Este texto es un error.
Unos amigos me dijeron un día que todos aquí adentro eran la misma persona. Al otro día se corrigieron, se acercaron sigilosos y me dijeron que todos aquí tenían a la misma persona adentro, que no significa lo mismo, que no significa nada.
No creo que sea cierto. Creo que aquí no existe “la persona”. Y eso es un error. Nos hace erráticos, nos hace inmerecedores de la sociedad. Nos hace creer que no la merecemos. Y eso también es un error. Pero qué más da insistir en las fallas de origen si nadie va a ir hasta allá para arreglarlas.
Insistiré en ti, dictador, en tu cumpleaños.
Te escribí una carta con doce años. Era 13 de agosto y amanecía por el lado izquierdo de mi cama. Las tablas dejaban entrar los rayos, la algarabía, los gritos. Mi mamá me dice “¡Despierta que llegaron los payasos!”. El pueblito se llenó de payasos, más de diez narices rojas y trajes sucios. Trajeron un cake enorme con el brazalete del 26 de Julio hecho de merengue cortado. Nos daban a los niños solo la panetela para no intoxicarnos con el merengue cortado. Yo nunca había visto un cake de color verde, hasta ese día. Yo nunca había visto un cake tan grande.
Después los payasos empezaron su función, los niños reían. Los payasos reían, los niños reían. Todo fue en el centro del pueblo: una plaza de gravilla y cemento. Una plaza con Martí en el centro, pintado de cal viva. Empezaron las actividades, las de siempre: halar la soga, saltar con sacos, saltar los obstáculos. Nunca fui bueno con los deportes, dictador, nunca. Yo saltaba para que los otros niños no sospecharan.
En medio de la plaza había un vidrio. No es mentira, dictador, había un vidrio. Me lo encajé en el pie, me lo atravesé de lado a lado. Fui dando saltos mientras la sangre dejaba un rastro sobre la gravilla. Martí seguía tan blanco, el cake tan verde. Aquel merengue que fermentaba cada vez más rápido bajo el sol.
Mientras me cosían la pata, mi mamá hablaba con la enfermera sobre los tiempos de antes. (Otra amiga que tengo me dijo que su madre tenía falsos recuerdos). La mía también. Dice que antes de la Revolución ella recuerda que era muy difícil todo, que si a un hijo se le rajaba la pata con un cristal no podían ir a ninguna parte, había que controlarle la hemorragia con remedios caseros. Dice que las mujeres parían en las casas con la ayuda de parteras, que no todos los niños podían ir a la escuela. El caso es que mi mamá nació en 1964. ¿Cómo puede recordar? (Otro amigo puso en un estado de WhatsApp que dejemos de recordar el futuro).
¿Qué es un amigo, dictador, qué es la amistad?
La idea de que todos digan que son tú, es la idea del tú en ellos o del ello en ti. La idea de que todos sean Fidel, de que un país sea Fidel, de que una familia sea Fidel… es la idea de la anulación. Por eso las personas que dicen ser Fidel no son nada más allá de dos sílabas, cinco letras y sesenta movimientos del hocico. Es mejor no acercarse a las personas que son Fidel o a las familias que son Fidel. Porque Fidel no existió ni siendo Fidel, porque Cuba no ha existido como país. Fidel nos legó la inexistencia, Fidel nos legó la existencia en los falsos recuerdos.
A los quince años yo recordaba haber sido una mujer hermosa con una novia hermosa. Lo recordaba con tanta nitidez que empecé a dejar de comer y echarle sal a todo por aquella superstición de hacer cosas que hacen los enamorados. ¿Qué es enamorarse, dictador, qué es el amor? Yo dejé de amar el día que comencé a enfermar.
A los dieciocho años yo recordaba la enfermedad, la guerra y la pobreza, dejé de hablar de. Te recordaba hablando, obsesionado con tus propias palabras, ahogado en tus propias palabras. La gente recordaba haberte entendido. La gente comenzó a enfermar. Es difícil no caer, aunque sea una vez, en tu fallo.
La última amiga que recuerdo me dijo que lo que más daño nos hacía era la supuesta excepcionalidad de los cubanos. Ahora que lo pienso, aquí no existe, si todos son Fidel, tal excepcionalidad. Lo que existe es un falso archivo, un falso registro de nacimiento y muchos cumpleaños con merengues cortados, merengues en cada provincia, merengues que intoxican. Gente intoxicada que dice donde quiera: de mi patria no me voy, yo soy feliz, recuerdo que todo era peor antes, el mundo está peor que nosotros, somos el único país…
El único país que no existe.
Ahora solo recuerdo que cumple años una persona que nunca existió.
Nadie puede recordarte, dictador, nadie puede recordarte exactamente.
Cuba está en otra parte
Mi gente, marchando desordenadamente por las calles de esa Habana arruinada, destrozada, no por el tiempo ni los ciclones, sino por la desidia de la otra gente, la que llenaba de consignas heroicas, y también terroríficas, a mi misma gente en harapos.