Tanto fue Luis Manuel Otero Alcántara a la fuente…

Para quienes nos domiciliamos a miles de kilómetros de distancia, cruzando el océano Atlántico, cualquier señal proveniente de Cuba podría ser entendida, erróneamente, como un desastre en potencia. El pasado viernes 13 de marzo de 2020 pudo haber sido un mal día para intentar cambiar, así fuese un ápice, nuestro pequeño país. Pero no: quiso la entropía, el karma, la suerte, que todo acabara bien… 

Yo lo supe el sábado por la mañana: Luis Manuel Otero Alcántara había sido liberado de manera intempestiva, gracias a la bien coordinada campaña de apoyo y solidaridad que recibió desde el instante en que fue arbitrariamente arrestado

Hablo de él como Luis Manuel Otero Alcántara, con nombres y apellidos, porque no es mi amigo. Ni siquiera lo conozco en persona. Para mí era apenas otro artista emergente, con una propuesta diferente e interesante, del cual me llegaban las noticias de sus acciones plásticas y las detenciones y desapariciones subsiguientes

Desde finales del año 2015, lo tenía “colimado” en mi detector del talento nacional. Algunos colegas muy cercanos, críticos e historiadores del arte cubano contemporáneo, me habían hablado de su crecimiento exponencial y recomendaban seguirlo de cerca. Por diferentes razones que enumero a continuación. 

Empecemos por lo obvio:

Luis Manuel Otero Alcántara es un artista atípico. Sí, un Artista, en mayúsculas. Uno de los que en Cuba puede vanagloriarse de no contar en su currículo con un título de egresado de la Academia de San Alejandro, la ENA o el ISA. Un artista autodidacta, un pensador por cuenta propia que renunció a ser programado para asentir.

Que un artista en Cuba ponga en jaque perpetuo al aparato policial-represivo del Estado, deja entrever que dialogamos con un creador indócil, que se mueve en una dimensión diferente. Es un batallador de ideas, un disidente que no duda en arriesgarse porque no hay nada que perder, salvo reducir aún más, si cabe, el calabozo que es y ha sido Cuba desde hace demasiadas décadas. 

Los arrestos a los que era sometido Luis Manuel Otero un día sí y otro también, exponían la discapacidad intelectual del Estado cubano para fabricarle un delito a la medida de su talento. 

Sus únicos instrumentos de trabajo son el cuerpo y la imaginación. Su cuerpo es el continente y la forma. Su cuerpo es la fragua: martillo y yunque. Aunque la alegoría apeste a realismo socialista, es correcta en su esencia. Luis Manuel Otero ha sentado cátedra en el arte de la conducta impropia y, entre tantos estetas decrépitos, ha logrado lo inimaginable: convertir a los agrestes combatientes del Ministerio del Interior en observadores y partícipes de sus performances

La criminalización de su arte demuestra que sigue siendo muy mala idea ser un artista comprometido y contestatario en la Cuba feudal de los Castro & Co., con el capataz, El Sucesor Designado Miguel Díaz-Canel, oficiando de presidente en ficciones

Habría que dar a conocer públicamente su récord de detenciones y de días en prisión. Pero Luis Manuel aprendió a naturalizar el hecho de ser no solo un sospechoso y culpable habitual sino, ante todo, un patriota. 

Luis Manuel asusta, y mucho, porque no pueden comprarlo ni sobornarlo. No es de los que vende baratijas de colores con la enseña nacional. No es de los que ruega el espaldarazo institucional. Ha ido al extranjero y siempre ha regresado a la semilla. Sus antecedentes artísticos no pueden ser fácilmente utilizados en su contra. Tampoco es un converso que haya cambiado de ideología y patrocinadores.

Sus performances enmarcan la arritmia ética y moral del arte cubano, tan adosado y dependiente de la pared y poco osado en sus cuestionamientos sistémicos, tan objetual y por ello tan poco objetivo en su crítica al estado de cosas imperante.

