“Tenemos que salvarnos entre nosotros”

El martes 28 de enero de 2025, Luis Manuel Otero Alcántara intentó abrir su casa de La Habana Vieja para presentar la obra Campesinos Felices 1938-2025. Aunque encarcelado desde hace más de tres años en la Prisión de Máxima Seguridad de Guanajay, Luis Manuel se las agencia una y otra vez para burlar la reclusión impuesta por el Estado cubano y continuar siendo un interlocutor actualizado de la realidad del país y del pulso social que no cesa.

Campesinos Felices 1938-2025, forma parte de una serie más amplia, Apolítico 2.1, que el artista lleva adelante en estos momentos y a la que también pertenece la obra Iré, Owó. La convocatoria publicada en la página de Facebook del activista sugiere un recorrido que se extiende desde el Museo Nacional de Bellas Artes, en su sede de Arte Cubano, más específicamente desde la sala misma donde se encuentra la obra original de Carlos Enríquez, hasta el inmueble de Damas 955. Invita a todos a transitar este camino y a permanecer en su casa, que desde su reclusión se ha mantenido cerrada casi todo el tiempo, pero que los cubanos de a pie reconocen como un símbolo de resistencia y de futuro. Una vez allí, todos podrían contemplar la réplica de la obra original y, en un ejercicio de subversión cultural, advertir los sutiles cambios insertados en la pieza, un poco a la usanza de aquellos juegos que realizábamos de niños en las revistas soviéticas y que consistían en encontrar las diez diferencias en dos imágenes aparentemente idénticas.



Mapa del recorrido ideado por Luis Manuel para la obra Campesinos Felices 1938-2025.
Imagen: Cortesía del equipo de trabajo del Estudio de Luis Manuel Otero.


Campesinos Felices 1938-2025, es un ejercicio de memoria y, a la par, de provocación cultural que se activa a través de asociaciones a varios niveles. El primer nivel, y más directo, es el que se realiza con la obra original y que se verifica en una operación histórica, y también estética, al enlazar una obra icónica del vanguardismo cubano con una réplica anónima realizada por encargo de un artista independiente cubano preso. El vínculo se realiza en primer término dentro de los predios de la historia del arte cubano, pero lo desborda al poner a dialogar los contextos que dan lugar a ambas creaciones y que, al igual que ambas piezas, exhiben semejanzas y diferencias. Este segundo nivel de lectura, remite a la dimensión social del gesto, que nunca falta en las obras de Luis Manuel Otero.



Cartel de la obra Campesinos Felices 1938-2025.
Imagen: Cortesía del equipo de trabajo del Estudio de Luis Manuel Otero.


Los tercer y cuarto niveles de asociación son más sutiles y operan en los intersticios abiertos por los dos niveles anteriores. En primer lugar, al mapa físico que la obra ejecuta y que vincula al canon del arte cubano, y al edificio que lo resguarda, con una zona pobre y marginalizada de La Habana Vieja, cercana a nivel geográfico pero lejana si pensamos en términos de estatus social, dos zonas que parecen estar de espaldas una a la otra. Dentro de esta zona soslayada crece y se desarrolla la obra de un artista negro y autodidacta como Luis Manuel; además, dentro de esa zona se sueña un país distinto y cuerpos concretos toman sobre sí el riesgo y el precio que ese sueño supone. De esta forma, y pensando concretamente en el Acuartelamiento de San Isidro, pero también en muchos otros performances y acciones de activismo cultural desarrollados por el Movimiento San Isidro en la casa y en el barrio homónimo, el mapa físico deviene mapa simbólico que, a través de la subversión espacial, se orienta en la búsqueda de la liberación popular.

El cuarto nivel de asociación, y el último, opera al interior mismo del circuito Arte y de las instituciones que lo soportan. La obra también realiza una crítica implícita a todo lo que las instituciones como Bellas Artes representan, en tanto responden a una política cultural revolucionaria, que excluye lo que no exprese incondicionalidad con el sistema socialista imperante, que segrega a espacios y creadores en base a la ideología. Visto así, el edificio de Arte Cubano funciona como una entidad que secuestra la cultura y el arte nacional, lo coloca en una vitrina y ejerce desde ella, violencia. Que la crítica la realice un artista preso por ejercer la libertad de expresión, pone en crisis una vez más la operación de blanqueamiento que la cultura oficial pretende hacer de las constantes violaciones de derechos humanos en Cuba y de la tiranía que las ejecuta.

La otra obra que forma parte de esta serie Apolítico 2.1 se titula Iré, Owó, en franca alusión a nociones que provienen de la tradición yoruba y que se relacionan con un estado de gracia o una suerte. Definida por el equipo que gestiona la obra del artista, como intervención performática, fue realizada a principios de este año en La Habana. La obra consistió en repartir determinada cantidad de dinero en varias carteras y dejarlas en diferentes zonas humildes de la ciudad, a la espera de que algún cubano las encontrara por azar.

