el domingo en un aguacero al son de “Patria y vida”, mientras nuestros hermanos y familiares en Cuba lanzaban piedras y daban la cara a los agentes de la represión. Miami ayer estuvo hasta bien tarde marcando el diapasón cardíaco de los cubanos emigrados, los que no podíamos hacer otra cosa que abrazar a nuestros hermanos en la distancia y gritar como ellos cerca de la Plaza: “Díaz-Canel, sal del poder” y “El pueblo puede”.
Porque al final somos pueblo. Somos del mismo pedazo de tierra, aunque algunos acá cobremos en dólares y tengamos un carro. Sentimos igual. Nunca dejaremos de hacerlo. Y mientras existan cubanos en las calles, luchando por su libertad y por un cambio, en Miami también estaremos apoyando ese reclamo, dispuestos a lo que sea. Porque lo que vivimos el domingo 11 de julio y seguimos viviendo hoy, no es cosa de un “golpe blando” ni de las triquimañas de siempre. Es la voz de un pueblo cansado de la corrupción y el hambre. Y desde acá, lo menos que podemos hacer, es ayudar a visibilizar la lucha de nuestro pueblo hoy. Esa es nuestra línea.
Miami late, Cuba. Con sangre de Holguín, La Habana, Santiago y Las Tunas. De Villa Clara, de Camagüey. Nos demostraste que se acabó el miedo. Que tu cautiverio no sería eterno. Ahora nos toca a nosotros seguir a tu lado. Y gritar, a tu son, ¡Libertad!
@ Fotos y vídeos: Gabriel García Galano.
Eufemismos y mentiras de la prensa sobre la rebelión cubana
Hay supositorios muy efectivos para esta dolencia eufemística “progre” de izquierda: #lackofreedom, #cubandictatorship, #politicalrepression, #DíazCanelsingao.