El domingo 1 de marzo, a los agentes del autoritarismo se les acabó la cuerda y la cordura. Los represores de azul y verde olivo, que ejercen la crítica de arte desde el asiento delantero de una patrulla, lo detuvieron al salir de su casa. Pero el abuso jurídico y penal, en lugar de silenciarlo, causó un brutal efecto boomerang. En la opinión pública internacional, pero también en la comunidad intelectual cubana más joven. Centenares de artistas, críticos, escritores, actores, intelectuales, periodistas independientes e historiadores que ejercieron su derecho de protesta ante una injusticia manifiesta

Para todos ellos, mis respetos. Sobre todo para los que dentro de Cuba antepusieron el físico y la libertad personal en nombre de los que disfrutamos la suerte de permanecer afuera, atrincherados en atalayas y tribunas virtuales. 

La inmensa mayoría de los medios independientes cubanos y extranjeros especializados en el tema Cuba, se hicieron eco en mayor o menor medida y de inmediato ofrecieron un seguimiento del caso Luis Manuel Otero Alcántara. Una excepción notable fue OnCuba, que esperó varios días antes de emitir un editorial comedido, objetivo, pero ciertamente tardío.

(Que una publicación norteamericana, con una corresponsalía permanente en La Habana, alojada la redacción en un edificio de la inmobiliaria Palco, en pleno Vedado, no diga ni esta boca es mía en un asunto que le concierne, es, más que ilustrativo, muy sintomático. Pero no nos desviemos).

Cuando ya nos preparábamos para la mala noticia de saberlo condenado a privación de libertad, el Estado cubano —no es una demostración de debilidad: no cometamos ese error de apreciación—, sopesó mejor las consecuencias de sus actos y apostó por bajarle presión a la candela. Algo se traerán entre manos. Pero se vale celebrar.

Hoy el artista camina libre por las calles de La Habana, aunque eso no significa que no tenga compradas las papeletas de la rifa del elefante. Todavía puede ser enjuiciado desde la perspectiva abusiva del sistema legal cubano, bajo cuya lógica Luis Manuel Otero incurre a conciencia en una actitud social predelictiva: un hombre joven, negro, sin vínculo laboral estable y muy crítico en cuestiones sociales… A pesar del aplazamiento de la vista oral en su contra por los delitos de daños y ultraje a los símbolos patrios, continúa enfrentando el riesgo de acabar con su arte y sus huesos en la cárcel, engrosando la población penal cubana. 

Por ello, no es ocioso recordar algunos hechos y repasar el recorrido que lo ha llevado a ser escarmentado, convirtiéndose en el Artista Nacional por Excedencia. 

Luis Manuel Otero Alcántara fue miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), así como de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA). Ante los extremistas oportunísimos que alegan improvisación e intrusismo profesional para descalificar su obra, es preciso recordarles que en algún momento, hace no muchos años, él fue evaluado y admitido en estas organizaciones, en tanto creador con currículo, proyección y talento. 

Ante los que lo desacreditan, hay que exponer como argumentos los avales que fueron concedidos por el Estado cubano. Se le criminaliza y penaliza por ejercer una profesión y una vocación para la cual, según el mismo Estado concedió, está calificado.

La decisión valiente de generar un arte comprometido y contestatario, su emplazamiento a la institucionalidad cubana está en sus orígenes creativos. Tracemos una cartografía de esas arenas movedizas. 

Años 2011- 2012 

Luis Manuel Otero Alcántara en sus años de experimentación formal. Comienza a explorar, con cierta timidez, los límites de la que luego será su obra artística. 

Aún atado al convencionalismo del objeto tridimensional, consigue, sin embargo, asumir y entender que su producción plástica debe responder a circunstancias materiales personales, pero también al contexto económico, político y social. Sus esculturas efímeras, improvisadas y precaristas, dialogan y son emplazadas para luego ser destruidas o ignoradas de manera conveniente por la institución.

Los héroes no pesan (2011) 

Intervención de Luis Manuel Otero compuesta por una veintena de esculturas que se acercan al tópico del estrés postraumático y la psicosis bélica. Uno de los grandes temas soslayados del arsenal artístico cubano: el de los veteranos de guerra, con sus mutilaciones y traumas existenciales de por vida. 

