Sobre la UNEAC como órgano represor (Nota de prensa No 68)

El pasado mes de junio la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) convocó al X Congreso de la organización, a celebrarse en el 2024. En la ocasión, la institución aseguró que continuaría “estimulando el diálogo y la participación” de sus miembros en la vida cultural y social del país. También afirmaron que tributarían “al desmontaje de falsos símbolos y valores propalados por la guerra cultural”.

Desde la fecha, la UNEAC ha asegurado en sus redes sociales mantenerse trabajando para que “el movimiento artístico e intelectual avance en función de aportar desde cada uno de sus espacios de diálogo y debate en todo cuanto puede aportar a la espiritualidad de la nación desde su vocación social y comunitaria.”

En adición, la organización suele valerse para sus comunicados de fechas del calendario histórico oficial. Por ejemplo, el nuevo congreso fue anunciado en víspera del 62 aniversario de Palabras a los Intelectuales, discurso de Fidel Castro conocido por ser el parteaguas de la política cultural cubana y por su distinción, simplista pero represora, entre subordinados y críticos del proceso. En este rigor, afirmaron que “sus palabras constituyen una brújula para orientarnos, para que la cultura sea (…) un espacio de libertad, responsabilidad y compromiso con la Revolución y la Patria.”

La UNEAC, junto al Ministerio de Cultura, funciona como órgano rector y ejecutor de la política cultural autocrática en Cuba. Un ejemplo claro de sus lineamientos en los últimos años ha sido la instrumentalización de artistas y escritores oficialistas como firmantes, para hacer reparación de daños y limpieza de imagen, ante la represión ejercida por los órganos parapoliciales contra la ciudadanía. El 6 de octubre del 2022 la UNEAC publicaba un “Mensaje de educadores, periodistas, escritores, artistas y científicos cubanos a sus colegas de otros países” donde “rechazaba la manipulación en medios hegemónicos y redes digitales de la dura y heroica realidad de la Cuba de estos días.

La represión solo existe en los mensajes que incitan a la violencia y respaldan el bloqueo”. Esta postura ha suscitado la renuncia de docenas de artistas e intelectuales cubanos a la membresía de la organización, a su militancia joven en la Asociación Hermanos Saíz, así como al Registro del Creador; otros retiraron sus postulaciones a premios nacionales otorgados por estas organizaciones, como es el caso del Fondo de Fomento para el Cine Cubano: “No puedo aceptar dinero ni apoyos de una institución que continúa empecinada en mantenerse de espaldas a temas urgentes que afectan a nuestra sociedad”, declaró en este sentido el documentalista cubano Alejandro Alonso a raíz de la jornada del 11J.

Otra reacción de la comunidad artística cubana, en respuesta a la actitud complaciente de la UNEAC, fue una declaración de principios que, en octubre de 2022, implicó la toma de distancia ética de artistas e intelectuales como el comunicador social Alexei Padilla Herrera, los escritores Amílkar Feria y Jorge Fernández Era, el actor Carlos Massola, el poeta Gabriel Pérez, y la historiadora Alina Bárbara López Hernández, entre más de 120 personas de dentro y fuera de Cuba.

Valga apuntar que en casos como el de la profesora Alina Bárbara, miembro de la UNEAC, se ha llegado hasta la represalia sistemática, que se agrava con la criminalización al punto de construirle un caso penal en base a la figura de “desobediencia”, delito por el que se puede cumplir hasta un año de cárcel. Este juicio ha sido identificado por Prisoners Defenders, como un proceso de “motivaciones políticas” con el objetivo final de “reprimir el ejercicio de los derechos o libertades”.

EL ODC señala, una vez más, el arbitrario diseño de la política cultural cubana como parte del contexto autoritario general, y la subordinación de instituciones oficiales que, con fondo estatal, ejercen activamente censura, invisibilización, coacción y represión contra artistas e intelectuales cubanos. El ODC advierte que estas acciones continúan alienando la gobernanza cultural en la Isla respecto a la cruda realidad que se vive; hasta ahora el discurso cultural no ha hecho más que mantener una mirada paralela e irreal, desconectada de los procesos culturales inherentes a una sociedad viva, pujante y autónoma. 

El ODC destaca la colaboración del aparato jurídico con los órganos represivos de la Seguridad del Estado, vínculo que expone la extrema vulnerabilidad de los ciudadanos como cuestionadores legítimos de las políticas en un país sin espacio público, ni rendición de cuentas por parte del poder. El ODC conmina a organismos internacionales a revisitar los acuerdos ratificados por Cuba en materia de Derechos Culturales, los que actualmente vulnera con alevosía, y pide mayor monitoreo y supervisión ante las violaciones del Estado cubano.





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