Aparentemente simple, como la mayoría de las obras de Luis Manuel, el gesto genera una resonancia en varios niveles del tejido social, que va desde las personas que se encuentran el regalo en la calle, y su círculo de mínimo de acción, hasta el contrapunteo que luego se produce con el propio artista preso, su equipo de trabajo y el público que un día sabe de la obra. No menospreciar jamás el poder de lo que pueda sentir, creer o hacer una persona, o un grupo pequeño de personas, es parte esencial de los presupuestos estéticos y éticos del artista, como mismo no menospreciar la movilización silenciosa y paulatina que puede suscitar un pensamiento o una creencia que se trasmite entre la gente, o la influencia invisible que una acción como la descrita pueda generar en las energías de la gente y en las energías ocultas de la nación. La obra, aunque muy práctica en su expresión, es también una obra de fe que parece evidenciar como mantra una frase preferida de Luis Manuel, “Dios existe y está de parte de nosotros”.



Iré, Owó (2024-2025).
Video-registro de acción artística de Luis Manuel Otero Alcántara. Edición: Aminta D’ Cárdenas.
Presentado en “Apolítico 2.1. Presentación de Campesinos felices y otras obras inéditas de Luis Manuel Otero”.
En Librería Arenales / 28 de enero de 2025.


Iré, Owó es esa clase de obra que es realizada por la misma gente y donde el artista solo facilita, jugando un poco a ser Dios, por lo que aquí resulta clave para la sanidad de la obra que quien la concibe se encuentre en una prisión, vulnerable, y no en su casa o en cualquier residencia internacional elucubrando experimentos con otros seres humanos. Solo así su acción deviene en un ejercicio restaurativo, que recuerda que sólo nos tenemos los unos a los otros para salir de la desesperanza.

La restitución a nivel espacial del iré, espacial no solo a nivel de ciudad sino a nivel de los cuerpos de los beneficiados, remite a esa noción de cuerpo colectivo que se desdibuja una y otra vez ante nuestros ojos por la acción fragmentadora del Estado. Como en todas sus últimas obras, este re-imaginar la cuidad, igual que a la gente dentro de ella, y ponerse a sí mismo y al no lugar de la prisión en una de las puntas de la figura que se forma, es una de las ganancias de la pieza. Revitaliza el concepto de lo público y hasta las nociones de lugar, de espacio, de ciudad, como aquello que acontece entre la gente, atravesando la materia, y que se construye también, justo como una relación.

Para terminar, es oportuno acotar algunas cavilaciones en torno a la serie Apolítico 2.1, desde el abordaje de su propio nombre. Las primeras pistas nos llegan del guiño evidente a la obra Apolítico, del artista Wilfredo Prieto (2001), la cual mostraba una línea de banderas izadas de muchos países, pero despojadas de sus colores, homogeneizadas a partir del espectro de grises. Las connotaciones de dicha obra, además del alineamiento del propio Wilfredo Prieto con las narrativas oficiales del castrismo, activan varias reflexiones en torno a lo político, por un lado, entendido como ejercicio profesional de cara a determinado orden estatal a gran escala, y por otro, entendido como lo que tiene lugar dentro de cualquier ámbito de autonomía, o que tiende a ella, independientemente de las relaciones de fuerza desplegadas a su alrededor y/o como espejo de las mismas.

De esta forma, el cierre conceptual de una obra como Campesinos Felices 1938-2025, es la naturaleza política de un ejercicio de memoria, que se traza inicialmente como contrapunteo de una obra plástica no actual y su doble, que busca revitalizar el poder del arte y de un artista concreto, como agente movilizador de conciencia y de agencia en un contexto adverso. De la misma manera, Iré, Owó, apela al contenido humanitario del regalo, de la ofrenda, para relanzar una promesa de futuro, pero sobre todo de presente: no estamos solos y lo que hacemos tiene sentido; no estamos solos, estamos conectados. Jugar a la política hoy en Cuba, desde la perspectiva del cubano común, implica no olvidarse de esta dimensión constructiva, desde abajo y a contrapelo de la mal llamada “alta política”, hacerlo sería el equivalente de creer los cantos de sirena de la también mal llamada “alta cultura”. Un proyecto como el Observatorio de Derechos Culturales hace votos diarios de compromiso con esa noción democratizadora de la cultura y con quienes la cultivan.





todos-los-peores-humanos-ii

Todos los peores humanos (II)

Por Phil Elwood

Cómo fabriqué noticias para dictadores, magnates y políticos.