Resistencia y Reciclaje (2011-2012) 

Luis Manuel Otero Alcántara se atrinchera en los límites difusos de la apropiación, la cita y el homenaje a algunos escultores muy conocidos y cotizados a nivel mundial (y alguno que otro menos popular). Para ello interviene el espacio público por medio de la instalación de esculturas de apariencia artesanal, casi improvisadas para la ocasión. 

Recorriendo la ciudad con sus especies de animales exóticos o fantásticos, inspirados quizás en el Balloon Dog de Jeff Koons o en el mítico Caballo de Troya, exigía a la institucionalidad cultural la apertura de nuevos espacios para que los artistas cubanos emergentes puedan exhibir su obra.

Made in China y Mikilandia (2012) 

Ambas series discurren sobre cuestiones relacionadas con la acumulación y reproducción del gran capital comunista asiático. 

Aquí Luis Manuel Otero podría estar criticando la aspiración de replicar el modelo productivo y el sistema político chino, conocido por su irresponsabilidad medioambiental y la violación recurrente de los derechos humanos. Al asumir como referente y símbolo la figura de Mickey Mouse, concebido en diferentes formas y emplazamientos, el artista parece alertarnos de una tensión ideológica latente y también de la frivolidad consumista, cada vez más arraigada en la sociedad cubana actual. 

Cierta matriz ecologista se deriva también de estas obras concebidas con materiales desechados, reciclados al paso en la comunidad del Cerro. 

Regalo de Cuba a EE. UU. (2012) 

Lo que en otro contexto histórico pudo ser entendido como un acto de entreguismo, pleitesía y sumisión al poderoso vecino norteamericano, ahora —inteligencia emocional e ironía por medio— conviene exponerlo como gesto de acercamiento y buena voluntad. 

El ensamblaje escultórico, de nuevo replicando la estética del arte pobre, no es una ofrenda de paz al exilio histórico, ni un golpe de efecto a la emigración económica cubana. La interlocución ocurre entre un individuo —Luis Manuel Otero— interesado en la resolución de un conflicto de intereses históricos, y una institución gubernamental extranjera algo renuente al diálogo. 

El intercambio de mensajes, y la negativa a recibir el regalo del artista por parte del personal diplomático en la entonces Oficina de Intereses de EE. UU., habla, precisamente, de la desconfianza mutua inoculada a lo largo del tiempo.

De la serie Con todos y para el bien de unos cuantos (2012-2013)

Junto a la imagen martiana, con la que consigue compartir espacio simbólico y visual, Nuestra Señora de la Virgen de la Caridad del Cobre es una de las grandes figuras del arte cubano contemporáneo. En el performance La Caridad nos une, Luis Manuel Otero Alcántara se apropia de un icono y lo amplía en el espacio hasta convertirlo en un objeto discursivo y móvil, con el que pretendía asistir a la misa oficiada por el Papa Benedicto XVI en La Habana. Su participación fue vetada por los organismos de la Seguridad del Estado.

En la línea devocional de La Caridad nos une está también Los perros también van al cielo; el icono invocado y representado, en este caso, es San Lázaro / Babalú Ayé. Si la imagen de la Caridad del Cobre es recurrentemente politizada, la de San Lázaro describe problemáticas relacionadas con la enfermedad y la miseria.

Chopin de sexo (2013) 

La más desenfadada y lúdica de sus exposiciones personales. La objetivación del placer sexual es apenas una coartada para reflexionar sobre el poder, en cualquiera de sus formas de expresión. 

Que haya muñecas aparentemente inflables, hechas con bolsas de basura o papel maché, así como un dildo doble, o triple, muy similar a las tonfas que emplea la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) para vigilar y castigar…, es pura coincidencia.

Solo faltó aderezar la exposición con un Nocturno de Chopin como música de fondo.

Por un socialismo próspero y sustentable (2013) 

La actualización del anhelo y la vieja utopía comunista de luchar por una sociedad más humana y justa. Vaya triste realidad. El kitsch popular en su máxima expresión. 

Luis Manuel Otero Alcántara —con el Invicto Comandante en Jefe aún en el reino de este mundo— se atreve a disfrazarse del compañero Fidel, y sale a la calle a participar en el desfile por el Día Internacional de los Trabajadores convertido en un monigote o muñecón de carnaval.

Iba acompañado por un compañero de armas: el ya para entonces extinto comandante Hugo Chávez. El performanceconsistió, precisamente, en travestirse de sujeto del poder real al menos por un día, por unas pocas horas, aterrizándolo al nivel del pueblo fundido.

Año 2014

Mesa sueca (2014) 

Luis Manuel Otero Alcántara incursiona en un performance de clara vocación escatológica, al preparar un menú con los alimentos ofrendados a las diferentes deidades de las religiones afrocubanas. 

La invitación a degustar manjares recogidos en las calles de La Habana supone más que un desafío y una experiencia gastronómica extrema: se trata de una clase de humildad ante el esnobismo y la indiferencia de un público que puede permitirse el lujo de asistir y formar parte del circuito de consumo e institucionalización del arte contemporáneo; un público poco habituado a lidiar con la escasez de alimentos y con encomiendas a la intervención divina para afrontar los problemas diarios y la supervivencia. 

Homenaje al 30 Aniversario de la Bienal de La Habana (2014) 

La problemática de la movilidad y el transporte público desde la perspectiva de un artista sin vehículo propio. En consecuencia, para mantenerse activo y poder desplazarse de una galería a otra por las calles de La Habana, contrata los servicios de un caballo bípedo que mueve un vehículo de tracción. Adaptación artística de una práctica infantil, que desliza una crítica a la incapacidad sistémica de resolver el problema del transporte en Cuba. 

Súper pijo (2014) 

Luis Manuel Otero Alcántara adopta para su actuación un personaje conspicuo y excéntrico, condicionado por la mochila étnica del individuo racializado. La conversión representativa y simbólica del recurso teatral del blackface, su inversión en términos estéticos: Luis Manuel es ahora un mulato con el rostro cubierto de talco para aparentar ser un hombre blanco. 

Al pasearse de esta manera por las galerías de arte, acompañado por un tierno conejo blanco, el artista reclama la atención de un público elitista, que elude o trivializa cualquier debate público relacionado con el tema de la raza. Y emplaza el blanqueamiento de ciertas actitudes discriminatorias encubiertas tras prácticas aparentemente inclusivas, como conceder oportunidades y recompensas, cuando en realidad apartan y desprecian —por negros y pobres— a quienes que no se adecúan al arquetipo del artista blanco, consagrado y solvente.

El muerto delante… (2014) 

Y la gritería detrás. De nuevo el tema de la espiritualidad popular y la liturgia de los ritos adivinatorios de las religiones cubanas de origen y sustrato africano. Esta vez, concebidas como una práctica artística interactiva, que asume el happening como parte de un performance provocativo pero no procaz.

Chong Chong Gang (2014) 

Una crítica disparatada a la amistad inquebrantable del gobierno cubano con algunas causas fallidas de Asia y Medio Oriente. 

El performance consistió en comprar armas artesanales en los barrios marginales de la capital para donarlas a la Embajada de Palestina, la misma que retrata Elia Suleiman en el largometraje de ficción 7 días en La Habana. La acción artística tomaba el nombre del buque mercante norcoreano detenido en 2013 en su paso por el Canal de Panamá, mientras transportaba material de guerra embarcado en Cuba con destino a Pyongyang

Año 2015

Unidos por el wifi (2015)

Un agudo performance que debate sobre la necesidad de que la ciudadanía cubana ocupe la esfera pública y ejerza sus derechos. 

En las zonas wifi, lo que ha ocurrido es la disolución de los límites del espacio privado, obligados como estamos a ventilar asuntos personales a vox populi, desgañitándonos mientras hacemos cuclillas o nos sentamos en el cantero de un parque. 

En la esquina de 23 y L, Luis Manuel Otero Alcántara desnuda su cuerpo en un baile erótico improvisado e íntimo, acompañado por un par de mariachis profesionales.

Welcome to Yumas (2015) 

Como parte de las acciones de la XII Bienal de La Habana, el artista se “disloca” como una bailarina del mundialmente famoso Cabaret Tropicana. Con brillos superpuestos sobre un atuendo de color rosa fucsia, calzones, muchas lentejuelas, un tocado de plumas en la cabeza y zapatos de charol, Luis Manuel Otero Alcántara acudía travestido a los diversos espacios expositivos de la Bienal. 

El performance aprovechaba las inauguraciones, con el objetivo obvio de interactuar con la mayor cantidad de público y entregarles al paso una tarjeta de presentación donde aparecían los datos personales del artista junto al título de “Miss Bienal de La Habana”.

Welcome to Yumas escenificaba dos críticas al régimen: una de matriz feminista, no tan explícita, y otra más cercana al cuestionamiento del ideario machista-leninista de la Revolución Cubana y su ancestral homofobia. 

Por aquí no pasó el Papa (2015) 

El artista se apropia del diseño del cartel que promovía la visita del Papa Francisco, lo interviene y agrega una acusación demoledora: la que da título a la obra. Denunciaba así el abandono arquitectónico y la decrepitud urbanística de La Habana profunda, esa que no es mostrada nunca a los jefes de Estado y visitantes ilustres.

Materialización del objeto soñado III (2015)

Luego de ubicar una estatua de Superman de tres metros en un centro comercial de Asunción, Paraguay, Luis Manuel Otero Alcántara se disfraza de dicho personaje de cómic e improvisa una colecta pública con el objetivo de reunir el dinero suficiente para pagar una merienda a un grupo de niños pobres que frecuentaban el lugar. 

Año 2016

Indian Summer Diary: Proyecto de sublimación de visa(s) canadiense (del 28 de septiembre al 8 de octubre de 2016)

Luis Manuel Otero Alcántara se debate entre desenterrar el hacha pequeña de los indos hurones o fumar la pipa de la paz con ellos. 

Tras la denegación del gobierno canadiense de concederle visa, el artista arma un tinglado bajo techo y, a lo largo de diez días, improvisa un proceso creativo continuo que sustituye al que hubiera desarrollado durante su frustrada estancia artística en Canadá.

Año 2017 

Luis Manuel Otero Alcántara crea el Museo de la Disidencia en Cuba, el tercero más completo y didáctico de los de su tipo en el país, solo superado por los archivos clasificados del Departamento de la Seguridad de Estado y por el antiguo Museo del Ministerio del Interior, ahora rebautizado como Memorial de la Denuncia. 

Anexo a la biblioteca del Museo de la Disidencia en Cuba, funciona el Museo del Arte Políticamente Incómodo (MAPI). 

Dos instituciones renuentes a dejarse domesticar por el aparato burocrático comunista y la institución estatal arte, que no saben cómo lidiar con un experimento estético que aboga por confundir paradigmas políticos supuestamente incompatibles, situados en antípodas éticas e ideológicas: Fidel Castro Ruz y Oswaldo Payá.

Y pasó el tiempo y pasó… (2017) 

Un águila sobre el mar. El conflicto diplomático entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos vuelve ser una realidad insoslayable tras la llegada al poder del presidente Donald Trump. La apropiación del emblema imperial norteamericano para traerlo al arte cubano contemporáneo como un motivo ambiguo pero efectivo, más que un acto estético irrespetuoso o irreverente con la patria y sus luchas por la independencia, serviría como un recordatorio de la presencia del vecino del Norte y su influjo innegable en la historia nacional. Para bien y para mal. Remember the Maine.

Para los que quieren encausar a Luis Manuel Otero Alcántara por apátrida y traidor, les recuerdo que su águila calva de papel maché no es la única que sobrevuela Cuba. 

¿Dónde está Mella? (2017) 

Luis Manuel Otero Alcántara manifiesta su incomodidad ante la decisión estatal de retirar el busto de Julio Antonio Mella situado en la antigua Manzana de Gómez. Para ello se convierte en una estatua humana. 

En un acto de ingenuidad democrática, el artista reconstruye la mitología de los dioses caídos del panteón comunista cubano. Es el pecado del Gran Hotel Manzana Kempinski. El grito mudo de Luis Manuel Otero denuncia la taimada adopción de una política pragmática enfocada en la captación de moneda dura. 

“A los héroes se les recuerda sin llanto”, le cantarían desde el Consejo de Estado y de Ministros. No importa que Julio Antonio Mella fuese el atleta olímpico de la Revolución. El busto debía ser retirado, y su depósito definitivo se desconoce hasta el día de hoy.  

La gran rifa del año (2017)

En coautoría con el artista Néstor Siré. Luis Manuel Otero Alcántara coordina un sorteo donde pone a la venta 250 boletos a dos pesos convertibles cada una. Con la recaudación, los ganadores de la rifa accederían a disfrutar de una reserva de una noche para dos, con desayuno incluido, en el Gran Hotel Manzana Kempinski.

Lo que a Pistoletto no se le ocurrió (2017) 

Acción que vendría a cerrar la Trilogía del Gran Hotel Manzana Kempinski. Es el pistoletazo de salida a la radicalización política definitiva del mensaje artístico de Luis Manuel Otero Alcántara. 

Al simular que vandaliza las instalaciones turísticas de lujo recién abiertas al capital extranjero, el artista denuncia el callado, paulatino e irreversible proceso de gentrificación de Centro Habana y Habana Vieja: ese desplazamiento forzado de la población autóctona de dos barrios populares que son ahora invadidos por visitantes de un nivel adquisitivo superior.

Peregrinación al Santuario de San Lázaro, desde Habana Vieja hasta El Rincón (Del 14 al 20 de diciembre de 2017) 

Un calvario personal que lo llevaría a recorrer unos 30 kilómetros arrastrando una piedra a modo de grillete. Más que en la fe en el milagroso San Lázaro, el performance de Luis Manuel Otero Alcántara se mueve en la cuerda dual del discurso ético y el martirologio religioso. La promesa cumplida, a manera de moneda de cambio y súplica por un favor concedido, pero también el pago adelantado por la buena ventura y la sanación por venir.

Año 2018

Otro tratado de París (2018) 

El artista encuentra, en una botella de ron, el testamento perdido de Fidel Castro Ruz. Una suerte de certificado de última voluntad que constata que, incluso después de muerto, el Coma Andante en Jefe está en capacidad y disposición de seguir gobernando, aun cuando en las grabaciones confiesa el fracaso del proyecto social revolucionario

Año 2019

Drapeau (2019) 

Con la bandera cubana colgada del cuello, el artista salió a caminar por las calles de La Habana. Pocos meses antes, Luis Manuel Otero había sido detenido por organizar unas carreras de jóvenes arropados en la bandera norteamericana, que buscaban mejorar el tiempo que le tomó a Daniel Llorente, El Hombre de la Bandera, recorrer los 66 metros del sprintdramático que acabó con su detención durante la marcha por el Día de los Trabajadores, el 1 de mayo de 2017. Daniel Llorente acabaría recluido en el Hospital Psiquiátrico de La Habana. 

¿Qué la patria os contempla orgullosa? (2019) 

El desafío físico, estético e ideológico de Luis Manuel Otero Alcántara consistió esta vez en alzar la bandera cubana de manera continua a lo largo de 24 horas. 

Año 2020

El casco y la mala idea (2020) 

Es el título provisional que propongo, desde mi humilde condición de Historiador del Arte radicado en España, para el último performance de Luis Manuel Otero Alcántara, antes de ser detenido el 1 de marzo. 

El artista, protegido con un casco de constructor, se lanzó a la calle para protestar en silencio y de manera pacífica por la muerte de tres niñas del barrio de Jesús María, a causa de un derrumbe perfectamente evitable. 

Horas antes de que lo liberaran, ocurrió otro derrumbe. El pasado 11 de marzo murió un albañil cubano en el enésimo derrumbe parcial en la capital de no todos los cubanos. Que ese trabajador fuese mi tocayo, lo asumí como señal manifiesta de que hoy, mañana, cualquier día, podemos caer en desgracia.

Luis Manuel Otero Alcántara lo sabe. Ha ido tantas veces a la fuente del problema, que al final casi lo rompen. 

Pero no. 

A los Artistas, en mayúsculas, se les apoya, se les acompaña hasta el final. No se les deja a solas con el enemigo. Todos somos, ahora, unos milímetros más libres.